Mientras el capital se concentra y transnacionaliza, se exige diversidad y pluralidad por el lado de los empleados. Cuando sólo el 22% de los trabajadores está sindicalizado, el fallo de la Corte favorable a ATE disparó un debate necesario en una coyuntura peligrosa sembrada de suspensiones y despidos, en la que proteger la producción, los niveles de consumo y los puestos laborales resulta vital para no volver a los no tan lejanos tiempos del ajuste.
La Suprema Corte aceptó un planteo de ATE en la cuestión del encuadramiento sindical dentro del área de Defensa. El fallo dice mucho sobre las ideas dominantes en Argentina, y de su divorcio respecto de lo que es prioritario para avanzar en lugar de sumar evidencias para retroceder.
Los primeros pronósticos malévolos, originados en las habituales usinas de brujería de anticipación, dibujaron un escenario con dos, o hasta tres centrales obreras: la CGT, la CTA y la de Barrionuevo. Incorporar ahora la tesis filosófica de la pluralidad sindical, vista desde un poder del Estado que todavía espera su autodepuración, puede complicar a un gobierno que avanza a tientas (quizás el único modo posible en medio del caos) en la habitación oscura de una crisis financiera que puede desplomarse sobre la actividad económica real.
La discutible opinión de la Corte, expresada a través de los considerandos, agrega un ruido innecesario sobre la conducción de una etapa en la que todos los actores (el Estado, los sindicatos y los empresarios) desean, o están obligados a establecer una suerte de pacto, tregua o concertación que proteja la producción, los niveles de consumo y los puestos laborales si no queremos suicidarnos.
No es momento para disquisiciones académicas sobre la naturaleza universal y abstracta de la democracia fuera de su contexto histórico, sólo porque existe cierta creencia de que los sindicatos nativos serían prototipo de totalitarismo autoritario, lo que llevaría a la conclusión errada de que algunos son modelo de democracia interna y otros no.
¿Cuál es ese paradigma?
Francisco Nenna (UTE-CTA) cree que “el fallo nos pondrá más cerca de la realidad de América Latina donde prima la pluralidad sindical”. Para el diputado Ariel Basteiro, “se debe ir hacia un modelo europeo”.
El desembarco de la diversidad por el lado del empleado, mientras el capital se sigue concentrando y transnacionalizando, es explicado por el abogado laboralista Darío Sisro: “asistimos a ejemplos de negociación colectiva por unidad productiva que dan lugar a verdaderos engendros, como los de Wall Mart, Cinemark, o Village Cinemas, donde la jornada laboral se puede extender a 12 horas diarias, se somete a los trabajadores a inspecciones indecorosas, o el horario de almuerzo se limita a media hora y consiste en una bolsita de pochoclo”…
Cabe preguntarse cómo el ministerio de Trabajo autoriza estos acuerdos, y cómo el sindicato los tolera en silencio.
Aunque los jueces conjeturan lo contrario, se reivindica la libertad individual de elección por sobre el destino común de los trabajadores luego de sostener que “la pluralidad o la unidad (…) no son fruto de un gobierno”.
Que, coincidiendo sorpresivamente con la CTA, los campeones de la flexibilización Armando Caro Figueroa y Domingo Cavallo también lo hayan aplaudido porque lo suponen el comienzo del fin de la hegemonía peronista en la CGT, prueba esta extraña confusión de ideas.
A ese galimatías no son ajenos los dirigentes de la propia CTA. Pablo Micheli, de ATE, exageró su condición de portador de la democracia sindical cuando, en declaraciones a la prensa, incluyó al peronismo en el “pensamiento único”. No está mal resignificar términos trivializados, pero en cuanto a éste, Micheli derrapó.
El vínculo de las organizaciones sindicales con el peronismo no es casual o fugaz, y menos todavía consecuencia del pensamiento único neoliberal. Y nunca existió una CGT monolítica.
