Julio Burdman es doctor en Ciencia Política, docente, investigador, director de la consultora Observatorio Electoral y uno de los analistas políticos más agudos de la actualidad. Apenas finalizadas las PASO, y aún con la tensión de un escrutinio provisorio incierto y discutido, Burdman sentó las primeras bases del debate postelectoral con un texto que abriría una larga serie de reflexiones en torno a la consolidación de Cambiemos, los desafíos del peronismo de cara a octubre (y más allá también) y la forma en que el mapa político argentino continuaba la mutación iniciada a fines de 2015. A un mes de esas primarias y a horas del inicio oficial de la campaña para las generales de octubre, Burdman habla con Zoom sobre la conversión de Cambiemos en un partido político y el presente de un peronismo agitado por la cuestión del liderazgo. Señala como un error que Unidad Ciudadana haya centrado el primer tramos de su campaña en la economía y pone la lupa en el votante «aspiracional» –“No todos los que hoy están peor están convencidos de que con Cristina van a estar mejor”, asegura–, a quien Burdman destaca como un actor de peso en favor de Cambiemos aunque se pregunta «hasta cuándo» puede durar ese acompañamiento. Discute también la tesis de Rodrigo Zarazaga de una «grieta» al interior del peronismo, cree que ese espacio no está muerto «porque ahora Cambiemos se fortalece», se interroga sobre el rol de los intendentes bonaerenses en el futuro liderazgo peronista y explica por qué los análisis, tanto políticos como económicos, deben empezar a matizarse, “Si insistís con la idea de que Argentina va hacia el abismo, te podés encontrar con sorpresas como el 13 de agosto”.
Tras las PASO escribió en Anfibia que el resultado muestra que Cambiemos, menos que una coalición, hoy se muestra consolidado como un partido. ¿Qué pasó entre 2015 y 2017 para que se dé esto?
Para mí es una hipótesis, algo que se puede dar o no, pero creo que si Cambiemos es exitoso se puede dar. Me baso un poco en la historia del PRO. Tanto Mauricio Macri como Marcos Peña tienen muy claro, más que el promedio de la política argentina, el valor de las marcas. De hecho, el elemento central para determinar quién ganó las elecciones o no se ve en el plano de las marcas políticas, porque una pregunta que podemos plantearnos, dada la centralidad que tienen las elecciones intermedias en el clima político, es quién ganó realmente a nivel nacional. Y la razón por la que Cambiemos hoy deja esa impresión de victoria es por una buena administración de la marca política, porque se llaman Cambiemos en 23 de las 24 provincias. Buena parte de la estrategia política de poner a un candidato relativamente desconocido como Esteban Bullrich se basaba en que no les parecía tan importante la personalización de la política porque la marca era sumamente poderosa. Y eso no es un trabajo superfluo, no es que mañana ponemos otro nombre y listo. El nombre casi vale más que la estructura política que hay atrás. El PRO era una coalición que pegó muy bien la marca y de repente se convirtió en algo más poderoso que los candidatos, y así nació un partido. Hoy pasa algo muy parecido, hay una construcción de marca y una centralización muy fuerte en la Casa Rosada acerca de quién es y quién no es Cambiemos. Es lo que vimos en la Ciudad de Buenos Aires, no le iban a dejar alegremente a los radicales utilizar la marca Cambiemos.
Y ese partido, al consolidarse, comienza a funcionar centralizadamente.
Lo vimos en el armado de las listas, que lo manejó todo la Casa Rosada, más allá de que haya habido un espacio para los radicales o para Lilita. Funcionó como un partido. Y habiendo estas fuerzas en marcha, si a este experimento de Mauricio Macri presidente le va bien y son ocho años por delante, me cuesta creer que no va a tener una consolidación cada vez mayor en tanto partido. No estoy diciendo que ya haya sucedido, sino que está en marcha un proceso.
Con respecto a esa centralización en Casa Rosada, está el caso de Córdoba, donde el resultado no solo mostró un triunfo de Cambiemos sobre el “cordobesismo” de De la Sota y Schiaretti, sino, dentro del propio Cambiemos, un triunfo del macrismo, con Baldassi a la cabeza, por sobre el radicalismo de Mestre. ¿Hay un crecimiento particular del macrismo al interior de esa marca política?
