A principios de 2016, Mauricio Macri armó su gobernabilidad legislativa articulando todas las piezas del tablero político argentino según las relaciones de fuerza dibujadas por las elecciones del año anterior. Un esquema complejísimo que entra en crisis si uno sólo de esos elementos se desordena. Veamos.
Cambiemos, coalición de fuerzas no-peronistas, ayudada por la ruptura del espacio pan-peronista liderada por Sergio Massa en 2013, provoca situación de balotaje presidencial. Y en dicha instancia derrota al peronismo porque, se insiste, los herederos del general tres veces presidente de la nación están divididos, a diferencia del actual oficialismo. Esa caída en segunda vuelta derivó automáticamente en que varios segmentos justicialistas dejaran, de inmediato, de reconocer la conducción de Cristina Fernández. A la fecha, sin que nadie haya sumado los méritos suficientes para reemplazarla, pero sin que casi ninguno de quienes la abandonaron haya decidido pegar la vuelta. A comienzos del mandato de Macri, pues, lo que teníamos era un oficialismo consolidado menos por virtudes propias que por la incapacidad ajena de formar mayoría.
Esto generó, en principio, la ventana de oportunidad necesaria para que el Presidente y los gobernadores decidieran entenderse. El primero pidió apoyo parlamentario, que controlan los segundos (el peronismo es mayoría en el Congreso nacional), a cambio de fondos para las provincias. Así funcionó el artefacto CEOcrático hasta, aproximadamente, octubre último.
No fue ningún peronista sino Elisa Carrió, uno de los fundamentos básicos de Cambiemos, quien expuso el punto débil de la alianza por cuyo triunfo tanto trabajó.
Sencillo: cuando rechazó convalidar el proyecto de reforma a la ley del Ministerio Público Fiscal (que en criollo era el despido de la procuradora general Alejandra Gils Carbó sin someterla al juicio político por el que constitucionalmente corresponde desplazarla), el justicialismo no-kirchnerista sintió por primera vez que tenía margen para negarle respaldo a una iniciativa macrista. ¿Cómo podría el jefe de Estado reprochar a adversarios que le nieguen un soporte que, antes, no quiso prestarle una de sus socias clave? Como casi en simultáneo se discutía la ley de voto electrónico, que preocupaba a los mandatarios locales mucho más que ninguna otra, aprovecharon la ocasión de tener entrampado al gobierno nacional por primera vez desde su asunción. 2 por 1, negocio. Como en el truco.
Si Carrió retira su aporte a Cambiemos, la hipótesis de balotaje se nubla, y por consiguiente el peronismo recobra viabilidad de Balcarce 50, aún en estado de disgregación. Esto robustece la posición de los jefes de Estado locales para negociar la gobernabilidad legislativa; por ende, la encarece. Y resulta que el programa económico macrista, de tan dogmático que se lo diseñó en términos fiscales, no puede permitirse ya ninguna concesión extra de ese tipo. De ahí en más, pues, el Congreso se detuvo casi por completo.
«A comienzos del mandato de Macri, pues, lo que teníamos era un oficialismo consolidado menos por virtudes propias que por la incapacidad ajena de formar mayoría»
Hace pocas semanas, mientras celebraba su éxito en los comicios locales, el jefe del peronismo riojano y diputado nacional Luis Beder Herrera alertó al Presidente: “Hemos votado leyes muy difíciles de acompañar para cualquier justicialista a cambio de promesas que no han sido cumplidas.” Nadie antes había sido tan claro en cuanto al estado de situación de estos días. Dicho de otro modo, le está avisando, probablemente en nombre de unos cuantos de sus colegas, que hay que por lo menos revisar el pacto que los ligó durante un tiempo bastante extenso en el cual se hicieron cosas que cuestan caro en materia de popularidad para todo dirigente que deba validarse a través de las urnas.
Súmese que Cristina Fernández demostró resiliencia electoral en PBA como para acordar con casi todos los intendentes justicialistas locales su postulación senatorial. No se trata de que un eventual triunfo, que no es imposible, le rehabilite perspectiva presidencial. Aunque fortalecería su rol en el peronismo como síntesis de aquellos alcaldes, máxima institucionalidad que le quedó a ese espacio en la más grande de las provincias. Que ése es otro déficit de la oposición en esta época: el PJ, que ha perdido vertebra nacional, encima regentea un consorcio numeroso de territorios pero todos pequeños, porque la mayor que administra alguno de sus hombres (Córdoba) juega como localismo hace ya varios años.
