El próximo viernes 10 de diciembre se cumplirán dos años de gestión del gobierno de Alberto Fernández y asumirán los legisladores electos en la elección del 14 de noviembre.
Esta elección marcó una derrota importante de los candidatos gubernamentales en manos de la Alianza Cambiemos. El oficialismo perdió en 13 provincias, muchas de ellas históricamente peronistas como Buenos Aires y La Pampa.
El “imbatible” peronismo bonaerense solo logró contener algunos distritos del conurbano, sobre todo en la tercera, pero perdiendo en todo el interior.
El gobierno, rápido de reflejos, pudo a partir de una remontada importante en el caudal electoral y una convocatoria a la movilización popular el 17 de noviembre, minimizar los efectos de la derrota.
La oposición sumida en sus internas y sin un liderazgo claro, perdió la iniciativa. Un dato que parece nadie tener en cuenta es que su triunfo se basó en conservar su caudal electoral y que con estos números no tiene para nada asegurada sus chances de cara a 2023.
El crecimiento de los votos del FDT en las últimas semanas, y el crecimiento de terceras fuerzas ponen una señal de alerta.
El oficialismo tiene que enfrentar las consecuencias de la derrota y una sumatoria de errores políticos que llevaron a esta situación. Superada lo peor de la pandemia, el gobierno debe abocarse a gobernar seriamente y enfrentar varios desafíos para llegar bien a 2023: que se cierren las internas dentro del Frente de Todos y se refuerce la figura presidencial, que se logre el acuerdo con el FMI que permita diferir pagos y ajustes, trabajar sobre una política coherente de precios y salarios, apuntando a mejorar los ingresos de los sectores populares y lograr acuerdos básicos con la oposición.
Todos objetivos muy complejos, pero ninguno imposible.
La situación del FDT
Si Cristina habla es porque quiere imponer sus ideas, si no habla porque no habla y no da certezas. Esta paranoia que consume a los dirigentes opositores y a muchos dirigentes propios, muestran primero la centralidad política de CFK, y por el otro la falta de ámbitos de debate.
La política nacional trascurre en un marco de agresiones, mentiras, operaciones de prensa, causas judiciales armadas, boicot permanente a las acciones del gobierno, etc. por parte de la oposición.
Esto no es casual, “Juntos”, luego de su tremendo fracaso como gobierno, no puede discutir la gestión de Macri, ni tampoco las ideas y políticas que le dieron sustento, por lo cual huye ante cualquier debate serio. Pero tampoco el gobierno se sienta y discute política.
La falta de una política clara de comunicación por parte del gobierno es una limitación seria para la gestión.
En un marco general donde no hay debate político, las apariciones de CFK adquieren mayor trascendencia.
Si hubiera un debate amplio sobre los ejes centrales donde debe pasar la política, su voz sería importante, por supuesto, pero sin capacidad de generar tantas expectativas.
Tal vez la falta de espacios de debate interno dentro del FDT sea una muestra de la debilidad del espacio en estos días. La construcción de una alianza vario pinta que se armó detrás de la figura de AF sirvió para ganar, pero rápidamente mostró sus limitaciones a la hora de gobernar. Un esquema de reparto de espacios, ministerios loteados, pero con vetos cruzados, feroces internas, lógicas de “orgas” y luchas despiadadas por las espacios de poder, no puede funcionar nunca y menos en una situación de crisis general y de debilidad del espacio frente a todos los factores de poder hoy imperantes.
Este tipo de coaliciones requieren de un liderazgo fuerte, capaz de arbitrar los conflictos internos y marcar los objetivos estratégicos.
Un paso adelante seria la conformación de una mesa de conducción y consenso, pero esto debe estar acompañado por un fortalecimiento de la figura presidencial.
La construcción de la figura de un “presidente débil”, jaqueado por la interna, sometido al poder de CFK, está siendo abonada por los grandes medios hegemónicos, con el objetivo claro de ir esmerilando la figura presidencial, alejándola de los sectores populares que siguen acompañando al gobierno.
