El presidente Mauricio Macri propuso a su candidato: José Octavio Bordón, actual embajador en Chile, para liderar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Intentó negociar durante un año, pero nunca pudo o quiso alcanzar el consenso requerido para todas las decisiones de la organización regional, una condición impuesta allá por 2008 por el entonces presidente colombiano, Álvaro Uribe, quien quería evitar una «dictadura» de la mayoría, entonces conformada por los gobiernos de Cristina Fernández, Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez, entre otros. Al final, Macri decidió anunciar su salida de Unasur junto a otros gobiernos de la región y firmar la creación de “un espacio de intercambio”, en el que, ahora sí, todos los miembros comparten prioridades y una visión similar para la región.
Lo bautizaron Foro para el Progreso de América del Sur o, más simple, Prosur. Los presidentes de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Paraguay y Ecuador -es decir, los siete mandatarios que anunciaron su salida de Unasur y dejaron a la organización al borde de la muerte- firmaron el mes pasado la llamada Declaración de Santiago y crearon lo que en palabras del presidente chileno Sebastián Piñera será “un foro abierto a todos los países de América del Sur, un foro sin ideología, sin burocracia excesiva, un foro pragmático que va a buscar resultados y que tendrá un firme compromiso con la democracia, las libertades y los derechos humanos”.
Guyana envió a su embajador en Chile y firmó la declaración, pero Bolivia, Surinam y Uruguay se limitaron a participar como observadores. El gobierno venezolano de Nicolás Maduro fue el único no invitado porque, según explicó Piñera, “no cumple” con los dos requisitos de Prosur: vigencia plena de la democracia y el Estado de derecho y el respeto pleno de las libertades y los derechos humanos. Piñera sí invitó a Juan Guaidó, el líder opositor y presidente de la Asamblea Nacional venezolano que a principio de año se autoproclamó presidente interino del país y desde entonces lidera masivas manifestaciones e intenta ganarse el apoyo de las fuerzas armadas.
La creación del Prosur no solo fue criticada por los líderes y las fuerzas que apoyan la continuidad de Unasur, sino también por férreos detractores de esta organización regional, como el ex presidente Juan Manuel Santos, quien pidió “una integración efectiva” más parecida a la Alianza del Pacífico, o un grupo de ex cancilleres chilenos que denunciaron que “Unasur ya no se sostiene”, pero Piñera está pecando de “improvisación política”.
El último secretario general de Unasur, el ex presidente colombiano Ernesto Samper, habló desde Bogotá con Revista Zoom y analizó el declive de la organización regional y el surgimiento del nuevo proyecto regional nacido en Santiago de Chile.
– ¿Qué es el Prosur?
– Para mi el Prosur es una especie de club de gobiernos de derecha sin mayor consistencia, lo que contrasta con Unasur, que es una unión de Estados. En el Prosur lo único que existe es una intención de unos que ni siquiera son gobiernos, sino presidentes, de hacer un club de integración distinto a Unasur, según ellos mismos han declarado. Pero no es tan sencillo ni eso implica que se retiran inmediatamente de Unasur. En el tratado constitutivo de Unasur está claramente establecido que para retirarse de la unión se requiere, primero, anunciarlo con una anticipación de al menos seis meses. Esto, hasta el momento, no lo ha hecho nadie excepto Colombia. Segundo, se requiere ponerse al día con todos los temas financieros y administrativos. Estos países deben una suma cercana a los 10 ó 12 millones de dólares que tendrán que cancelar porque se necesitan para las liquidaciones laborales y otros gastos. Y en tercer lugar, van a perder una serie de beneficios muy importantes que ni siquiera han evaluado en esta declaración, por ejemplo el derecho a usar el permiso temporal de trabajo de Unasur que permite que cualquier sudamericano con la sola presentación de su condición de nacional de un país de Sudamérica pueda tener derecho a recibir un permiso temporal de trabajo de dos años renovable. Hay tres millones de personas que están trabajando con ese esquema y este beneficio quedaría excluído si se retiran de la Unasur.
– ¿Qué otros beneficios, derechos o programas en funcionamiento se perderían o serían suspendidos con la retirada de estos países de la Unasur o su eventual disolución definitiva?
