Se viene la veda electoral y casi ni falta que hace, en una campaña que mostró en general un nivel de propuestas a la ciudadanía muy pobre. Todos hablan del país, de las opciones que toman de ser candidatos de su espacio. Mucho spot y pocas nueces. Milei llamó a quemar el Banco Central. ¿Lo propondría mediante ley en el Congreso? El propio José Luis Espert dijo que esas expresiones eran el envase de un contenido supuestamente interesante. La mirada libertaria de la vida en tiempos en que la rebeldía se volvió de derecha, como tituló su libro Pablo Stefanoni.
Una María Eugenia Vidal un poco desteñida en la campaña, estirándose hacia el centro pero perdiendo votos por derecha, en la propia interna con Ricardo López Murphy o con el mencionado libertario. Ganará, pero probablemente con resultados porcentuales no muy lejanos a los de Leandro Santoro, del Frente de Todos. Este último candidato, actual legislador de la Ciudad de Buenos Aires que le moja un poco la oreja al oficialismo porteño que aparece casi inexpugnable, apostó a desarrollar la empatía con el electorado y sobresalen sus indiscutibles dotes en los debates televisivos. El origen radical, lejos de hacerle mella, puede crearle hasta mayor afinidad con ese electorado que hasta en 1973, en que el 64 por ciento del país votó a Perón, eligió a Fernando de La Rúa. ¿Dejó de ser radical el candidato o el radicalismo dejó de ser lo que era? Tal vez las dos cosas son ciertas, lo indudable es que Santoro puede realizar una muy buena elección en un espacio tradicionalmente refractario al peronismo.
En las generales, las que valen luego de este precalentamiento en forma de encuesta de las PASO, se verá si los votos de los que aparezcan más abajo centrifugarán hacia el propio espacio ideológico pero eligiendo al vencedor. Se dirimirá esa disputa entre la fidelidad a toda costa o converger para el triunfo contundente sobre el opositor en la grieta que a veces escalda los ánimos.
El Frente de Todos contiene mucha diversidad y es notable en estas elecciones la ausencia de un espacio progresista que lo interpele por izquierda sin tener los pies tan embarrados en las contradicciones de la gestión. Ese espacio que supo en su momento ocupar Pino Solanas, Víctor De Genaro, más atrás el Polo Social del padre Farinello. Tal vez Juan Grabois o la UTEP podrían ensayar una posición así a futuro, pero al costo inestimable de debilitar al Frente y poner en riesgo el triunfo nacional frente a la derecha más moderada o el crecimiento de la más recalcitrante. Desde posturas más centristas en su momento, esa cada vez más angosta avenida del medio que encarnaron los liderazgos de Sergio Massa y Roberto Lavagna, fue ocupada por la derecha de Milei y Espert, que tienen a su favor mirar desde afuera, criticar gestiones fracasadas desde el llano de la sociedad civil y desde un discurso que brama contra la política pero se sumerge en ella ingresando probablemente a la Cámara Baja.
El complejo desafío del oficialismo es que los votantes visualicen algunos logros bajo la forma de la catástrofe evitada. El logro fue lo que no ocurrió, el colapso del sistema sanitario que se insinuó fuertemente durante el pico de la pandemia. El logro bajo un tizne casi conservador: evitar, resguardar, cuidar. Bajó la marea y se retiraron un poco las aguas del virus. Queda pendiente reconstruir todo con una idea de futuro. La vida que queremos y los trabajos van a salir, cómo expresan los slóganes de Tolosa Paz.
A la izquierda del Frente de Todos, sólo el Frente de Izquierda y de los Trabajadores, con su prédica indudablemente coherente pero que no termina de renovar liderazgos ni de sumar factibilidad a sus propuestas. Una agenda de trabajadores, el 82 por ciento móvil a los jubilados, el salario mínimo igual a la canasta familiar. Desde otro espacio, Manuela Castañeira, del nuevo MAS, al haber mínimo propuso elevarlo a cien mil pesos. La legitimidad del objetivo se encuentra fuera de discusión en tiempos de retroceso del salario real, la posibilidad de lograrlo aparece muy alejada en un contexto de la economía que retrocedió y tarda en recuperarse.
En la provincia de Buenos Aires, el desgajamiento del peronismo o el Frente de Todos tendrá las candidaturas de Guillermo Moreno, apuntando a captar un voto peronista tradicional en contraposición al denostado progresismo. Y el intento de Florencio Randazzo de mostrarse como un gestor eficiente más allá de la grieta. La tarjeta Sube, los trenes renovados, el pasaporte digital, el tiempo ganado a la burocracia en los trámites más afables a la gente. Y la transposición osada de pensar que, de la misma forma que se puede llevar adelante estas renovaciones materiales del transporte y las documentaciones, se puede de igual forma acabar con la pobreza, el desempleo, la inflación. Hace poco, en la gestión del gobierno anterior, se razonó de forma parecida que CEOS de compañías privadas exitosos en su gestión podían traspasarla con la misma facilidad y eficiencia al ámbito público, revelándose un notorio fracaso. Como fui bueno en Transporte, razona el discurso de Randazzo, puedo ser bueno por ejemplo bajando la inflación o gestionando cualquier otra cosa en el ámbito público, incluido por supuesto en la Cámara de Diputados.
Se acerca la hora de los ciudadanos de decidir, cuestión a veces poco valorada. Acá algunos candidatos se enfrentan, se descalifican, hablan de herencias recibidas, coyunturas horribles, en la arena de una confrontación en que por suerte la sangre no llega al río. La excepción en estas jornadas electorales fue Corrientes, incidente y atentado violento y preocupante contra el diputado Miguel Arias al que no se le prestó probablemente la suficiente atención. Lo que, por supuesto, no invalida la decisión del pueblo mesopotámico de darle continuidad a la gestión de Valdés de forma democrática. Que es lo importante, que el pueblo hable otra vez el doce de septiembre, oara expresar libremente su voluntad. Educar al soberano, decía Sarmiento, al que se conmemorará en la víspera. Y escuchar lo que el soberano tiene para decir en estos tiempos complejos con heridas abiertas pero sin abandonar la esperanza de elegir su destino.