En el año 2008, el escritor y periodista peruano (nacionalizado español) Mario Vargas Llosa concedió esta entrevista. Entonces se hablaba de la probable concesión del Premio Nobel al autor de La ciudad y los perros. Finalmente, la Academia sueca premió con el máximo galardón al ex candidato a presidente de su país. Veamos algunos de sus pensamientos.
Mario Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936. Es hijo de Ernesto Vargas Maldonado y de Dora Llosa Ureta, quienes se separaron antes de que él naciera. Proveniente de una familia de clase media, a temprana edad viajó a la ciudad boliviana de Cochabamba, donde vivió toda su infancia y cursó sus primeros estudios.
Recién en 1946 conoció a su padre, que residía en Lima. Estudió en el Colegio La Salle y durante dos años, en el Colegio Militar. En el verano previo a su último año en el colegio, Vargas Llosa se inició como periodista. Se retiró del Colegio Militar, estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde terminó la carrera de Letras, y contrajo matrimonio con Julia Urquidi, una tía política por parte materna. El matrimonio duró unos diez años. En 1958 consiguió una beca que le permitió viajar a Madrid e hizo un doctorado en la Universidad Complutense.
En 1959 publicó Los jefes. Pero llamó la atención por primera vez con su novela La ciudad y los perros, de 1962. Formó parte del llamado boom latinoamericano (junto con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar), y fue el primero en abandonar el marxismo y el apoyo a la Cuba de Fidel Castro, en un decidido paso al liberalismo económico que lo condujo a competir (y perder) las elecciones presidenciales contra Alberto Fujimori.
Entre sus principales libros figuran Pantaleón y las visitadoras, Travesuras de la niña mala y Conversaciones en la Catedral.
¿Existen razones para ser optimista o pesimista respecto al futuro político de América Latina?
En principio, no pondría los términos bajo esa oposición porque hay razones tanto para ser optimista como pesimista. Empecemos por lo peor, es decir, por Venezuela. En rigor, por (Hugo) Chávez, con ese populismo que hoy da enormes ganancias pero mantiene las divisiones sociales de siempre: los ricos son cada vez más ricos (incluyendo a la casta gobernante, antes militar y ahora civil, bolivariana). Ese es un fenómeno que no puede entenderse sólo por razones de política interna. Hay que decir que Chávez representa lo peor del caudillismo -que a su vez representa lo peor de la herencia del imperio español en América. Y hay que decir también que ese señor es producto de una puesta en escena de la cual el actual Gobierno norteamericano es responsable y cómplice. Chávez, más allá de la falta de recursos renovables, no podría ser quien es sin las compras que los norteamericanos hacen del petróleo venezolano: casi una cuarta parte de su producción diaria está subsidiada por el Gobierno (entonces de Bush hijo), que así se asegura un estándar de consumo interno, y cierta legitimidad para quedarse en Irak y eventualmente invadir o atacar Irán, además de criticar, porque no se puede pasar por alto, la falta de apego de Chávez a las formas democráticas. El tema Cuba es de otro calibre.
¿Cómo es eso?
Salvo excepciones, es imposible no ver en nuestros países una evolución. En el Perú, la izquierda era muy fuerte, tenía mucha influencia y hasta representación en el poder legislativo. Y sin haber sido reprimida, en los últimos diez años sectores importantes de esa izquierda han ido modernizando su lenguaje. Si mantenían las posiciones clásicas se quedaban afuera de todo. Alan García, que no es estrictamente un hombre de izquierda, pero que así se vendió, parece otra persona. Y que no se lea esto como un apoyo a su gestión; en todo caso, es un apoyo bajo protesta y espera. A esa modernización retórica le seguirá, inevitablemente, una modernización económica y la necesidad de insertar los productos de exportación peruanos en el mundo. Sin dudas, lo mejor que pudo hacer García es plantarle cara a Chávez.
Usted dijo “salvo excepciones”. ¿Se refería a Cuba?
A Cuba, claro: los latinoamericanos tenemos la dictadura más antigua del planeta, ahora con nuevos bríos gracias a las gestiones de Chávez. No tengo nada claro el futuro de Bolivia en este contexto, y de Evo Morales en particular. No sé si es un pragmático, un indigenista, un oportunista o un inútil. Igualmente, creo que es correcta la invitación a Bolivia para que se integre al Mercosur. Eso impone un límite y unas posibilidades. Habrá que ver cómo se las arregla con las presiones, de dentro y de fuera. Es imposible dejar de nombrar a (Néstor) Kirchner. El hecho de que me resulte un maleducado, o de que no me agrade su persona, no implica que no haya piloteado la crisis argentina con pericia ni que no haya aprendido algo sobre endeudamientos y demás. Pero no tiene un talante democrático, es rígido y tiene demasiados enemigos. Sus socios y amigos son Chávez, por un lado, y Bush, por el otro. Eso, que podría ser visto como un juego de astucia, que se sepa no le ha traído a la Argentina mayores beneficios, y si no fuera por el precio internacional de la soja y del crecimiento de la economía china, casi ninguno. Pero es muy auspicioso, a mi juicio, que los Gobiernos de centroizquierda hayan aceptado la democracia, que respeten la legalidad y las libertades públicas. El ejemplo es Chile.
¿Detecta usted algún problema muy grave en la región?
No uno, sino varios. La corrupción, en primer lugar. La corrupción erosiona a los gobiernos y a la cultura democrática. No hay nada que golpee tanto a la opinión pública como probar día tras día que los representantes del pueblo usan sus cargos para traficar influencias y enriquecerse. Esa desmoralización, en países que tienen escasa tradición democrática, produce un desinterés muy peligroso, y en último término, un rechazo generalizado hacia las instituciones políticas, caldo de cultivo para la demagogia populista. El narcotráfico es una pieza clave en ese sistema de corrupción, porque representa una economía capaz de competir con el Estado: paga mejores sueldos, compra jueces, policías, diputados, senadores y hasta presidentes. Creo que Colombia, Bolivia, México y Perú viven más que los otros el problema del narcotráfico, pero ya se está instalando también en Brasil y en la Argentina.
Hace unos años, usted me dijo que estaba a favor de la legalización de las drogas.
Es cierto. Pero creo también haber dicho que no podía ser una medida unilateral sino multilateral. Y que el sistema financiero mundial, especialmente el sistema bancario estadounidense, no soportaría un cimbronazo de esa naturaleza sin provocar una corrida cambiaria acaso más peligrosa que su causa.