Un obrero ladrillero llega a “cortar” unos 2500 ladrillos al día. La mayoría son trabajadores golondrina, jóvenes y de la comunidad boliviana. A los 40 años tienen las rodillas, la cintura, los codos y las manos hechas polvo. Es una faena muy dura, durísima, por la que se cobra a destajo: tanto hacen, tanto les pagan. Cuando aumenta la producción y sube el precio del corte, el sueldo puede rondar los 15 o 20 mil pesos al mes. “Pero matándose, dejando la vida en los hornos”, explica Luis Cáceres, secretario General de la Unión Obrera Ladrillera (UOLRA), un gremio que hace apenas dos años y medio se pudo normalizar. Había sido intervenido a fines de los ’90, tras un enfrentamiento en su Comisión Directiva que terminó con un muerto. “A los compañeros les digo que estamos cavando cimientos para reconstruir el sindicato y que nos va a llevar mucho tiempo”, grafica el dirigente.
UOLRA aplicó un novedoso cambio en su estatuto, para alcanzar no sólo a los ladrilleros con patrón -concentrados en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe-, sino también a emprendimientos familiares, bajo la figura de cooperativas. No fue casual: integrante de la conducción del Movimiento Evita, Cáceres es uno de los impulsores de la articulación entre la CGT y los organismos sociales. De hecho, también dirige el Centro de Estudios Laborales (CEL), un antecedente de ese acercamiento, nacido en 2009, cuando con Emilio Pérsico le plantearon a Hugo Moyano la necesidad de construir un espacio donde discutir la nueva realidad de los trabajadores y su rol político.
Para Cáceres, ahí radica el gran déficit del kirchnerismo: haber beneficiado a la clase trabajadora pero sin darle protagonismo político. “Esto debilitó y por eso el macrismo pudo ir destruyendo lo que habíamos conseguido”, asegura. De cara a las elecciones, sostiene que el movimiento obrero debe “opinar sobre qué Argentina queremos” y piensa que es estratégico alcanzar la unidad. Para eso, defiende la tesis del Evita según la cual una postulación de Cristina le facilitaría a Mauricio Macri “discutir pasado” y que, en cambio, Florencio Randazzo sería un candidato más adecuado “para la etapa”.
En la Argentina ya hubo otros gobiernos contrarios a los intereses de la clase trabajadora ¿Cuál es la novedad que encarna Cambiemos?
Este modelo económico representa los intereses concentrados y ya antes gobernó el país a través de golpes de Estado, proscripciones o traiciones como la de Menem. Lo inédito es que, desde el nacimiento del peronismo, nunca había ganado con el voto popular. O sea, no me sorprende la política que desarrollan, sino que hayan llegado con apoyo de sectores populares. En las fábricas ladrilleras, un sector postergado, con alta informalidad y explotado, cuando algunos dijeron que iban a votar a Macri, empezamos a hacer asambleas y a darnos cuenta de que la cosa venía mal. Si el ladrillero, que es el último de la fila, vota a Macri, entonces esto viene muy mal.
Superado ese momento, con las medidas que fue aplicando el PRO, ¿hay ahora una toma de conciencia por parte de los trabajadores?
Dentro del voto a Macri de la clase trabajadora hay distintas expresiones. Los sectores más humildes se dan cuenta de que fue un error, y entre los de mayores ingresos todavía hay una discusión: algunos ya se arrepienten pero otros siguen bancando a este proyecto. De todas formas, creo que las movilizaciones masivas de marzo y el paro del 6 de abril reflejan que la mayoría de los trabajadores está en contra de esta política económica.
¿Qué efecto tuvo la llegada de Macri para la organización sindical?
Hay un proceso de discusión ante esta situación inédita. Hay sectores que califican a este gobierno como una dictadura y otros, y así pienso yo, que no lo ven así, porque el macrismo ganó con el voto popular. Entonces, la pregunta es qué pasó para que suceda esto, dónde estuvieron los errores, y aprender de eso. En los 12 años de Néstor y Cristina hubo un avance en la recuperación de derechos, el Estado estuvo a favor del laburante y hubo distribución de la riqueza, pero en términos de organización no hubo un salto; al contrario, se profundizó la dispersión. Por eso, lo central en esta etapa es la unidad. Y eso significa que nos pongamos de acuerdo entre quienes pensamos distinto pero tenemos un mismo objetivo estratégico.
En este escenario, ¿qué rol le cabe al trabajador y al gremialismo?
