En lo que va del Siglo XXI, Argentina ha dado la nota regional y mundial en lo que respecta a los derechos ciudadanos en materia de sexualidad e identidad. El Matrimonio Igualitario (2010), la ley de Identidad de Género (2012) el Aborto Legal, Seguro y Gratuito (2020), o el Cupo Laboral Travesti-trans (2021), entre otras, son leyes que necesitan ponerse en serie para comprenderlas como conquistas de numerosos movimientos sociales que, al menos desde la década de los 80, vienen reclamando, en nuestro país, igualdad ante la ley y paridad de oportunidades para todxs, independientemente de la identidad de género o la orientación sexual.
Ahora bien, pocas veces se incluye en esa serie la ley de Educación Sexual Integral (2006) la cuál no sólo fue una de las primeras leyes que polemizaron a la sociedad civil en el siglo, sino que, quizás, haya sentado las bases para que el resto de los procesos legislativos que mencioné se abrieran camino. En efecto, la ESI defiende una perspectiva de ejercicio de derechos en las escuelas argentinas, busca formar docentes y estudiantes desde enfoques sensibles a las desigualdades por género y orientación sexual.
La ESI puso en cuestión la perspectiva bio-médica sobre la sexualidad que imperaba previamente en la educación sexual que circulaba por las escuelas. A partir de 5 ejes, propone comprender a la sexualidad de manera integral, teniendo en cuenta sus aspectos emocionales, culturales, identitarios, el respeto de los derechos y el cuidado del cuerpo junto al de la salud. De esta manera, la educación sexual que se propone no redunda solamente en métodos preventivos que sugieren la idea de que la sexualidad es algo peligroso de lo que hay que cuidarse, sino que busca brindar herramientas para el disfrute pleno de la misma, en un sentido que excede a las prácticas genitales e implica el contacto con las emociones, los cuidados, etc.
Ahora bien, la construcción de esta perspectiva no se dio de la noche a la mañana. Existieron numerosos movimientos sociales que fueron dirimiendo batallas para lograr su concreción institucional. Por eso es necesario revisar el recorrido que nos trajo hasta estos quince años de educación sexual integral en la Argentina.
Historia de largo alcance.
Todas nuestras luchas con respecto a los géneros y las sexualidades necesitan vérselas, en primera instancia, con una cuestión tensa en nuestro país: la relación entre el Estado y la Iglesia. Habiendo estado bajo la potestad de esta última, la administración de la población, la natalidad, la escolaridad, y el matrimonio, cada avance que se hace desde una perspectiva popular que busca servirse de las herramientas del Estado para secularizar estas áreas de la vida social, implica una tensión entre la Iglesia, los movimientos sociales, y el Estado.
De esta manera, ya en el debate por la ley de Educación Sexual Integral, los sectores reaccionarios activaron un discurso sobre el valor de la familia como átomo de la sociedad. Este discurso regresó en cada debate que vimos posteriormente desarrollarse, generando en el tejido social grietas paralelas a las disyuntivas típicas de la real politique argentina, como el matrimonio igualitario o el aborto.
Ahora bien, la ESI contaba con una herramienta constitucional que había sido dirimida por presiones ya en el año 1994: en nuestro país se comprende que lxs hijxs son sujetos de derecho de un estado, y no objeto de tutela de sus padres. De esta manera, el Estado posee la potestad de intervenir y accionar bajo sus criterios, independientemente de lo que las familias consideren. Esto es importante especialmente si consideramos que uno de los propósitos de la ESI es prevenir e intervenir ante situaciones de abuso y maltrato infantil.
En el debate para concretar la ley de Educación Sexual Integral, si bien se contaba con ese apoyo constitucional, existieron presiones de sectores conservadores que fueron convocados para la redacción de los contenidos curriculares. De esas negociaciones sale la ley vigente, que incluye el polémico artículo 5 que anticipa que cada institución podrá adaptar los contenidos curriculares de la ley a su «ideario institucional». Llama la atención la analogía de esta figura con respecto a la «objeción de conciencia» en la ley de interrupción voluntaria del embarazo.
Hecha la ley, hecha la trampa. De allí que muchas veces se escuche que «la ESI no se aplica». El artículo 5 ha sido, a lo largo de estos años, usado sistemáticamente para cajonear los contenidos de la ESI en escuelas que presentan resistencias para incorporar sus perspectivas. Lo irónico es que, más que «no aplicarse», lo que hacen las escuelas que la ignoran es servirse negligentemente del artículo 5 de la misma ley.
Campo de Batalla
Por todo ello, a quince años de la promulgación de la ley, son muchísimos lxs estudiantes que han hecho su recorrido escolar sin haber escuchado de ella. Ha habido docentes que hasta han recibido sumarios por incorporar perspectivas críticas con respecto a los géneros y las sexualidades en sus clases. Pero también se han podido crear espacios institucionales donde discutir sobre cómo y por qué incorporar la ESI, y se han desarrollado proyectos institucionales transversales en donde los estereotipos, los roles sociales, y los modos de cuidado a la hora de disfrutar de la sexualidad fueron conversados con lxs estudiantes.
En los últimos años, la reacción conservadora que se ha visto intensificada con la contra-campaña del aborto ha despertado sus alarmas con respecto a la ESI. Bajo el argumento de que lxs docentes queremos inculcar «ideología de género», se han lanzado campañas como «Con mis hijos no te metas» que acusa a la ESI, entre otras mentiras, de promover prácticas genitales en niñxs y adolescentes. Recordemos, por ejemplo, los dichos de la ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, que ante la virtualidad a la que nos empujó la pandemia, convocó a padres a escuchar las clases de sus hijos para supervisar que éstos «no fueran ideologizados».
Sin embargo, del otro lado, año a año se multiplican los espacios de formación en ESI, se amplían los debates y se construye una cultura respetuosa de los derechos sexuales, reproductivos e identitarios de la población. Como sucede con las mayorías de las leyes con perspectiva emancipatoria, es necesario comprender que no se sostienen solamente por el movimiento del Estado, sino por los numerosos movimientos sociales que se encuentran por detrás apoyándolo y colocando en la agenda la importancia de la implementación de la ESI. La ley implica siempre el reclamo que la sostiene. Tal es el caso del «Frente nacional por la ESI» o del colectivo de militancia universitaria «Mariposas Mirabal».
Por todo esto es importante comprender a la ESI como una pulseada, una batalla nunca dirimida del todo. Incluso los contenidos redactados en el año 2008 hoy en día a veces nos resultan insuficientes para acompañar las problemáticas de lxs estudiantes. Esto implica una renovación permanente en términos intelectuales y militantes. Los resultados de esta lucha, sin embargo, están a la vista, y son provechosos.