San Cayetano: entre el presente y la historia

Con reclamos actuales y recuerdos de viejas consignas, la movilización puso en escena otra cara del presente político y económico
Foto: Caro Costa
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Tres días después del intento de detención de Hebe de Bonafini y cuatro antes de que las Madres cumplan 2000 jueves de rondas sobre la Plaza de Mayo, organizaciones sociales coparon el histórico lugar de concentración del pueblo argentino para visibilizar la situación por la que atraviesa casi la mitad de la población trabajadora de este país: la precarización laboral, con su consecuente ausencia de derechos básicos conquistados por los trabajadores a través de décadas, y conculcados luego por las políticas neoliberales que rigieron entre 1975 y 2002.

 

Convocada por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la protesta congregó a unas cien mil personas, quienes caminaron a lo largo de trece kilómetros por la avenida Rivadavia.

 

Con el eje puesto en San Cayetano, los manifestantes reclamaron un salario social complementario para los casi dos millones de trabajadores que realizan tareas laborales en la más cruda informalidad, en un intento de que ninguno de ellos se encuentre por debajo de la línea de pobreza. Ya retirada la tarde y con el cansancio a cuesta de una intensa jornada, Juan Grabois, en diálogo telefónico con este cronista, afirmó que asistieron a la movilización muchas más personas de las que esperaban. “Mucha gente que no participa de ninguna organización rompió con los prejuicios que se promueven y marchó codo a codo con los trabajadores de la economía popular, en un claro llamado de atención a la políticas macroeconómicas impulsadas por el gobierno de Mauricio Macri”, subrayó el dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), uno de los nucleamientos que integran la CTEP. Y comentó con preocupación que “el fantasma del hambre crece día a día en los barrios”. El referente social, nombrado recientemente “Consultor del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano”, finalizó sus reflexiones destacando algo que ya había mencionado en la semana en un artículo publicado en el diario La Nación: que la jornada de lucha de ayer combinó un reclamo por las necesidades inmediatas de los sectores más humildes de nuestro pueblo con una perspectiva política estratégica, centrada en una perspectiva de transformación de las estructuras injustas que rigen la actual lógica social.

 

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Foto: Caro Costa
Sentir en lo más hondo cualquier injusticia

El acompañamiento de las dos CTA, de algunos gremios enrolados en la CGT, de sectores del movimiento estudiantil y otros vinculados a la Pastoral Social de la Iglesia Católica, fue uno de los datos sobresalientes de la jornada. Entre algunos de los referentes sindicales, intelectuales y de defensa de los derechos humanos que participaron de la movilización, pueden destacarse los nombres de Eduardo Jozami, Eugenio Zaffaroni, Hugo Yasky, Roberto Baradel, Hugo “Cachorro” Godoy, Víctor De Gennaro, Claudio Lozano, Víctor Santa María, Juan Manuel Abal Medina, Osvaldo Bayer, Nora Cortiñas y Adolfo Pérez Esquivel. Estos tres últimos ya habían manifestado su apoyo a la protesta durante la semana, en unos escritos difundidos junto con sus rostros, en el marco de una ingeniosa campaña de difusión puesta a rodar en las redes sociales por la Organización La Poderosa.

 

Bajo el título “Yo marcho con ustedes, por el trabajo”, Osvaldo Bayer rescató las banderas de Paz, Pan y Trabajo como “las verdaderas garantes de la democracia y la igualdad”. Norita Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo “Línea Fundadora”, aseguró por su parte que “esos miles de trabajadores de la economía popular” le recordaban cada día “a nuestros 30 mil hijos”. “Mientras tenemos a miles de compatriotas pasando hambre y padecemos una ola de nuevos despidos, algunos concentran riqueza, otros pagan deuda externa y los más humildes sufren”, resaltó la “Madre de la Plaza”, quien remarcó la necesidad no solo de asistir a la movilización del domingo, sino también de continuar con la lucha el lunes.

“’Mucha gente que no participa de ninguna organización rompió con los prejuicios que se promueven y marchó codo a codo con los trabajadores de la economía popular, en un claro llamado de atención a la políticas macroeconómicas impulsadas por el gobierno de Mauricio Macri’, subrayó Juan Grabois”

El Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, finalmente, acusó al macrismo de ser un “gobierno neoliberal” que “ha lanzado sus tarifazos, privilegiando al capital financiero sobre la vida del pueblo”, algo que calificó como de “realmente muy grave”.