Córdoba es mi principal argumento porque hay dos lecturas de lo que pasó ahí. Muchos dicen que esto lo armaron los radicales y otros que lo armó la presidencia, o sea, Baldassi, Macri haciendo campaña allá, la Casa Rosada diciendo cómo es el orden de las listas. Ahí se ve el esfuerzo de la presidencia porque esto no sea un frente monopolizado por el radicalismo de Córdoba, que es potente. En varios lados vemos que el macrismo, como fuerza desde la presidencia, está armando una criatura nueva y está sentando los términos en los cuales esta criatura funciona.
Tras las PASO surgió un debate, donde hubo aportes de José Natanson y Pablo Semán, entre otros, acerca de si el macrismo emergió efectivamente como una hegemonía de nuevo tipo. ¿Qué lectura hace al respecto?
Yo creo que sí, que es algo nuevo. Que el macrismo tiene valores ideológicos programáticos que son bastante nítidos, mucho más que los de sus socios. Todas estas reformas que se intentan lanzar, la laboral, la previsional, la impositiva, la discusión de la coparticipación, no caben dudas de que son todas producto de la presidencia. En América del Sur hubo un giro hacia un modelo alternativo al que nos plantearon los partidos progresistas-populistas y ahí es donde empieza a jugar también la novedad de Cambiemos. El radicalismo y la Coalición Cívica representan la crítica institucional, metodológica a los gobiernos anteriores, pero no se ve muy claramente la crítica internacional y económica. Lilita Carrió es una figura muy potente pero programáticamente es bastante vacía. Ese es un aporte que sí creo que Cambiemos te lo impone claramente. Esto, por supuesto, va a depender del éxito que tenga, pero si se despliega se va a ver más claramente lo que representa en términos de partido político. Porque el partido político se distingue de la coalición en que es portador de una ideología, de un programa.
Volviendo al texto de Anfibia, ahí plantea que, en este proceso de partidización, la idea de una “grieta” es, en cierto punto, algo necesario o lógico. ¿Esa hegemonía y consolidación de Cambiemos no podría ser también un factor ordenador para la oposición?
Yo creo que sí. Una de las razones por las que el peronismo no está muerto es porque ahora Cambiemos se fortalece. Además de que uno puede verificar sin muchos problemas que los votos están, que están los partidos funcionando. No hay liderazgo, pero está todo. La consolidación de Cambiemos al peronismo, o como se llame en los próximos años lo que hoy conocemos como peronismo, le va a dar una oportunidad de relanzarse programáticamente. Si Cambiemos es la reforma laboral, el peronismo va a ser los derechos laborales, mucho más claramente de lo que lo venía siendo cuando era gobierno. Sobre el proceso de partidización, creo que la ciencia política de las últimas décadas venía en su mayoría utilizando definiciones muy mínimas de lo que es un partido. El partido, digamos, como la estructura jurídica que compite en elecciones y que representa la estrategia para maximizar votos y ganancias en la representación. Pero si estamos en una segunda etapa, si la primera década del siglo XXI te plantea una coyuntura crítica en la cual algunos términos de la política se rediscuten, entonces es bastante natural que haya divisiones en la sociedad porque los partidos se están desplegando. O sea, cuando hablamos de nuevos partidos tenemos que pensar en definiciones más clásicas de lo que es un partido, que es lo que nos enseñan en la facultad con los clivajes.
“Hoy el votante está evaluando la realidad de 2017, no va a hacer una comparación con el 2015”
No como la mera estructura jurídica que va a elecciones.
