Cuando Matteo Renzi salió el miércoles 7 del Quirinale con el encargo de formar nuevo gobierno, después de haber dimitido ante el presidente Sergio Mattarella, la maldición del pueblo italiano resonó en toda Europa. Es que, tras el masivo rechazo del domingo 4 a la propuesta oficial de reformas constitucionales, la decisión presidencial evidenció la insistencia de la oligarquía financiera europea en no devolver el gobierno a sus pueblos. Italia está partida en dos y la contienda que se avecina abarcará todo el continente.
El presidente italiano se niega a convocar a elecciones anticipadas -como reclama la oposición- si el Parlamento antes no se expide sobre la ley electoral. Renzi, por su parte, quiere presidir un nuevo gobierno interino y continuar como secretario general del Partido Democrático (PD) después del congreso previsto para los primeros meses de 2017.
Los medios concentrados internacionales banalizan el resultado del referéndum como un rechazo popular a la limitación de los poderes del Senado. De acuerdo a la Constitución italiana la Cámara de Diputados y el Senado tienen las mismas facultades para votar leyes, lo que produce que cada tanto se bloqueen mutuamente. Para superar este empate, Renzi propuso instaurar un sistema de cuño alemán en el que el/la Canciller es elegido por la mayoría de los diputados, sólo puede ser derrocado por una mayoría alternativa, y en el que la segunda cámara se limita a representar a los estados federados. Avezado crítico de las intenciones políticas, el electorado italiano entendió que esta reforma pretendía eliminar los últimos restos de Estado de Bienestar y la bloqueó.
Con el referéndum Matteo Renzi buscaba asimismo acabar con la minoría socialdemócrata en su propio partido a la que en enero de 2014 había arrancado la dirección, pero el tiro salió por la culata y su derrota amenaza ahora escindir al PD.
Además del Senado, el referéndum se centró en la ley electoral. En mayo pasado el Parlamento aprobó el proyecto oficial conocido como “Italicum”, para reformar el llamado “Porcellum”. En este último sistema los partidos formaban alianzas laxas entre las cuales quien obtenía la mayoría simple de los votos recibía la mayoría de las bancas de diputados. En cambio, con el “Italicum” sólo se pueden presentar listas únicas que deben ir a una segunda vuelta entre las dos más votadas si ninguna supera el 40% de los sufragios en la primera. Así se impone la conglomeración de fuerzas disímiles en partidos sin identidad ideológica, pero con fuerte disciplina interna.
Según prevén las encuestas, si ahora se convocara a elecciones anticipadas, aprovechando el todavía vigente “Italicum” contra el que se alzó, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) se convertiría en bloque mayoritario y podría formar gobierno. Por eso está urgiendo al presidente para que convoque a elecciones anticipadas. La perspectiva asusta a la oligarquía europea, pero peor le resultaría que los bancos italianos caigan en una crisis general. La mayoría de las cotizaciones de activos y pasivos peninsulares se siguen sosteniendo, pero las del sector financiero se han hundido y ya amenazan al euro.
La elite europea y norteamericana dominante conjura el fantasma del “populismo”. Con el mismo menta toda manifestación directa de la voluntad popular contra la restringida democracia continental, pero si no se aviene a reformar las instituciones de la integración, más países abandonarán la UE. Citando a Beppe Grillo, aunque sin pasión partidaria, verdaderamente, “o Europa se transforma o muere”.