La crisis es la crisis óptima, la mejor crisis de mundo, la mejor crisis perfecta, la que nadie podrá superar ni demostrar, porque sólo existe en la imaginación y en los tenebrosos propósitos de quienes la utilizan como pretexto para desmantelar al país y sumirlo en la verdadera y permanente crisis económica y espiritual que caracteriza a toda factoría, porque si no hay crisis, no hay argumento valedero para justificar medidas que no resisten el menor análisis.
Raúl Scalabrini Ortiz.
Al shock Volcker le siguió la conocida como “crisis del tequila (mexica- na)” de 1994, la “plaga asiática“ de 1997 y el “colapso ruso” de 1998, que precedió en apenas días a otro que se produjo en Brasil. Cuando estos shocks y crisis empezaban a perder su anterior fuerza, aparecían otros aún más catastróficos: tsunamis, huracanes, guerras y atentados
terroristas. Estaba tomando forma el capitalismo del desastre.
Naomí Klein
Milton Friedman aprendió lo importante que era aprovechar una crisis o estado de shock a gran escala durante la década de los 70, cuando fue asesor del dictador general Augusto Pinochet.
Naomí Klein
Las dos teorías
El pensador Scalabrini Ortiz introdujo en la corriente nacional la teoría de la crisis. La primera frase introductoria de este artículo sintetiza la teoría. La la frase ha sido numerosamente citada, pero su idea muy pocas veces desarrollada.
Fue Jorge Scalabrini Ortiz, hijo de don Raúl y autor también de numerosos ensayos, uno de los responsables que impidieron que la teoría de la crisis cayera en el olvido.
La frase fue escrita en los años en que la dictadura militar de 1955 combatía sin compasión a la resistencia social de los argentinos e introducía la crisis económica con el intento de que el poder corporativo se hiciera hegemónico de la renta nacional. La teoría de la crisis se explicita en una de las Carta de Scalabrini Ortiz, publicada a partir del golpe militar-liberal de 1955 en la prensa semiclandetina que se opuso a dicha sublevación anticonstitucional.
Con el objeto de transformar la revolución social iniciada a partir de octubre de 1945 que supo otorgar a la renta nacional su carácter social y distributivo sin la alteración principal de la propiedad, la autodenominada Revolución Libertadora se impuso en ser una Involución avasalladora de los derechos sociales y económicos logrados.
Lo que se intentó fue acabar con la transformación social lograda por el gobierno derrocado. Fue entonces cuando el gobierno trajo al país a Raúl Prebisch para que impusiera una economía socialmente injusta y económicamente dependiente. Prebisch había sido un banquista central del período de la década infame que acompañó a Roca a Londres para la firma del pacto Roca-Runciman en 1933. Fue premiado con la secretaría general de la Cepal, donde por su actividad anti norteamericana y por sus relaciones con el imperio británico, fue recibido con simpatía por sectores en varios países de nuestra región.
El Informe Prebisch de 1955, como principal medida, instó para que Argentina entrara al FMI. Después de secretario ejecutivo de la Cepal pasó a ser secretario general de la UNCTAD.
Raúl Scalabrini evidenció que Prebish tuvo que inventar una crisis inexistente para poder argumentar que había que curarla, y a cualquier precio. La Política de la Crisis continúa en los años noventa con el imaginar otra crisis económica por parte del menemismo con el objeto de desregular, privatizar y cortar la inversión social y de infraestructura (son los tres objetivos del shock kleiniano), con el objeto que la renta no se distribuyera socialmente fuera a las arcas de los poderes corporativos que se reinstalaban.
El Informe Prebish de 1955, como dijo Scalabrini Ortiz, fue un diseño de la Crisis: “porque si no hay crisis no se pueden justificar medidas que no resisten el menor análisis, como la desvalorización de la moneda a la mitad de su valor y la liquidación del IAPI como durante años soñaron Bunge y Born, y aconsejar empréstitos extranjeros y la conveniencia de estructurar sociedades mixtas como los transportes y otras cosas más”.
La teoría de la Crisis de Scalabrini da un salto y reaparece convertida en la Teoría del shock. De los años 50 a los años 90, también podría ser otro subtítulo de este artículo, porque Naomí Klein inicia en forma de insinuación primero en algunos de sus artículos afirmando que el poder financiero y corporativo mundial (a través de la Escuela de Chicago de Milton Friedman) aplica el shock para desarmar económicamente a los países. El shock kleiniano, como la crisis scalabriniana, permite cualquier medida por más desatinada que sea porque se estaría en guerra contra los factores negativos de la economía que pondrían en riesgo la existencia de los países.
