El clima de protesta y malhumor social crece día tras día. Viene creciendo dese hace dos años y medio prohijado por las políticas de ajuste permanente del gobierno macrista.
El contundente paro nacional de la CGT, fue un paso más en la protesta social contra el modelo neoliberal del FMI. Seguramente será el comienzo de una nueva etapa de lucha y confrontación.
En la medida que Macri eligió el acuerdo con el FMI como su política central y profundice las reformas neoliberales, los sectores populares deberán actuar con más firmeza en defensa de sus derechos.
La grieta y el agotamiento del relato
Hasta diciembre de 2017, el sistema político, social y mediático estaba atravesado por una “grieta” que partía en dos a la sociedad.
Esa grieta existente desde los comienzos de nuestra historia, fue alentada y alimentada por el odio de clase de la burguesía dominante y las corporaciones mediáticas, a través de sus periodistas mercenarios, ante el avance de los sectores populares representados por el gobierno de Néstor y CFK. Un avance tímido, que no llego a tocar los verdaderos intereses de la clase gobernante, pero no tolerado por la elite, que se siente dueña del país.
Esa grieta que dividía en dos el país fue alimentada por el propio gobierno primero como estrategia de campaña y luego como estrategia de gobierno. Construyeron y demonizaron un “Otros”, el enemigo Kirchnerista, “el populismo”, el mal absoluto. Y un “nosotros”, la gente capaz, bien vista, educada, racional, buena administradora, gente linda y rica. Eran una nueva derecha, moderna, democrática, eficiente, etc. Construyeron un discurso sencillo, que apelaba a las consignas basada en el New age, en un individualismo extremo, en un liberalismo simplón, en un emprededorismo y una meritocracia, todo en mensajes vacíos, y como dice Duran Barba destinados a “un receptor de escaso nivel intelectual, sin capacidad de pensamiento abstracto, un individuo de una edad mental de 9 años”. A pesar de este desprecio por sus votantes, las técnicas de comunicación y marketing fueron usadas con eficiencia. Por ejemplo la marca “Cambiemos” fue un hallazgo ya que lo convirtieron en un significante vacío, donde cada uno ponía lo que quería o deseaba.
Sin embargo, las técnicas de marketing que te ayudan a llegar al gobierno, no alcanzan para gobernar. El marketing y la comunicación no pueden tapar la realidad, y menos la falta de política.
La estrategia general fue dando resultados hasta las elecciones de 2017, de ahí en más el macrismo aceleró su proyecto político de reformas de las estructuras sociales, a partir de quitar derechos a los trabajadores y los jubilados, desarticulando sectores para ellos ineficientes como la industria pymes, bajando salarios y abriendo la economía al capital financiero internacional.
Cuando la oposición y la sociedad ganaron la calle en diciembre, con manifestaciones masivas a pesar de la represión estatal, el gobierno perdió la iniciativa a pesar de algunas victorias pírricas y quedó preso de sus propias contradicciones y de la inviabilidad de su proyecto político. Agravado por una pésima gestión de la economía, su escaso “timing” político para manejar el ajuste, los tarifazos y el endeudamiento, y una lectura sesgada e ideológica de la política internacional.
“Veníamos bien, pero pasaron cosas” dijo Macri en un reportaje.
Y, si, pasaron cosas, pasó la política y pasó la realidad.
Cuando se cortó en enero el flujo de dólares, todo el esquema “atado con alambre” del macrismo se derrumbó.
La crisis se manifestó en las corridas cambiarias, devaluación, inflación, etc, sin embargo no fue ni es solo económica, también fue política.
La Alianza Cambiemos se quedó sin relato, las fórmulas que le permitieron gobernar dos años se desmoronaron, ya no tenían efectos los globos amarillos, ni las promesas vacías de un mundo feliz por venir y menos la demonización del kirchnnerismo, ni la pesada herencia.
Sin respuestas políticas, sin un plan económico alternativo, Macri quedo desnudo en medio del escenario, mostrando todas sus limitaciones y las de su equipo. Pasó de ser un estadista que nos proponía un escenario individual y colectivo venturoso a dar consejos de cómo ahorrar energía. El “mejor equipo” paso a ser un conjuntos de “chicos bien” caprichosos, torpes y soberbios, que corrieron a meterse debajo de la cama cuando las papas empezaron a quemar.
