La ocupación británica de las islas Malvinas en enero de 1833 parece ser un hecho no muy presente en la memoria colectiva de los argentinos y argentinas, a diferencia de la Guerra de Malvinas (1982) en donde inmediatamente se nos viene a la memoria el día y año de su comienzo.
Conocer los antecedentes de la ocupación británica, las disputas en torno a las islas por parte de los imperios coloniales de la época, la forma de ocupación que implementaron (primero la Corona española y luego los gobiernos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Estado de Buenos Aires) nos permite adquirir real dimensión del valor geoestratégico del archipiélago y mayor compresión en lo referido a los derechos de soberanía sobre las islas que les corresponden a nuestro país y que vienen reclamándose desde el momento de su usurpación por Gran Bretaña.
Haremos un breve repaso por los distintos momentos en los cuales las islas Malvinas fueron ocupadas, administradas y proyectadas a futuro, y por las disputas que se suscitaron en torno a ellas. Desde el momento de su descubrimiento por parte de los europeos occidentales, hasta la ocupación británica, pasando por los distintos periodos de administración colonial hispánica y su continuación bajo los gobiernos rioplatenses.
El descubrimiento y el dominio colonial hispánico
Al poco tiempo de comenzada su expansión ultramarina, en la segunda mitad del siglo XV, los europeos occidentales tomaron rápido conocimiento del archipiélago de Malvinas. Las expediciones españolas primeras y luego holandesas, británicas y francesas al Atlántico sur avistaron las islas y las incorporaron a sus cartografías dándoles distintos nombres.
Según el historiador José Luis Muñoz Azpiri, en Historia completa de las Islas Malvinas , uno de los primeros avistajes de las islas pudo haber sido en 1520 por Esteban Gómez, quien a bordo del San Antón participaba de la expedición de Fernando de Magallanes. Las cartas marinas españolas de la época hacen figurar el archipiélago bajo el nombre de islas Sansón. Si no hubiera sido Esteban Gómez el descubridor de las islas, sería Francisco de Camargo, quien las cita en su libro de bitácora de la expedición realizada en 1539. Recién en 1577 y 1586, los corsarios ingleses sir Francis Drake y William Cavendish avistan las Malvinas, y esto se refleja en el mapa de Hakluyt, que es la primera carta inglesa que ubica las islas en 1582.
Luego en 1592 a bordo de la nave Desire el británico John Davis llega al estrecho de Magallanes y divisa las islas. Es con este episodio el cual los británicos sostienen que Davis sería el descubridor del archipiélago. Luego los holandeses las circunnavegan siendo el navegante Sebald de Weert al comando de la nave Gelof, el primer holandés que las avista.
Por último, los franceses serán quienes realicen la primera posesión efectiva de las islas en 1764, en una expedición de marinos capitaneada por Louis de Boungaville, quienes nominaron al archipiélago bajo el nombre de Islas Malouines. Se establecen en la Isla Soledad y fundan Port Saint Louis.
Es con este último episodio de la ocupación francesa que observamos el primer reclamo que en este caso hará la corona española sobre su soberanía en las islas. España esgrimió como argumento la proximidad del archipiélago a un territorio continental que, desde hacía por entonces más de dos siglos, era parte integrante de su imperio colonial, y en indiscutible dependencia con respecto a él.
Los franceses reconocen el derecho español sobre las islas y las abandonan. Para reafirmar su soberanía sobre Malvinas en 1766 el Rey Carlos III crea la gobernación de las Islas Malvinas, quedando como dependencia, a su vez, de la gobernación y capitanía general de Buenos Aires, siendo designado como administrador del archipiélago Felipe Ruiz Puente y García de la Yedra.
Malvinas en el centro de las disputas imperiales.
La costa patagónica y el archipiélago de Malvinas constituían, a nivel internacional, un foco de actividad marítima importante a principios del siglo XIX y lo siguen siendo al día de hoy.
Primeramente, porque desde la mitad del siglo XVIII, el hemisferio sur convocaba una gran cantidad de loberos y balleneros, sobre todo provenientes de Nueva Inglaterra, Gran Bretaña y en menor medida de Francia. El aceite de ballenas y elefantes marinos era utilizado para la iluminación doméstica y urbana, y como lubricantes en las máquinas industriales.
En 1765, una expedición británica llega a las islas, comandada por John Byron. Desembarcan en la Isla Trinidad y fundan Port Egmont. El almirantazgo británico, a partir de las sugerencias del expedicionario George Anson, años antes ya se había interesado en fundar un establecimiento en las islas y apropiarse del archipiélago. España, advertida de esta situación, efectúa un reclamo preventivo, en donde los ingleses argumentan que marinos de su bandera habían descubierto y navegado las costas del archipiélago desde el año 1500.
