El 22 de junio pasado, a 40 años de su desaparición, se realizó un homenaje a Lucía Cullen en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Nutrida concurrencia, sobre un costado del comedor universitario. Viejos militantes y jóvenes que militan hoy en una amalgama más que interesante, en un caleidoscopio que une de forma enrevesada pasado, presente y futuro. Me acerqué a una de las viejas militantes y le comenté del libro que realicé sobre José Luis Nell, el esposo de Lucía. Y dijo: “Cuando Nell murió, pensé que nadie lo iba a recordar”.
Todo libro, todo recuerdo, tiene quizás la pretensión de permanencia, de trascender, de perdurar. Ilusión quijotesca en tiempos borrascosos, donde tantas cosas pasan y se entremezclan sin dejar huella. Es justo reconocer que uno de los pocos que se propuso rescatar la vida de José Luis Nell fue Luis Barone, en su documental Los Malditos Caminos, estrenado en el 2002. Año en que el país intentaba saber si era en realidad eso, un país. La crisis parecía devorarlo todo, incluso las certezas del modelo neoliberal de los Chicago Boys. Y entonces recobraba sentido aquello que habían propuesto los jóvenes de los 70, esa generación esquilmada por el terrorismo de Estado. José Luis Nell, Lucía Cullen, Carlos Mugica. Vidas cargadas de compromiso revolucionario, errores, aciertos, lucha y tragedia. Hijos de la clase media y alta urbanas, que decidieron sacrificar la vida burguesa buscando la realización común. Los Malditos Caminos.
Vía crucis
Nacido en 1940, hijo único de una familia porteña del barrio de Flores, la infancia de José Luis Nell transcurrió entre colegios católicos y el liceo militar. De joven, comenzó militando en la organización de ultraderecha Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT). Emuladores de Primo de Rivera, ultracatólicos.
El país transitaba la autodenominada Revolución Libertadora que había derrocado al segundo gobierno de Perón. Esto había tocado de cerca a José Luis Nell, ya que su madre fue herida en los bombardeos a la Plaza de Mayo de junio de 1955. Poco después, subiría al poder Arturo Frondizi con apoyo de los votos peronistas proscriptos.
El Movimiento Nacionalista Tacuara tenía una inserción política débil pero un poder de fuego y barricada en las calles que era temido. Operaba de alguna forma como una resistencia al autoritarismo imperante. Como un grito violento contra la violencia institucionalizada. Comenzó a albergar a militantes que no eran uniformes en sus convicciones y abarcaban un amplio arco ideológico que trascendía la ultraderecha.
«El Movimiento Nacionalista Tacuara tenía una inserción política débil pero un poder de fuego y barricada en las calles que era temido»
En 1962, triunfó en las elecciones Andrés Framini en la provincia de Buenos Aires, el candidato peronista, y el gobierno de Frondizi no lo reconoció. Poco después, los militares barrieron con lo que quedaba de su legitimidad política. Esta crisis social y política tuvo su influencia en el Movimiento Nacionalista Tacuara, teniendo lugar una escisión encabezada principalmente por José Luis Nell y Joe Baxter en 1962. Surgió el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), que reconocía al peronismo como vía para la revolución nacional. Dejaron atrás los pensamientos conservadores recalcitrantes de la ultraderecha y se propusieron aportar para la vuelta del líder proscripto, insertándose en lo que se llamó la resistencia peronista. En 1963, realizaron lo que fue considerado el primer operativo de la guerrilla urbana en la Argentina: el asalto al Policlínico Bancario.
El asalto y el exilio
El 29 de agosto de 1963 una ambulancia llegó el Policlínico justo antes del camión de caudales que transportaba el sueldo de los empleados del mes. Camuflaba a los integrantes del grupo de la Tacuara Revolucionaria, entre los que estaban, entre otros, Horacio Rossi, Tommy Rivaric, Horacio Arbelos y por supuesto, José Luis Nell. Una vez detenido el camión de caudales, el grupo irrumpió fuertemente armado con ametralladoras PAM y fusiles FAL. Intimidar para que no hubiera resistencias era la idea. Asalto de guante blanco. En el entrevero, José Luis Nell disparó sin quererlo la ametralladora que impactó en ordenanzas del lugar, hiriendo también a otras personas. El grupo se llevó el dinero. La huida fue accidentada pero logró efectuarse. Dos muertos, cinco heridos, el saldo que José Luis Nell no logrará perdonarse por el resto de su vida.
Tiempo después, los intervinientes en el asalto cayeron por la delación de los hermanos Posse, que fueron descubiertos al cambiar los billetes marcados en París. José Luis Nell fue detenido mientras realizaba el servicio militar en Río Gallegos y trasladado inmediatamente a Buenos Aires. No sería la última vez que estaría entre rejas. Increíblemente, logró fugarse a plena luz del día de la alcaldía de Tribunales donde permanecía detenido. Cacho Envar El Kadri, mito de la resistencia peronista, le brindó su casa para refugiarse unos días hasta que pudo salir con pasajes a la China de Mao, junto a otros miembros del Movimiento Revolucionario Peronista de Gustavo Rearte, entre los que estaban Carlos Gaitán, Jorge Rulli y Armando Jaime.
