Un clásico que siempre vuelve

Analizamos de que se trata la Teoría del Derrame y porque diferentes actores siguen insistiendo con ella.

La popular teoría del derrame se remonta a un inicio bastante lejano en los años ‘30, sin embargo nunca deja de tener adeptos que la vuelven a traer a estos tiempos a pesar de su nulo éxito…

El término trickle-down (goteo en inglés) no nace en la academia económica, todo lo contrario, fue utilizado por primera vez por un humorista estadounidense. Como “teoría económica” (no existe como tal en la literatura de la escuela liberal) se empezó a aplicar a comienzos de los ochenta, pero fue hacia los noventa donde tuvo mayor vigor. El argumento base de este concepto ampliamente difundido en la economía, sostiene que un gran aumento de riqueza material en algunos sectores de la sociedad (los más altos), termina desbordando en el ambiente más cercano para luego afectar al total de la población. Es decir, un mayor crecimiento en “sectores específicos” termina provocando ingresos más altos. Estos mayores ingresos redundan en mayor empleo y  por ende mayor consumo de la sociedad en su conjunto. ¿Cómo se alcanzan esos mayores ingresos?. En principio, con recortes de impuestos…

La secuencia sería: menores impuestos, mayor inversión privada, mayor riqueza y mayor empleo. En los ochenta, Ronald Reagan implementó una política de reducción de impuestos. Sin embargo eso no derivó en mejorar los niveles de desigualdad ni mucho menos en disminuir los niveles de pobreza. De hecho,en el 2003 Joseph Stiglitz explicaba que la implementación de las políticas neoliberales no habían logrado el famoso derrame en los grupos de menores ingresos. En contraposición, generaron como consecuencia un aumento de la desigualdad en conjunto con un empobrecimiento notable en los sectores más vulnerables.

El Consenso de Washington (1989) sembró el escenario propicio para que el goteo deslice su esplendor, proponiendo un paquete de medidas para países en desarrollo. Entre éstas, el núcleo central apuntó a estabilizar la macroeconomía de la mano de una mayor liberalización económica comercial en conjunto con una reducción del Estado y la expansión de las fuerzas del mercado hacia dentro de la economía. Las medidas del consenso tuvieron críticas que apuntaron principalmente al debilitamiento de los Estados que lo aplicaron y a la pérdida de la preocupación por la distribución del ingreso.

En síntesis, no existe evidencia empírica que en una economía funcione tal teoría incrementando el empleo, generando salarios más altos y mejores condiciones socioeconómicas para la población. La realidad es que conforme los sectores más altos de la sociedad se hacen más ricos, los sectores más altos de la sociedad se vuelven más ricos, punto. 

El plano local

En la Argentina de los años noventa, las medidas económicas pro liberales se asociaron a este goteo. Durante el menemismo se creó una ilusión óptica, como enuncia un reciente artículo del CIPER: “El menemismo fue la frivolidad, el glamour, el desparpajo, la corrupción, el desguace de las empresas públicas, la anti política, el asalto del estado para los negocios personales y familiares, los indultos a los militares, la entrega de los fondos de pensiones y el copamiento de la justicia para garantizar impunidad”. Lejos de derramar en un mejoramiento de la economía acabó por estallar en el 2000.

No obstante, en la actualidad esta teoría vuelve una vez más al tapete. Vuelve de la mano de las duras críticas hacia el impuesto a la riqueza, vuelve cuando se debate sobre un incremento en los derechos a la exportación, siempre vuelve…

Con respecto al impuesto a la riqueza, hoy día un posible debate gira en torno a un «Aporte Solidario Temporal para mitigar el impacto del endeudamiento con el FMI”. Desde el Frente de Todos, un diputado nacional por la provincia de Córdoba presentó un proyecto en el Congreso donde se propone un impuesto «extraordinario» con 10 años de vigencia. La idea detrás es que las mayores fortunas del país aporten en el pago de la deuda externa frente al Fondo Monetario Internacional. Se plantea que se incluirían en el impuesto aquellos patrimonios declarados superiores a 320 millones de pesos. El antecedente más reciente al caso es la normativa que nació en el 2020 para paliar los efectos de la crisis del Covid -19

Así las cosas, los últimos datos reflejan que ese impuesto a la riqueza no fue del todo exitoso: sólo se recaudaron $237.000 millones (un 60% de la meta).

En cuanto a las retenciones, instalada la guerra entre Rusia y Ucrania, los precios internacionales de las materias primas se dispararon. Estos dos países concentran casi el 30% de la producción global de aceite y harina de soja. Ante estos aumentos (superiores al 35% en el trigo y al 25% en maíz), las ganancias de los complejos exportadores aumentan, es decir hay una ganancia extra en el sector agrícola. ¿Esta ganancia extra podría derramarse?. No. El agro no es un sector mano de obra intensiva, con lo cual los niveles de empleo no se incrementarían de manera significativa. No solo que no hay tal derrame, sino que, como consecuencia los precios locales de los productos derivados del trigo aumentaron inmediata y notablemente. Claramente la incidencia del precio internacional del trigo afecta a nuestro precio del pan, por ejemplo. La incidencia del precio del trigo en el precio del pan supera el 13% y es por eso que es preciso desacoplar precios. El “Fondo Estabilizador Temporario del trigo Argentino”, intentará compensar a la molinería para evitar el traslado a los precios internos. Para financiar este Fondo, entran en juego los derechos de exportación. Estos, subirán temporalmente del 31% al 33% en las retenciones a la exportación de dos derivados de la soja (harina y aceite). No olvidar que los exportadores de subproductos de la soja están representados por tan solo 8 empresas que tienen el 95% de las ventas.

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