Los límites del poder

Bolsonaro ganó el balotaje con prédica antisistema, pero el resultado y su propio esquema de alianzas lo obligará a utilizar la política de pactos que tanto denostó. Incógnitas, certezas y primeras tensiones en el temible elenco del presidente electo del Brasil.

El presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, triunfó en el ballotage, pero no dio el batacazo que hasta hace sólo unos días se esperaba. Designó como ministro de Hacienda a un neoliberal que exige privatizar todo lo posible y achicar el Estado a su mínima expresión, pero su principal base de poder reside en una cúpula militar que quiere recuperar el control de las áreas estratégicas de la economía y la vida pública del país. Además, su partido y sus aliados ganaron terreno en el Congreso federal, en las gobernaciones y las alcaldías, pero el oficialismo está lejos de tener mayorías propias y deberá -como todos sus antecesores- hacer alianzas que chocarán con su promesa de no repetir la política de pactos que caracterizó históricamente al país.

 

La fuerza electoral de Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército que hasta hace unos años era apenas un personaje radical del Congreso brasileño que solía atraer la atención por algún comentario abiertamente xenófobo, violento o misógino, demostró ser incuestionable. En las semanas previas al ballotage presidencial del domingo pasado, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, logró sumar apoyos de referentes políticos, judiciales y sociales antipetistas que hubiesen parecido imposible apenas un mes atrás. No fue tanto un logro de la campaña petista, como la escalada verbal del líder de extrema derecha lo que convenció a votantes de izquierda, centro y centro-derecha de que la democracia estaba en peligro.

 

No alcanzó, sin embargo. Bolsonaro se impuso con el 55% de los votos y el próximo 1 de enero asumirá la Presidencia de la mayor potencia sudamericana.

 

Tras las elecciones, la mitad de Brasil y un sinfín de analistas en todo el mundo intentan entender cómo pudo ganar un candidato que se presentó con una fuerza política de poco peso electoral, que no hizo alianzas partidarias importantes, que tuvo un presupuesto de campaña bastante limitado, que evitó hasta el último día a los grandes medios de comunicación y que dijo claramente que está a favor de la tortura y del terrorismo de Estado que impuso la dictadura brasileña y se declaró en contra de la diversidad de género, de las minorías étnicas y de todos los que se identifican con la izquierda.

 

Todavía la victoria electoral está muy fresca, pero es necesario entender al menos con qué escenario político y qué relación de fuerzas asumirá el hombre que parece haber puesto en jaque a la democracia brasileña como nadie desde el fin de la dictadura hace 30 años.

 

“El poder real hoy en Brasil reside en la cúpula militar. Bolsonaro no tiene capital político propio y este ballotage se lo acaba de negar. Le negó el recurso plebiscitario de decir: ‘Tengo el apoyo del 60, 70 por ciento de los brasileños, tengo el mayor ballotage de la historia brasileña’ -el ex presidente del PT, Luiz Inácio Lula da Silva, hoy preso e inhabilitado, obtuvo un porcentaje mayor en 2002 en la segunda vuelta con José Serra-. El resultado del domingo le quitó a Bolsonaro esa última esperanza de autonomía, por lo menos por ahora”, concluyó en diálogo con Zoom, desde el estado de Sao Paulo, Patricio Talavera, profesor de la Universidad de Buenos Aires e investigador de la política brasileña.

 

Para el académico argentino, identificar al verdadero poder detrás del presidente electo permite imaginar mejor qué tipo de programa político impulsará en los próximos cuatro años.

 

“Los militares que impulsaron desde el primer momento la candidatura de Bolsonaro están interesados en una participación integral en el gobierno y en rehabilitar su nombre en cuestiones de Estado”, explicó Talaverna. “El modelo del país es el mismo que llevaron adelante en la dictadura”, agregó.

 

Los nombres que el presidente electo ya adelantó son el actual diputado y miembro de la llamada bancada de bala -defensora a ultransanza de las fuerzas de seguridad- Onyx Lorenzoni para Casa Civil (Jefatura de gabinete), el general retirado Augusto Heleno, un hombre que Bolsonaro conoce desde su época de cadete en la academia militar durante la dictadura, como futuro ministro de Defensa; y el economista neoliberal Paulo Guedes para el Ministerio de Hacienda.