— También existe un beneficio para todos los sudamericanos que permite moverse solo con la cédula de ciudadanía, sin pasaporte, por prácticamente toda la región sudamericana. Lo que se ha llamado el pasaporte sudamericano quedaría suspendido y la gente tendría que volver a utilizar pasaporte y en algunos casos hasta visas, excepto que se hagan acuerdos entre países. También hay acuerdos que se han hecho para homologación de títulos profesionales, para que un médico que termina sus estudios en Chile pueda ejercer su trabajo en Bolivia, un ingeniero que estudia en Colombia pueda construir un puente en Uruguay. Esos acuerdos quedarían anulados si estos países se retiran de Unasur.
– ¿Hay programas o proyectos de infraestructura o industriales en desarrollo?
– En el Consejo Sudamericano de Infraestructura, en el cual Argentina siempre tuvo una participación muy activa, existen, por ejemplo, los proyectos de los ferrocarriles interoceánicos, uno de ellos ell ferrocarril que va desde Santos (Brasil), pasando por Bolivia y llegando al puerto de Ilo en Perú. Este proyecto ya está avanzando en sus estudios de factibilidad en más de un 60%. También están avanzados los estudios sobre la Cuenca del Río de la Plata, que es la organización del Río de la Plata alrededor de todos los países por los cuales atraviesa el río. Ese es un proyecto que se alcanzó a analizar a nivel de detalle y que está evolucionando. Lo mismo el proyecto de banda ancha para que hubiera roaming sudamericano y para el que se destinó dos millones y medio de dólares para estudios de factibilidad. Son proyectos que no se dan de la noche a la mañana, toman tiempo.
– Pero, ¿los países que ya anunciaron su intención de salir de la organización siguen participando de estos proyectos?
– Aún antes de construir Prosur, hubo países, como Chile por ejemplo, que ya habían comenzado a retirarse de los acuerdos que habían firmado, por ejemplo para construir el ferrocarril que iba a llegar desde el norte de Chile o una carretera que uniría a Chile con Argentina en el Sur. Porque lo que está enfrentado aquí son dos versiones distintas de integración: la visión que tienen los países que están en Prosur y la Alianza del Pacífico, es decir, la integración como libre comercio; y la visión que tenemos otros que entendemos que la integración es un proceso de acercamiento real, de construcción de infraestructura, de redes tecnológicas, de proyectos de homologación de títulos, en fin, todo lo que supone que actuemos como una gran región.
– ¿Por qué los países que anunciaron su salida de la Unasur eligen apostar por un espacio como Prosur -otra vez sudamericano, sin Estados Unidos- en vez de volver a canalizar todo el diálogo y la cooperación a través de la OEA, una organización continental que ellos mismos reivindican y en donde participa Washington?
– El Prosur es más una puesta ideológica que una apuesta de integración. Se trata de marcar una diferencia ideológica con las fuerzas progresistas que apoyaron a los gobiernos que impulsaron Unasur, como el caso de Argentina y Brasil. Lo que existe hoy es una especie de desquite ideológico que marca un contraste con lo que fueron los 10 o 12 años de Unasur, durante los cuales hubo una clara mayoría progresista, pero que jamás esa identidad fue puesta por encima de las agendas que se concertaron. La gente tiene la idea de que Unasur es solamente un escenario político y no lo es. Fue diseñado originalmente con el modelo de la Unión Europea y por eso tiene alrededor de 18 consejos sectoriales. Uno de los más importantes fue el Consejo Sudamericano de Defensa que tomó decisiones tan importantes como evitar que Colombia colocara bases militares de Estados Unidos en la frontera con Venezuela. Lo que hay hoy, en cambio, es una operación de desquite ideológico que no entiendo, porque estos mismos países todavía tienen la posibilidad de sentarse en Unasur y hacer valer sus mayorías. En Unasur las decisiones se toman por consenso y ese consenso se podría alcanzar si hubiera una actitud de buena voluntad de esos países.
– ¿Cree que el Prosur busca profundizar o institucionalizar el espacio regional que se creó con el Grupo de Lima?
