Desde anoche, el país tiene dos presidentes y así será hasta el 27 de octubre, cuando se disputen las elecciones generales. Los 15 puntos de diferencia en favor del Frente de Todos por sobre Juntos por el Cambio, que incluyen una victoria aplastante a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires, son un dato sin matices, que excede los límites de una PASO y que ya obliga a pensar en la transición del poder político en la Argentina, a pesar de que falten dos meses para que este mensaje de las primarias –donde se expresó casi el 76% del padrón– se vuelva una realidad efectiva.
Por lo pronto, la primera reacción fue la suba del dólar y los rumores de renuncias en un gabinete nacional sorprendido, diezmado y sin respuestas.
El impacto de la distancia entre el 47% que obtuvo el PJ/kirchnerismo y el 32% del macrismo y sus aliados radicales y carriotistas tuvo su mejor traducción en las palabras y el ánimo de los candidatos. En un clima festivo y mostrando sobre el escenario del bunker en Chacarita la diversidad de su armado, Alberto Fernández habló con registro presidencial –por momento, con un swing alfonsinista–, se dirigió al conjunto de la población, incluidos quienes no lo eligieron, y planteó los ejes programáticos de su gobierno. “Estoy seguro de que hoy los argentinos empezamos a construir otra historia. Venimos a crear una mejor Argentina”, resumió. Antes, se había escuchado un mensaje grabado de Cristina Fernández, que insistió en que “las cosas deben cambiar en el país porque no estamos viviendo bien, dejamos de ser felices”, y reclamó transparencia en el conteo de votos.
El negativo de esa escena fue la aparición de Macri en su bunker de Costa Salguero. Abatido –todo lo contario a sus gritos de días atrás y el “¡no se inunda más, carajo!”–, admitió que habían hecho “una muy mala elección”, sólo destacó la victoria en la Ciudad de Buenos Aires, dio una breve arenga con aire de resignación y le dijo a sus seguidores que se fueran “a dormir”.
Un dato no menor: Macri aceptó una derrota basado en datos que en ese momento, pasadas las 22, aún nadie conocía, ya que se registraron problemas con el sistema informático a cargo de la cuestionada firma SmartMatic. El oficialismo había prometido tener las planillas disponibles para las 21, algo que finalmente ocurrió casi una hora y media después.
Pero ese papelón logístico quedó tapado por la paliza de las urnas. Ni los peores escenarios proyectados por su tecnología electoral hacían sospechar a Cambiemos que la prueba piloto de las PASO se volvería un resultado irremontable, que muy probablemente sume nuevas complicaciones en el tiempo que resta. La caída a nivel presidencial y los más de 17 puntos que Axel Kicillof, que superó el 49% de los votos, le sacó al 32% de María Eugenia Vidal, pueden gatillar un efecto contagio que incluso perturbe al victorioso Horacio Rodríguez Larreta: cómodo, el alcalde porteño se impuso con el 46%, pero de aspirar a renovar su mandato en primera vuelta ahora imagina un balotaje con Matías Lammens, que hizo una buena elección en la cuna misma del PRO y consiguió el 32% de los sufragios.
A nivel presidencial, en un testimonial tercer lugar, con apenas el 8%, se ubicó Consenso Federal, la fórmula de Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey. El cuarto puesto fue para el FIT de Nicolás del Caño y Romina Del Pla, que sacó 2,88%. Juan Gómez Centurión y Cynthia Hotton (Nos) reunieron el 2,66%, mientras que José Espert y Luis Rosales (Unite) llegaron al 2,21%. Manuela Castañeira (MAS), Alejandro Biondini (Frente Patriota), el Movimiento de Acción Vecinal y el Partido Autonomista no superaron el piso de 1,5% y quedaron fuera de carrera para las generales.
