¿Cambiar el nombre al aeropuerto o de cómo se cambia (otra vez) de color político?

Reflexiones y respuestas a un artículo de Pacho O'Donnell publicado en el diario Perfil.

“El aeródromo de Ezeiza, que de hoy en adelante se llamará “Ministro Pistarini”, llevará ese nombre, no por decisión del gobierno, lo que representaría un acto administrativo más, sino por decisión de los propios trabajadores que lo han construido; decisión popular que en nuestros tiempos, en esta nueva Argentina, tiene más valor que si el propio gobierno pleno así lo hubiera dispuesto.”

Juan Perón. 12 de marzo de 1949

 

El domingo 18 de febrero nos sorprendió una nota en el diario Perfil titulada: “Es hora de cambiar el nombre del aeropuerto de Ezeiza”, firmada por Pacho O’Donnell. Recordando rápidamente que el nombre del aeropuerto de la zona sur del Gran Buenos Aires lleva el nombre de su mentor (ya en 1935 había presentado el proyecto), el Ministro de Obras Públicas de la revolución del 43 y del primer gobierno de Perón: Juan Pistarini. La lectura de la misma nos dispara algunas reflexiones al respecto en relación al ministro y la actualidad política.

 

En la nota, el autor sostiene la necesidad de cambiar el nombre del aeropuerto por tratarse de un personaje secundario. La idea, también cuenta, vino a partir de que un amigo le contó que un extranjero le había preguntado quién era el que le daba nombre al aeropuerto a lo cual no supo qué responder. Aquí la primera reflexión: pensamos en cierta manía presente mayormente en los sectores medios de observar “¿cómo nos ven en el extranjero?” y a partir de ahí establecer o modificar rasgos de nuestra realidad. Nosotros pensamos aquí que el establecimiento de nuestras políticas debe responder a un criterio propio, a nuestra propia mirada y no la del extranjero. Esta cuestión se relaciona con lo que Jauretche denominaba como la “autodenigración de lo nacional”, esa mirada peyorativa de lo propio. Perón, por el contrario, manifestó que “el Aeródromo Ministro Pistarini” es una gran obra que enorgullecerá a las generaciones de argentinos que nos sigan y es una hermosa obra digna de orgullo de un pueblo laborioso y grande, no sólo por su propia e intrínseca grandeza, sino que lo es más aún porque en ella se ha unido la grandeza material y la grandeza social, para que miles de niños argentinos puedan disfrutar de sus magníficos bosques y piletas”.

 

En la cuestión del nombre se hace presente la denominada por Ricardo Rojas a principios de siglo XX como pedagogía de las estatuas, una forma de enseñanza-aprendizaje que se destaca a partir de los nombres de las calles, monumentos, edificios, plazas, etc. Esta pedagogía de las estatuas responde mayormente, como no podía ser de otro modo en un país semi-colonial, a la colonización pedagógica. El caso de algunos nombres no sigue esta lógica, claro, hay una lucha por el sentido, como el que hacemos referencia en esta nota.

 

La nota avanza en el planteo de las “sospechas de corrupción”, luego de derrocado el peronismo por un golpe de estado sangriento, del ministro de Obras Públicas. En este punto comienza a ingresar a la actualidad política, sutilmente (a conciencia o no) se establece la relación peronismo-obras públicas-corrupción, tanto en el siglo XX como en el XXI. Recordemos la enorme violencia con que la oligarquía persigue al peronismo, antes del golpe del 55 con la colocación de bombas en diferentes lugares de la ciudad, el asesinato a sangre fría de policías, el tremendo bombardeo sobre la Plaza de Mayo, etcétera, y luego del golpe con los fusilamientos, la persecución, la tortura, el encarcelamiento masivo, la proscripción, el decreto 4161 y demás. Recordemos también que gran cantidad de miembros del gobierno peronista son llevados tras las rejas acusados de los más variados actos, cargos que incluso caen sobre la figura de Juan Perón, quien los llamo y acusó en sus libros escritos en el exilio como “Los Vendepatria” quienes usan “la fuerza (que) es el Derecho de las bestias”. En palabras de Perón en el primero de los textos, de 1957: “durante estos dos años de vergüenza nacional pasaron por las cárceles argentinas más de un medio millón de personas, muchas de las cuales llevan en la actualidad más de dos años de encierro sin que medie causa ni proceso”. Pistarini se cuenta entre esos presos luego del golpe de estado. Detenido, fallece el 29 de mayo de 1956.

 

Ante la pregunta que se hace O’Donnell acerca de la necesidad del cambio de nombre y su respuesta afirmativa, el caso nos hace recordar al 55 que, mediante el decreto 194/1955, en su intención (que será fallida) de eliminar el peronismo de la “faz de la tierra”, le cambió el nombre por el de Aeropuerto de Ezeiza.