 

Foto: Caro Costa
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Hay que seguir andando más

Promediaba los 20 años cuando se produjo la ya hoy emblemática movilización por “Paz, Pan y Trabajo”, convocada por la CGT en septiembre de 1981. Mariano Rodolfo Martín observó con atención la movilización de ayer y, en diálogo con este cronista, recuerda que entonces no fueron más de 10.000 personas pero que, más allá de la cantidad, ese día fue un paso importante para que se avanzara en quebrar el miedo que había impuesto el terror dictatorial. “Veníamos del paro de abril de 1979, como primer gran medida obrera de oposición a la dictadura, y luego de algunas luchas contra los tarifazos en distritos del Gran Buenos Aires, como Lanús”, recuerda, y puntualiza que se llegó a aquella movilización con la CGT Brasil ya constituida (“Brasil” por la calle porteña en donde se encontraba la sede gremial de este sector enfrentado al “dialoguista” encabezado por Jorge Triaca), luego de la experiencia del denominado grupo de los “25”. Y remata: de aquel día me quedó grabada una frase que pronunció el Arzobispo Monseñor Jorge Novak: “En la puerta de muchos argentinos está golpeando el hambre”. Año y pico después de la Marcha de San Cayetano contra el “Proceso de Reorganización Nacional”, en 1982, se produce la gran movilización del 30 de marzo. Era el comienzo del fin de la dictadura.

 

cgtpazytrabajoEn 1994, la Marcha Federal fue el antecedente más inmediato de un proceso que, desde junio de 1996 (con la pueblada de Cutral Có) a junio de 2002 (con la “Masacre de Avellaneda” tras la represión en el Puente Pueyrredón), estuvo signado por la emergencia de nuevos movimientos sociales que enfrentaron las políticas de hambre y represión propugnadas por el gobierno de Carlos Saúl Menem, que ejerció desde la cima del Estado nacional esa suerte de “justicialismo del revés”: ni socialmente justo, ni económicamente libre, ni políticamente soberano.

 

Aún no es posible dimensionar los alcances de la movilización de ayer. Lo que es seguro, sin embargo, es que ha sido la primera gran manifestación de oposición al macrismo en donde los protagonistas son los sectores humildes no organizados en las estructuras tradicionales. Pero a diferencia de años anteriores, en donde las luchas de los movimientos sociales que daban encuadre novedoso a los sujetos que emergía de esas nuevas realidades se producían por carriles diferentes a la de los sectores más “clásicamente” organizados, la de ayer fue una pelea protagonizada por este “precariado” al que algunos denominan como “trabajadores de la Economía Popular” (que están por fuera tanto de los sindicatos como de los otrora Movimientos de Trabajadores Desocupados), pero acompañados por casi todo el espectro sindical y del movimiento estudiantil universitario, más el apoyo de diversos partidos políticos y sectores de la Pastoral Social de la Iglesia Católica.

«Aún no es posible dimensionar los alcances de la movilización de ayer. Lo que es seguro, sin embargo, es que ha sido la primera gran manifestación de oposición al macrismo en donde los protagonistas son los sectores humildes no organizados en las estructuras tradicionales»

La historia acontece como tragedia y, de repetirse, suele hacerlo como farsa. De allí lo estéril de las comparaciones mecánicas entre momentos históricos diferentes, o lo vano de los ejercicios contrafácticos, tan poco recomendados por los historiadores. Así y todo, los momentos del pasado entretejidos con los desafíos del presente, suelen funcionar no solo en su sentido pedagógico (recordemos que Rodolfo Walsh insistía en denunciar la maniobra de las clases dominantes, quienes se obstinaban en plantear que cada lucha del pueblo debía empezar siempre de cero, apropiándose así de las enseñanzas del pasado), sino también como una suerte de “combustible espiritual”, que jalona con las memorias de las resistencias los desafíos del presente.

 

Foto: Caro Costa
Foto: Caro Costa

Algo de eso supo estar presente entre guitarra y fogón, mate y conversa, en esa canción surgida de las Comunidades Eclesiales de Base que recorrió gran parte de las ocupaciones de tierras para construir viviendas, que levantaron barrios enteros en los años 80, y los piquetes de los 90 en los que se politizaron cientos de jóvenes de los sectores más humildes y castigados por las políticas económicas neoliberales:

 

“Nos duele amigo, hasta los huesos

y se endurecen nuestras entrañas.

Por la injusticia, la cobardía

nos va invadiendo, la hipocresía.

Hay tanta bronca acumulada

tanta traición disimulada,

que nos encierran hasta las manos

y el descontento

nos va inquietando”.

 

La canción, de autor anónimo, insiste en su estribillo en que “hay que seguir andando”. “Que no cieguen nuestras miradas” persiste porque “nuestra historia no está cerrada”. Y vuelve a entonar el estribillo: “hay que seguir andando… hay que seguir andando, nomás”.

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