Un pacto para vivir

Las mayorías se pueden construir mediante el sometimiento, el miedo, la persuasión, la codicia, el individualismo, el interés colectivo, el patriotismo, las épicas nacionales, las derrotas bélicas, y con mentiras bien presentadas para su expendio.

La construcción de mayorías sociales, legislativas y electorales obsesionan a los políticos. Los secretos de su conformación han desvelado a la ciencia política, el constitucionalismo, la filosofía, la sociología y la estadística: algunos, muchos, todos, mayorías absolutas o relativas, de adhesión o acatamiento, primeras minorías, voluntad general (consensus omnium), son construcciones que dan pie para especulaciones y apasionamientos de toda índole.

Aunque la oposición se empeña en revivir un cadáver equiparando a esta Corte con aquella, la conformada con personajes salidos de “Los Miserables”

Entre rectas y quebradas

Argentina pudo escapar de la mayoría automática y la actual Corte de ninguna manera puede calificarse de adicta. El gobierno se enfrenta ahora a la dificultad de construir mayorías legislativas circunstanciales porque mientras atiende su nueva agenda de profundización de los cambios, no puede dejar del todo la que le marca el poder concentrado.

En general, los nuevos actores progresistas han entendido esta limitación o estrategia bifronte (que el Chivo Rossi pilotea con habilidad y solvencia) y guardan prudente silencio cuando se trata de reabrir el canje de bonos defaulteados, por ejemplo. Decimos en general, porque legisladores como Claudio Lozano no pierden la ocasión para irse de boca.

La derecha, entretanto, pega el grito en el cielo con los temas que ponen en peligro sus posiciones, o las que representan. En ocasiones sobreactúan por una doble razón: toda oportunidad es buena para pegarle al gobierno, y si consiguen golpearlo fiero, creen posicionarse mejor en lo que realmente les interesa. No es algo nuevo, lo describió Homero en la Odisea.

El PJ disidente-macrismo-UCR-CC hace guerrilla mediática pero corre a dar quórum o votar las leyes que favorecen al poder económico, caso reapertura de endeudamiento para holdouts, como muy delicadamente informa el diario La Nación aquí. Pero (Zaiat escribe en Página 12) …“La media sanción en la Cámara de Diputados de la ley que reconoce en la contabilidad pública una deuda de unos 29 mil millones de dólares que no participó del canje de 2005 casi no tuvo debate”.

Los consensos sociales, los acuerdos políticos, los liderazgos, la gobernabilidad del Estado, la manipulación mediática, la publicidad y la propaganda, el acatamiento, la opinión, la persuasión, el sentido común y la ideología dominante o hegemónica, se relacionan en la construcción de las mayorías. Pero hay otras alternativas: en las elecciones municipales de Colombia en 1988, la mayoría se logró asesinando a 87 candidatos del UP a alcalde y a más de 100 a concejal. Como para que no queden dudas.

Con nosotros, el Eje del Mal

“Venceréis pero no convenceréis”, vaticinó Unamuno al franquismo. En “Retórica”, Aristóteles se ocupó de las distintas formas de la persuasión: “el político debe ser capaz de encontrar los medios más adecuados para persuadir a las mayorías”, y no excluye sino más bien considera centrales los deseos, las pasiones y las emociones para que el consenso sea convincente. Para Max Weber, cuando el fundamento de la acción reside en una pasión o emoción, su carácter central es la fugacidad. Perón, en “Conducción Política”, afirma que se conduce con persuasión, no con sometimiento. Según los sofistas, (demoledores de toda filosofía “oficial”, una especie de revista Barcelona en la Grecia clásica), la opinión es válida aunque no suficiente para participar y gobernar, pero más importante es definir cuál es el bien de la ciudad. Que es precisamente de lo que se ocupó Perón.

Las mayorías se pueden construir mediante el sometimiento, el miedo, la persuasión, la codicia, el individualismo, el interés colectivo, el patriotismo, las épicas nacionales, las derrotas bélicas, y con mentiras bien presentadas para su expendio.