La definición de partido político de las décadas pasadas se basaba en viejos clivajes sobre los que se estaban construyendo nuevas estructuras. En América Latina hoy hay un clivaje no sé si nuevo, pero por lo menos que se está reconstruyendo al interior de muchos países. Por lo tanto, desde esa sociología política de largo plazo es natural que estemos en un proceso de repartidización. La pregunta también es, y esto es lo que hoy se debate, si el peronismo va a enfrentar a Cambiemos con su formato tradicional, o si va a triunfar esta línea que lanzó tímidamente Cristina de hacer del peronismo un partido nuevo como Unidad Ciudadana. Hoy en el comando de Cristina y en su propia cabeza están las dos ideas. Peronizamos o disolvemos el peronismo en función de una nueva construcción. Parte del temor que hay en el peronismo es que algunos dicen “pero nosotros ya teníamos algo que funcionaba bien, ¿vale la pena hacer un partido nuevo?” En el caso de Cambiemos vale la pena porque no había nada.
Pero ¿ese “algo” sigue funcionando bien? Post PASO surgieron también muchos debates en relación con el presente del peronismo, desde Juan Carlos Torre, reflexionando sobre si al peronismo le llegó «su 2001”, hasta Rodrigo Zarazaga hablando de una grieta interna. ¿Ese “algo” está o está en crisis?
Esta elección está demostrando que el peronismo se está uniendo cada vez más y no lo contrario. Tiene un problema de líderes, el kirchnerismo quedó en una situación intermedia en la cual no terminó de perder ni de ganar. Cristina Kirchner dice «yo no perdí las elecciones, de hecho ganamos las presidenciales, las legislativas, perdimos el balotaje». Y esa situación en la cual buena parte de los peronistas creen que no perdieron dificulta mucho la renovación y seguramente la va a postergar hasta el último momento de 2019. Creo que ahora sigue el debate sobre quién lidera el peronismo. Pero si vemos la estructura de los votos del 13 de agosto vamos a encontrar que los votos del peronismo todavía están y que en la mayoría de las provincias ese peronismo fue relativamente unido, que aprovechó las PASO para que haya competencia dentro de sus diferentes alas. Hay, obviamente, una gran diversidad, pero no hay separación estricta, salvo en algunas provincias. Podemos decir lo que pasó en Buenos Aires, pero salió 6 a 1 ese partido, y hay que ver cómo queda en octubre. En donde sí hubo una separación fue en Córdoba y en Tierra del Fuego, pero en la mayoría del país todo eso está unido. Lo que pasa es que no está claro quién va a ser el candidato de 2019 y hasta que no esté claro eso parece que está atomizado. Pero yo no veo esa división. Y respecto de ese artículo [de Rodrigo Zarazaga], si bien es cierto que hay subclases y hay trabajadores formalizados que ganan 35 lucas y otros que no tienen para comer y que todos son peronistas, el peronismo siempre tuvo esa doble apelación hacia los que están muy abajo y hacia los que están en la vía intermedia. Y nunca funcionó mal. No veo por qué la transformación de las bases sociales implica que no pueda haber una agencia, en términos de ciencias sociales, que pueda unificar esos islotes. No veo que ahí haya un problema político.
Cambiemos asumió en 2015 siendo un gobierno minoritario. ¿Cómo cree que va a ser el Congreso después de octubre? ¿Va a abandonar esa posición?
Va a seguir siendo minoritario aunque en el Congreso puede superar el problema de estar debajo del tercio, y en Diputados estar cerca del quórum, si es que hace alianzas con algunos gobernadores. La pregunta es si el triunfo en las legislativas que hoy respira Cambiemos no puede conspirar contra su capacidad negociadora. Porque si Mauricio Macri se envalentona demasiado y cree que los votos van en forma directa hacia las leyes, se puede crear un clima de mucha expectativa sobre lo que va a poder hacer el Ejecutivo en esta etapa en la que no va a superar su situación minoritaria. Igual yo creo que Mauricio Macri es un político muy inteligente y, una vez terminado octubre, me parece que va a empoderar a [Rogelio] Frigerio y a [Emilio] Monzó para que reconstruyan la coalición.
Regresar a la estrategia de 2016.
