Tras 10 años al frente de la intendencia de Morón, Sabbatella salta al ruedo provincial como candidato a diputado nacional y apuesta a construir una nueva fuerza política “que nazca para quedarse y marque un rumbo distinto en la Argentina.” Crítico del progresismo testimonial y lejos del antikirchnerismo, reivindica su autonomía y se desmarca del oficialismo: “El Gobierno abre discusiones pero sus estructuras de apoyo las clausuran”.
Martín Sabbatella llegó a la Intendencia de Morón en 1999, desplazando a Juan Carlos Rousselot, entonces paradigma de la corrupción noventista. Durante esta década lideró una de las gestiones ejecutivas más respetadas de la política argentina; ahora es primer candidato a diputado por el Nuevo Encuentro, donde su partido (EDE, Encuentro por la democracia y la equidad) está aliado con Barrios de Pie (cuyo líder Jorge Ceballos lo acompaña en la lista) y con el bloque del SI. Es el primer paso del salto de la fuerza moronense a escala provincial. Las encuestas lo dan cuarto y con grandes chances de ingresar al Congreso; pero él insiste en que su candidatura es sobre todo parte de la estrategia del armado de “una nueva fuerza política que llegue para quedarse y marcar un cambio de rumbo en Argentina.”
—¿Cuánto lo entusiasma ser diputado? La labor legislativa no ofrece la misma tangibilidad que la ejecutiva local.
—Yo en Morón fui concejal del ‘95 al ‘99 y secretario del bloque del ‘97 al ‘99, conozco la tarea legislativa. A mí me parece importante estar en el Congreso para dar los debates que necesita este país, y además me entusiasma muchísimo la construcción de una fuerza política nueva. Tener una voz en el Congreso, que pueda unirse a otras, no es el único objetivo; apostamos a una articulación que genere un espacio que nazca para quedarse y marque un rumbo distinto en la Argentina. Eso me entusiasma mucho porque creo en su necesidad.
—¿Cuáles serían en principio los ejes de ese espacio?
—Todavía hay que trabajar mucho para dejar atrás el pensamiento único de los ‘90, los lastres liberales; estamos en un contexto regional donde se avanza en ese sentido. En Bolivia entraron al Gobierno los que venían marginados desde hace quinientos años, por poner sólo un ejemplo. Hay que fortalecer un espacio nuevo que dialogue con la historia, que recoja lo mejor de ella, con los procesos transformadores que se dieron en Argentina, para construir un nuevo relato a futuro, una suerte de guiso de nuestras mejores tradiciones políticas. Me parece necesario, posible, urgente.
—¿Cuál sería ese linaje histórico?
—La nuestra es una fuerza política donde te sentís cómodo si venís del peronismo, del radicalismo, de la izquierda, del socialismo, porque hay un relato común, una idea de sociedad y un núcleo de valores que se sintetizan cuando uno dice fuerza nacional, popular, democrática, categorías que cada una reconoce a los distintos elementos que la componen. Si se quiere, en ese diálogo con la historia uno se reconoce en la chusma radical y en los descamisados peronistas, para tomar solamente dos cosas. Pero además, queremos que esta fuerza tenga vocación de gobierno, de hacerse cargo, no que nazca para dejar testimonio y quedarnos contentos entre nosotros porque hemos dicho lo que pensábamos, que es la cultura dominante en el progresismo desde hace tiempo. Queremos gobernar, recuperar la política para transformar.
—¿Cómo se construye en un contexto de fragmentación de la izquierda y la centroizquierda, una fuerza política genuina que pueda a la vez ser plural y más abarcadora que los que inician el proceso?
—Es un desafío. Estamos contentos con los que nos vamos encontrando y somos concientes de que no estamos todos. Ninguno puede considerarse autosuficiente. Tenemos que seguir interpelando; por supuesto hay distintas posturas. Hay quienes aún creen en dar la pelea dentro de los partidos tradicionales. Yo creo que con las reglas de ellos, perdés siempre. Son estructuras que no expresan lo que fueron; existen hoy por intereses y no por convicciones. En contrapartida, un ejemplo de espacio de encuentro es el Frente Amplio uruguayo, en términos de valoración de la unidad, la diversidad de su contenido, de recuperar el valor del tiempo en la construcción política, no agarrar atajos, en términos de coherencia, de estrategia de largo plazo; es un ejemplo de fuerza transformadora plural con voluntad de gobierno.
—En la comparación, ¿CTA sería el PIT-CNT?