En una política defensiva del campo popular, los trabajadores son el eje, y en una política de avance, también. Por eso, lo contradictorio de los años de Néstor y Cristina es que el objetivo de su política sí fue dignificar a los trabajadores, pero no se les dio protagonismo político. No fueron el eje, fueron los beneficiarios. Pero sus gobiernos permitieron que el movimiento obrero organizado, a partir de la creación de millones de puestos de trabajo, nuevamente tuviese más afiliados y más estructura, con paritarias donde discutir salarios y avances en muchos sectores. Y los movimientos sociales, que en los ’90 peleaban por un plato de comida y cortábamos las rutas por un plan, hoy se organizan como trabajadores de la economía popular a través de la CTEP y están discutiendo empleo y la construcción de un sindicato. Eso es consecuencia de los 12 años de Néstor y Cristina. Por eso, hoy el sector más dinámico son los trabajadores. Por ahí, desde Buenos Aires, no se tiene una mirada de lo que pasa en las regionales. Yo la tengo porque con la reconstrucción del sindicato recorremos el país. Hubo un crecimiento en participación, discusión y surgimiento de nuevos delegados. Estoy convencido de que los trabajadores serán el eje de la recomposición del campo nacional y popular. Los trabajadores van a pelear. La cuestión es construir la fuerza para poder frenar esta política y recuperar el gobierno.
¿Qué significa el acercamiento de la CGT y los movimientos sociales?
Es clave. Que el Consejo Directivo de la CGT los haya recibido, haya dicho que son aparte de la clase trabajadora y los haya acompañado a un acto conjunto para que se apruebe la ley de emergencia social es un hecho que marca un nuevo camino y refleja cuál debe ser la política que tenemos que desarrollar. El compañero Juan Carlos Schmid, en un encuentro de los movimientos populares en el salón Felipe Vallese de la CGT, dijo que el desafío es pasar del movimiento obrero organizado al movimiento de los trabajadores. Estamos en ese camino. Y los procesos no tienen un tiempo, nosotros tenemos un tiempo. En términos de movilización y organización popular, hay un tiempo de avance; en términos de políticas de Estado, estamos en retroceso. Yo les planteo a los compañeros que hay que organizarse y movilizar, pero también construir ideas. ¿Para cuándo? Para cuando recuperemos el gobierno. Lo que no puede volver a pasar es que cuando gobierne el pueblo, el trabajador no tenga participación política.
“La pregunta es qué pasó para que suceda esto, dónde estuvieron los errores, y aprender de eso”
Es el reproche que el sindicalismo suele hacerle al kirchnerismo…
Ese es para mí el elemento central. El aporte que hicieron Perón y Evita, además de haber transformado la Argentina y darles derechos a los trabajadores, es haberles dado poder. Pusieron al Estado en función de la organización del movimiento obrero y le dieron participación política. La organización que se construyó en esos 9 años fue lo que permitió que por 30 años los trabajadores fueran el eje en la defensa de ese proyecto de país. Eso no lo pudimos hacer en los 12 años y por eso este gobierno nacional pudo avanzar rápidamente en ir destruyendo lo que habíamos conseguido.
Más allá de lo local, ¿cómo toma este nuevo siglo a los trabajadores?
Primero, se está modificando la situación de la clase en el mundo: a medida que avanza la tecnología, hay menos trabajadores. Pero, como decimos nosotros, los trabajadores no se suicidan, se organizan y pelean. En Europa hay sindicatos que tienen historia de pelea pero que ya no representan a nadie, sólo queda la estructura, hueca, vacía. Esa discusión se está dando en el movimiento obrero. Creo que el Papa Francisco también está ayudando a que reflexionemos, cuando abre las puertas del Vaticano a los movimientos populares, los denomina trabajadores de la economía popular y les dice que son la esperanza del mundo. El movimiento obrero argentino empezó a ver eso y está dando todo este proceso de articulación.
El caso de ladrilleros parece ajustarse a ese nuevo esquema sindical.
Nosotros normalizamos el sindicato hace dos años y medio, y volvimos a ingresar a la CGT en el congreso de 2016. Como sindicato, en la actividad tenemos a los dos sectores: trabajadores con patrón, lo tradicional, y los emprendimientos familiares, que son la mayoría en el interior. Por eso, modificamos el estatuto para poder representar a los trabajadores con patrón y a los de la economía popular. Planteamos la organización de los emprendimientos familiares a través de cooperativas y estamos armando una Federación Nacional de Cooperativas Ladrilleras. Esa es nuestra realidad, no decimos que esta es la respuesta para todas las actividades, pero sí que hay algunas que se componen de estos dos sectores.
¿Y cómo toman estos cambios en el ala más tradicional de la CGT?
Yo he escuchado a Rodolfo Daer, secretario general de la Alimentación, reivindicar la unidad con los movimientos sociales. Esto se discute dentro de la CGT. Claro que nunca va a aparecer en los medios de comunicación hegemónicos. Ahí lo que se dice es que esta es una unidad de intereses. Otro hecho importante es la decisión del Consejo Directivo de que en las CGT regionales que se normalicen se cree la Secretaría de Economía Popular, para articular con los movimientos sociales, y esa responsabilidad nos la dieron a nosotros, los ladrilleros. Que el movimiento obrero se abra para incorporar a la nueva realidad trabajadora es un hecho revolucionario.
¿Qué piensa de las críticas que recibe el triunvirato de la CGT?
El objetivo del poder es destruir al movimiento obrero, es lo último que queda de lo que construyó el peronismo. Hoy, el triunvirato es lo máximo a lo que se puede llegar en este proceso de unidad y lo tenemos que defender, más allá de que compartamos o no decisiones. Desde nuestro humilde lugar, defendemos esa unidad y también la unidad en la acción, con la CTA y los movimientos sociales. Hay que ser cuidadoso en lo que decimos: sin querer, podemos estar siendo funcionales a los que quieren fragmentarnos.