Tiendo a creer, porque contra alguno de mis colegas creo que Mauricio Macri es un político muy eficaz, que la etapa del envalentonamiento termina el 23 de octubre, que después viene una nueva etapa de negociación porque el margen es acotado. El peronismo va a empezar a discutir los liderazgos nuevamente a mediados de 2018 y eso implica que para todo este impulso reformista tenés 8 meses. Después no creo que puedas tener mucha cooperación de Urtubey ni de otros gobernadores. Tiene una oportunidad con algunos gobiernos provinciales que les fue muy mal en estas elecciones, que no tienen muchos legisladores, pero tienen algo. Uno de los déficits que tiene Mauricio Macri es que no tiene tanta capacidad de negociación como tuvo Néstor Kirchner en su etapa más efectiva. Ahí hay una incertidumbre. Pero va a ser necesario que reconstruyan el bloque funcional porque aquellos con los que lo habían conformado para esta primera etapa, Massa y Diego Bossio y algunos gobernadores, no van a estar disponibles de la misma forma en esta segunda etapa. O sea, va a haber una paradoja de más votos, más bancas, pero menos salidas de leyes.
Yendo hacia la provincia de Buenos Aires, Cambiemos mejoró un poco en la Tercera Sección pero creció, sobre todo, en la Primera. Si la Tercera es un bastión peronista, ¿podría pensarse a la Primera como un bastión cambiemita?
No. Para mí debería serlo, si quiere construir una hegemonía bonaerense necesita la Primera Sección, que es algo que también dije en Anfibia hace un tiempo, que la Primera tiene que ser para Vidal lo que fue la Tercera para Duhalde. El problema es que no tienen una buena estrategia para la Primera. Es cierto que tuvo algunos avances en esos distritos, que son justamente los más chicos. Hurlingham, Ituzaingó son los más chiquitos de la Primera. Ahora, Merlo, Moreno y José C. Paz… Si comparás la elección de Vidal del 39% con esta del 34% tuviste 5 puntos de pérdida. Donde sí hubo ganancias fue en San Miguel, donde ahí hubo pasaje de votos de Massa masivamente, valga la redundancia, en Hurlingham, donde ahí tienen un buen candidato local que es Lucas Delfino, e Ituzaingó, que fue medio sorprendente pero ahí el peronismo está con muchos problemas locales.
“Tenés un segmento que hoy está con Cambiemos y que antes no lo estaba. La pregunta es cuánto tiempo va a durar esto”
Casi da un batacazo en Tigre.
Tigre sí fue interesante. Pero sigue sin tener en los distritos principales de esa sección una estrategia muy clara. La Primera es mucho más diversa sociológicamente de lo que a veces la gente cree. Se imagina zona norte, pero tenés también José C. Paz con 80% de NBI. Cambiemos no tuvo una clara estrategia de acercamiento al votante de la Primera. Con el interior tuvo un gesto inmediato con las retenciones, que fue como un mimo hacia todo el Buenos Aires rural, y creo que conformó ahí una alianza que va a durar todo lo que dure Cambiemos.
Macri tiene su núcleo duro ahí y tuvo gestos. ¿En la Primera tiene núcleo duro pero no hace las cosas como para consolidarlo?
Tiene dos problemas. En primer lugar no tiene un armador referente. De hecho, tiene problemas de competencia de líderes. En Hurlingham, por ejemplo, tenían un candidato bueno, y Jorge Macri le armó una interna. Cambiemos no hizo interna casi en ningún lado y en donde menos debiera hacerlo la hizo. En la Tercera funcionó mucho mejor la figura del facilitador. Ahí lo tenías a [Néstor] Grindetti, que fue mucho más prolija su construcción electoral, tuvo influencia en las candidaturas en varios distritos. En la Primera estaba Jorge Macri, estaba el intendente de Morón, [Ramiro] Tagliaferro, [Diego] Valenzuela que es el mejor tipo que tienen en términos de desempeño en la opinión pública y sin embargo no fue el protagonista del armado, y estuvo también [Juan] Curutchet del Banco Provincia. Es decir, tenían varias personas, contradictorias entre sí, y no tenían tampoco una estrategia en términos de políticas, porque si bien es cierto que la obra pública que está lanzando el Ministerio del Interior va a tener en la Primera un cierto protagonismo, todavía no se vio muy claramente. No hubo una estrategia hacia la Primera como la que tuvo el duhaldismo con la Tercera, donde creó una estructura de contención y políticas sociales. El duhaldismo te armó un aparato en la Tercera y te partió la Primera. Parecía que Vidal iba a hacer lo mismo al revés, ¿no? Iba a partir La Matanza… Tal vez en algunos casos se da por sentado que ese votante de la Primera va a acompañar. De la misma forma que en la Ciudad de Buenos Aires ponen toda su energía en Parque Patricios y en el Sur y a la Recoleta la dejan ahí, diciendo “estos nos votan seguro”, me pregunto si algo de eso no pudo haber pasado. Pero no es tan fácil. Aparte el gran premio es cómo hacen para compensar los votos en Moreno y Merlo, donde ahí hubo una diferencia enorme.
