La pregunta por Cristina siempre aparece. El rumor surge, se instala, y la referencia está, más temprano que tarde. Ya sea por su silencio, su intervención en el Senado, los viajes a Cuba, la cuarentena obligatoria tras volver del exterior, sus comentarios en Facebook, Twitter e Instagram, los gestos, los ademanes, las marcas. En fin, por ser, sencillamente, Cristina Fernández, presidenta durante dos períodos (2007-2015) y actual vicepresidenta de la nación.
La respuesta de Alberto nunca se demora, ni entra en zonas inciertas ni se opaca. Siempre que puede, aclara, destaca y reivindica las consideraciones de la ex presidenta. Y más allá de la actualidad con imagen positiva alta, su fuerte presencia en los diálogos sociales y la construcción de liderazgo creciente, Cristina no se ausenta de su retórica. La figura de la vicepresidenta está latente, a resguardo, y nunca se borra ni se ensombrece. La reminiscencia cristinista es una parte más de la narrativa albertista.
En el discurso del jefe de estado, Cristina es el símbolo de la amistad, la generosidad y la consulta permanente. Y frente a las constantes operaciones que indican ruptura, roce, disputa, Alberto responde siempre con esas tres claves. Cristina es su amiga, la persona generosa que lo invitó a compartir fórmula, la cercanía que lo aconseja, que lo llama por teléfono o le envía mensajes por WhatsApp, la protagonista que cuando opina públicamente lo hace en una clave que no se desborda, que intenta no subrayar el ethos kirchnerista de sus gobiernos.
«He recuperado una amiga y no saben lo contento que eso me pone. Cristina y Alberto volvieron a reconstruir el equipo que alguna vez fueron. Y en este equipo me ha tocado este rol. Pero es un equipo en el que trabajamos codo a codo», dijo el actual presidente, horas después de conocerse la fórmula y el binomio Fernández.
«Me emocionó mucho, mucho, el ofrecimiento de Cristina. Todos hicieron la lectura del reencuentro político y nadie hizo la lectura del reencuentro humano. Eso es lo que más valoro», expresó en una entrevista improvisada, en la puerta de su casa, a poco de conocerse su nuevo rol de candidato presidencial.
Cuestión de dualidades centrales y de recursos valorativos, de conceptos reforzados y aspecto de nuevo tiempo. Amistad y humanidad. Generosidad y consejo. Experiencia e inteligencia. Coincidencia y ayuda. «Si vos tuvieras la posibilidad de contar con el consejo de alguien que estuvo en tu lugar durante ocho años… ¿Prescindirías? Si además ese alguien es una persona de la que fuiste su amigo, que nos distanciamos y recuperamos la amistad, ¿prescindirías? Si además ese alguien, es alguien que va en el mismo sentido que vos, ¿prescindirías?», le contestó Alberto a Horacio Verbitsky, en febrero de este año.
Amistad y generosidad
La noción de amistad es una de las aristas fundamentales que propone la narrativa albertista. Es una clave necesaria para contener el discurso de diálogo y de cierre de grieta, dos propuestas definidas desde que se conoció su candidatura. En esa trama, existe una edificación verbal que unifica a la fraternidad con la solidaridad y al consenso con el pluralismo. A partir de este punto, de hecho, se repone la pieza central del reencuentro hacia finales de 2017, tras la victoria macrista en octubre de ese año.
La amistad, como concepto elemental del renovado presente, es retomado por Alberto como un enlace político y filial que potencia la coincidencia, la conversación y la superación del distanciamiento. La cuestión afectiva y sumamente emotiva se ubica en esa línea. El aprecio, el acuerdo mutuo y el trabajo codo a codo ocupa un lugar esencial en esa retórica.
Cristina es inscripta como una interlocutora legítima y vital para el desarrollo equilibrista del presidente. Y es, además de todo, el dato para la contención y la reunión de visiones dispares dentro del Frente de Todos. “Que Cristina me acompañe a mí me da mucha fuerza. Estoy seguro que nada de lo que tenga que hacer va a entrar en contradicción con Cristina, nada porque sé cómo piensa, todo lo demás son fantasmas que van a levantar”, afirmó el presidente en diciembre pasado.
En la narrativa expuesta por Alberto, la referencia a la amistad también incluye un destaque de generosidad, a fin de postular un horizonte y una posibilidad de enmendar errores o dificultades ocasionadas por coyunturas pasadas. Al mencionar a Cristina, se conjuga amistad, porvenir y generosidad.