La salida, por ahora, fue arrojarse a los brazos del FMI para ganar tiempo y apoyo político para avanzar en las reformas estructurales que ya venían aplicando.
Pérdida de la hegemonía
Decíamos más arriba que a partir de diciembre de 2017 en la medida que avanzaron sobre la reforma previsional y laboral, a fin de bajar salarios y condiciones de trabajo y bajar los ingresos reales de jubilaciones y pensiones, fueron perdiendo consenso y adhesión en sectores medios y bajos, muchos de los cuales lo habían apoyado hasta ese momento. El ajuste permanente, el traspaso de recursos de los jubilados de cien mil millones de pesos hacia las arcas de la gobernadora Vidal o el brutal tarifazo, un manotazo en los bolsillos de las clases medias hacia las empresas de energía, cuyos dueños son los amigos, socios o testaferros de Macri, son un saqueo a los trabajadores y sectores medios para beneficiar al capitalismo de los amigos.
Esta brutal transferencia de riqueza, en un mercado que se achica, una alarmante concentración de la riqueza, una galopante deuda externa y una fuga de divisas hacia los paraísos fiscales, hacen crecer el mal humor y el descontento social, aun en franjas que votaron o apoyaron en su momento al gobierno.
Las encuestas muestran esta realidad, la perdida de Macri y su gestión está entre un 65/70 % de imagen negativa.
La alianza Cambiemos construyó una imagen de sí misma, de una “nueva derecha”: Democrática, republicana, respetuosa de los derechos humanos, eficiente, tolerante, dialoguista, generadora de consensos, hegemónica, etc.
Muchos politólogos, analistas y algunos políticos de la oposición compraron esa imagen, así como los mitos tradicionales, pero todos falaces, sin sustento histórico, de la derecha liberal.
Sin embargo, rápidamente mostró la hilacha, esta derecha es la misma de siempre, violenta, autoritaria, poco democrática, amoral, y sobre todo como sus antepasados, es una clase saqueadora, que construyó su poder y fortuna sobre la sangre de indios y criollos, apropiándose de tierras y recursos del Estado.
Su modernidad pasa por las formas y herramientas, no tanto por el contenido. Su proyecto sigue siendo un país agro exportador, extrativista, y servicios, sobre todo financieros. Un modelo parecido a la chilena, pero inviable aquí porque excluye a millones de argentinos. En su precariedad política e ideológica, buscan un volver a una Argentina pre peronista.
Su credo en la “mano invisible” del mercado como regulador de la vida social y económica, por ende el achique del Estado en sus funciones, los debilita; el mercado no se auto regula, no genera política, ni construye hegemonía, por el contrario solo destruye el tejido social y económico de un nación, afectando o dañando sobre todo a los más débiles.
Su incapacidad y a su vez su imposibilidad de construir consenso sociales que apoyen su modelo de país los convierte en una fuerza política peligrosa para la democracia. El descontento y la protesta social están creciendo, y es indudable que el conflicto escalara en la medida de la profundidad del ajuste. ¿Cómo manejara el conflicto en la calle? ¿Con Violencia y represión?
Sin dudas, que el apego por las formas democráticas y republicana no son su fuerte, por el contrario hasta el momento han avasallado a la justicia, colonizando el sistema con jueces amigos funcionales a sus políticas represivas, criminalizando la protesta social y política.
Treinta presos políticos en su haber, siendo el caso emblemático Milagro Sala, o la criminalización de la protesta mapuche, con dos asesinatos por parte de las fuerzas de seguridad, son ejemplo de persecución de la oposición real o potencial. Muestran en estos casos el miedo de clase que esta derecha tiene por la organización y movilización popular.