El texto de Klein sobre la doctrina del shock (1) expone ampliamente cómo en los últimos decenios se ha aplicado esta teoría para expandir el poder corporativo. El caso argentino está ampliamente investigado en la figura de Alfredo Martínez de Hoz como ministro de economía de una nueva dictadura iniciada en 1976. La situación de crisis y de urgencia necesitaría soluciones de shock y está resumida en una frase del talentoso jurista nazi, Carl Schmitt que cita Naomí Klein: “El soberano es el que decide el Estado de emergencia”. Schmitt es quizá el principal jurista que fundamentó la negativa dialéctica del amigo/Enemigo. Pero la verdad es que tanto en los años 50 en Argentina y ahora en muchos países, quien decidió y decide –en nuestra opinión– fue y es el poder financiero global. (2)
Los dos autores
Scalabrini Ortiz en su país y otros muchos otros, así como Naomí Klein, en Canadá, Estados Unidos y en gran parte del mundo son autores respetados por sus coherencias, pero también por ser los pensadores cuyos libros son de los más consultados. Coinciden en que como pensadores vendieron muchos libros pero nunca sus voluntades.
El argentino nacido en la capital de una Provincia norteña, tuvo una vida difícil y sacrificada. Entre sus numerosas actividades para vivir y mantener una numerosa familia hizo trabajos que lo llevaron a realizar actividades en provincias bien dentro de la interioridad argentina, como Formosa.
Klein nació también en la capital de una Provincia, en el norte canadiense en una familia que tuvo que emigrar en muchas situaciones, pero realizó una vida más universitaria y mantuvo muy explicablemente simpatías juveniles con el marxismo. Ella desarrolló un pensamiento claramente tercerista, que no acepta ni el liberalismo ni el marxismo. Scalabrini no tuvo esa tendencia juvenil y siempre desarrolló un pensamiento que, a última instancia, trascendía a un espiritualismo sin religión determinada. Clara y firme es su visión esperanzadora y de fe en el hombre argentino, como bien surge de su libro no muy citado Tierra sin nada, Tierra de profetas. Devociones para el hombre argentino. (3).
Klein tuvo acercamientos con nuestro país, no solo a través de sus libros, también en una película documental que filmó con su marido, titulada La Toma, que historia el cacerolazo argentino y las fábricas obreras, como es el caso de Forja, que en San Martín fabricaba autopartes, y fuera abandonada por sus patrones. Los trabajadores la convirtieron en una cooperativa de producción.
Ambos se pueden definirse como pensadores de movimientos terceristas, que no adoptan posiciones políticas marxistas ni neoliberales. Si se escribiera la vida paralela de estos dos grandes pensadores, el carácter profundamente religioso que da el judaísmo de la ascendencia de la canadiense, como el sentido espiritualista del argentino –no religioso y fuertemente antidogmático—, los encontraría en las mismas trincheras.
Las ocasiones
El estudio de Kkein es del año 2007, por lo que sería muy importante que lo actualizara a este 2020 que se está iniciando. A los numerosos casos de shock que desarrolla, en los últimos doce años se han agregado otros que siguen confirmando la vigencia de la doctrina del shock.
La ocasión de la presentación de la teoría de Scalabrini se produce con la designación de un liberal anglófilo en el manejo de la economía argentina, pero también luego desarrollará el caso Martínez de Hoz. Recordemos que Raúal Scalabrini murió en el año 1959 y tuvo tiempo de tener esperanzas, desde la revista Qué!, en el gobierno de Arturo Frondizi, quien luego concedió yacimientos petrolíferos a empresas multinacionales.
Para Klein la doctrina del shock se aplicó en muchos casos, como en la dictadura de Pinochet, en el gobierno de Margaret Thatcher en la guerra de las Malvinas que salvó al liberalismo inglés, la dictadura neoliberal argentina que, según Eduardo Galeano, metía a la gente en la cárcel para que los precios pudieran ser libres, la declaración de crisis boliviana en las reconversiones de Víctor Paz Estenssoro y Gonzalo Sánchez de Lozada, la crisis polaca, y el misterioso shock de la Plaza de Tianannmen, el regreso de la supremacía blanca al poder económico en Sudáfrica, el yeltsinismo en Rusia, el circo privatizador (así lo denomina) menemista en Argentina, las guerras y el antiterrorismo ocasión de cambio de poder económica, y así varios casos más.
En Klein hay una numerosa e interesante selección de pensamientos. Así, de modo de conclusión, podemos reproducir la frase de Stephan Haggard y John Williamson, el inglés funcionario del FMI que impuso el concepto del Consenso de Washington. Estos autores, citados por Klein, comprobaron y asesoraron que “Los peores tiempos dan pie a las mejores oportunidades para quienes entienden la necesidad de una reforma económica fundamental” . Y si no están los peores tiempos, hay que inventarlos.