 

Algunos datos de Pistarini, en relación a esta intención del autor que pasó por variadas ideologías políticas, “casualmente” ligadas al oficialismo de turno. Juan Pistarini nació en La Pampa el 21 de diciembre de 1882. Egresado del Colegio Militar de la Nación en 1903 como Subteniente de Infantería, y más tarde (1909) graduado como ingeniero militar. Vale destacar que los ingenieros militares van a ser fundamentales en el proceso de industrialización de nuestro país, Pistarini tiene un rol destacado en el mismo, como los emblemáticos Enrique Mosconi y Manuel Savio entre tantos. En 1946, año en que se retira de la fuerza, logra el máximo grado: el de General del Ejército. En la década del 30, conocida desde el bautismo de Torres como infame, construye desde el cargo de Director de Ingenieros el Ministerio de Guerra, el Hospital Militar y el barrio de suboficiales en Campo de Mayo (armónicos chalets con huerta y jardín), entre otras obras de importancia. También se desempeña como profesor en instituciones militares.

 

Unos meses más tarde de la Revolución de junio del 43, en diciembre, es nombrado al frente del Ministerio de Obras Públicas, cargo que sostiene con el advenimiento del peronismo al poder.

 

Anahí Ballent, en una obra sobre la personajes fundamentales del gobierno peronista (que nos sirve de guía aquí), pero generalmente “olvidados”, considera certeramente que en las obras de Pistarini “se conjugaba la “vida social” y la “vida económica” de la nación: justicia social “equilibrada”, modernidad técnica e independencia económica en clave anti-monopólica y anti-imperialista”. Así, en la gestión a cargo del Ministerio articula la obra pública con la justicia social. Esto es un cambio de paradigma fundamental en la gestión de la obra pública. Se construyen lugares de recreación, turismo, parques, viviendas (incluso crea la Dirección de Vivienda), escuelas, colonias de vacaciones (crea una Secretaría para las colonias), etc.

 

El Ministerio de Obras Públicas hace más rápidas las gestiones de las obras, y las enmarca en un proyecto nacional. En palabras de Pistarini en el Boletín que edita el ministerio: “para que un país subsista con honra y dignidad, es necesario vivir con un sentimiento heroico de la vida. No solamente nacen héroes en las batallas o en los desastres (…) El Ministerio de Obras Públicas es el terreno de las cosas materiales, el mejor instrumento para que la Revolución cumpla sus fines y realice una obra que, a la par de llevar las necesidades presentes, se proyecto en el tiempo y ayude a perfeccionar el destino de grandeza”.

 

El Ministerio se constituye en uno de los mayores empleadores del país (con unos 80 mil trabajadores), lo que hace que las políticas implementadas en el mismo sirvan como “presión” y “referencia” en otras áreas. Así el ministerio aumenta el salario mínimo, incorpora en forma permanente a trabajadores contratados o que trabajan por jornada, obliga la agremiación a la mutual, mejora las condiciones de vivienda, crea el salario familiar para el personal obrero de la administración civil, becas para los empleados del Ministerio, crea una dirección de Asistencia Social, etc.

 

Entre sus obras más destacadas, se encuentra la de ser el constructor de la flota fluvial del Estado para avanzar en la independencia económica, según él mismo, su obra de mayor importancia.

 

Vale recordar también que el 1º de marzo de 1948 se hace un acto popular en la Plaza de Mayo por la nacionalización de los ferrocarriles. Perón se encontraba internado por una operación de apéndice, y le confía, en un acto de tamaña importancia, la palabra a Pistarini en una plaza colmada de pueblo. En esa ocasión del anuncio de la “compra de soberanía”, devela la “política invisible” británica que había denunciado Raúl Scalabrini Ortíz, cuando sostiene: “nadie podrá simular una amistad que quiera llevarse el fruto de nuestro trabajo. Tampoco creo en un designio histórico que nos condene a la mansedumbre, la sumisión o al coloniaje político, económico”.

 

Cabe destacar, como se menciona en la nota, que se lo ha acusado de tener simpatías por la Alemania nazi, como a tantos otros en nuestro país (cierto en algunos casos y en otros no –con el peronismo particularmente ha sido un “caballito” de batalla de la historiografía liberal, llegando a difundir teorías de lo más disparatadas y/o tergiversadas-), al menos hasta 1945. Vale recordar, para contextualizar mejor, que enfrente estaba quien dominaba a la Argentina desde hacía más de cien años y ocupaba una parte de nuestro territorio desde 1833, Inglaterra, y también que en nuestras Fuerzas Armadas fue muy destacada la posición neutral, tan distante de un bando como del otro. No obstante, Anahí Ballent afirma que “se sostenía dentro del gobierno por su solvencia técnica independiente de ideologías”.