Casi en términos aristotélicos, la amistad se configura como un lazo elemental para concebir la comunidad (organizada) y se propone como bien necesario para el encuentro y la conciliación. La generosidad, en ese caso, es un aspecto importante que muestra una atención y una disposición para facilitar el consenso y la legitimidad del vínculo. Esa demostración privada y luego pública de la acción generosa es destacada por Alberto Fernández y definida como una clave para el armado de un nuevo tiempo.
El lugar del consejo
«Confíe en su pueblo, nunca traiciona, son los más leales, solo pide que los defiendan y representen… La historia la escriben los pueblos», dijo Cristina desde el escenario, en Plaza de Mayo, antes del discurso de Alberto, el 10 de diciembre de 2019. En ese acto, se vio y escuchó públicamente el primer consejo de la ex presidenta al presidente entrante. En ese escenario, Cristina introdujo a Alberto y lo precedió con una prédica breve, emotiva para los asistentes y votantes de la fórmula presidencial, pero concisa y directa.
A partir de ahí, la actual vicepresidenta comenzó a ocupar un lugar de consejo desde la comunión política y el afecto en tono amistoso. En el discurso de Alberto, Cristina aparece como el asesoramiento y la compañía palmo a palmo. La experiencia como ex Jefa de Estado, en este caso, es postulada como una orientación y una recomendación ante las conflictividades. La retórica de la ética y la unidad validan la noción albertista de sintonía y consulta permanente.
“Me importa su opinión, porque Cristina aporta, no resta», subrayó el presidente en la entrevista realizada por Verbitsky, y remarcó: «¿Por qué tanto lío? Lo raro, imperdonable sería que no la consultase. Sería un soberbio, sería un necio». Respecto a los temas de consulta, en ese mismo reportaje, el presidente recalcó que hablan del panorama mundial, “mucho de economía” y la relación con el Fondo Monetario Internacional. Su espacio está presente, no se mueve, no se distancia, pero no abruma ni tampoco incluye tonos imperativos.
En esas respuestas representativas, se evidencia también la narrativa de justeza que expone Alberto, siempre situada en el equilibrio y la escucha activa. Por tal motivo, se manifiesta el consejo de una parte, y la escucha decisiva en la otra. Ambos actos aparecen mancomunados, de ida y vuelta, de debate por un objetivo común, de conversación entre pares generosos.
Asimismo, la noción de consejo también refuerza el aspecto cotidiano y aliviana los rumores de contraposición en ambas figuras. Sin ir más lejos, ante la demora en la última entrevista que le realizó la Televisión Pública, Alberto comentó que se le pasaron los minutos por estar hablando por teléfono. “¿Con quién estaba hablando?”, le preguntó Rosario Lufrano. “Con Cristina. Hoy no habíamos hablado. Me comenta cosas y yo le comento otras”, contestó.
El acompañamiento
El argumento del aprendizaje articula distintas ideas en el discurso de Alberto Fernández. Incluye una comprensión de los errores pasados, una asimilación de los daños en los lazos, una recuperación de momentos vividos y un diagrama de trabajo en común, en conjunto, que debe sostenerse y consolidarse en un momento de crisis como el actual. Esa conceptualización múltiple también integra a la relación con Cristina, las propias perspectivas políticas de la ex presidenta y el modo albertista de hacerla parte de una narrativa que inserta diversas voces de líderes de la democracia.
En esa mixtura dinámica, la referencia a Cristina forma parte de un corolario que incorpora palabras de afecto, reconsideración, reflexión, y también consejos, generosidades y discusiones que se comentan desde la carga valorativa positiva, que no dañan la relación, sino protegen aún más la comunión.
La retórica albertista potencia la conceptualización de solidaridad, unidad y tiene un fuerte ímpetu de reestructuración social (emparentado con el “Contrato social” señalado por Cristina en la presentación de Sinceramente, en la Feria del Libro 2019). En este sentido, el significante democracia como factor de compromiso general ante la crisis, se remarca desde la necesidad del diálogo consensuado y atemperado para ganar equilibrio.
La aparición de Cristina en el discurso de Alberto robustece ese aspecto democrático y pluralista, e impulsa la característica peronista de la amistad como fuerza aglutinante y también como consecuencia de lucha y bien mancomunado. En ese camino retórico, la ex presidenta no sale de escena, sino cede el protagonismo, se corre del eje central y acompaña desde la discusión y la mirada estratégica.