Pocas veces las expresiones que tienen tanta contingencia histórica suelen calzar bien en otras situaciones, por lo cual caen en desuso o se mal utilizan. Pero entre esas señaladas, la situación contemporánea argentina y nuestroamericana tiene varias semejanzas estructurales con la Guerra Española, donde una derecha fratricida e ilegal confronta republicanos. Y donde los “quintacolumnistas” trabajan con desenfado contra los intereses populares y nacionales. En estos tiempos de redespliegue imperial en la región, no pueden no verse como quintas columnas a estos gerenciadores y vectores del neocolonialismo.
Por estos días nos sorprendimos todos con el anuncio unilateral del gobierno chileno. Mediante su Boletin Oficial, manifestaron en el decreto 95 su pretensión de soberanía sobre la plataforma continental recurrentemente refrendada por distintos organismos de Naciones Unidas como plataforma argentina.
Además, la nueva e inédita pretensión de proyección chilena sobre el Atlántico, contradice el Protocolo de Límites de 1893, donde la Argentina tiene soberanía sobre todo el territorio que se extiende al oriente de los Andes, hasta las costas del Atlántico; y Chile sobre el sector occidental los Andes, hacia las costas del Pacífico. Y viola el espíritu de los acuerdos de paz de 1984, logrados con la gestión papal (de aquel Papa polaco demoledor del muro de Berlín), de una Argentina atlántica y un Chile en el Pacífico.
Muchos analistas de uno y otro lado de la Cordillera de los Andes, coincidieron en que se trató de un gesto desesperado por recuperar iniciativa de parte de la derecha chauvinista chilena frente a las elecciones presidenciales de noviembre, en medio del desarrollo de una asamblea constituyente que pareciera decidida a demoler el edificio jurídico político pinochetista, o mejor dicho, neoliberal.
Sin embargo, no tenemos derecho a reducir semejante ofensiva a un simple gesto de “ruido electoral”. Sería perder de vista el redespliegue imperial en la zona y la importancia estratégica del Atlántico Sur, aún en épocas donde el paradigma hegemónico comercial, productivo y financiero se traslada al Indo-Pacífico.
Si reprodujéramos en estas líneas las narrativas chauvinistas chilenas que reclaman la Patagonia oriental como propia, y si además puntualizáramos, Guerra del Pacifico mediante, la extensión territorial del hermano país se operó vía el cercenamiento de soberanía sobre naciones hermanas. De esta manera, estaríamos justamente reproduciendo el esquema infantil que los imperios nos empujan a producir para resolver su acceso a bienes comunes.
Fue en la Guerra del guano y salitre, fue en la Guerra del Chaco, fue en la Triple Alianza contra Paraguay. Siempre que pedacitos de la Patria Grande nos enfrentamos, vamos desde el principio condenados a la derrota y el que se refriega las manos sabiéndose seguro vencedor es alguien más; las multinacionales y el Imperialismo.
Las narrativas chauvinistas las desterramos en la región después del retroceso de las dictaduras pretorianas neoliberales de las décadas 70 y 80 en el Cono Sur, pero resultan de fácil propagación en épocas de carestía. Además, falta de capacidad de La Política para encaminar los objetivos nacionales hacia su concreción. Por eso en Chile esta mueca desproporcionada, agresiva y fratricida termina contando con el apoyo incluso del candidato de la supuesta o pretendida izquierda, Gabriel Boric y de la Democracia Cristiana.
En Argentina la reacción del Pro-Cambiemos y toda la orquesta (o comparsa) que hace las veces de tragoodois o coreutas de sus narraciones inverosímiles impostadas como manifiestos republicanos, democráticos y (¡el colmo!) transparentes, fue digna de quintacolumnas.
Ya la presidente del partido PRO había dicho que “podríamos regalarles Las Malvinas”, en referencia a Pfizer y sus imposiciones draconianas para comerciar vacunas. Pero se animó a ir más lejos y frente a semejante ataque a nuestra soberanía y a nuestros derechos adquiridos, puso en pie de igualdad el apurado y oportunista decreto de Piñera con el edificio de legitimación y legalización que vino sosteniendo durante décadas la diplomacia Argentina. Para finalizar, instó a que hablen los dos gobiernos, como si ellos fueran espectadores de semejante afrenta.
No puede reducirse el reclamo chileno a su chauvinismo consuetudinario que ha colonizado toda su clase política, incluido el progresismo o la supuesta izquierda. Hay que poder verlo en el marco del funcionamiento del gobierno de Piñera y la candidatura de Sichel. Pensarlo como vectores de los intereses norteamericanos en el espacio austral. Estos gestos responden al redespliegue imperialista en la región, y lo son, tanto para ocupación de espacio, como para la balcanización de la región con la reedición de conflictividades impuestas ya superadas.
¿Qué se discute?
Lo llamativo de la maniobra es la falta de una comunicación previa por parte de Cancillería chilena con Argentina.
En los últimos quince años, Chile jamás cuestionó ninguna de las presentaciones hechas por Argentina frente a la Comisión de Límites de Plataformas Continentales (CLPC), el cual es un organismo de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR). Justamente, el Estatuto del CONVEMAR establece lo que se llama “plataforma continental extendida”, que serían trescientas cincuenta millas marinas más allá del mar territorial.
Mucho se avanzó durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner sobre la legitimación y legalización de nuestra plataforma continental. En agosto de 2015, Argentina presenta su posición respecto de límites y plataforma continental y en marzo de 2016 la CLPC (ONU) acordó, sin votos en contra ni oposiciones, la presentación argentina.
En marzo del 2017, la CLPC acepta los planteos realizados por Argentina en cuanto a la reivindicación de la plataforma continental, extendida con la única salvedad del espacio en disputa por la ocupación militar británica en Malvinas, Sandwichs y Georgias del Sur.
La ley 27.557 (agosto 2020) sobre Espacios Marítimos, establece la plataforma continental extendida del territorio nacional y fue aprobada por unanimidad en el Congreso de la Nación.
Nunca Chile objetó ninguna de estas reivindicaciones territoriales argentinas. Obviamente no por haraganería o desidia de sus laboriosos geopolitólogos sino porque esta hipótesis de proyección chilena no estaba en la imaginación de nadie.
Ahora están planteando la consideración de la plataforma continental extendida de las islas Diego Ramírez (Pacífico) hacia su lado oriental, que se proyecta en el Atlántico. Chile sostiene que el Tratado de Paz sólo regulaba aguas, pero no plataformas continentales. Esa extensión se superpone en unos 5.300 kilómetros cuadrados con la Plataforma argentina.
No se trata de cuántos km cuadrados, sino de la riqueza ictícola y energética, además del nudo de circulación de paso a tres océanos (choke point), y fundamentalmente de proyección hacia la Antártida que es el último reducto virgen del globo en reservas estratégicas de todo tipo, sobre todo frente a la acelerada erosión por descongelamiento del Polo Norte.
Tenemos que ser capaces de superar la mirada corta y pensar en Nuestra América como espacio territorial común y propio; cuya superestructura pluriestatal política propia y descolonizada sea la que defienda los intereses de la región y resuelva pacíficamente los distintos reclamos, que en la medida de la descolonización, van a ir desapareciendo. Mientras estemos atravesados por el neocolonialismo estaremos siempre tentados a la lucha fratricida y confundidos en el verdadero interés de la región.