El gobierno de AF comenzó con un gabinete y una agenda bastante lejana de la agenda popular, una agenda progresista y un gabinete débil, demasiado atado a lógicas porteño céntrico.
Es cierto que a los tres meses estalló la pandemia del Covid, cambiando muchos de los ejes y estrategias del gobierno. Sin embargo, esta situación acentuó los déficits, cuando como toda crisis, también pudo haber sido una oportunidad de profundizar y acelerar políticas más de fondo.
En estos dos años se pueden contabilizar numerosas iniciativas muy positivas, pero también políticas erradas que han ido desgastando al gobierno; desde allí se puede explicar la fuga de cinco millones de votos.
Existe una agenda que construyen los medios y la oposición, el gobierno hasta ahora ha corrido por detrás, tratando de dar respuesta a ella. Y esa es una lucha perdida, no hay forma de contrarrestar desde lo discursivo el aparato mediático que se ha ido institucionalizado. Un gobierno en acción construye e instala los temas a debatir, desde una posición de fortaleza que te da el poder estatal.
Tampoco pudo sintonizar y por ende dar respuesta a la agenda de los sectores populares, base de su poder electoral.
Un claro ejemplo es el tema inflación, que esta primero en todas las encuestas. El gobierno no tuvo prácticamente una política frente a este fenómeno durante casi los primeros dos años, la derrota en las Paso impuso un cambio de persona y sobre todo de política. El nombramiento de Roberto Feletti y el control estricto de los precios de la canasta familiar, mostraron resultados positivos y la adhesión popular a la medida.
Sin embargo más allá de aciertos y errores es indudable que desde sectores del albertismo se lo está boicoteando, en nombre de vaya a saber qué. La salida destemplada de Débora Giorgi debilitó a Feletti, un verdadero papelón que terminó afectando al propio Fernández. Una muestra más de la desconexión entre las distintas áreas y sectores.
Otro tema central en la agenda popular en el tema de la seguridad. Para el progresismo el tema pasa como una queja de los sectores altos o de los medios y se lo minimiza. Sin embargo, el problema de la falta de seguridad se da básicamente en los barrios, en el hurto de celulares, zapatillas, entraderas a casas, el robo en la parada del colectivo cuando la víctima va al trabajo o a la escuela, etc., con el consiguiente peligro para la vida humana en este tipo de situaciones.
El otro flagelo que está creciendo ante los ojos de todos es la comercialización y el consumo de drogas en los barrios del conurbano. El horizonte de Rosario no está tan lejano a la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el gobierno gastó dos años de gestión en una pelea estúpida en nación y provincia, sin dar respuestas concretas.
Hay otra más; hace un par de días, se anunció que no iba a haber bono de fin de año para los jubilados, lo cual fue desmentido 24 horas más tarde por la titular del Anses. Estos son pequeños papelones que van afectando al gobierno y lo muestran débil y desorientado.
Una clara falta de sintonía fina se vio en las políticas y acciones destinadas a los sectores populares durante la pandemia.
Existe una población que esta fuera del circuito formal de la economía, monotributistas, comerciantes, cuenta propistas, trabajo eventual, construcción, trabajo doméstico, changas, etc. Es un sector importante de la sociedad, muchos de los cuales se visualizan como clase media baja y que han acompañado históricamente al peronismo.
Este es el sector más golpeado por la pandemia y al que no han llegado ninguna de los paliativos implementados. Tal vez solo el IFE, que en su primer momento tuvo más de nueve millones de beneficiarios, alcanzó a cubrir parte de esa demanda. Pero rápidamente fueron dejados de lado, cuando con una lógica de ajuste del gasto se sacó el IFE y se lo intentó paliar con otros programas de menor alcance.
Por un lado los sectores más pobres o más vulnerables tuvieron y tienen cobertura por programas y asistencia nacionales y provinciales. Este sector en algunos casos ha sido sobre cubiertos, en contraposición hay uno grande que no ha tenido ninguna ayuda. Esto genera una grieta de pobres contra pobres, los que reciben planes y ayuda del estado y los que no. Este proceso viene desde el segundo gobierno de CFK, agudizado por la pandemia y las erráticas políticas del gobierno.