 

A estos nombres se suman, entre otros, el vicepresidente electo, el general retirado Hamilton Mourao, un hombre de mayor rango que el presidente, hijo de un general que participó del golpe de Estado de 1964 y declarado defensor de la flexibilización laboral en la campaña electoral; y otros dos generales retirados, que si bien no fueron aún mencionados por Bolsonaro para un cargo, son parte de su círculo de mayor confianza: Oswaldo Ferreira y Alessio Ribeiro Souto.

 

El primero, ex jefe de Tecnología y Construcción del Ejército, es otro nostálgico de la dictadura y el favorito para asumir la cartera de Transporte. En una entrevista con el diario O Estado de Sao Paulo, rememoró aquellos años de hierro en los que construía rutas en la Amazonía y “ni la Fiscalía ni Ibama (Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de Recursos Naturales Renovables) estorbaban”.

 

El segundo es el referente de Bolsonaro para temas de Educación. Su nombre se viralizó en la campaña cuando aseguró que, de ganar el ex capitán, impulsarían una reforma de contenidos en las escuelas para sumar a los planes de estudio la teoría creacionista y modificar los libros de historia para que se refieran a las dos décadas de gobiernos de facto no como una dictadura sino como un movimiento para combatir el comunismo.

 

“El mensaje de ‘hemos vuelto’ del grupo militar que sostiene a Bolsonaro no significa que volvieron como patrulla calificada del gobierno. No se quieren limitar a la Seguridad y la Defensa. Ellos tienen un modelo de país en la cabeza que incluye también los ministerios que entran dentro de su mirada estratégica: Educación, Infraestructura, Integración Nacional y Energía”, explicó Talavera.

 

Es aquí que surge el primer punto de tensión en la construcción de poder de Bolsonaro.

 

La visión de las Fuerzas Armadas de áreas estratégicas del Estado para garantizar el poder, la autonomía y el liderazgo regional -como referente de Estados Unidos en América del Sur- choca directamente con los recientes anuncios del hombre elegido por Bolsonaro para dirigir la economía del país.
En una entrevista con varios medios extranjeros, justo después de conocerse los resultados del ballotage, Guedes, un economista que se formó en la seno por excelencia del neoliberalismo -la Universidad de Chicago- adelantó sus prioridades: una reforma previsional para pasar un sistema de capitalización al estilo AFJP, desregulación en el desarrollo de infraestructura, una reforma impositiva para bajar y “simplificar” impuestos, privatizaciones de empresas públicas para reducir el gasto y eliminar el déficit fiscal primario en el primer año de gobierno y negociar acuerdos comerciales por afuera del Mercosur, al que calificó como “muy restrictivo”.

 

“La relación jerárquica entre Bolsonaro, el grupo militar que lo rodea y Guedes es clara. Guedes es hoy -hay que ver si puede ser otra cosa- un prestanombre frente al empresariado brasileño. Está ahí porque Bolsonaro necesita trazar relaciones con el empresariado para construir alianzas y poder gobernar con sectores que no necesitan elecciones -destacó Talavera y agregó-. Pero la idea económica del presidente electo es que la palabra estratégica va a surgir cada 15 minutos en la conversación, y si una empresa es estratégica, difícilmente pueda ser privatizada”.

 

Además, el plan económico de Guedes podría entrar en conflicto con la política exterior que ambiciona la cúpula militar.

 

El presidente saliente Michel Temer marchó sobre seguro: desactivó la agenda del PT, se retrajo hacia adentro mientras mantuvo algunas preocupaciones estratégicas, como terminar con la presencia de Venezuela en el Mercosur, contener a Paraguay, tender puentes con una administración muy diferente en Estados Unidos como la de Trump. Hizo una diplomacia de mínimos.

 

Bolsonaro, que tiene la legitimidad que Temer no tuvo, va a tomar eso como piso y va a profundizar la dirección de ese viraje que ya comenzó”, opinó el investigador argentino.

 

“El objetivo será volver a ser líder regional, pero la cocina de esa decisión no es la familia Bolsonaro, la cocina va a ser el comando del Ejército, una institución que además pronto va a vivir una renovación crítica” para el futuro gobierno, agregó.

