En respuesta a Guillermo Moreno

Apuntes, ideas y contrapuntos a raíz del reportaje que el ex secretario de Comercio le brindó a Zoom.
Foto: Georgina García | Zoom
Foto: Georgina García | Zoom

Guillermo Moreno le brindó a esta revista un muy interesante reportaje sobre el que no puedo evitar realizar algunas observaciones. Vamos por partes.

 

Dice Guillermo Moreno: “(…) por ahí como dijo Perón llegó la etapa de la institucionalización. Y por ahí es posible que el peronismo inicie una etapa de conducción desde un espacio institucional.”

 

Creo que lo que Moreno plantea en esta oración es imposible. Ni Perón lo vería probable. ¿Cuáles eran las cuatro etapas de una revolución para Perón?

 

-La doctrinaria

 

-La toma del poder

 

-La dogmática

 

-La institucional

 

Y en realidad seguimos estando en la etapa doctrinaria. Porque es necesario reformular la doctrina, actualizarla de acuerdo a las nuevas realidades, y según lo que hemos hecho y en qué nos hemos transformado. Por ejemplo, el menemismo no pasó en vano por el país y, menos, por el peronismo: muchos de los errores de Néstor y Cristina (mucho más los de de Néstor) tienen una profunda relación con el menemismo: hay una matriz menemista en la construcción de poder. Néstor hizo algo notable e invaluable: reconcilió al peronismo con la defensa de los derechos humanos, porque ahí el peronismo tenía una carga, una enorme responsabilidad en no denunciar las violaciones a los DDHH, en restarles importancia y aun en haber sido cómplice de esas violaciones. Parte del peronismo fue víctima, pero parte fue victimario. Néstor cerró esta herida y reivindicó al peronismo con los derechos humanos. Eso no lo podrían haber hecho Luder o Cafiero, porque más allá de que no tuvieran responsabilidad directa ni incluso indirecta, pertenecían a la generación y al espacio de los victimarios.

 

Ahora hace falta otra generación, la que cierre las heridas y las traiciones del menemismo y nos reconcilie con la soberanía nacional y con la justicia social, la que desmenemice al peronismo, cosa que no podían hacer Nestor ni Cristina, que cargan con la responsabilidad de haber privatizado YPF y Gas del Estado ni, muchísimo menos, los que fueron cómplices activos del menemismo, como el cavallista Alberto Fernández, los ucedeistas Massa, Bossio o Boudou o el secretario de agricultura, ganadería y pesca de Menem Felipe Solá, responsable de la introducción de los cultivos transgénicos y entregador de la riqueza ictícola, en complicidad con Corach y Manzano.

 

Gran parte de lo que Moreno critica (o autocritica, porque él integraba esos gobiernos, y en eso justamente consiste la autocrítica) tiene relación con la matriz, con la estructura de pensamiento menemista, muy especialmente lo de YPF y la injustificable demora en hacer ALGO, un cachitito así, con los ferrocarriles. López, Schiavi, Jaime son pequeñas excrecencias de esa mentalidad.

«Ahora hace falta otra generación, la que cierre las heridas y las traiciones del menemismo y nos reconcilie con la soberanía nacional y con la justicia social, la que desmenemice al peronismo»

Respecto a YPF, esto que dice Moreno:

 

“¿Quién dice que tiene que estar en manos del Estado? ¿Por qué no puede estar en manos de los trabajadores, del movimiento obrero organizado, por ser trabajadores de esta patria? Si hubiésemos tenido más doctrina peronista, no la hubiésemos puesto en manos del Estado. Y si no la poníamos en manos del Estado, hoy no la tendría este tarambana. ¿Quién defiende los intereses permanentes de la patria? ¿El Estado o los trabajadores? Esa podría haber sido una discusión para dar”

 

Pues eso no tiene sentido. Con ese criterio el FC Belgrano hubiera ido a las mil maravillas al quedar en manos de la Unión Ferroviaria, como lo estuvo durante más de 15 años. En el mejor de los casos los trabajadores habrían hecho las cosas peor que Galuccio, porque su interés hubiera sido el que YPF ganara cada día más plata y el sentido de una empresa nacional de energía es poner la energía al servicio del crecimiento nacional, no al servicio de los técnicos, los gerentes o los trabajadores de la empresa. La única garantía, si la hubiera, es el Estado, pero a condición de que no confundamos gobierno con Estado.