Su Discurso se endurece día a día; lejos quedaron los mensajes que anunciaban un futuro idílico de unidad para todos los argentinos. Al no tener relato, muestran su verdadero rostro, el de la derecha prepotente y excluyente. Así Vidal, sin “coaching”, se muestra tal cual es, le niega el derecho a la universidad a los pobres o cierra hospitales en los centros urbanos del gran Buenos Aires; Macri, mientras regala millonarios negocios a sus amigos, le niega a los trabajadores la posibilidad de usar gas o electricidad, Patricia Bulrich equipa a las fuerza de seguridad con tecnología de punta para reprimir la protesta social, mientras asesina a activistas mapuches desarmados.
El gobierno acordó con el FMI para salvar la coyuntura jaqueada por las corridas cambiarias producidas por sus propios amigos y socios, como el JP Morgan o el Deutsche Bank. Ahora necesitan, ante el desastre causado por las políticas erráticas del Banco Central que financiaron la fuga de capitales, garantizar a los que todavía están dentro del sistema (sobre todo los fondos buitres) una salida rentable. Los fondos que aporta el FMI solo servirán para financiar esta salida y la fuga de divisas. En el camino quedaran los encajes de los bancos, que servirán también para garantizar la salida de las Lebac, pero que nos dejara al borde de una corrida bancaria.
El gobierno festeja en su falta de buenas noticias la declaración de “país emergente”, como si eso trajera las esperadas inversiones externas y lo único que garantizan es aumentar el saqueo de nuestra riqueza. En todo este plan macabro solo les falta apropiarse de los bonos y acciones del Fondo de sustentabilidad del Anses. Van por él, rápido, antes que todo se les derrumbe.
Y decimos plan macabro porque cuesta pensar que todo este desquicio económico y financiero sea solo una mala praxis, torpeza o ignorancia; más bien parece ser un plan metódico de apropiación de la riqueza de los argentinos por parte de la banca concentrada y las corporaciones, y su posterior fuga hacia paraísos fiscales o casas centrales, dejando un país arrasado, con una economía concentrada en sus manos y endeudado por varias generaciones. La deuda funciona así, como limitante de cualquier intento de llevar adelante políticas o un programa distinto al modelo imperante.
El próximo gobierno deberá y tiene la obligación de llevar a todos estos funcionarios ante la Justicia. Ante una justicia que investigue en forma independiente tanto ante el poder político, pero sobre todo frente a las corporaciones, beneficiarios eternos de la corrupción institucionalizada.
Final anunciado
El gobierno macrista ha perdido la iniciativa, deambula sin rumbo, aplicando con entusiasmo un programa de ajuste, empobrecimiento de la población, mientras ellos y sus amigos generan negocios millonarios a costa del resto.
Seguramente la inviabilidad del proyecto generará cada vez más irritabilidad y mal humor social. Este ajuste violento solo promoverá resistencia y violencia social.
Decíamos en artículos anteriores que el tiempo de Macri ya fue, corre por ahora con tiempo de descuento.
La derecha neoliberal es un tren que corre a toda velocidad, inexorablemente, hacia un paredón. Cuando eso ocurra dejara una vez más tierra arrasada, un pueblo empobrecido y endeudado por décadas.
Los sectores populares deben una vez más hacerse cargo de la crisis, primero para frenar esta política de saqueo y luego prepararse para gobernar y sortear la crisis.
Para ello hay que recuperar la política como arma de lucha, las respuestas serán políticas. Hay que organizar la protesta, poner política y conducir el conflicto social.
Lo que viene no es bueno, el daño será grande, pero hay que organizarse y empezar a pensar el día después. ¿Cómo seguimos? ¿Cómo reconstruimos el país? Y sobre todos como cambiamos la matriz productiva de Argentina, que rompa el circulo vicioso de gobiernos populares versus gobiernos de derecha. El objetivo central debe ser romper la estructura legal, cultural y económica que da sustento al modelo neoliberal basado en agro exportación, commodities y servicios bancarios y financieros, implantado durante la dictadura militar y consolidado en los 90.
La historia continúa, no es lineal ni esta predeterminada, la construyen los hombres día a día, ladrillo a ladrillo. Hay que prepararse para ser protagonistas de esta etapa o resignarnos a ser meros espectadores de la decadencia argentina.