Es notoria la pérdida del voto joven hacia experiencias de izquierda, lo cual no es novedoso, pero si lo es la fuga hacia expresiones de derecha, caricaturas fascitoides, pero preocupantes. También aquí hay una responsabilidad en el FDT, que no tuvo políticas para los ámbitos juveniles. Se descontinuó la entrega de notebook en un momento donde más se la necesitaba. El sector adolescente de los barrios populares fue uno de los más golpeados por la pandemia. El mundo en que se movían se derrumbó de un día para otro, sin las herramientas emocionales y materiales para enfrentar la nueva situación.
Para terminar este ítem es también notoria la fuga de votos de los adultos mayores hacia Cambiemos. Este no es un fenómeno nuevo, sino que se ha ido consolidando. También aquí ha habido una serie de errores tanto desde el Anses y el Pami: una jubilación mínima de 25000 pesos es una afrenta a la dignidad del jubilado. La jubilación mínima no cubre ni el 50 % del monto necesario para no caer bajo la línea de pobreza. Podrán decir que hubo ayudas importantes por parte de PAMI en la compra de medicamentos o “bonos” de dinero esporádicos, pero dados como dadivas y no como una ampliación de derechos hacia un haber jubilatorio digno.
También es posible visualizar, si se analizan las elecciones en los últimos veinte años, que a partir de la crisis del 2008, el peronismo ha ido perdiendo votos en los sectores medios urbanos, habitantes de los pueblos de la pampa sojera. Esa ruptura se ha ido acrecentando, y es fácil visualizarla en un mapa donde toda la región sojera y granaria vota al PRO. La falta de una política clara para el sector agropecuario es fundamental. Configurar al “campo” como un núcleo único, donde no existen contradicciones internas, es favorecer a los grupos dirigentes del sector, minoritarios pero fuertemente alineados con la línea más dura de Cambiemos. Este error costó la derrota de la 125 en el 2008 y es algo que el FDT viene arrastrando.
Los desafíos que debe enfrentar el gobierno son múltiples. Si bien existen condicionantes externos, como la deuda, muchos de ellos tienen que ver con problemas internos, de más sencilla solución.
Es largo el listado de acciones positivas que hizo el gobierno en estos dos años, en especial el manejo de la pandemia y la provisión de vacunas. A pesar de la despiadada campaña en contra de la oposición.
Esta feroz oposición mediática política u judicial ha golpeado y hecho daño al gobierno y a la figura presidencial. El gobierno tiene en este terreno una asignatura pendiente, carece de una política comunicacional. Como decíamos al principio, corre detrás de la agenda de la oposición, pero además comunica muy mal acciones correctas, dejando la pelota siempre picando en el área chica para que cualquier opositor la patee y hagan un gol.
Para terminar estos apuntes, el gobierno tiene varias tareas por delante:
Construir una agenda para el corto plazo, pero a su vez debatir y consensuar una agenda a mediano y largo plazo
Llevar adelante la gestión con mayor sintonía sobre lo que quieren y necesitan los sectores medios y populares, fortalecer el proceso de reactivación económica que está en marcha y una política activa de precios y salarios que favorezca la redistribución de la riqueza hacia la clase media y los sectores de trabajadores.
Otros temas centrales que el gobierno ha eludido en esta primera etapa son la reforma judicial y una política de medios que ponga límites al monopolio de la información. Dos batallas que generarán conflictos seguramente, pero con estos dos condicionantes no existe posibilidad de funcionamiento de una democracia.
Y por último, el fortalecimiento y ampliación de la coalición de gobierno, institucionalizar una mesa de conducción y espacios de debate y consenso, sumar a otros sectores afines, sobre todo lo que conforman el “movimiento nacional”.
En este escenario es fundamental fortalecer la figura presidencial. Una figura débil hace débil a todo el gobierno. Además, no debemos olvidar que CFK sigue teniendo un protagonismo imposible de soslayar.