¿Cómo analiza el factor económico en estas elecciones?
La estrategia de Unidad Ciudadana de basarse demasiado en los perdedores no da cuenta de que no todo el mundo se considera perdedor en esta etapa. O sea, es la mayoría la que dice “estoy peor que antes”, pero tenés una parte de la sociedad, poquito, que dice “estoy mejor”, y otra parte más sustanciosa que dice “estoy igual que antes”. Ahí tenés mucha correlación de votos con Cambiemos, no casualmente. En los perdedores hay mucha correlación con el peronismo y sobre todo con Unidad Ciudadana. Lo que desequilibra un poco es que también hay una partecita, pequeña, pero que ahora está jugando un rol importante, de tipos que dicen “estoy peor” pero igual votan a Cambiemos. Que son aquellos que hoy están con el voto expectativa. Y aparte de eso, parte de la debilidad del argumento de Unidad Ciudadana es creer que todos aquellos que están peor, están a su vez convencidos de que con Cristina van a estar mejor.
¿Que venían de un lugar mejor?
O que ella está en condiciones de volver a reproducir situaciones de mejora. Un mensaje de Cambiemos es: “nosotros no fuimos los responsables de que haya cosas que están peor”. Por lo tanto ahí tenés un segmento que hoy está con Cambiemos y que antes no lo estaba. La pregunta es cuánto tiempo va a durar esto. Uno de los problemas que tiene Mauricio Macri es que los pronósticos de crecimiento regional, de CEPAL y de algunos economistas que trabajan hasta el 2020, hablan de una etapa no muy interesante. De hecho Sebastián Piñera en Chile está preocupado de que le puede tocar un gobierno con tasa baja de crecimiento y que se le pudra como a [Michelle] Bachelet. Por lo tanto, esos sectores que no están bien pero confían en que Cambiemos les va a proveer una solución, que es lo que llamamos los aspiracionales, hay que ver si van a aguantar hasta el 2019, 2020.
“En varios lados vemos que el macrismo, como fuerza desde la presidencia, está armando una criatura nueva y está sentando los términos en los cuales esta criatura funciona”
En una entrevista que dio algunos meses atrás, habló de las dificultades del peronismo para comprender el macrismo. ¿Por qué cree que se da esa dificultad?
Es una entrevista que tiene ya algunos meses. Creo que en esta campaña la dificultad la fue superando un poco. De hecho el relanzamiento del kirchnerismo en ciudadanismo da un poco cuenta de eso. El problema del peronismo, creía yo hace unos meses, era que había mucha convicción en que la falta de impacto positivo de la economía iba a aglutinar un voto opositor. Había una creencia de que la única campaña para el peronismo era criticar la economía de Macri. Y ahí hubo una subestimación de la potencia del mensaje aspiracional que transmite Cambiemos. Se notaba mucho en dirigentes o referentes intelectuales del peronismo la convicción de que el discurso y el mensaje de Cambiemos era malo e ineficaz e iba producir un fracaso, cuando no es así. Hoy Cambiemos es el partido que mejor hace campaña en Argentina. Hubo un descubrimiento tardío de que no solamente había que criticar las políticas económicas y el giro que representa Cambiemos en Argentina, sino también ofrecer algo operativo al votante para que siga creyendo en el peronismo como alternativa.
¿Abandonar el determinismo y pasar a ofrecer expectativas?