Se produce así un conflicto entre ambas potencias en un enclave estratégico en aquel momento de competencia bélica en los mares.
La Corona española dará órdenes al gobernador de Buenos Aires de ubicar el establecimiento británico y proceder a su desocupación que se obtiene en febrero de 1770. Londres será ahora quien proteste generando una escalada que podría haber desembocado en un enfrentamiento mayor. Años más tarde, en 1774, los británicos abandonaron el fuerte alejándose del archipiélago, dejando solo una placa en la que se reivindicaban sus derechos sobre las islas. De esta manera se consolida el efectivo y legítimo dominio de España sobre las Islas Malvinas prolongando su presencia en el archipiélago bajo el mando de comandantes militares. Cuando se crea el Virreinato del Río de la Plata en 1776, las islas quedarán incorporadas a su jurisdicción territorial, sin que Gran Bretaña objete reparo alguno. Luego las Provincias Unidas del Río de la Plata reasumieron el dominio de las islas y lo mantuvieron hasta enero de 1833.
Los conflictos entre Gran Bretaña y el imperio Español por el control de los mares y, en definitiva, por las colonias americanas, abarcó gran parte del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, siendo el Atlántico Sur un escenario en permanente tensión. Tras la evacuación definitiva de Port Egmont, España ejerció la administración y vigilancia del archipiélago, que como mencionamos, era un lugar visitado asiduamente por balleneros y loberos, fundamentalmente británicos y estadounidenses.
Vale recordar que en aquel momento la única ruta de comunicación bioceánica era por el estrecho de Magallanes con lo cual el valor geopolítico de las Islas Malvinas queda claro.
El proceso revolucionario en las primeras décadas del siglo XIX en el Río de la Plata y las disputas bélicas en el continente dejarán un vacío de 9 años sin que haya autoridad alguna sobre las islas Malvinas, que de ese modo se convertían en un territorio libre de impedimentos para las flotas balleneras y pesqueras europeas. En 1820 el comandante David Jewett al mando del corsario argentino Heroína, cumpliendo órdenes del gobierno de Sarratea, desembarcó en el abandonado Puerto Soledad, tomando posesión en nombre del gobierno de Buenos Aires. Queda izada en un mástil la bandera argentina, que fue saludada por las salvas reglamentarias y se pasó nota a los capitanes de los buques anclados en las inmediaciones. Ningún gobierno la reclamará en los años siguientes. Incluso en 1825 se firma en Buenos Aires el tratado de amistad y comercio anglo-argentino sin ningún tipo de salvedad sobre presuntos derechos británicos en las Malvinas.
En 1821 el gobierno de la provincia dicta una ley de caza y pesca aplicable a la zona, aceptando la sugerencia de la comandancia de Carmen de Patagones cuya función era el control del norte patagónico. Luego, en 1823, el gobierno otorgará la concesión para la explotación de pieles y aceites de lobos y captura de ganado vacuno cimarrón en la Isla Soledad a la sociedad Pacheco-Vernet.
Luis Vernet era un comerciante alemán que desde hacía una década residía en Buenos Aires, y Jorge Pacheco un comerciante saladeril proveedor del Estado. Juntos forman una expedición para reconstruir Puerto Soledad, puesta al mando del capitán de milicias Pablo Areguati. En 1826 la base de Soledad fue reinstalada. Vernet avizoraba un gran potencial comercial en la región, ya desde fines del siglo XVIII existía gran cantidad de vacunos y yeguarizos libres del control humano, y el negocio de la carne salada en tiempos de la guerra con el Imperio del Brasil era prominente. En 1828 el gobierno porteño les concede en propiedad parcelas de tierras fiscales y el 10 de junio de 1829 crea la Comandancia Política y Militar de Soledad con jurisdicción en las Malvinas, y en las islas adyacentes al Cabo de Hornos, nombrando al mismo Vernet para ocupar ese cargo. Podemos ver cómo las Malvinas eran una parte integrante de la provincia de Buenos Aires, y como su desarrollo económico y comercial era tenido en cuenta.
El conflicto con EEUU y la usurpación británica.
Las dificultades para hacer cumplir la ley en los mares del sur eran inmensas, no se contaba con buques que pudieran realizar la labor de vigilar las costas patagónicas y malvineras, y hasta el pago por derecho de anclaje era eludido por los buques balleneros.
