Cuando recibió el titulo de Primer Ciudadano Ilustre del Mercosur, en julio de este año, el conocido escritor uruguayo Eduardo Galeano afirmó en su discurso —refiriéndose a América— que “Nuestra región es el reino de las paradojas”. A las paradojas de las que hizo alusión el autor de las Venas Abiertas de América Latina, Memorias de fuego y El libro de los abrazos, yo le agregaría una más: América es el único continente del mundo que funciona sin sus lenguas propias; es el único continente donde ningún idioma americano tiene vida normal, donde ninguna lengua americana es oficial y de trabajo de ningún país ni de los bloques de naciones que en él se formaron.
El desinterés hacia sus lenguas propias y su identidad, sin lugar a dudas es una de las más prominentes paradojas e ironías de nuestro continente, que hace doscientos años inició su independencia política, empero nunca se ocupó de su independencia y soberanía lingüística. La política lingüística paraguaya es una de las más categóricas pruebas. El país de los guaraníes, a doscientos años de su independencia política, tiene como única lengua normal, oficial y de trabajo a la lengua de Castilla, hablada actualmente por el 67% de la población; por otro lado, el guaraní, la lengua mayoritaria y que lo identifica, hablada por 86% de su población, es discriminada y privada de ser lengua normal y de trabajo del Estado Paraguayo.
En el discurso mencionado, Eduardo Galeano puso de relieve la importancia estratégica de la lengua guaraní para Paraguay, afirmando que “Paradójicamente, al cabo de cinco años de guerra feroz, entre tanta muerte sobrevivió el origen. Según la más antigua de sus tradiciones, los paraguayos habían nacido de la lengua que los nombró, y entre las ruinas humeantes sobrevivió esa lengua sagrada, la lengua primera, la lengua guaraní. Y en guaraní hablan todavía los paraguayos a la hora de la verdad, que es la hora del amor y del humor”.
Pero la paradoja lingüística y cultural no es sólo paraguaya, sino se extiende en todos los países de este continente; en ningún país americano una lengua americana es normal. Así también ocurre en los bloques regionales de naciones que se han creado hasta ahora —incluido el Mercosur. En ningún bloque de naciones una lengua americana es oficial y de trabajo. El Área de Libre Comercio de las América (ALCA), hoy en letargo, contemplaba cuatro lenguas europeas oficiales: el castellano, el portugués, el inglés y el francés.
El otro proyecto de integración americana que se concretó el 23 de mayo del presente año es la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Este bloque sudamericano está constituido por la República Argentina, la República de Bolivia, la República Federativa del Brasil, la República de Colombia, la República de Chile, la República del Ecuador, la República Cooperativa de Guyana, la República del Paraguay, la República del Perú, la República de Suriname, la República Oriental del Uruguay y la República Bolivariana de Venezuela. Esta iniciativa integracionista, al igual que el ALCA, contempla cuatro lenguas oficiales, pero nuevamente todas europeas: el castellano, el inglés, el portugués y el neerlandés u holandés. El inglés entró por ser lengua oficial de Guyana, que tiene 705.803 habitantes; el holandés entró por Suriname, que cuenta con 415.000 habitantes, donde también es lengua oficial. Pero paradójica e irónicamente, el guaraní —lengua oficial de uno de los estados miembros— y otras lenguas originarias de América, con millones de hablantes, fueron excluidos de esta integración.
No puedo imaginarme lo paradójico que sería para los europeos que la Unión Europea funcionara sin las lenguas europeas, que su Parlamento funcionara solamente en lenguas americanas o asiáticas. Para dicha de los europeos, la integración de sus naciones cuenta con 23 lenguas oficiales y de trabajo y casi todas son europeas.
En el Año Internacional de las Lenguas, el 2008, es más que urgente que en Paraguay iniciemos la normalización de la lengua americana mejor posicionada de América: el guaraní. Por justicia social y para reivindicarnos con nuestra identidad, en este año de cambios políticos, es urgente que aprobemos la Ley de Lenguas, que empecemos la bilingüización del Estado, que profundicemos la educación bilingüe, que creemos voluntad política para que el guaraní sea una lengua normal como lo es el castellano. A nivel americano debemos unir sinergias para que el guaraní, el quechua, el aimará y otras lenguas sean lenguas oficiales y de trabajo del Mercosur y de la UNASUR. Solo así podemos como naciones construir una verdadera integración basada en nuestras raíces. Nuestras lenguas y nuestras culturas continentales nos exigen reparación histórica de manera a reencontrarnos con nuestras raíces como pueblos.
El autor es lingüista, Director de la Fundación Yvy Marãe’ỹ y del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní, Regional San Lorenzo II.