 

Esto y la pelea con Kicillof (toda la parte referida a la pobreza es caprichosa, porque después de decir que Kicillof tiene que explicar qué hizo con la pobreza, le termina dando la razón: es el 15% dice Moreno, después de decir que en este año subió el 1% por mes. Entonces quiere decir que a fines del año pasado estaba en el 5%, como dicen Kicillof y Cristina. Entonces ¿qué tiene que explicar Kicillof?) son los dos ripios de este reportaje y se relacionan más con la personalidad que con las ideas de Moreno.

 

El problema de Moreno (o con Moreno) es que no practica lo que predica. Le pasa facturas a Alberto Fernández, y lo bien que hace (trabajaba para ellos, dice), pero no se las pasa a Massa y a los que votaron pagarle a los buitres y recontraendeudarnos, ni a Felipe, que a lo largo de toda su vida no dejó agachada por hacer. O le pasamos facturas a todos o no se la pasamos a nadie. O se la pasamos al que no diga «me equivoqué» o al menos, no cambie su posición, su sentido del voto en el Congreso.

 

Más allá de estas cosas, su análisis me parece correctísimo, aunque no coincido con lo de Massa, si es que lo dice en serio, porque se me hace que no lo dice en serio. Massa tiene un proyecto diferente al nuestro y trabaja claramente para el extranjero. Lo que hay que hacer es recuperar a los massistas y no sólo a los dirigentes sino más que nada a los votantes.

 

Tema Indec. Tiene razón, pero no tiene razón en defender lo que hizo. Y lo hace en forma muy tozuda. Y es injusto al descalificar a Wainfeld. ¿Qué decía Wainfeld? Que muy probablemente los costos terminarían siendo superiores a los beneficios. O, por lo menos, que serían demasiado grandes, mientras que los beneficios no se veían o no se podían revelar. Y no sé si Moreno hoy podría revelarlos, porque podría haber juicios: se trató, nada más y nada menos, que de cagar a los tenedores de bonos de deuda ajustable por el CER. Y eso está muy bien, al manos para uno. Todo lo demás puede ser cierto, pero ya no importa. Si se podría haber hecho otra cosa o se podría haber hecho lo mismo en una forma diferente, nadie puede saberlo. Pero Wainfeld tenía razón: el costo, el precio que pagó el gobierno, fue demasiado alto. Y Moreno tiene que hacerse cargo, porque le tocó a él hacer eso. No fue su responsabilidad y alguien tenía que hacerlo. Era un fusible que tenía que saltar para que no saltara la instalación completa, y a mi juicio, saltó demasiado tarde.

 

Nadie le puede exigir a Moreno que haga un mea culpa, porque lo que hizo lo hizo de acuerdo a lo que le pedía Kirchner, y finalmente fue beneficioso para el país. Aunque no para el gobierno. De ahí que uno piense que no debería agarrársela con tipos como Wainfeld que, finalmente, sólo apuntaron los riesgos que se corrían.

 

Es muy cierto que hay que sumar, pero no sólo al peronismo. Hoy por hoy el FPV es bastante más y también bastante menos que el peronismo y no conviene dejar a nadie afuera. La situación se puede explicar en términos pueblo-antipueblo/ pueblo-oligarquía/ pueblo-elite. Me parece más adecuado hacerlo en términos de movimiento nacional-partido del extranjero. Y supongo que eso es lo que piensa también Moreno

«Es muy cierto que hay que sumar, pero no sólo al peronismo»