“La discusión no es ver si Cristina es mejor que Randazzo. Yo lo que quiero es ganarle a Macri y voy a jugar con la mejor carta, no sé si con el que más me gusta”
Si la unidad es lo fundamental, ¿cómo se avanza en ese camino?
La unidad se construye y es una necesidad estratégica. Lo que tenemos que aceptar en ese proceso, que es complejo, son las diferencias. Además, hay dos procesos de unidad: uno en la superestructura y otro del territorio. Para mí, el motor de los trabajadores son las regionales y tenemos que poner mucho esfuerzo en recomponer ese aporte. El objetivo central de la dictadura oligárquico-militar fue, primero, dividir a los trabajadores, y después, vaciar de contenido las organizaciones. Por eso la represión apuntó a los cuerpos de delegados, a las comisiones internas, a los sindicatos regionales. Apuntó ahí porque eso es lo que se pone en funcionamiento cuando hay un proceso defensivo. La estructura nacional es fácil intervenirla, le cortás la cabeza y se cae, pero lo que sobrevive es la organización desde las fábricas, los lugares de trabajo y el barrio.
¿Cómo funciona esa territorialidad en el caso de ladrilleros?
Nuestra actividad se da en las zonas rurales, alejada de los centros urbanos, y es un sector muy postergado, con un sindicato ausente durante muchos años y donde es muy importante la participación de la comunidad boliviana. Nosotros decimos que tenemos un sindicato de la patria grande. El objetivo es que cada fábrica tenga un delegado y planteamos la reconstrucción del sindicato desde el barrio. Nuestros trabajadores no viajan, porque primero fueron a vivir al horno de ladrillo y, después, se compraron el terreno y se lo compraron cerca. Así nacieron barrios ladrilleros. Y las delegaciones están a pocas cuadras del lugar de trabajo. Nuestro sindicato es mitad estructura tradicional y mitad unidad básica, porque no tenemos sólo problemas de derechos laborales, sino también sociales: de vivienda, salud, educación, discriminación. Tenemos muchos problemas y por eso necesitamos contar con una política integral.
El país se acerca a la primera elección con Cambiemos en la Rosada. ¿Qué lugar debe tener el movimiento obrero en el armado electoral?
Los trabajadores tienen que tener protagonismo e incidir políticamente, no solo en la lucha reivindicativa. Ese es el fondo de la cuestión y es una discusión que muchas veces pasa desapercibida. Hay dirigentes sindicales que asumen el rol en la lucha reivindicativa y, entonces, no importa qué gobierno esté, total ellos son parte del sistema. El peronismo nos enseñó que seamos protagonistas políticos y para eso tenemos que opinar sobre qué Argentina queremos. En la CGT, con tono autocrítico, yo escuché plantear que cada uno de nosotros ha estado con distintos sectores y dirigentes, pero jugando un rol secundario, y que llegó el momento de discutir nuestro rol, y que para tener incidencia hay que construir la unidad.
El Evita plantea la candidatura de Randazzo. ¿Apoya esa postura?
Venimos de una gran derrota, tal vez la más fuerte en la democracia para el peronismo, y todavía la estamos sufriendo. Todos los dirigentes tienen que asumir eso. La discusión no es ver si Cristina es mejor que Randazzo. Yo lo que quiero es ganarle a Macri y voy a jugar con la mejor carta, no sé si con el que más me gusta. Sé que Macri quiere polarizar con Cristina, porque con ella discute el pasado. Y lo que nosotros queremos discutir es el hoy, lo política que está llevando adelante el gobierno nacional. Si Cristina es la candidata, estamos discutiendo el pasado. Es una cuestión de sentido común. Cuando recorro los hornos, habló con compañeros, con familias, que no tienen nada, y cuando me siento a hablar con algunos políticos les digo: “No, pará, vos podés perder una elección hoy o mañana, porque para vos la política es una carrera”. En cambio, los trabajadores necesitamos la respuesta ya, no de acá a cuatro años. Y la única forma de dar esa respuesta es ganarle a Macri. Para eso se necesita la unidad del peronismo y sumar a todos los sectores. Y si hay que ir a las PASO, ¿por qué no vamos a ir?
Entonces, ¿su idea es que Randazzo es la solución para esa unidad?
El peronismo siempre va construyendo la respuesta para cada etapa, a uno le puede gustar más o menos. En esta etapa, creo que Randazzo puede hacer un aporte, porque es un hombre de la provincia de Buenos Aires, con capacidad de gestión, experiencia y vocación de poder. En esta coyuntura en la que necesitamos juntar a los compañeros que provienen de la política, el movimiento obrero y las organizaciones sociales, puede ser una síntesis. Más adelante, habrá que ver hasta dónde le da. Pero, además, otra cosa: que decidan las compañeras y los compañeros si realmente Randazzo es el candidato. A mí me gusta. Después, con el voto, se sabrá quién es el mejor.