De Gennaro suspende esa conclusión, o la invierte, y manteniendo el escenario verbal del contrapoder y la alternativa independiente, sí aspira al poder, y si no fuera posible, al menos compartirlo. De hecho, y mas allá de las palabras, la CGT y la CTA conviven hoy mas o menos armónicamente frente a cuestiones concretas.
Para Omar Plaini, titular del gremio de los canillitas, el fallo “pone una piedra en la relación entre la CGT y CTA cuando empezábamos a transitar juntos y defender posturas en común como en los casos de Aerolíneas, las AFJP o ahora con las ART”.
Alberto Robles, titular de Derecho del Trabajo en la UBA, coautor, con Julio Godio, de El tiempo de CFK y referente progresista, cree lo contrario: “Es la llave para un acuerdo entre la CTA y CGT y espero que derive en una ley nueva que rija al sindicalismo”.
Estabilidad y privilegios
ATE es la columna vertebral de la CTA, y fue el sindicato peronista histórico en el ámbito estatal hasta que, luego de 1955, se sumó una alternativa plural, un segundo sindicato (UPCN) conducido actualmente, desde décadas atrás, por un menemista de la primera hora, luego kirchnerista de la primera hora, que hoy cría caballos de raza e integra la comisión directiva de la Sociedad Rural a la izquierda de Biolcati.
La parábola de los empleados estatales recurrió, pues, a la diversidad política para generar este consenso de los horribles en la que hoy la necesidad de pluralidad ha vuelto al sindicato de origen, el que alguna vez fue peronista, aunque sigue albergando a muchos y prestigiosos militantes peronistas.
Jóvenes y muchachones
Puede que para la mentalidad media argentina, las patotas verdes de los camioneros sean menos democráticas que las naranjas del Garraham, pero la realidad es capaz de desmentir todas las fantasías colectivas.
Creer que desde un hospital público, (o desde el andén del subte), puede arrancar la revolución permanente para la toma del poder por la minúscula clase obrera concientizada, está tan alejado de la conformación de una mayoría popular y nacional como las batallas campales que se desataron alrededor del féretro del general Perón camino de San Vicente.
Los delegados gremiales del subterráneo cuentan con un sólido apoyo de sus bases, pero es ingenuo suponer que no logran el poder en la UTA porque se lo impiden unos cuantos matones. Por lo pronto, algunos de ellos anunciaron que formarían un nuevo sindicato: una estrategia de fracaso, porque permite que Metrovías lidie cómodamente con dos débiles a los que puede doblarles el brazo, y no con uno fuerte.
Por la insistencia en aplicar recetas neoliberales, los sindicatos sufren hoy una histórica reducción de sus afiliados. Sólo el 22% de los trabajadores está sindicalizado, apenas el 12% de los establecimientos industriales tiene comisiones internas y (como la Iglesia) están perdiendo activistas de base. En los ‘90, el horizonte de sindicalización pudo haberse definido así: todos somos empleados de comercio.
Estado de gracia
La Corte no es portadora de la llama sagrada de la democracia y el pluralismo, y comete un serio error en filosofía de la historia: la pluralidad política es consecuencia y no origen de un sistema político estable.
Un movimiento obrero organizado y unido puede ser el único freno a un empresariado dispuesto a maximizar el lucro a costa de los trabajadores y a un gobierno que represente los intereses empresarios, cuando no de las corporaciones multinacionales. No siempre lo ha sido, en verdad. Pero se equivocan los que creen que el silencio y la obsecuencia reinan dentro de los gremios, incluso en aquellos conducidos por los mismos personajes desde décadas atrás.
Si no es un chiste gorila, la pluralidad requiere acatar las decisiones de la mayoría. Así, en abstracto, siempre fue esgrimida por minorías insisgnificantes en número y en calidad de acción (aunque a veces mortífera por sus resultados) mientras a palos se acallaba la voz de las mayorías.
Hay una cuestión política detrás de esta agenda posmoderna: la naturaleza actual del justicialismo, en la que los sindicatos tienen una cuota de poder. Pero esa es otra historia.