24J: el que se apura, no tiene premio

Una primera lectura tras el cierre de las alianzas electorales en el peronismo: la deriva del PJ, los ecos de 2015 y hasta qué punto el contexto macrista puede revalidar viejas estrategias cristinistas.

En un 99% está definido que CFK será candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos Aires y asimismo que no se someterá a ninguna variante de PASO para ello. Conviene guardarse el “coma noventa y nueve” restante con que los exámenes de ADN confirman o descartan una paternidad. Porque todo es posible en política mientras haya tiempo. Y en este caso, faltan todavía diez días para la presentación de las ofertas electorales 2017. Pero todo se encamina en el sentido de lo enunciado en la primera oración. Estamos en medio de una pulseada y cada contendiente (el otro, se sabe, es Florencio Randazzo) hace fuerza por su postura, por todos conocidas.

 

Ninguno a esta hora se muestra dispuesto a ceder. Se trata de arrinconar al otro hasta el punto de no dejarle margen a que pueda hacer su voluntad. En eso están a esta hora.

 

Abandonar el Partido Justicialista PBA no es algo menor, más vale. Ahora bien, ¿qué tanto vale esa arquitectura si la enorme mayoría de los intendentes, máxima institucionalidad del peronismo local a la fecha, acompañan a Cristina Fernández? Hasta Alejandro Granados, quien fue aún más lejos que los brazos de Randazzo o los de Sergio Massa en su intento de descristinización, llegando hasta los de la gobernadora María Eugenia Vidal. Esto dirán de un lado.

 

Desde la vereda de enfrente responderán que para el peronismo supone un suicidio seguir fragmentando lo que alguna vez fue 54%. Proceso que comenzó con el quiebre CFK-Moyano de 2012 y que estalló dramáticamente en la rebelión encabezada por Massa en 2013. El cristinismo replicaría a ello que su jefa no participó directamente de los dos últimos duelos bonaerenses, que conserva un caudal estimable en esa geografía –presumiblemente cierto, no es por nada que la siguen tantos alcaldes– y que, en definitiva, esa adhesión es intransferible. Lo cual explicaría las sucesivas derrotas desde la reelección de 2011: acá habría para polemizar un rato largo.

 

Hay, en principio, la tensión que naturalmente cabía esperar a la salida de un golpazo como el de 2015. Que, como siempre ocurre en el peronismo, horizontaliza. Salvando las abismales distancias entre una situación y la otra: si a Juan Domingo Perón le fue discutido el mando, más allá de cómo les fue a quienes lo intentaron, ¿cómo no sucedería lo propio con CFK? El meollo del asunto no está ahí sino en la manera en que se resolverá ese conflicto, y en las heridas –o no– que del resultado del choque puedan derivarse. Aquí irrumpe la máxima de Martín Rodríguez: el peronismo es siempre estructura y novedad, quien tiene una cosa y no la otra no tiene nada. Es un juego de equilibrios.

«Aunque justificado por la caída anunciada por una catarata de fallos de la conducción, vendría bien no dejarse ganar por el derrotismo ante cada rispidez doméstica peronista, temiendo que cualquiera de esos griteríos le reste sufragios»

La pregunta es si el desencuentro dirigencial, si no se saldara de aquí al próximo 24 de junio (fecha de presentación de candidaturas), arrastrará a la aptitud representativa del espacio de cara a un comicio en el que, primero, se luchará por el terreno de combate (¿debatiremos pasado o presente?) y recién después por sus contenidos. Y aun así, no es seguro que los desilusionados que razonablemente puede presumirse que han cosechado Macri y Vidal al cabo de más de un año y medio de gestión (cuyo mayor impacto se ha dado, justamente, en el conurbano mazorquero) vayan a optar por el ex FpV para canalizar su castigo al oficialismo.

 

El presente es preocupante: hasta el Indec reconoce que el desempleo ha aumentado “significativamente”, con lo cual no cabe esperar que los ingresos populares hayan mejorado sino lo opuesto; Macri anuncia que embestirá contra los derechos laborales judicial y legislativamente, disparando un contexto regresivo (ver reacciones ante la huelga de los trabajadores del transporte en Córdoba y frente a la acusación presidencial a la “mafia” de los tribunales del rubro); se ajusta en la asistencia estatal a discapacitados y el litigio docente bonaerense sigue incendiado.

 

El consuelo que pueden encontrar tanto kirchneristas como randazzistas está en la novedad del cuadro. No sería errado decir que hace dos años CFK fue censurada –no sólo pero sí principalmente– por su incapacidad para satisfacer las expectativas generadas al revalidar, lo que sí había hecho en su primer turno y por lo que obtuvo premio. Es decir, la demanda ciudadana era por más, y no por menos, que es lo que ha producido la primera etapa de la CEOcracia. Que, encima, anuncia recrudecerse si tiene éxito en las legislativas. Y conviene recordar que Macri fue rechazado tres veces en la provincia pese a su consagración en Balcarce 50. Lo de Vidal y Aníbal Fernández es harina de otro costal, que difícilmente pueda volver a repetirse.

 

Por eso, aunque justificado por la caída anunciada por una catarata de fallos de la conducción, vendría bien no dejarse ganar por el derrotismo ante cada rispidez doméstica peronista, temiendo que cualquiera de esos griteríos le reste sufragios. Los contornos de la realidad son hoy diferentes. Cada dato debe ser examinado a la luz de esos moldes, distintos a los acostumbrados.

 

Es decir, el cristinismo tira de la cuerda a partir del deterioro social, y no es un delirio. Dicho sencillo: los errores de armado que se registraron desde que obtuvo una convalidación fabulosa –que todavía no sabe administrar– no tenían como telón de fondo los estragos amarillos. Pero el apotegma de Martín Rodríguez debería servir, al menos, para ahorrarse pataleos internos y concentrarse en un rival que ya no es inteligente subestimar. ¿Para qué arriesgarse a comprobar si sale bien el truco de otro puñetazo sobre la mesa, que además ya no hace tanto ruido como otrora, si lo que puede venir tras un eventual nuevo tropiezo es mucho peor de lo ya bastante jodido que ha sido hasta acá?

 

Aquí se ha escrito que la suerte del gobierno depende menos de Olivos que del Instituto Patria y Matheu 130. Que si la noche de cierre de listas todos están contentos en el peronismo, a Cambiemos se le hará muy cuesta arriba. Pero la incógnita por el acierto en el modo de edificar un freno sólido al avance macrista no se resolverá en diez días. Tampoco en agosto/octubre.

 

Los días por venir son tanto corolario como inicio de muchas cosas. Paz, paciencia y póker.

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