– De alguna manera el fantasma que está detrás del Grupo de Lima y que está, por supuesto, detrás de Prosur es un sindicato unido frente al tema Venezuela. Para nadie es un misterio que los países de la región que están activos en el Grupo de Lima hoy están en Prosur. Porque en el fondo es lo mismo. Es una actitud de realineamiento con Estados Unidos desde el Sur, un poco aceptando las reglas de juego de Estados Unidos de lo que debe ser la integración, que es facilitar acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos y Sudamérica. Unasur no nació para eso. Unasur nació para reivindicar conceptos políticos, como el tema de la paz, la continuidad democrática, la vigencia de los derechos humanos y para desarrollos sectoriales como los que mencioné antes. Acá estamos hablando de dos conceptos completamente distintos y, si Unasur, como dijo recientemente el canciller de Colombia, es un “muerto agonizante”, entonces Prosur es un niño que no llegó a nacer.
– La idea de la Unasur fue impulsada primero con mucha fuerza por Brasil y luego se sumó Argentina, las dos principales potencias sudamericanas. La creación de Prosur, en cambio, fue explícitamente liderada por los gobiernos de Colombia y Chile. ¿Cómo interpreta este aparente cambio de liderazgos en la región?
– El caso de Colombia y Chile tiene una clara explicación en la actitud beligerante que han asumido en el tema Venezuela. Eso de alguna manera unió a los dos presidentes, inclusive en algo tan delicado como ser pasivos -para no decir omisivos- en el rechazo a la posibilidad de una intervención militar en Venezuela. Pero quiero hacer una especial referencia a Brasil. Si algún país apoyó el nacimiento y la consolidación de Unasur por razones geoestratégicas muy claras, fue Brasil. Lo apoyó desde el comienza porque Brasil representa el 50% de la región y tiene límites casi con todos los países de Sudamérica. Fue muy útil el liderazgo que ejerció Brasil durante esos años. Por eso, creo que va a ser el país que más pierda en términos diplomáticos y estratégicos en su política exterior.
– En Chile, Piñera dejó bien claro que Prosur es “un foro de diálogo”, no una organización regional. ¿Qué significa esto para usted? ¿Qué temas y de qué manera puede tratarlos un foro de diálogo?
– No busco minimizarlo pero el Prosur es una reunión de presidentes de derecha de Sudamérica. En la región, en este momento, hay diez mecanismos regionales de integración: Comunidad Andina, Alianza del Pacífico, Mercosur, Unasur, ALBA, Grupo Centroamericano, Asociación de Estados del Caribe, Caricom, Pacto Amazónico y CELAC. La región no necesita más mecanismos de integración, sino menos. Creo que el destino final de estos mecanismos de integración no es que terminemos en la OEA, que es una caricatura de lo que fue hace 30 ó 40 años, un mecanismo en el cual ni siquiera Estados Unidos, su principal promotor, se ha suscrito a los acuerdos de San José, que definen los compromisos en materia de derechos humanos. ¿Para qué volver a la OEA que es un mecanismo anacrónico, desprestigiado y en donde Estados Unidos tiene un manejo que no permite que haya una verdadera democracia? Para que se puedan expresar las opiniones genuinas de toda la región estaría el décimo mecanismo, la CELAC, que podría llegar a ser un mecanismo de convergencia de todos los anteriores. Pero para eso se necesita desideologizar las relaciones internacionales y repolitizarlas, en el buen sentido de la palabra.
– Es llamativo que use el concepto de desideologizar porque eso es exactamente lo que reclaman los críticos de la Unasur que crearon Prosur…
– Unasur podría haber puesto por delante los temas ideológicos y no lo hizo durante diez años. Incluso hubo años en los que hubo un equilibrio de unos gobiernos más de izquierda y otros más de derecha. Nunca hubo un toque ideológico en la creación y desarrollo de las agendas. Mientras yo fui secretario general no hubo ninguna reunión en la cual chocaron los países por razones ideológicas.
– Sin que eso sea negativo, sí hubo choques ideológicos dentro la Unasur. En la cumbre de Bariloche en 2009, cuando se discutió la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia, quedó muy claro.
– Sí. Por eso, el presidente que estaba más lejos ideológicamente en esa reunión, el entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe, había puesto como condición para ingresar a Unasur que todas las decisiones debían ser tomadas por consenso. Esa regla, que tiene sus inconvenientes porque a veces le da el poder de veto a un solo país, permitió que haya debate ideológico pero sin rupturas. Es justamente por eso que estoy convencido de que Unasur está perfectamente preparada para asumir los debates ideológicos actuales sin rupturas institucionales.