La política Millennial: instantáneas de un tiempo sin historia

La era Snapchat y el discurso neoliberal: un análisis de la narrativa cambiemita. Entre la prédica cool y el macrismo como tecnología light.

El término millennials refiere a una generación que se hizo mayor de edad con la entrada del nuevo milenio. Según la perspectiva occidental, los millennials nacieron en una época de estabilidad económica y confortabilidad familiar. Si bien desde la mirada del primer mundo, se ubica en esta instancia a las juventudes nacidas entre 1981 y 1995, es posible advertir que en América Latina ese período es un tanto confuso, tardío y menos englobante. En Argentina, por lo pronto, el universo millennial puede catalogarse a partir del menemismo y el modelo de convertibilidad, es decir, a partir de 1992. En este aspecto, esos jóvenes cumplieron la mayoría de edad durante el kirchnerismo, por lo cual no tienen recuerdos de la recesión de fines de los 90, sino que han tenido acceso a la tecnología y al consumo por la estabilidad laboral. Por tanto, la crisis del 2001 les resulta ajena y lejana. Algo aleatorio del pasado y de los recuerdos televisivos.

 

Sin embargo, por la dinámica de la mediatización, las prácticas de consumo se asocian a un modo de los millennials de entender el mundo a partir de la experiencia sensorial. Esto implica otro tipo de razonamiento centrado en el bienestar individual, donde cualquier problema es toxicidad y la promesa de un mundo mejor llegará cuando cada uno aporte su grano de arena.

 

En esta superficie cognitiva y sensorial se imprime la propuesta del Pro y más tarde, de Cambiemos, donde lo político, la política y hasta los propios funcionarios representan una discursividad millennial. El énfasis en el lenguaje tecnológico, la narración breve, la creencia momentánea, la memoria snapchat y la confianza en el mercado habilita un camino de pensamiento político no histórico, pretendidamente individual y de aspecto celebratorio que encubre una nueva faceta del neoliberalismo.

 

De ese modo, la alianza Cambiemos pregona un discurso de tinte desideologizante y de supuesta política cercana, afable y proclive al diálogo que no contiene secuencialidades. Tal fue el caso de la imagen de los billetes y los festejos patrios despojados y lavados de nociones populares. En sintonía con ello, el Estado Millennial propuesto por Cambiemos no diagrama su relato en función de la continuidad y la historicidad. Por tanto, la estrategia discursiva articulada por Jaime Durán Barba y las lógicas globalizantes de las corporaciones forjan una identidad que resignifica el andar de la política macrista: hombres y mujeres que se meten en política e ingresan en un marco de novedad y bautismo. Desde este plano, no hay pasado, no existe correlatividad ni tampoco relato histórico en ellos.

«La alianza Cambiemos pregona un discurso de tinte desideologizante y de supuesta política cercana, afable y proclive al diálogo que no contiene secuencialidades»

Tal es así que Cambiemos articula su perspectiva política a partir de las potencialidades de las redes sociales y comprenden a esas herramientas como lugares «naturales» y productivos. Por esto, cuidan con recelo el abordaje de ese mundo y organizan ejércitos que cuidan, distribuyen y readecuan lo relacionado a sus fines. No hay memoria, ni responsabilidad de los hechos porque una nueva novedad se solapa.

 

En ese sentido, la práctica recurrente de las «fake news» o los elementos de la «posverdad» se integran en este juego de caminos millennials. No importan los datos objetivos para chequear la información, lo que vale es la experimentación de los sentidos. De ese modo, la oposición entra en laberintos porque las plataformas del nuevo milenio se discuten y se debaten en un terreno frágil y contradictorio: ya no importa lo que importa/ba, la mentira se instaura y la explicación queda trunca, olvidada, sin tensión. Por ejemplo, el latiguillo «haciendo lo que hay que hacer» no define lo realizado y no da cuenta de ello; la trama se desliza en una pasarela de palabras clave que nadie desarrolla: juntos, alegría, podemos o cambio.

 

Otra característica millennial y vinculada a lo anterior, es la acción de desligarse de responsabilidad de las decisiones para “dejarse fluir”. En esa lógica, la enunciación de “la pesada herencia”, la inexistencia de un “plan B” o las disposiciones de ajuste para atraer inversores son recurrentes en una política neoliberal donde no puede haber debate, ya que se siguen los designios del capital financiero.

 

Resulta evidente, entonces, el modo en que la comunicación de la política neoliberal se vuelve cool y actual en un lenguaje millennial. Aunque esto no implique un error en términos de corresponderse con los electores jóvenes, sin duda revela las razones de los niveles de popularidad del macrismo y de ciertos traspiés discursivos de la oposición que aún hoy se tratan de reconfigurar y matizar.

 

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