Un mínimo avance en términos de salud pública que choca contra el muro de la vertiente “antinarco” de la rediviva doctrina de seguridad nacional. En ese punto podría situarse la reciente media sanción obtenida por el proyecto de ley que autoriza al Estado a importar y distribuir el aceite de cannabis para pacientes con indicación médica en la Cámara de Diputados de la Nación. La iniciativa -elaborada por el bloque de Cambiemos- excluye la despenalización del cultivo personal para la producción de aceite medicinal, como proponía el proyecto alternativo presentado por el Frente para la Victoria reflejando el reclamo de más de veinte organizaciones y de familiares de pacientes que lo están utilizando.
Aun así, el proyecto logró la media sanción con 221 votos a favor y una sola abstención, la del cavernícola Alfredo Olmedo, y si el Senado lo transforma en ley en las próximas sesiones ordinarias el aceite de cannabis podría ser utilizado por personas con cáncer, VIH, dolores crónicos, fibromialgias y otras patologías. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) será la encargada de aprobar la importación de aceite en los casos que “sea requerida por pacientes que presenten las patologías contempladas en el programa y cuenten con la indicación médica pertinente y su provisión será gratuita”.
“Que el tema de cannabis medicinal esté puesto en la discusión pública es sin duda el mayor de los éxitos, que tiene la envergadura de otros momentos de avances culturales, como con la ley de divorcio. Son momentos en que la sociedad reconsidera sus pareceres y se anima a revisar las reglamentaciones que rigen nuestra vida en común”
Para las organizaciones que reclaman el autocultivo y el cultivo solidario de plantas de marihuana, la exclusión del tema en el texto del proyecto significa una victoria de la industria farmacéutica por sobre las necesidades sanitarias de la población. “Sólo el autocultivo y el cultivo solidario y cooperativo de cannabis con fines medicinales en manos de los usuarios garantizan la existencia de una red de salud pública que no depende de la industria farmacéutica y su concepción mercantilista de la medicina, apuntalando el derecho a la salud como bien social y humanitario”, explicaron en un documento que fue presentado a los diputados.
Sólo un paso adelante
“Que el tema de cannabis medicinal esté puesto en la discusión pública es sin duda el mayor de los éxitos, que tiene la envergadura de otros momentos de avances culturales, como con la ley de divorcio. Son momentos en que la sociedad reconsidera sus pareceres y se anima a revisar las reglamentaciones que rigen nuestra vida en común. Esta ley reconoce que hay una planta, que presenta ciertas cualidades medicinales, a las cuales ponerles atención a pesar de que sobre ella cae el peso de ser parte del trío proscrito de plantas. Esto porque junto con la coca y la amapola, la planta de cannabis está prohibida y seguirá prohibida”, dice a Revista Zoom Darío Andrinolo, jefe de trabajos prácticos de Toxicología de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y director del proyecto Cannabis y Salud.
Para Julián Lemus, fundador de Cannabis Medicinal La Plata, el proyecto sancionado en la cámara baja deja fuera de la ley a miles de personas que desde hace años cultivan marihuana para tratar sus patologías o las de sus familiares. “Lo que tiene de positivo es que hay un interés de parte del gobierno por resolver esta problemática, pero si realmente quisieran resolverlo sin intereses mezquinos se darían cuenta de que sin el autocultivo y el cultivo solidario, el acceso a la salud será incompleto porque no todos podrán acceder, ya sea por los costos o por no tener obra social. Lo cierto es que con este proyecto, los pacientes que ya hacen su propia medicina en sus casas siguen en la ilegalidad. Por eso es necesario reformar este proyecto para hacerlo más completo y contemplar esos casos, que son miles”, explica a Revista Zoom.
“Para las organizaciones que reclaman el autocultivo y el cultivo solidario de plantas de marihuana, la exclusión del tema en el texto del proyecto significa una victoria de la industria farmacéutica por sobre las necesidades sanitarias de la población”
Otro de los problemas que no resuelve el proyecto al sólo autorizar la importación del aceite -hasta que el Estado esté en condiciones de producirlo, lo que puede llevar años- y no permitir el autocultivo es que la composición de los aceites importados no tiene el mismo efecto en todos los pacientes y a algunos directamente no les sirve, debido a las variedades con que se fabrica. “Las posibilidades terapéuticas del uso la planta y de sus derivados son muchas, incalculables, desde el tratamiento del dolor hasta las epilepsias refractarias, pasando por cremas para las contracturas y el glaucoma, su uso en terapias para dejar de consumir cocaína y otros drogas adictivas, en fin un variado repertorio de situaciones que incluyen preparaciones varias, desde aceites a cremas, incluida en la comida, en gotas, etcétera. Este repertorio de tratamientos se basa en la gran variedad de plantas que existen, casi tantas como las cepas de vides, o de tomates o de maíz, y cada cepa tiene un potencial terapéutico distinto. Por eso, el proyecto que acaba de ser votado tiene en esta realidad diversa una de sus principales debilidades, ya que los aceites disponibles son dos o tres en el mundo y esto es claramente insuficiente para cubrir la gama de pacientes y posibilidades”, señala Andrinolo.
