“En el peronismo hay una sola cosa peor que la traición: el llano.”
Juan Carlos “Chueco” Mazzón
Pocas cuestiones generan tanto consenso entre la dirigencia kirchnerista como la certeza de que la retirada política del gobierno que encabezó Cristina Fernández fue desafortunada, por no decir calamitosa. Dos aclaraciones urgentes: no lo fue para la figura de la ex presidenta, que dejó el mando con una Plaza de Mayo que explotaba de seguidores –hecho inédito en la historia local–, y tampoco lo fue para el país en términos socio-económicos, tanto que Cambiemos sigue lejos de los indicadores que supo mostrar el Frente para la Victoria. La calamidad estuvo en la desmovilización de la fuerza propia que, inmediatamente después de diciembre de 2015, empezó a perder el tono y a desgranarse en grupos, grupúsculos, pymes parlamentarias y emprendimientos de posicionamiento electoral, con abundante fuego amigo, inmolaciones frente a las cámaras y pases de factura. Alcanza con compartir mesa con un par de ex funcionarios de la gestión anterior para comprender la masividad de este parecer. La debilidad, claro, fue aprovechada por el nuevo oficialismo, que trabajó sobre los eslabones que se mostraban más permeables, ya sea por la inconsistencia de su carácter, la acumulación de despechos o la supremacía de la realpolitik. Doce años de ejercicio del Poder Ejecutivo quedaron resumidos a un puñado de nombres, los “leales”, rodeando a una Cristina ubicada en un solitario lugar central. Fuera de ese anillo, muchos de los que estuvieron siempre para la foto, sonrientes y aplaudiendo, comenzaron a tomar distancia del pasado inmediato. Suele ocurrir con cada cambio de gestión, pero en esta oportunidad sorprendió la velocidad y la contundencia. Terminada la era del kirchnerismo, para algunos de sus ex integrantes sólo quedaban dos cosas por hacer: autocrítica y arrepentimiento, atributos muy valorados en la actualidad.
En este clima de época, un caso llamativo es el del senador Juan Manuel Abal Medina, funcionario destacado en la historia del FPV. Su actitud post 2015 desorientó tanto a sus antiguos compañeros, que hoy le dedican mayor inquina que a otros que tomaron caminos de reconversión aún más crudos. Es decir, un Abal Medina se lleva más puteadas que un Miguel Ángel Pichetto o un Lino Barañao, quienes también acumulan esos calificativos con los que en el peronismo se crucifica al propio, vuelto rival. Son palabras tan lapidarias como poco útiles para el análisis. Por otra parte, si no traicionar fuera un requisito, la política quedaría desierta o poblada por amigos de barrio. Más fructífero es pensar en Abal Medina como expresión de un espacio político librado a los elementos, sin eje aglutinador ni horizonte de expectativas. Si, como decía José Ortega y Gasset, se trata del “hombre y su circunstancia”, Abal Medina puede ser entendido como alguien que se abrazó de lleno a su circunstancia.
Avales
El 22 de noviembre, el presidente Mauricio Macri decretó la designación de Abal Medina como miembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), un destino apropiado a su perfil académico. El nombramiento es por cuatro años y se hará efectivo a partir del 10 de diciembre, día posterior al término de su mandato en la cámara alta, donde representa al Movimiento Evita, espacio al que se sumó en agosto de 2016 tras la ruptura con el kirchnerismo. El pedido por Abal Medina le había llegado a Macri el 31 de octubre, por intermedio del presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, quien transmitía y respaldaba la propuesta hecha por Pichetto en su carácter de jefe del Bloque Justicialista–FPV. El puesto en la CONEAU es uno de los pocos y muy codiciados destinos que Pichetto, gracias a sus acuerdos de cogobierno parlamentario con Pinedo, puede impulsar para aquellos que, de lo contrario, volverían al llano.
Abal Medina había intentado renovar como segundo candidato a diputado nacional por Cumplir, pero los liderados por Florencio Randazzo apenas superaron el 5 %. Caer en el llano no sólo significaría salir de la estructura del Estado, sino también quedar en una intemperie política y judicial, en momentos en que esa posición de desamparo supone un alto riesgo para todos aquellos que tuvieron roles destacados en la gestión anterior.