Por otra parte, si CFK derrotara a Macri en la única elección nacionalizable de las veinticuatro distritales que se celebrarán en 2017, más todavía podrían avanzar los gobernadores en sus negociaciones con Olivos, porque se los necesitaría aún más que al comienzo de esta historia. Pero, ¿insistirán en sostener una política repudiada por la ciudadanía? ¿No correrían, entonces sí, el riesgo de la culpa compartida cuando Cambiemos anuncia que sólo le queda endurecimiento por ofrecer? Al mismo tiempo, no quieren volver a obedecer, sin más, a la presidenta mandato cumplido. Todo a charlarse, pero la sola posibilidad de semejantes reconfiguraciones ya están impactando en la dinámica del bloque de senadores del Frente para la Victoria-PJ, último reducto donde la convivencia entre kirchneristas y delegados provinciales subsiste.
En cuanto a Carrió respecta, por si ya no fuera suficiente (para Macri), le pidieron que desistiera de enfrentar a la líder de Unión Ciudadana en PBA y salvara el territorio porteño, en peligro por la presencia competitiva allí de Martín Lousteau. Tampoco eso fue gratis: Lilita, casi con seguridad, verá duplicarse la cantidad de diputados que le responden. Y será peor si la esposa de Néstor Kirchner vence en agosto próximo. La diputada chaqueña podrá decir entonces que el pasado está cerca de volver por no habérsele hecho caso a ella, que proponía apresarla; y sí al ala PRO puro, que optó por utilizar a la anterior primera mandataria para intentar crecer por efecto contraste.
«Es difícil saber por qué la jefa de la Coalición Cívica-ARI pone tanto empeño en defender a la procuradora general»
Pretendiendo que puede desconocer un contexto que se le complica crecientemente, Macri ataca posiciones asignadas constitucionalmente a los Estados federales. Hablamos de las maniobras para desplazar, por fuera de la ley, al senador sanjuanino Ruperto Godoy del Consejo de la Magistratura. Casi a la misma hora en que esto estaba por concretarse, Carrió volvió a salvar el pellejo de Gils Carbó, a quien el ex alcalde de Caba no quería ahora echar por decreto, una aberración jurídica similar a la designación por idéntica vía de dos ministros de Corte Suprema de Justicia. Ambos ensayos inéditos en la historia democrática argentina. Nada menos que en el gobierno que se relata como reparador ético e institucional de la república.
Es difícil saber por qué la jefa de la Coalición Cívica-ARI pone tanto empeño en defender a la procuradora general. Quizá sea porque considera que el judicial es su territorio, siente que Macri no le está asegurando la participación que ella desearía en la edificación del orden que reemplace al vigente y por ello se aferra al statu quo, demostrando además lo que vale su voz en el oficialismo. Tan diferente a la sumisión de los radicales.
En cualquier caso, este nuevo pataleo de Lilita envalentonó otra vez al FpV senatorial, que reaccionó en bloque a favor del cristinista Godoy, aún a despecho de que los soldados de la santacruceña de La Plata son minoría muy marcada en ese recinto. ¿Hartazgo de los gobernadores? ¿Necesidad de mostrarle los dientes al PRO frente a la chance de que UC, el antagonista por excelencia de Casa Rosada, se lleve las tapas de los diarios del lunes posterior a las PASO, para equilibrar la balanza peronista? Un poco de todo. Miguel Ángel Pichetto, quien sigue mandando sobre ese scrum con consenso hasta de La Cámpora, lucía incómodo pero sólido en la conferencia de prensa que anunció el rechazo al manotazo amarillo al órgano de designación y remoción de jueces: se sabe, creen clave a la judicialización de la política.
Al día siguiente, el rionegrino volvió a ayudar al cambiemismo de la cámara alta y su tropa por entero, no sólo los cristinistas, entró en ebullición. José Mayans y su tocayo Alperovich cuestionaron fuertemente el opoficialismo de Pichetto, quien parece seguir en 2016 cuando estamos ya en 2017 discutiendo 2018. Insiste en una melodía que ahora suena desafinada. Presumía de ser el abogado de los intereses del peronismo que gobierna, pero al perder de vista los intereses en pugna que lo consagraron en su puesto, ha comenzado a tambalear. Se reitera, va más allá del duelo que pueda tener con CFK: contra el DNU de puertos patagónicos se ha levantado hasta Mario Das Neves, que está muy lejos de la precandidata a senadora bonaerense.
Cambiemos controló el Congreso aun siendo la minoría más significativa desde 1983. Casi con seguridad vaya a mejorar su representación para lo que le queda a Macri. ¿Y así y todo puede que se le complique el panorama si cambia el clima, que antes lo ayudó? Se multiplican las incógnitas en los pasillos parlamentarios frente a un horizonte posiblemente paradójico.