(Advertencia previa: esta nota no intentará plantear una hipótesis. El autor no es amigo de ellas. Pero hay un escenario del que conviene, por lo menos, tomar nota. Tenerlo. A un costadito, pero presente. Por las dudas. Si bien no es lo más probable que ocurra, tampoco es absolutamente imposible. E imaginarlo puede ayudar a explicar mucho de la coyuntura.)
Elisa Carrió es uno de los fundamentos básicos de Cambiemos. Fue la decisión orgánica de la UCR de acordar con ella y con Mauricio Macri lo que proveyó al actual presidente de la estructura federal y el despliegue nacional que carecía. Pero tal vez no se hubiera concretado ese entendimiento si, antes, no se celebraba el pacto entre la diputada chaco-porteña y el ex jefe de gobierno. Ella, la dirigente radical con más hambre y decisión de poder desde Raúl Alfonsín, forzó los límites del no peronismo que hasta 2015 era asimismo reacio al PRO hasta juntar a prácticamente toda la familia antipopulista en un frente electoral común. Aunque las urnas no la acompañan desde 2007, sigue siendo referente de la sociología republicana. Tanto como para purgar al marido de Juliana Awada de los pecados que le reprochaban aquellos que hacen de la decencia el motivo esencial de su voto, y que desde ese ángulo impugnan más aún al peronismo en general y al kirchnerismo en particular.
Si Lilita no hubiese bendecido a Mauricio, no habría habido balotaje ni Balcarce 50 se habría teñido de amarillo.
Ya en funciones la CEOcracia, cada vez que la fiscal moral de la república pone el grito en el cielo, el jefe de Estado dedica mucho esmero a contenerla. Sabia decisión: a la arquitectura cambiemita no se le puede escurrir un solo sufragio. Sólo en su actual integración es capaz de provocar segunda vuelta, y no dispone de otra alternativa en la que vencer al justicialismo, quien en primer turno siempre reunirá mayor cantidad de voluntades. Si ese esquema se manca, y con él la opción de forzar al peronismo a prestar gobernabilidad por las buenas, el gobierno nacional pierde el Congreso.
Si Lilita no hubiese bendecido a Mauricio, no habría habido balotaje ni Balcarce 50 se habría teñido de amarillo.
Así sucedió con el despido parlamentario de la procuradora general Alejandra Gils Carbó. Estaba ya firmado con Miguel Pichetto y Sergio Massa hasta que la líder de la Coalición Cívica-ARI protestó porque la habían dejado afuera del nuevo reparto de espacios en un sector crítico del Poder Judicial, la zona en la que ella se siente más cómoda y que ha convertido en base de sus movidas principales.
Este cuadro se ha agravado desde que, obligados por el desafío que Martín Lousteau les propone en la cuna del partido de gobierno, Macri y su sucesor local, Horacio Rodríguez Larreta, le pidieron a Carrió que enfrente en la elección legislativa de este año al que fuera el primer ministro de Economía de CFK. Cualquier otro postulante no da las seguridades que sí puede proveerles la diputada multireelecta en su bastión. Siendo que dependen de ella, sus dictámenes no han hecho más que cotizarse.
Sin embargo, cuando por fin ha logrado ser oficialismo, Carrió no deja de disparar. Y sus últimas municiones han sido de las más gruesas. La acusación a “TODOS” (enfatizado textual, no hizo excepciones) de estar comprometidos en la defensa del ex ministro kirchnerista Julio De Vido y de la constructora brasileña Odebrecht llama la atención porque, como nunca otra antes, es una bala que pica cerca de Macri. A quien, hasta aquí, venía exceptuando explícitamente de sus periódicas diatribas. En esta oportunidad, lo ha hecho sudar más de lo acostumbrado. No obstante lo cual, rápidamente sale a aclarar que no abandonará Cambiemos ni lo romperá. Comprensible: difícil que alguna vez pueda rehacer esta correlación de fuerzas si la destruye.
¿Qué busca, entonces? Veamos.