Lo mejor y lo peor del ser humano y de las comunidades, lo que dice mucho sobre el carácter de los liderazgos. La codicia, el terror y el ocultamiento conformaron una mayoría implícita durante la dictadura. Los medios tuvieron un papel central en ese escamoteo de lo que sucedía, pero también para construir una mayoría anestesiada por el “algo habrán hecho”. El diario La Nación tenía su hombre en el gobierno, y no con el gorilismo tradicional de la vieja oligarquía vacuna. A fines del 75, Mariano Grondona había hecho una “sorprendente” apología de López Rega y luego aportó, con Carlos Floria y Jaime Perriaux, el argumento para el golpe: “el gobierno (de Isabel) tiene legitimidad de origen pero no de ejercicio”. Flanqueado por Biolcati, repite esa idea brillante hoy en día porque la lucha continúa. Entretanto, Morales Solá trabajaba para el general Bussi en Tucumán en su Operativo Independencia.

El papel de Clarín, el diario preferido por los sectores medios, fue mucho más tortuoso y por eso central. Dominado entonces por el grupo “desarrollista” (los Frigerio, Camilion) y conducido por Marcos Cytrinblum, sufrió, si eso es sufrir, una fuerte lucha interna por una banda masserista que integraban, entre otros, el actual columnista Van der Kooy, y que el ahora horrible Jorge Asís retrató con los gruesos trazos arltianos de Oberdán Rocamora en El Diario de la Argentina. La nueva línea editorial del diario se atrincheró en cuatro conceptos simples: total oscurecimiento del terrorismo estatal, consumo de cultura progresista, mucho fútbol y amplia cobertura de las bondades derivadas de la tablita cambiaria: corredor aéreo con Miami, deme dos, tasas fantásticas en las mesas de dinero y en nuevos bancos. El apoyo del diario a los incombustibles Kive Staiff en la dirección del teatro San Martín, y al progresista arquitecto Peña en la preservación de las fachadas de San Telmo fueron dos de las modalidades culturosas que le ganaron para siempre a los sectores medios.

Durante el menemismo, Clarín tuvo un papel central en la constitución de la alianza social-política que viabilizó el Consenso de Washington con apoyo popular. Aunque las notas de Daniel Santoro, con información proporcionada por la embajada de Estados Unidos, alertaban sobre los “excesos” del diezmo exigido por la mafia alojada en la Casa Rosada, el diario echó leña al fuego apoyando las privatizaciones y actuó de vanguardia sojera con el ingeniero Huergo-Monsanto.

En la república aristocrática de Platón, que no incluía a esclavos e idiotas, éste le hizo decir a Sócrates en el “Critón”: “¡Ojalá, Critón, que los más fueran capaces de hacer los males mayores para que fueran también capaces de hacer los mayores bienes! Eso sería bueno. La realidad es que no son capaces ni de lo uno ni de lo otro; pues, no siendo tampoco capaces de hacer a alguien sensato ni insensato, hacen lo que la casualidad les ofrece”.

No es necesario recurrir a Hanna Arendt: las mayorías construidas durante la dictadura, el menemismo y su corolario, el gobierno de la Alianza, fueron coaliciones del mal. Aunque se considere un exceso asociar estos consentimientos sociales con el nazismo, estamos hablando del mismo orden de escenarios. No importa por qué, fueron ciertas mayorías las que sustentaron el delirio de Tercer Reich. Ruckauf les mete bala a los delincuentes. Stornelli y la UCEP. Las promesas del colombiano. Digámoslo rápido y atengámonos a las consecuencias: no es cierto que los pueblos nunca se equivocan, pero cuando gana el Mal, es por el fracaso de los buenos, y no hablo en términos religiosos.

Casualidad y contingencia

Gramsci estudió la relación entre sentido común (creencias que la mayoría considera verdaderas) e ideología dominante o hegemónica. Laclau concibe así la construcción de mayorías refiriéndose al sindicato “Solidaridad”: “Pudimos ver allí, en la Polonia de los ’80, cómo un conjunto de demandas muy particulares de un conjunto de obreros al transcurrir en el contexto de una sociedad altamente represiva, pasaron a ser el símbolo de una demanda de cambios globales”. Claro que una conjunción de fuerte catolicismo polaco, sobreviviente al bolcheviquismo, y la maquinaria vaticana apuntada contra Moscú habían contribuido a modelar esa demanda.