Por un lado sí, ofrecer futuro. Y por el otro abandonar la idea de que el kirchnerismo no perdió las elecciones, que era parte del problema de Cristina. Ella decía, hagan la comparación, ¿con quién están mejor, conmigo o con Macri? Y no pasa por ahí la evaluación del votante hoy en día. Hoy el votante está evaluando la realidad de 2017, no va a hacer una comparación con el 2015. Alguno lo hará, pero estamos en un nuevo juego en el cual el peronismo tiene que volver a conquistar al electorado. Creo que en eso está, por lo menos algunos sectores del peronismo.
La otra cara de esa dificultad es la explicación del triunfo de Cambiemos sostenido en un azar de la historia o un engaño generalizado.
Si el peronismo perdía 70-30 en 2015, se jubilaba todo el kirchnerismo, se armaba un congreso partidario, y decían: «pensemos qué pasó y arrancamos de vuelta». Y estaban en marcha en 2016 con eso. Como no fue así y fue un resultado intermedio y hubo una lectura en buena parte de los búnkeres kirchneristas de que lo que pasó fue un accidente de balotaje, como dice Natanson, creo que no hubo ni tiempo ni reconceptualización como para producir algo nuevo. Recién están llegando tardíamente a reformular algunos mensajes.
Estas PASO también reprodujeron esa situación intermedia de 2015, una elección donde cualquiera puede ser ganador o perdedor.
Todas las variables de la economía y de la política argentina están en una situación intermedia. Estamos acostumbrados a un país en el cual tenemos o tasas chinas de crecimiento o crisis de la deuda, y el presidente gana por resultados mayoritarios. Estamos en una etapa en la cual los análisis tienen que ser mucho más matizados y sutiles.
¿También los análisis económicos?
Sí, porque la Argentina no tiene ningún riesgo de crisis de deuda. Es cierto que hubo un endeudamiento acelerado, en buena medida porque no tenés endeudamiento previo, por lo tanto es como un volver a empezar. Pero la deuda sobre el PBI sigue siendo baja, aun con todas las colocaciones de esta etapa. Por lo tanto es hora de actualizar conceptos. Si vas a seguir trabajando sobre la idea de que Argentina va hacia el abismo, te podés encontrar con sorpresas como el 13 de agosto.
¿Esa renovación no podría venir de los intendentes bonaerenses? ¿Tienen condiciones para que uno de ellos pueda emerger como conductor del peronismo bonaerense u ocasional gobernador?
Hay un desafío intermedio antes que el futuro gobernador y es en qué medida se va a poder reconstruir un peronismo bonaerense que lleva años sin liderazgo claro. La situación de no liderazgo quedó dormida por la gobernación de Scioli, que no fue líder del peronismo bonaerense, pero disimulaba la acefalía. En esta elección los aspirantes a liderarlo, que son Cristina y la experiencia trunca de Randazzo, no son proyectos para reconstruir el partido desde la provincia. En el camino tenés a un presidente del partido, [Fernando] Espinoza, que creo es el que más claro tiene la necesidad de reconstruir el peronismo bonaerense como partido y que tiene ahí a su candidata, que es [Verónica] Magario, pero va a necesitar para eso sentar a muchos dirigentes. Si en esta elección en vez de ser Cristina la candidata era Magario o algún otro intendente ahí probablemente el peronismo se hubiera dividido más y tal vez Randazzo en vez de sacar 5 puntos sacaba 12, el 40% iba a ser el mismo, se iba a partir más, pero tal vez se formaba ya un partido de los intendentes para adelante. Ahora, y esto no podemos saberlo porque va a depender mucho de la agencia de liderazgo, si acaso hay margen para reconstruir el partido, va a ser seguramente del lado de los intendentes. Porque hoy el poder está disputado por los distritos más grandes, que son los que pueden repetir un poco la historia del hermano mayor en la familia. Y tenés como ventaja el hecho de que Cristina no piensa en términos de peronismo bonaerense, no le interesa como organización, y además no tenés la sombra de los exgobernadores como en otra época. Hoy hay intendentes y nada más que eso. La pregunta es si va a haber espacio para que esto se despliegue o vamos a seguir con la nacionalización de la provincia hasta 2019. Si se genera ese espacio de la reconstrucción partidaria entonces no tengo dudas de que un intendente va a tomar la manija.