Efecto cascada
Liberadas de tener que resolver internas reales –salvo excepciones como la puja en el PJ de La Plata, donde Florencia Saintout superó por un punto a Victoria Tolosa Paz–, estas Primarias, al mismo tiempo que abrieron el debate electoral, parecen haberlo resuelto. El rechazo acumulado en estos últimos meses sobre Cambiemos y, en particular, en la figura de Macri terminó de inclinar a un sector determinante del electorado, ese tan voluble tercio de indecisos que ayer no dudó: con su voto, le dio contundencia a la victoria de los Fernández, que quedaron a las puertas de imponerse en primera vuelta en las generales de octubre. El castigo sobre el presidente derramó también en la figura con mayor imagen positiva del oficialismo, la gobernadora María Eugenia Vidal, que anoche no disimuló su pésimo humor en el escenario del bunker cambiemita. Más allá del ingenio para plegar la boleta y ocultar a Macri y Miguel Ángel Pichetto, Vidal sólo pudo descontar tres puntos con el corte: mientras a nivel presidencial la paliza en suelo bonaerense fue de 50 a 30, ella perdió contra Kicillof por 49 a 32.
Mucho de esta performance se explica por la garantía de votos peronistas que significa La Matanza, pago chico de la candidata a vicegobernadora Verónica Magario, donde Fernández-Fernández aplastó por 62 a 19.
Junto a Buenos Aires, otras tres provincias también fueron fundamentales, no sólo por el peso de sus padrones sino por el rumbo que le imprimieron sus votantes. Dos casos puntuales mostraron un cambio que impactó de lleno: en Mendoza, un distrito siempre difícil para el PJ, el Frente de Todos se impuso con el 40% y el macrismo obtuvo el 37%, mientras que en Santa Fe la brecha fue mayor: 10 puntos, con un 43 a 33. Acompañando a la previsible Ciudad de Buenos Aires, donde Macri y Pichetto ganaron por 44 a 33, Córdoba fue el otro distrito en todo el país que ratificó a Cambiemos: se impuso con el 48%, lo que significó 18 puntos más que el peronismo.
En cuanto a las diferencias más abultadas, se dieron en Santiago del Estero, donde Fernández-Fernández ganó 75 a 13, y en Formosa, con un 65 a 24. El macrismo tampoco pudo imponerse en la Jujuy del radical PRO Gerardo Morales: con un 29%, quedó 17 puntos por detrás del Frente de Todos. Y en la Salta del gobernador Juan Manuel Urtubey, candidato a vice de Lavagna y aliado solícito de la Casa Rosada, el PJ ganó con el 48%. De esa forma, le sacó 28 puntos a la lista de Macri y 30 a la del propio Urtubey.
En su discurso, Alberto Fernández tuvo palabras muy elogiosas para los gobernadores –en el escenario estuvo el tucumano Juan Manzur– y se refirió a qué lugar les piensa asignar: “En estos cuatro años vamos a tener un gobierno donde gobiernen 24 gobernadores con un presidente”, afirmó.
Un largo día después
Este es, a trazo grueso, el mapa de la derrota de Macri, que por delante tiene dos meses en los que deberá convivir con una oposición que se sabe victoriosa, en medio de una economía en terapia intensiva y con una sociedad que ya eligió a quien quiere pedirle soluciones de ahora en más. El oficialismo, que hace poco anhelaba y saboreaba una reelección, ahora tiene que ver cómo mantiene la gobernabilidad en un incómodo tiempo de transición, corto en el calendario pero inmenso en el día a día de la gestión.
En ese sentido, los primeros mensajes corrieron por dos andariveles: uno, todavía en modo campaña, fue un intento desesperado por bajarle el precio al resultado de las Primarias, algo que sólo sirvió para potenciar la mochila que ya pesa sobre Marcos Peña, el principal apuntado por el descalabro, que tantas alegrías supo darle a Macri y de quien, fruto de su forma de llevar adelante esta campaña, muchos se preguntaban si era un genio o todo lo contario. De poca ayuda fue Elisa Carrió, que auguró un milagro para octubre: “La república democrática ganará por más del 50%”, vaticinó.
Macri, en cambio, tuvo otro tipo de postura, más a tono con el golpe que le asestaron y con lo que le toca a título personal. “Creo que todos tenemos que ser responsables de explicar qué es lo que queremos hacer. Que no se dañe una economía como la nuestra que está empezando a recuperarse”, planteó. Pasadas las 23, en el VIP del bunker de Juntos por el Cambio, se montó una primera reunión post PASO, donde la plana mayor cambiemita no ocultó la desazón y el malhumor. Incluso, circuló fuerte la necesidad de dar señales, incluido quitar y agregar nombres al gabinete. Pero anoche no se tomó ninguna decisión. Quienes sí lo hicieron fueron los mercados, que siguieron su libreto y subieron el dólar hasta las puertas de los 50 pesos.