“Si no traicionar fuera un requisito, la política quedaría desierta o poblada por amigos de barrio. Más fructífero es pensar en Abal Medina como expresión de un espacio político librado a los elementos, sin eje aglutinador ni horizonte de expectativas”
Cuando el Boletín Oficial dio cuenta de su desembarco en la CONEAU, al senador le llovieron las críticas que ubicaban su nuevo conchabo en la lógica de una cadena de favores. Desde las redes sociales, ensayó una moderada defensa formal: respondió que, por ley, ese lugar le corresponde a la bancada mayoritaria de la oposición. “Lamento que algunos sigan con las chicanas y difamaciones”, escribió.
Semanas antes de que se concretara este salvoconducto, el 8 de noviembre, en el Evita y el FPV ya habían quedado sorprendidos por una maniobra digna de mesa de truco en la Comisión Bicameral de Defensoría del Pueblo, donde Abal Medina tiene el rango de vicepresidente primero. El puesto de ombudsman está vacante desde 2009 y Remo Carlotto, diputado del Evita, estaba entre la veintena de los que aspiraban a ocuparlo. De hecho, acompañado por Abal Medina, mantuvo una reunión con el jefe de bloque para manifestarle su decisión. Sin embargo, llegado el día de los votos, el senador no acompañó la terna que incluía al candidato de su espacio. La macrista Marta Varela, titular de la bicameral, había intentado imponer al trío oficial –Humberto Roggero, Jorge Sarghini y Alejandro Amor–, fruto de un acuerdo con el PJ, pero como el FPV se quejó por no haber participado del entendimiento, se pasó a un cuarto intermedio y de allí surgió otra propuesta, con Carlotto, la senadora Liliana Negre de Alonso y María José Lubertino (ex INADI). Antes de votar, Abal Medina se acercó a Carlotto –único de los aspirantes presente– y le dijo que, en lugar de acompañar su terna, prefería asentar su disidencia en el dictamen de mayoría. Finalmente, la propuesta oficial se impuso con 7 votos –ahora tiene que pasar por las dos cámaras–, incluido el del senador del Evita. Carlotto tardó unos minutos en digerir lo que había ocurrido y todavía le dura la bronca.
Nuevas relaciones
El 25 de octubre, 72 horas después de que “el mensaje de las urnas” echara por tierra la apuesta de Abal Medina, el senador participó de una cena en la Fundación de Estudios Políticos, Económicos y Sociales para la Nueva Argentina (Fepesna), con el fin de analizar el escenario post electoral. La figura principal de la velada fue el gurú macrista Jaime Duran Barba. También estuvo presente Julio Blanck, el editorialista del Grupo Clarín que graficó lo hecho por el multimedios durante el gobierno anterior como “periodismo de guerra”. Cuando se difundieron imágenes del encuentro, en el Movimiento Evita bajaron la línea de contener el malestar. El único que rompió la veda fue Joaquín Noya, concejal de Vicente López. “Me explicás qué carajo hace uno ‘nuestro’ yendo a aplaudir a Durán Barba al lado de Pinedo”, tuiteó Noya.
Una de las fotos de aquel ágape muestra a Abal Medina con los labios apretados, mirando sorprendido a la cámara, el único que lo hace de toda la mesa identificada con el N° 1 y regada de pocillos de café y medialunas. Entre otros, lo acompañaban Pichetto y Pinedo, ambos miembros del consejo asesor de Fepesna, ONG de raigambre peronista, que tiene como uno de sus invitados frecuentes al juez federal Claudio Bonadio, destacada espada judicial en las causas contra ex funcionarios kirchneristas.
