Una elección, dos modelos de país

Dirán que no, porque a los beneficiarios del modelo de país que se instauró a sangre y fuego el 24 marzo de 1976 no les conviene poner en evidencia tal discusión. Por lo tanto, el trabajo sucio lo hace su brazo mediático, imponiendo una agenda que nada tiene que ver con discutir un proyecto nacional. Por el contrario, se trata de injuriar, de ningunear, de manipular, de falsear la información. Todo vale. El consenso es aquello que los beneficia y punto.

La discusión, sin embargo, se está dando de hecho en dos planos. Uno de ellos es hacia adentro del Partido justicialista. También acá se da una pelea de modelo, porque está claro que si gana el pro-duhaldismo, la tibia pero incipiente renovación del PJ que se viene dando, nacería muerta. No tendrían lugar el Barba Gutiérrez (Quilmes), Darío Giustozzi (Almirante Brown), Darío Díaz Pérez (Lanús), Pablo Bruera (La Plata), Gustavo Arrieta (Cañuelas), Joaquín de la Torre (San Miguel), Gustavo Cetona (Gral. Belgrano) y los Gabriel Mariotto, José Ottavis, Pablo Paladino, Ariel Pasini, Daniel Gurzi, entre otros. Estos son algunos de los compañeros en la provincia. Se podría nombrar a una enorme cantidad en el interior. El ejemplo más acabado es sin dudas Agustín Rossi, en Santa Fe.

De modo tal que tampoco da lo mismo que gane cualquiera hacia adentro del peronismo. El triunfo de los candidatos K dentro del PJ podría acelerar este tibio recambio generacional que se viene dando. Sería una oportunidad de poder avanzar hacia un cambio definitivo que hasta ahora observa avances y muchos retrocesos, por falta de estructura política que lo sostenga.

El segundo plano del que hablábamos al inicio es el modelo de gestión que se instauró a partir de 2003. ¿No quieren llamarlo modelo? Digamos que son innegables algunas cuestiones que mostraron que no daba lo mismo todo.

Desde el discurso inaugural en la Asamblea Legislativa de Néstor Kirchner, pasando a la denuncia y renovación de la Corte Suprema, la histórica quita de la deuda externa, el desembarazarse del FMI, la no criminalización de la protesta social, la política de derechos humanos y la política de inclusión social, con casi dos millones de nuevos jubilados como logro ejemplar. En el plano internacional, una política regional que, como nunca antes, se decidió a mirar a Latinoamérica y que le dio salida a la pretendida recolonización a partir del ALCA.

En estos últimos años, pasamos de tener un Estado desarticulado y bobo, a contar con un Estado presente. Al menos, se abrió un capítulo nuevo en comparación con lo sufrido a partir de 1976 y luego en los ’80 y ’90. Epocas en las que, en mayor o menor medida, el Estado fue cooptado por los grupos de poder para su exclusivo beneficio. Ese reflejo se vio patente en la puja iniciada el 11 de marzo de 2008 con la patronal agroexportadora.

Es posible que la experiencia K apenas sea el protoproyecto de un modelo nacional, pero por lo menos es eso. Del otro lado, nunca escuché críticas fundadas a estas líneas fundamentales. Propuestas, mucho menos. Solo son agravios, chicanas, denuncias apocalípticas, una forma de no discutir nada para que nada cambie ni se mejore la de vida muchos compatriotas que nada saben de artilugios mediáticos.

La prueba más contundente de que el poder hegemónico no quiere discutir nada seriamente es el proyecto de ley de Medios, que está haciendo un recorrido federal a través de los foros, provincia por provincia. No recuerdo que nunca se haya trabajado así un proyecto de ley. No obstante, los medios dominantes no se dieron por enterados. Mejor dicho, sí se dan por enterados. Cuando el gran diario argentino lo hace, registra en pocas líneas, con una soberbia chicanera y racista, que Mariotto y D’Elía discutieron el proyecto en Budge.

Aunque a muchos les incomoden las opciones en oferta, aunque no satisfagan plenamente nuestros deseos más profundos, estamos discutiendo dos modelos de país. A los ponchazos, con trazos gruesos, pero eso es lo que está en juego.

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