 

Volviendo a la nota, entre las proposiciones posibles que piensa O’Donnell hay una intención de querer mostrar cierta “inocencia” en la colocación de los nombres. Así piensa en Hernández, Borges o Piazzolla, poniendo en la “misma bolsa” a personajes enfrentados políticamente (algo similar cuando descarta en la nota los nombres de Perón, Yrigoyen, Roca y Sarmiento), o un personaje ligado a la música, acto semejante a los discursos oficiales de hoy en día, o bien al cambio de los personajes históricos de los billetes por “simpáticos animalitos”. No hay “grieta”, no hay conflicto, no hay historia. Esos nombres sí son dejados como proposición para los “nuevos aeropuertos” de las empresas de “bajo costo”, haciendo un guiño a la política oficial en torno al apoyo del “desembarco” de dichas líneas. Incluso el Presidente vergonzosa y abiertamente festeja públicamente la inauguración de esas empresas que compiten con nuestra aerolínea de bandera.

 

Finalmente propone el nombre de San Martín, y allí también hay cierto vaciamiento pues nombra su patriotismo, del cual no dudamos, pero ese patriotismo en realidad se vinculaba a la Patria Grande, no a la chica, cosa que no se nombra, pues dicha política se lleva a los golpes con la política del gobierno actual, de espaldas a Latinoamérica y sumiso ante Inglaterra, los Estados Unidos, y otros países europeos. También lo destaca como “un estoico acerado que sufrió la envidia de sus contemporáneos”, nos aventuramos a preguntarnos: ¿se refiere al invento mitrista del enfrentamiento con Simón Bolívar, o al real con personajes como Rivadavia? Hacia el final propone que nos debiéramos parecer a San Martín, aunque en la nota haga recordar más a un Alberto Teisaire luego del 55 que al Libertador o a Pistarini.

 

El caso del aeropuerto es emblemático del accionar del Ministerio a cargo de Pistarini, para lo cual se muda con su familia a la zona de la obra. El aeropuerto en el momento de su construcción es considerado el más grande del mundo. La obra se construye en un territorio expropiado de gran extensión. Esta obra no es solamente la edificación del aeropuerto sino que implica autopistas, viviendas, lugares para el ocio y el esparcimiento, la forestación de zona, etc.

 

El nombre del aeropuerto, ponemos de relevancia, es del momento de su inauguración en 1949, es decir, el mismo tiene el aval del Presidente Juan Perón, lo que queda demostrado en los discursos del acto en el que se lo coloca el 12 de marzo de 1949, y también en el que inaugura el aeropuerto el 30 de abril del mismo año. Perón menciona allí que son los trabajadores los que quisieron nombrar el aeropuerto así. A ellos y a Perón evidentemente no les parecía un personaje secundario. Perón no era ajeno al nombre puesto a la “nueva obra”. Con respecto a los nombres, el Ministro hacía poner en los barrios obreros o en los barcos construidos los nombres de trabajadores destacados a partir de una suerte de elección entre los compañeros, quizás a varios de los que escriben en Perfil también le parezcan secundarios esos nombres, pero para nosotros los trabajadores son los que construyen día a día la Patria, así que bien vale el homenaje a los hombres de la “columna vertebral”. En el caso de la Flora Fluvial también se hacen exposiciones y decora con trabajos artísticos de los trabajadores. Pistarini asevera que “el monumental aeropuerto que el pueblo ya admira con cariño por que lo sabe suyo, las hermosas colonias que atraen todos los veranos a millares y millares de niños, los magníficos balnearios de aguas saladas y los grandes bosques en formación con más de tres millones de árboles, están granjeando a Ezeiza de una notable y creciente popularidad y revelan el acierto del Gobierno al dotar al pueblo de un espléndido lugar de esparcimiento, amplio y sano a las puertas de la Capital”.

 

Para finalizar entonces, recordando que la propuesta del nombre es de los trabajadores, y avalada por Perón, nosotros creemos más en la palabra de éstos que en las proposiciones del médico psicoanalista. Pensamos, a diferencia de la nota del diario de Jorge Fontevecchia, que a las ideas de los trabajadores hay que respetarlas (como a los personajes que cumplieron con la Patria y con su accionar la engrandecieron). A los trabajadores, como afirmó el líder de Camioneros el 21 de febrero en el multitudinario acto en la 9 de Julio, “no tienen que tenerles miedo, ¡tienen que tenerles respeto!”. Así, dejamos para la reflexión las palabras de Perón al dejar establecido el nombre de “Ministro Juan Pistarini” para el aeropuerto de Ezeiza: “las grandes obras se construyen sobre la felicidad de los hombres y no sobre la desgracia y la miseria de los obreros. Por eso, compañeros, felicito a su excelencia al señor ministro de Obras Públicas, por su capacidad realizadora, por su competencia técnica, por su energía en la realización y, por sobre todas las cosas, lo felicito porque veo la cara alegre y conforme de sus obreros que lo han ayudado en esta gran empresa”.

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