 

A esta tensión es casi seguro que se sume otra: la necesidad de participar de la histórica política de pactos que garantiza la gobernabilidad en el Congreso federal, pese al discurso de outsider y rechazo a la “vieja forma de hacer política”.

 

“La política del pacto en Brasil no nació con Lula, con (Fernando Henrique) Cardoso o con la democracia. La política del pacto es una tradición cultural brasileña para contener la diversidad de un país-continente. Y eso no lo va a cambiar un ‘mal militar’ -como calificó el ex dictador Heisse a Bolsonaro-, indisciplinado e intelectualmente con pocas preocupaciones”, advirtió Talavera.

 

“Además, él no tiene articuladores políticos de fuste para decir: ‘bueno, es un candidato inexperto pero se dotó de políticos experimentados’. Su círculo íntimo es un grupo de militares -inteligentes, capacitados, mucho más de lo que le gusta admitir a algunos- y sus hijos”, continuó.

 

A la certeza numérica de que Bolsonaro “va a tener que pactar para sacar leyes”, se suma un Poder Judicial empoderado por las masivas investigaciones de corrupción que tuvieron en vilo a toda la clase política y la incertidumbre en la que están sumidos los partidos tradicionales de derecha y centro derecha, sin duda los más golpeados de estas elecciones.

 

Incluso antes del ballotage presidencial, el jefe del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del estado de Goiás, Giuseppe Vecci, adelantó a la prensa que la principal fuerza de centro-derecha del país están analizando una posible fusión con el conservador partido Demócratas, el mismo al que pertenece Onyx Lorenzoni, el posible jefe de gabinete de Bolsonaro.

 

“En el caso del PSDB, que está en una situación política pésima, estamos haciendo una evaluación interna. Hemos discutido una refundación, extinción y hasta fusión” del partido, aseguró al diario Journal Opcao el presidente regional de la fuerza. La socialdemocracia brasileña perdió el control del gobierno de Goiás a manos del candidato de Demócratas después de casi 20 años y a sólo siete meses de que su último gobernador electo fuera condenado y detenido por recibir sobornos de Odebrecht, la empresa de construcción brasileña que está en el corazón de un esquema regional de corrupción que ya afectó a varios presidentes y ex presidentes latinoamericanos, además de un amplio espectro de funcionarios brasileños, muchos de ellos del PT.

 

Mientras los partidos tradicionales de la derecha y centro-derecha definen cómo se posicionarán frente al gobierno de Bolsonaro -”Van a recibir presiones desde la oposición de izquierda para sumarse a la oposición y de Bolsonaro para apoyarlo y, de ser posible, no tener que negociar con una alianza heterogénea de muchos partidos pequeños”-, el PT también tiene una misión difícil por delante.

 

“El PT salió con elementos que lo favorecen de las elecciones. Ahora está por verse si el PT va a lograr activarlos para transformarlos en capacidad de construir una alternativa a Bolsonaro. Tiene un enorme debate interno, no sólo de liderazgo, sino también de cómo plantarse a la primera derrota electoral federal en 20 años”, explicó el académico argentino y rápidamente aclaró: “El PT no hizo su peor elección el domingo pasado”.

 

“No se me ocurre otro partido, no sólo en América latina sino en el mundo, que después de cuatro gobiernos -el último con el liderazgo desastroso de Dilma Rousseff-, con el principal referente nacional preso, con múltiples casos de corrupción, con la peor crisis económica que Brasil recuerde en el último cuarto de siglo, haya sacado 30% de los votos en la primera vuelta y 45% en la segunda”, destacó Talavera.

 

El ballotage no sólo encumbró a un líder abiertamente autoritario, violento y misógino en la Presidencia de Brasil, sino que también abrió la puerta de la vida política demócrata a los mismos sectores que hace 54 años tomaron el poder por la fuerza. Mientras Bolsonaro pone a prueba a su heterogénea base de poder y su propia capacidad de articularla dentro de un mismo programa de gobierno; la oposición debe reconstruir sus apoyos populares y definir qué tipo de oposición presentará frente a las reformas y la militarización de la política propuesta por el nuevo gobierno.

 

 

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