Hoy, como nunca antes, está en el gobierno el partido del extranjero, sin fisuras, homogéneo y monolítico. Ni en tiempos de Justo pasó esto, porque Pinedo padre y el Prebisch que tanto vitupera Moreno (por razones sólo comprensibles para las internas de los economistas, porque Prebisch era a lo sumo lo que hoy llamaríamos un “desarrollista”. Y en ese sentido, como economista no era un enemigo. Pero como persona era una auténtica mierda: como bien le reprocha Jauretche, su informe de fines de 1955, a pedido de la Libertadora, es directamente opuesto al que había hecho un año atrás para la CEPAL. El motivo de esa diferencia fue la plata que cobró del gobierno de la Libertadora para desdecirse de todo lo que había dicho para la Cepal un año antes), Prebisch y Pinedo, decía, crearon las juntas de carnes, las de granos, l cueros, etc., el Banco Central, impusieron retenciones a la exportación de productos primarios, e inventaron otros instrumentos dirigistas de la economía para soportar los efectos de la crisis mundial. El gobierno macrista es todavía peor que la Libertadora porque no sólo se obsesiona con la «desperonización» (hoy, “deskirchnerización”; aunque algunos papanatas resentidos con La Càmpora o Cristina se sumen, es exactamente lo mismo, y de ahí que tipos como Jauretche, que detestaba a Perón, asumieran su defensa en 1955) sino porque no tienen fisuras. En la Libertadora seguía habiendo militares nacionalistas y en la Junta Consultiva los radicales, como Oscar Alende, por ejemplo, bregaban por mantener los lineamientos económicos del peronismo. Después del 76, debido a las resistencias internas, Martínez de Hoz no pudo privatizar nada y tuvo que conformarse con endeudar empresas muy rentables, como YPF. Hoy no, hoy estos tipos avanzan unificados y las divisiones las tenemos nosotros: entre nosotros, en el hipotético campo popular, hay tipos que trabajan para el extranjero. Y para verlo alcanza con mirar cómo votan en diputados y senadores, no como hablan, porque en la TV todos son tauras, pero después bien que arrugan.

 

Yo plantearía las cosas en esos términos, en términos nacionales, en términos de frente nacional de liberación y partido del extranjero, y no en los de peronismo-oligarquía.´

 

Ocurre, por ejemplo, que no todos los que queremos una patria libre, justa y soberana, somos peronistas. Algunos no lo son, y está bien que así sea: nosotros, en el mejor de los casos, hacemos una de las propuestas, proponemos apenas uno de los modelos para un proyecto nacional.

 

El inconveniente aquí es cuando pretendemos llevar a la práctica esto que supuestamente todos pensamos. Y esto es una cuestón práctica, de ejecución, y en la que siempre puede haber errores.

 

Por ejemplo, el General los cometió en cantidades, y no lo digo por preconceptos o análisis, sino simplemente mirando los resultados, porque de no haber habido errores habríamos ganado y nadie discutiría en nuestra país las taradeces que hoy discutimos.

 

El peronismo es frentista, decía Perón, porque nosotros no tenemos que ser nosotros sino la nación en su autoconstrucción. Y en el medio aparece mucha porquería, comonó. Por ejemplo, uno se ha tenido que aguantar a un salvavidas de pileta de natación, concejal de Lomas de Zamora por el partido popular cristiano, que aliado con concejales ligados a la línea de Montoneros, promovió la remoción como intendente del Negrito Turner por el solo delito de no pertenecer a ninguna de esas dos “líneas”. Y encima ese tipo nos intenta explicar qué es el peronismo.

 

Esas cosas pasan. Y hay que tener paciencia.

 

Moreno apunta, además, dos cosas muy significativas: carece de importancia discutir quién es el que conduce, porque el asunto es bien simple: conduce el que conduce, y no hay más que hablar. Lo segundo que apunta, y al parecer con acierto, es que hoy por hoy Cristina es la persona que en nuestro campo más adhesiones recibe.

 

En base a esos dos elementos, muy acertadamente apuntados por Moreno, deberíamos movernos en el futuro, si es que nos interesan la independencia nacional y la justicia social y no nuestros carguitos, prejuicios, broncas y canonjías.

 

Los problemas que enfrentamos provienen de nosotros mismos, de nuestro sectarismo.

 

A diferencia de la izquierda, que construye su identidad a partir de la diferencia, de aquello que diferencia, que divide a las personas, los peronistas, los nacionales, los que somos la mierda populista, la construimos a partir de lo que nos une. Y después vemos qué miércoles hacemos con eso.

 

En cuanto a la mención que hace Moreno a la encíclica del papa (que habría que leer con mucha atención, pues es un documento extraordinario) mucho me temo que Moreno tiene razón. Pero el papa también.

 

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