En agosto de 1831, debido a un incidente con los pesqueros norteamericanos “Harriet”, “Breakwater” y “Superior”, el Comandante Luis Vernet regresó a Buenos Aires donde arribó con la goleta “Harriet”, cuyo cargamento había incautado con el fin de someter el caso al fallo del Tribunal de Presas.
El apresamiento de estos balleneros de bandera estadounidense era sostenido por la legislación vigente, por los que Vernet los retiene como garantía de los derechos. El cónsul de EEUU desconoce el derecho argentino de reglamentar la pesca en Malvinas y reclama al gobierno, pero sin esperar resultado alguno decide enviar a la corbeta de guerra Lexington, al mando del Capitán Silas Duncan, que desembarca con sus hombres en Malvinas, el 31 de Diciembre de 1831. Los estadounidenses disimulando bajo bandera francesa, ocupan momentáneamente las islas, apresan a sus habitantes, realizan destrozos múltiples y se retiran declarando a las islas sin gobierno. El hecho asumió una enorme repercusión debido a su gravedad y se convirtió en la noticia más importante de los periódicos de aquella época en Buenos Aires.
El atropello quedó impune y Puerto Soledad despoblado de manera forzada. La noticia del incidente llega a Londres como también la salvaguarda que los EEUU hacían de los supuestos derechos de los ingleses en Malvinas. El almirantazgo británico no dudó en revivir sus antiguas pretensiones sobre el archipiélago y se decidió a apoderarse nuevamente de Port Egmont.
Como señala el célebre historiador José M. Rosa , los británicos tenían en claro el rol estratégico que jugaba Malvinas para sus intereses. Basta recordar que hacia 1829 la colonización de Australia y Tanzania, cuyo tránsito se hacía en gran parte por el Cabo de Hornos, señaló la conveniencia de poseer una base cerca de éste.
Luego del incidente con la Lexington, Vernet no reasume su cargo de comandante militar de Malvinas, siendo designado Juan Esteban Mestivier para el cargo, el cual se había traslado con su tripulación a las islas en la goleta Sarandí, al mando del capitán José María Pinedo. Una vez desembarcados, mientras Pinedo con la Sarandí recorría las costas ahuyentando a los pesqueros estadounidenses, Mestivier es asesinado por parte de uno de sus hombres en complicidad con otros sublevados. Al regresar, Pinedo logra imponerse y queda al mando de la expedición, pero muy debilitado a raíz de la situación. En este contexto, y aprovechando la situación que los estadounidense habían favorecido en las islas, arriba la corbeta británica Clío y el 2 de enero de 1833 intima a Pinedo a que reconozca la soberanía inglesa y que arriase la bandera para izar el pabellón británico. Pinedo no accede y una día después, el 3 de enero, los mismo británicos proceden. A lo que el argentino, teniendo en cuenta la posición desfavorable para el combate, no ejerce resistencia. El día 5 la Sarandí abandona Malvinas junto a un grupo de pobladores, otros tantos quedan en las Islas.
De allí en más, el gobierno de la Confederación inició reclamaciones diplomáticas, protestando y rechazando la invasión del territorio insular y solicitando su restitución. Reclamo que se repetirá hasta el día de hoy.
Las Islas Malvinas, fueron y son argentinas.
Con este breve repaso queda claro el interés sobre el archipiélago que tanto la corona española como los gobiernos argentinos, y desde ya el imperio británico y los nacientes Estados Unidos, tenían. Como en un acto de lisa y llana piratería, primero los estadounidenses y luego los ingleses desembarcaron en Malvinas violando la soberanía que heredada de la corona española recaía sobre el gobierno de la Confederación argentina.
Espero que el objetivo de esta nota esté cumplido y sepamos los y las ciudadanas de este país que los derechos argentinos sobre Malvinas son objetivamente válidos. El valor geoestratègico que el archipiélago posee es importantísimo, lo fue en tiempos de la ocupación y hoy lo vuelve a ser ya que los nuevos buques por su gran porte en poco tiempo les será imposible cruzar por el canal de Panamá, por lo tanto el cruce Atlántico-Pacifico por el Atlántico Sur vuelve a ser la única alternativa. No debemos olvidar mencionar el foco económico que representa la zona a través de la pesca, la cual se realiza sin ningún tipo de control, depredando nuestros mares del sur. Busquemos en estas razones el porqué de la continua militarización de las islas por parte de los británicos y nuestra indefensiòn en términos militares. Solo conociendo nuestro pasado podremos comprender el presente y proyectar un futuro.
Mapa Francés de 1830.