Salvo catástrofe, Carrió triunfará en CABA. Ampliamente. ¿Y si estuviera entreviendo que Macri no tendrá más buenas noticias que ésa para decorar las tapas de los diarios del lunes posterior a las PASO? ¿Tiene el oficialismo ya perdido el duelo en provincia de Buenos Aires, madre de todas las batallas y casi único resultado nacionalizable de una cita distrital? No. Pero Lilita es de precaverse ante diferentes hipótesis. Finge desequilibrio como formato operativo. Ella misma ha confesado que a veces monta actings melodramáticos que le son funcionales, piensa cada jugada cual ajedrez. La vigente administración es el mejor ejemplo de ello: la labró a renglón seguido de su último puesto en 2011 con 1%.
“Cuando por fin ha logrado ser oficialismo, Carrió no deja de disparar”
Cuatro años antes había sido segunda con 23 puntos, a otros tantos de la ex esposa de Néstor Kirchner. Cuando, además del kirchnerismo, Macri era un límite para ella. Para ser quien es hoy, pues, en ocho temporadas se ocupó de saltar esas fronteras. ¿Punto final o escalón intermedio?
Conviene recordar que la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, hizo cuanto le fue posible por apartar a Carrió de su plan inicial, la disputa en La Mazorca. ¿Qué pasaría si, eventualmente, CFK, el otro en función del cual se constituye Cambiemos, fuera la más votada allí en las primarias el mismo día que su histórica antagonista lo fuera en Capital? Lo mismo que si se hubiesen enfrentado con derrota de la ex presidenta: aunque por motivos diferentes, el precio de la jefa arista subiría todavía más. ¿No podría decir que el peligro de retorno de los impresentables estaría dado por haber sido ella apartada del armado allí donde el kirchnerismo conserva su mayor fortaleza?
“Perdimos en PBA porque incumplimos el contrato electoral. Prometimos meter en la cárcel a todos los ladrones, pero aquí se ha preferido hacer política con la libertad de Cristina y de De Vido. Excepto yo, que no he dejado de denunciar todas estas maniobras y a los jueces corruptos que los permiten.” ¿Tan inimaginable es que la legisladora anaranjada diga esto? Como con el ex presidente de Boca Juniors, se cuida de pegarle a la ex vicejefa porteña. Hizo como que le cayó bien su apartamiento del combate en la provincia más grande (“le convenía a mi salud”). Pero despedaza ministros vidalistas. En especial al de Seguridad, Cristian Ritondo, a quien ha imputado, junto a su policía, en el negocio narco.
¿Ha abandonado Lilita definitivamente sus aspiraciones presidenciales? Hasta hoy, en los pronósticos sucesorios no se menciona más que a Vidal, Larreta y Marcos Peña. Todos PRO. ¿Por qué, si se trata de una alianza? La electorabilidad es macrista ahora… pero, ¿para siempre? ¿Es tan irracional suponer que Carrió esté bosquejando la manera de buscar la propia? Los radicales verán qué y cómo hacen para pelear por más, si es que desean hacerlo. Si escogen a Lousteau, ya lo está lijando: él no es de acá, afirma. Desde luego, nada de esto debería ir en detrimento de la estabilidad de Macri: desde el llano se le haría muchísimo más complicado. Arriba se habló de Mariu: ¿eligió la Gobernadora ofertas poco taquilleras en su comarca porque sí, o para que todo dependa de su imagen en vez de la de una potencial rival por una prolongación cambiemita en Casa Rosada?
¿Se termina el gobierno nacional al otro día de un posible éxito cristinista en breve? No. Pero si sucede, de cara a 2019, la continuidad, para un padrón que sigue haciendo de la causa ética su norte, no tendría recurso menos abollado, en principio, que Carrió. Quien, por otra parte, ya se está armando para el caso que prosperase una hipotética candidatura: ha pedido ocho sitios entrables para esta renovación legislativa, y también lucha a codazos por capturar segmentos de los tribunales, cuestión de tener las espaldas cubiertas.
Seguramente, la primera reacción de cualquier cambiemita que leyera esta columna, lo cual es muy poco factible, sería negar lo que aquí se escribe como mero divague. Y trataría, luego, a su firmante de insano. Quizá con acierto. Aunque, ojo: se sabe, las brujas no existen, pero que las hay…