La derrota del neoliberalismo por la vía electoral en los países de América Latina no ha cristalizado en nuevas mayorías capaces de sostener y consolidar ese renacimiento. La rápida decepción del fenómeno mediático Obama, la reconfiguración del capitalismo financiero que busca incansablemente cobrar en la ventanilla de los países menos favorecidos, el avance militar de Estados Unidos en la región (bases en Colombia, reactivación de la 4ª flota naval en el Atlántico, mayor enfrentamiento con Bolivia y Venezuela, golpe en Honduras), los límites de los gobiernos populistas en la distribución de la riqueza y en la consolidación de Estados activos, encienden nuevas luces rojas.

El poder no está derrotado, sólo se lame las heridas preparando la vuelta. Si en la Argentina carecen de liderazgo por la mediocridad de sus actores y porque tienen que atender a la vez múltiples intereses contradictorios, eso no significa que carezcan de una virtual mayoría social. Los piqueteros Alderete, Castells, Pitrola, son funcionales a esa estrategia, pero movimientos sociales como los conducidos por Cevallos y Tumini, de puro entrismo oportunista, no han logrado ver más que lo aparente.

El conflicto en los Subterráneos luce tan insensato como el que separa, guardando las distancias, a Israelíes y palestinos: los sindicatos por industria debilitan al movimiento obrero organizado, y la izquierda que los moviliza lo sabe. Pero pudo construir su mayoría por la ceguera de la conducción de la UTA. El poder alienta la división, que en definitiva golpea a Moyano, principal aliado del gobierno en la CGT.

Amor, quedémonos aquí

El gobierno opera con un techo, mientras tanto: el de las mayorías contingentes. Así, por ejemplo, se suele decir que sus políticas son buenas pero hay problemas de comunicación. Si eso fuera cierto, se resolvería reemplazando una agencia de publicidad por otra, a Albistur por otro comunicador nak&pop. Será cierto que los medios reemplazaron a las estructuras partidarias, pero esa es una instantánea, y lo que interesa es cómo la política transforma a la sociedad, que significa transformar a sus integrantes.

Es fácil recurrir nuevamente a la codicia, pero ya sabemos cuáles son sus consecuencias. La re-estatización de los fondos provisionales y la asignación a la niñez marchan en sentido inverso, pero para que la sociedad lo comprenda hay que hacer mucho más que una publicidad oficial en 40 segundos o participar en una de esas redes sociales. En una de ellas, como para no tomársela en serio, un bloguero posteaba en estos días que la militancia política consumía sus energías vitales. Es así: las grandes causas requieren grandes esfuerzos, o dedicarse en su defecto a cultivar malvones, leer poesía o hacer pilates, y seguir creyendo que héroes y patriotas eran los de antes. Si los militantes se consideran a sí mismos promotores de una idea, deben actuar en consecuencia, sin esperar la “orden de Madrid”, la palabra revelada o el escenario ideal. Para las grandes causas, los escenarios siempre son los peores. Y la mayoría no es un séquito.

Immanuel Wallerstein escribió: “… no todos los que hablan en nombre de la liberación son necesariamente libertadores. La lección de la historia es que la prudencia en el ejercicio del sentido común es necesaria pero también lo es el ser decidido”.

COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Recibí nuestras novedades

Puede darse de baja en cualquier momento. Al registrarse, acepta nuestros Términos de servicio y Política de privacidad.

Últimos artículos

Horacio Quiroga y sus derivaciones. La duda de una muchacha. Los árboles y sus conocedores. Los infiernos perdidos y los universos encontrados. Por Eduardo Silveyra
Desfinanciamiento, «fake news» y otras mentiras: el ataque a las universidades, su impacto en Tucumán y el gigante dormido que se despereza. ¡Que vivan los estudiantes! Por Jessica Soria
En la actualidad, el mundo se enfrenta a un fenómeno creciente: el desprestigio de los expertos y el auge de los «chantas». Por Antonio Muñiz