«En 1963, realizaron lo que fue considerado el primer operativo de la guerrilla urbana en la Argentina: el asalto al Policlínico Bancario»
Hacia 1967, ingresó en Uruguay y no tardó en vincularse con Tupamaros, la guerrilla oriental liderada por Raúl Sendic. José Luis Nell volvió a caer preso y lo confinarían en el penal de máxima seguridad de Punta Carretas. El gobierno argentino pidió su extradición y en el trámite judicial fue defendido por John William Cooke, célebre figura de la resistencia peronista y primer delegado de Perón. En 1971, se fugó con 111 tupamaros de la cárcel alimentando así su propia leyenda. Algunos testimonios dijeron que, sobre la pared del túnel de la fuga, apareció pintada nítida la sentencia de la que, a esa altura, se había apropiado el pueblo argentino y que se atribuyó a Nell: Perón Vuelve.
Volver
Volvió a la Argentina y se alojó en una casa de seguridad en Castelar que le consiguió Jorge Rulli. En ese lugar, podría reencontrarse fugazmente con sus padres a los que no veía desde hacía mucho tiempo. Su madre, ya enferma, moriría de cáncer poco después. Tanteó su incorporación a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), pero no lo convenció el giro de izquierda radical que habían tomado. Se incorporó entonces a Montoneros, militando en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, en Lanús y Avellaneda. Conoció a Lucía Cullen, su gran amor. Militante comprometida, trabajadora social, había secundado por mucho tiempo al padre Carlos Mugica en la villa 31 de Retiro. Encarnaron como miles de jóvenes la bandera de resistencia de una generación: Luche y vuelve. El padre Carlos Mugica casó a José Luis Nell y a Lucía Cullen de forma clandestina en la capilla de la villa 31 de Retiro, desafiando el protocolo eclesiástico que exigía previamente el casamiento por civil.
El Cordobazo y las movilizaciones obreras y estudiantiles jaqueaban al régimen de la autodenominada Revolución Argentina. Y terminó sucumbiendo. Cámpora al gobierno, Perón al poder. Y volvió, nomás, Perón. En forma definitiva, el 20 de junio de 1973. Día que debió ser de fiesta. Momento en que se concretaba el triunfo de una mayoría popular incontrastable. Dos millones de personas fueron a recibirlo a Ezeiza, por lo menos. El país entero, en vilo.
Ese día José Luis Nell estaba junto a Beto Simona en un jeep encabezando la Columna Sur de Montoneros. Cuando se aproximaron al palco ocupado por la derecha peronista, recibieron la agresión artera. Y la tragedia tuvo lugar, empañando la fiesta. En los enfrentamientos, José Luis Nell recibió un balazo en la cabeza, que lo dejó paralítico por el resto de su vida. Luces y sombras del peronismo, otra vez.
«En los enfrentamientos de Ezeiza, José Luis Nell recibió un balazo en la cabeza, que lo dejó paralítico por el resto de su vida»
El célebre escapista, el revolucionario puro coraje quedaba confinado a una silla de ruedas. Lucía Cullen lo atendía en todo lo que podía. Consultas de médicos, variantes de lo mismo, daño irreparable. El peronismo se desgarraba en un enfrentamiento interno feroz. Derecha e izquierda. El pueblo, fiel a Perón, como lo había sido durante 18 años de exilio obligado. Así lo entendió José Luis Nell, cuando reprobó el asesinato de José Ignacio Rucci, el jefe de la CGT. Junto al padre Carlos Mugica, dio impulso a la Juventud Peronista Lealtad. Leales a lo que votó el pueblo argentino, leales a Perón. Condenaron a las vanguardias trasnochadas de Montoneros, accionar militarizado sin pueblo.
El fin
El año 1974 asomó trágico. Muertes acá y allá. Fuego cruzado sin sentido. La Triple A comenzando su terrible accionar. El 11 de mayo, murió acribillado el padre Carlos Mugica. El 1 de julio, murió Juan Domingo Perón. La posibilidad de una salida política parecía truncarse. La violencia recrudecía. José Luis Nell, el 9 de septiembre, tomó una decisión largamente meditada y conversada con los más íntimos. Todavía pesaba en su mente las víctimas involuntarias en el Policlínico Bancario, y no quería ser una carga por su parálisis para los que más lo querían. Ese día, se dice que Cacho Envar El Kadri lo acompañó a una estación de tren donde se quitaría la vida.
Creo que la vida de José Luis Nell reúne como pocas los avatares, la militancia y el compromiso de una generación por lograr una Argentina más justa. Deuda pendiente aún hoy, su vida es sin dudas representativa de aquellos que lo intentaron y no pudieron. Pero que dejaron en la memoria un ejemplo que interpela, cuando no pocos nos quieren hundir en la apatía y la desmemoria. Un libro, una novela biográfica que escribí sin otro propósito que, desde un modesto aporte, intentar hacerle una gambeta al olvido.