Atenta a la necesidad de idear inesperados métodos de lucha y nuevas formas de expresión, la conducción de la CGT ha descubierto una modernísima técnica, el 4G del reclamo social: la movilizatio praecox, según la cual de ahora en más los actos de protesta acabarán antes de empezar.
Ha sido la del 22 de agosto una sorprendente prueba experimental, una suerte de prototipo destinado a un periodo de perfeccionamiento que tal vez culmine el día en que sea posible finalizar los actos ya no sólo antes de la hora fijada para su convocatoria, sino sin tener que tomarse el trabajo de convocarlos, lo que supondrá un admirable ahorro de esfuerzo, tiempo y dinero y fundamentalmente papel, muy a tono con el racionamiento energético, la protección de los bosques y el equilibrio ecológico.
La maledicencia y el encono de quienes exigen mayor firmeza y medidas más urgentes estarían ahora justificadas: la blitzkrieg cegetista fue tan veloz que no dio tiempo a reaccionar a nadie. En su impotencia, los apresurados de siempre alcanzaron a vislumbrar un destello de luz pasar frente a sus narices: eran las moléculas de Juan Carlos Schmid, Rodolfo Daher y Carlos Acuña rumbo a su destino de gloria.
Por su parte, fuentes oficiosas del Ministerio de Seguridad han dejado trascender la confusión que la movilizatio praecox cegetista ha provocado en las fuerzas de seguridad: no encontrando a quién reprimir debido a la velocidad de la maniobra, han optado por reprimirse a sí mismas, como para hacer algo.
La movilizatio praecox es, sin sombra de duda, un disparo bajo la línea de flotación del régimen, golpeado en un momento tan inesperado que ni siquiera ha podido advertirlo.