Dos variables económicas condicionaron implacablemente el programa económico del actual Gobierno Nacional: la inflación y las obligaciones de pago de deuda.
Mauricio Macri dejó el gobierno en diciembre 2019 con una inflación anual del 53,55%, luego de pronosticar durante cuatro años índices muy inferiores al mismo; poco énfasis se puso a este número cuando asumió el Frente de Todos, pero en la actualidad donde los países tienen récord de inflación en décadas (E.E.U.U. alcanzó la mayor suba de precios en cuatro décadas), y ante el aumento del precio de combustibles, commodities, transporte y alimentos, esa cifra constituye un “piso”.
Siempre viene a mi mente esa famosa frase de Macri en plena campaña electoral en el 2015: “va a ser difícil bajar la inflación”, pero casi la duplicó en cuatro años, mostrando un desconocimiento del comportamiento de la variable en la historia argentina: entre 1945 y 2016 el promedio de inflación anual en la Argentina fue de 145%, con un pico de 3.080% en la hiperinflación de 1989 y con el peor síntoma de la economía argentina que fue la deflación del 1,1% en el 2001.
En el año 2017, cuando el F.M.I. empezaba a asomar de vuelta por el país, uno de sus funcionarios más encumbrados, Alejandro Werner (director del Departamento del hemisferio occidental del FMI), sostenía que era una “anomalía” un país con una inflación anual del 20% – 25%. Todo el Siglo XX Argentina vivió en una situación “anómala”, causada por diversos factores, como ser la devaluación de la moneda nacional, la importación de bienes de capital e industriales, los aumentos de los costos y la concentración de la economía, entre los más relevantes.
Hoy, post pandemia y con la guerra entre dos naciones que exportan el 29% del total del trigo y energía a varios países, los aumentos de precios se dieron en todo el mundo, con diferente impacto, porque quienes duplican la inflación anual cuando tenían índices de un dígito no sufren lo mismo cuando en el 2019 se tenía más de un 50% de inflación como es el caso de Argentina.
La otra variable condicionante fue y es la deuda externa del Estado argentino. A partir de 2016 y hasta principios de 2018, la Argentina de Macri tuvo un nivel de endeudamiento brutal, con el agravante que esos recursos dieron una vuelta por el país y se fugaron, volvieron a salir, comprometiendo la capacidad de pago del país y empeorando las ratios de deuda/PBI Y deuda/exportaciones.
Tal fue el desmadre, que después de catorce años se recurrió al F.M.I. solicitando y siéndole otorgado un préstamo extraordinario que superaba los U$S 54.000 millones de dólares, a tasas de interés más altas y con importantes vencimientos a pagar en el 2022 y 2023 que se aproximaban a los U$S 40.000 millones de dólares.
En total, Macri dejó vencimientos de deuda en dólares y pesos por U$S 200.000 millones de dólares, lo que hizo imperioso que el actual gobierno renegociase condiciones y aplazamiento de los vencimientos.
Esa reestructuración de deuda comenzó en el 2020 con los deudores privados, alcanzando un acuerdo en agosto de ese año logrando un ahorro de alrededor de U$S 32.000. Este año se alcanzó el acuerdo con el F.M.I. aplazando por cuatro años vencimientos, restando sólo renegociar ahora la deuda con el Club de París.
En síntesis, desde el 2002 que Argentina lleva adelante procesos de renegociación de deuda, pero hay que resaltar dos cuestiones para los desmemoriados liberales y de derecha que no paran de afirmar falsedades:
- En diciembre de 2015, el porcentaje de deuda sobre PBI era del 44%, muy por debajo de las cifras del 2003, y también muy por debajo del 92% del 2019 con que la dejó el gobierno de Mauricio Macri.
- Toda deuda se origina a partir del déficit fiscal ya que para cubrir un mayor gasto público que recursos, el país se endeuda. Si se toman los últimos 122 años (1900-2021), sólo en 10 años Argentina tuvo superávit fiscal, y seis de esos diez años fueron entre 2003 y 2008 con el peronismo gobernando. Y de esos 122 años el peronismo gobernó apenas el 30% del tiempo, el resto fueron gobiernos de dictaduras, conservadores, liberales y radicales, todos juntos y separados.
En síntesis, siempre es saludable repasar la historia para no cometer errores en el futuro.