—Cada país tiene sus propias características y trasladar mecánicamente es muy difícil. Pero la CTA es seguramente la expresión del tipo de sindicalismo que todos nosotros queremos. Cuando decimos que no todo es lo mismo en la política, podemos poner ejemplos, y también en gremialismo. Por otra parte, CTA es una fuerza autónoma y nuestras relaciones son con dirigentes, con sus expresiones políticas, no con CTA como entidad, porque valoramos su autonomía respecto de los partidos. Por supuesto es un orgullo para nosotros que Hugo Yasky, Víctor De Gennaro o Pedro Wasiejko sean parte del armado de Nuevo Encuentro, en el caso de Hugo y de Pedro como parte del partido del Encuentro por la Democracia y la Equidad, y Víctor en su propia fuerza.
—Siguiendo con la comparación, desde afuera parece haber más afinidad con el yaskysmo, ¿cómo ve la discusión hacia adentro de CTA?
—A mí me parece que todas las discusiones que se den están bien cuando tienen un objetivo que es constructivo políticamente. Cuando apuntan a una democracia más profunda que no deje a nadie a la intemperie. Me parece que el proceso que vive la Argentina hoy, desde 2003, tiene claroscuros y contradicciones, y entonces es natural que haya debates sobre cómo relacionarse con él. Desde 2003 se recuperó en parte una agenda que tiene que ver con recuperar el rol de lo público, del Estado, la política de integración regional, de derechos humanos, la renovación de la Corte, todo parte de la agenda nuestra, de un nosotros bien amplio.
—Todas cosas que se impusieron como reclamo en las movilizaciones de 2001…
—Sí, que responden a la necesidad de saldar el debate de la crisis de representatividad.
—…al punto de que esos aciertos pueden leerse en clave de oportunismo.
—Cada uno puede leerlos como quiera; pero están. Hay un corte con los paradigmas de los ‘90, y eso por lo menos tiene que plantearte una discusión. Lo que hay no es lo mismo que antes, pero es insuficiente. Se abre un debate sobre ir en busca de muchas más cosas. El problema es que el kirchnerismo es un proceso que inaugura un debate y sostiene estructuras políticas que lo pueden clausurar.
El meridiano kirchnerista
—¿Cuáles son las vigas del techo del proceso kirchnerista?
—Creemos que no se termina de avanzar contra la injusta matriz distributiva de los ‘90. Hay señales de presencia estatal en la distribución, y en esos casos apoyamos, pero concientes de las limitaciones. Este país necesita una reforma tributaria progresiva; el 30% de los ingresos vienen del IVA, el impuesto más regresivo, y solamente el 22% del impuesto a las ganancias; eso hay que invertirlo. No paga impuesto la renta financiera; hay que discutir las rentas minera, petrolera, pesquera. Necesitás más Estado, no menos. Y necesitás un blindaje social urgente, extensión de la asignación familiar por hijo y del seguro de desempleo, que cubre a los que están empleados por convenio si pierden el trabajo… pero el 60% de la fuerza de trabajo está en negro o desocupada. Entonces, hay políticas redistributivas que tienen que ser profundizadas. Además, hay que trabajar en lo que para nosotros es el otro pilar fundamental, la construcción de una nueva cultura política y ciudadana. En eso no se ha hecho nada, se sostiene sobre la misma estructura del PJ, que a esta altura es no sólo la que le pone un techo al proceso, sino que va contra el propio piso.
—Considerando que en los últimos años ustedes no ejercieron un anti kirchnerismo explícito, el hecho de que sea Kirchner el primer candidato por el justicialismo, ¿complicó un poco la estrategia de campaña?
—Nosotros nunca tuvimos relación orgánica ni estructural con el kirchnerismo. Ni siquiera en aquella primera reunión de la transversalidad, porque sabíamos que terminaría siendo una estructura satelital del PJ. Una cosa era apoyar parte del presente y otra hipotecar nuestro futuro. Luego Kirchner decidió ser presidente del PJ y ahora candidato y ahí hay una opción política muy clara.
—¿Pero ustedes no tendrían mayor capacidad crítica si el primer candidato fuera Scioli?
—Scioli evidentemente expresa nuetras antípodas. Que sea el segundo de Kirchner, indica cómo es la situación.
—En ese sentido, el acuerdo que hacen ustedes con Barrios de Pie cuando ellos acaban de salir del Gobierno…
—Cuando la derecha critica este gobierno lo critica por distribuir; nosotros lo criticamos por distribuir poco. Son cosas distintas. Hoy tenés la coalición de Felipe Solá, De Narváez y Macri, y la coalición de Lilita Carrió y la UCR, como dos reciclajes de las viejas estructuras del bipartidismo desde un lugar conservador, a la derecha del sistema político. No dialogan con lo mejor de la historia de esos movimientos: están anclados en ser estructuras conservadoras, que sostengan el statu quo y mantenga las cosas como están. Quieren retroceder. Y el oficialismo se sostiene en la misma estructura e invita a resignarse a los límites del presente. Nosotros queremos construir otra cosa. Ahora, respecto de Barrios de Pie. Algunos de ellos estuvieron más cerca de Kirchner que otros. Pero también estamos con el SI, que nunca estuvieron cerca. Y nosotros, desde nuestra autonomía, hemos apoyado lo que nos parecía correcto. O sea que en el espacio Nuevo Encuentro no te une o desune la relación que tengas con el Gobierno, sino la idea de lo que hay que construir.