“Un Abal Medina se lleva más puteadas que un Miguel Ángel Pichetto o un Lino Barañao, quienes también acumulan esos calificativos con los que en el peronismo se crucifica al propio vuelto rival”
Uno de los colegas de Bonadio en Comodoro Py, Daniel Rafecas, es quien lleva el expediente por el cual el fiscal Gerardo Pollicita pidió llamar a declaración indagatoria a Abal Medina, en una nueva investigación por el manejo de fondos en el Fútbol para Todos (FPT). Hasta ese momento, en la causa madre, a cargo de María Romilda Servini de Cubría, el ex jefe de Gabinete había obtenido la falta de mérito, lo que lo quitó del listado de otros que habían pasado por el mismo cargo y fueron procesados por desvío de dinero. Esta excepción, conocida en marzo pasado, desató la ira de Aníbal Fernández –uno de los procesados, junto a Jorge Capitanich–, que acusó a Abal Medina de “traidor al movimiento nacional y popular”. Fernández ligó la situación de su antiguo compañero a que “está votando todo lo que manda el Gobierno en el Senado y todo lo que le mandan a decir, lo dice”. La relación estaba rota por dentro y ese día se cristalizó. “El sobreseimiento del senador Abal Medina, como ex jefe de Gabinete que realizó los mismos actos y firmó los mismos papeles que Jorge Capitanich y Aníbal Fernández. Curioso ¿No?”, escribió Cristina en Twitter.
Otros tiempos
“Me parece muy injusto”, se quejó Abal Medina en agosto pasado, consultado sobre quienes lo llamaban “traidor”. Tras la derrota de 2015, había sido una de las primeras voces del FPV en marcar sus diferencias con la conducción. “A partir del 2011 no supimos interpretar esa mayoría y nos cerramos mucho en nosotros mismos. Algunos hoy siguen planteando acusar de traidores a cada uno que opina un poquito distinto”, sostuvo. Además, metió el dedo en dos de las llagas más visitadas por los detractores del kirchnerismo: “Tendríamos que haber trabajado mejor con el INDEC, un indicador es útil cuando es creíble”, señaló, y lamentó no haber modificado la escala del impuesto a las ganancias.
Cuando optó por seguir al Evita en la ruptura del bloque del FPV y, luego, sumarse a la aventura electoral de Randazzo, Abal Medina se volvió un crítico frecuente de su antigua jefa: “Sumaría más apareciendo desde un lugar más moderado, y no como fiscal del propio espacio, acusando a quién es bueno y quién es malo”. Más cerca de las PASO, le atribuyó “claras intenciones de polarizar” y dijo que “confunde una elección ejecutiva con una legislativa”.
“Doce años de ejercicio del Poder Ejecutivo quedaron resumidos a un puñado de nombres, los “leales”, rodeando a una Cristina ubicada en un solitario lugar central. Fuera de ese anillo, muchos de los que estuvieron siempre para la foto, sonrientes y aplaudiendo, comenzaron a tomar distancia del pasado inmediato”
En paralelo, desde su banca, el senador fue parte del esquema forjado entre Pinedo y Pichetto. Votó la mayoría de las leyes vitales para el oficialismo, con excepción de la que habilitó el pago a los fondos buitres, algo que siempre se encarga de remarcar. Acompañó la designación de los nuevos jueces de la Corte Suprema –de lo que se arrepintió tras el fallo del 2×1–, el blanqueo de capitales y, como presidente de la comisión encargada de su tratamiento, el Presupuesto 2017, si bien tuvo una postura crítica ante el ajuste que implicaba.
Doctor en Ciencias Políticas, docente y con una prestigiosa trayectoria en el mundo académico, Abal Medina dio sus primeros pasos en la arena política en el Frepaso, bajo el ala de Carlos “Chacho” Alvarez. Por eso, a pesar de la prosapia peronista de su apellido, su identidad política era más frepasista que pejotista. Fue funcionario en el gobierno de la Ciudad con Aníbal Ibarra y pasó por la Alianza como director ejecutivo académico del Instituto Nacional de la Administración Pública. Al FPV llegó en 2005, apadrinado por Alberto Fernández, a quien trascendió tras la ruptura con Néstor Kirchner. Si Alberto se volvió crítico, Abal Medina se hizo kirchnerista como el que más. Fue jefe de Gabinete, secretario de Comunicación Pública, de Gestión Pública y de Gabinete, entre otros cargos. También fue embajador en Aladi y el Mercosur.
En diciembre de 2010, al asumir como ministro coordinador de Cristina, juró “por Néstor”, de quien fue jefe de Gabinete de asesores en la Unasur cuando el santacruceño era secretario general del organismo. “Que Dios, la Patria y él te lo demanden”, le respondió Cristina. Eran otros tiempos, cuando en el FPV nadie pensaba en la retirada del poder ni se hablaba tanto de traidores.