Lemus remarca que, además, al no permitir cultivar las plantas la ley corta una relación terapéutica que no se debe desdeñar. “El uso medicinal de cannabis comienza con las manos en la tierra. La planta genera un efecto distinto en la persona que la cultiva, las plantas sanan a sus criadores de una manera distinta que si alguien te lo diera de forma anónima. El autocultivo es terapéutico por la conexión con la tierra, pero además hay que tener en cuenta las propiedades de cada planta y la manera de usarla. En muchos casos no se utiliza aceite de cannabis, si no que se utiliza la flor por vías respiratorias con un vaporizador, que en algunos casos funciona mejor que el aceite. Por otra parte, el autocultivo permite evaluar y buscar cuál es la variedad que mejor le sienta a cada paciente. Es muy difícil estandarizar y elegir tres o cuatro variedades que sirvan para todos”, dice.
En el caso de los llamados cultivadores solidarios, el texto del proyecto no sólo no los tiene en cuenta sino que los pone en una situación casi de asociación ilícita. “Los cultivadores solidarios se encargan de brindar gratis esa medicina hasta que la familia pueda iniciar autocultivo e independizarse. Esa familia que fue ayudada solidariamente, mañana, cuando coseche sus plantas podrá ayudar a otra familia que pase una situación similar y así hasta cosechar sus propias plantas, es una cadena solidaria hermosa. A todo eso, el proyecto lo deja fuera de la ley”, explica Lemus. “Lo que la ley no reconoce es que el tema del abastecimiento ya está cubierto en la práctica, sin IOMA ni Ministerio alguno, solo por la construcción social de ensamble entre cultivadores y pacientes en una red solidaria digna de ser tomada en cuenta muy seriamente”, coincide Andrinolo en diálogo con Revista Zoom.
“En el caso de los llamados cultivadores solidarios, el texto del proyecto no sólo no los tiene en cuenta sino que los pone en una situación casi de asociación ilícita”
A esto último, agrega, apunta el proyecto Cannabis y Salud de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata. “Está pensado para acompañar esta experiencia de cultivadores, mamás de pacientes y pacientes. Para esto montamos un trabajo que se basa en reconocer las plantas, sus características morfológicas, su diversidad y sus características químicas, principalmente el contenido de cannabinoides. Esta información básica es entregada a médicos y pacientes para que se puedan ajustar las dosis, y así tengamos cada vez más capacidad de elegir las plantas adecuadas para tal o cual dolencia, para lograr el efecto deseado o evitar los no deseados”, dice.
Salud pública o seguridad nacional
El simple repaso de las comisiones que participaron de la reunión del 13 de octubre pasado para elaborar el dictamen sobre el proyecto que se trató en la Cámara de Diputados deja en claro qué problema de base condicionó el texto de la ley propuesta. Allí estuvieron los diputados que integran las comisiones de Salud, de Legislación Penal y de Seguridad Interior. La inclusión de esta última muestra una perversa irrupción de tipo policial en un tema que claramente pertenece al área de salud pública, promovida fundamentalmente desde el oficialismo. Así, la sombra del prohibicionismo más rancio y represivo sobrevoló todo el debate.
“La visión prohibicionista, además de atentar contra la salud de muchísima gente, la obliga a no saber exactamente qué consume, obliga al médico a trabajar con conceptos herborísticos, impide comparar adecuadamente porque una planta es más efectiva que otra para tal o cual enfermedad”, explica Andrinolo.
En este contexto, la propuesta de Cambiemos, que centraba el tratamiento con una mirada enfocada fundamentalmente en la seguridad, derrotó al proyecto alternativo impulsado por el Frente para la Victoria, Libres del Sur, el socialismo, la izquierda y parte del bloque justicialista, que contemplaba el autocultivo y abordaba la regulación desde una perspectiva de la salud pública.
El resultado está a la vista y sus posibles consecuencias también. En palabras de Andrinolo: “Una ley que no contemple el autocultivo seguirá pensando un tema de salud como un tema de seguridad nacional”.