La Alianza ayer, la derecha hoy
—¿Cómo se conforma un espacio nuevo, que salte de lo distrital a lo provincial, cuando casi todos los aliados posibles están en la política hace tiempo?
—No hay que llegar por llegar, no hay que sumar por sumar, no hay que agarrar atajos. Hay que establecer un marco conceptual de la fuerza política naciente e institucionalizar reglas de juego. Pero yo creo que no es un acuerdo superestructural de sectores; ¿quién puede arrogarse representatividad? Hay mucha militancia desparramada y mucha gente en la casa a la que hay que ir a buscar.
—¿La campaña sirve para eso?
—Claro, es un momento de mucha participación y debate donde hay gente que se entusiasma y empieza a militar. Nosotros creemos que lo más importante es crear una fuerza que nos enamora y que enamore, que recupere la idea de que vale la pena poner el despertador contento porque hay motivos para hacerlo. Por eso la presencia en las listas de gente como, por ejemplo, Francisco Dos Reis, presidente de APYME, nos da mucho orgullo, porque muestra un compromiso con los pequeños productores.
—Pensando en el panorama nacional, ¿Cómo ve, de cara no sólo al 28-J sino al 2011, al espectro de centroizquierda, pasados diez años del triunfo de la Alianza?
—La Alianza fue un gran fiasco, horroroso. Yo estaba en el FREPASO, que nació para construir una alternativa al bipartidismo y se plegó a lo viejo al instante. Para el 2011 me parece que todo está muy abierto. Hay que ver cómo se reacomodan las cosas después de estas elecciones. El tema es cómo juntar lo que naturalmente tiene que estar junto.
—Respecto de refirmar el giro regional y la profundización democrática que se da en Latinoamérica. Dado que en casi todos los casos esos gobiernos son fruto de movilizaciones populares, ¿cuál es el rol que cabe a la movilización popular en el espacio político que proponen?
—No puede haber nueva fuerza política transformadora sin un fuerte anclaje popular y social, nutrida de luchas de resistencia. Es fundamental para construir una gobernabilidad distinta. Nosotros pudimos lo que hasta ahora pudimos en Morón gracias a una sociedad que transformó su bronca en voluntad de cambio y que en definitiva cambió el que se vayan todos por metámonos todos.
—¿Y cómo entiende que en ese contexto regional progresivo lo que hoy crece en Argentina sea la derecha?
—Me parece que lo que hay es una derecha que se organiza como reacción. Lo ves a Biolcatti con Grondona y se le ven hasta los piolines. Por eso la nueva fuerza tiene que interpelar a la sociedad más profundamente. Pero creo que la derecha crece también porque cuando vos una buena idea la planteás mal, se devalúa su potencia. Si no se construye una fuerza política que sostenga de verdad el proceso de cambio, favorece el rearme de la reacción. Si no le creés al que sostiene determinada idea, también se devalúa la idea. Por ejemplo, en el debate por la 125, que era un debate por la redistribución y nosotros por eso apoyamos, el no haber segmentado de entrada a los productores según su escala, devalúa el propio proyecto y la palabra oficial. Entonces ahí la derecha puede usar argumentos que en realidad no le preocupan, pero porque se los dejaste en bandeja. Es gracioso escuchar que a Grondona o a la Sociedad Rural les preocupa la calidad institucional. Suena tragicómico. Los pequeños productores tenían que haber estado de este lado de la redistribución, no de aquel.
—Ultimo punto: Capital. ¿Por qué armaron con bastante velocidad el partido y después decidieron no presentarse?
—Armamos el partido y el espacio de Nuevo Encuentro, bajo la idea de que hay que juntarse bancándose las diferencias, enfrentar a la derecha en la Ciudad y además saldar la deuda que el progresismo tiene en Buenos Aires. Apuntábamos a un encuentro que pudiera todo eso, y no se logró. Cada uno fue por separado; ahí tenés a Aníbal, a Polino, a Pino, a Heller, para poner ejemplos. Entonces nosotros no llevamos candidato porque no queríamos colaborar con la dispersión. Del espacio Nuevo Encuentro en Provincia hay gente que, si viviera en Capital, votaría a algunas de esas cuatro opciones, no todos votarían al mismo.