El viernes pasado, La Nación puso en marcha una vasta operación política dirigida a instalar al vicepresidente infiel, Julio Cleto Cobos, como líder de la oposición. Tituló en tapa «Cobos creará una fuerza al margen del Gobierno» y siguió con la bajada «No se descarta una candidatura». Adentro, en página impar (5) y a seis columnas —todo su ancho— incluyó una crónica encomiástica de la (carrera de) Maratón iniciada por Cobos para afianzarse como alternativa a los Kirchner. El diario de los Saguier, Mitre y Noble destaca la presunta calidad de «diamante en bruto» del Cobos aspirante a la presidencia y dio por hecho que Cobos gozaría de una imagen positiva de entre el 60 o incluso el 70 por ciento de la población, y hasta que existirían no sólo «cobistas» individuales, sino incluso «cobismo». Algo así como un transversalismo opositor.
En el mismo ejemplar, el diario hizo de vehículo del intento de otra defensora de «El Campo», la atrabiliaria Cecilia Pando, por explicar lo inexplicable: sus desaforadas amenazas de degüello al secretario de Derechos Humanos de la Nación y a los jueces que condenaron en Corrientes a militares de su amistad por secuestrar, torturar y asesinar personas. En esa entrevista, en la que dice que le «da mucha vergüenza lo que pasó» , la energúmena que tachó a voz en cuello de «maricones» a los jueces, insiste en la supuesta cobardía de los magistrados y remata: «Ojalá hubieran tenido el valor de Cobos».
Lo que viene a sumarse al exabrupto de la Sociedad Rural, que bautizó «Cleto» al primer toro premiado en homenaje al vicepresidente porque, explicaron entre risitas voceros oficiosos, al emitir su «voto no positivo» entre rodeos, circunloquios, exudoraciones, tartamudeos y pucheritos, habría demostrado valentía, y no cualquier valentía sino una tan inédita y rotunda como los testículos de aquel Shorton.
¿Parece un poco demasiado, no? Los periodistas sabemos bien que es posible hacer una montaña de espuma con una pizca de jabón, pero también que es imposible hacerla sin nada de jabón ni detergente, y ahí está el ingeniere Blumberg para atestiguarlo. Cleto no mueve el amperímetro ni entre los pibes, para quienes dentro de ese gran patio de vecindario que es la tele, Cobos es una suerte de Quico pero sin gracia. No trasunta valentía, del mismo modo en que tampoco inspira miedo. Ni respeto.
Un viejo refrán español desafía: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces». Y en Argentina suele aplicarse con gran suceso, como aquella vez que el petizo Carlos Ruckauf se candidateó a ya no recuerdo qué con el lema «Para volver a crecer».
Mempo Giardinelli abordó el fenómeno fingiendo demencia. Lo hace tan bien que ya no es posible estar seguro acerca de si es o se hace. Así, el jueves pasado escribió en Página/12 una contratapa tan ingenua e inocente como algunos de los últimos textos de Ernesto Sótano, el desconsolado viudo de Matilde.
Dice ahí que tan pronto Cobos emitió su voto «no positivo» pensó “qué cojones votar como votó, a las cuatro y pico de la madrugada y enfrentando a todo el poder K. Qué valor hay que tener para hacer eso”. Es más, agregó que ese «voto me pareció admirable, y además de reconocerle que logró una cierta pacificación en un país crispado, lo mejor, para mí fue que él dijo que votaba ‘por convicción’. Entonces me dije: ‘Claro, ahora renuncia y chau, este hombre es ejemplar’”.
Tras esta parrafada digna de Heidi, el escritor chaqueño recordó que, sin embargo, unas pocas horas después, impulsado por unas insólitas declaraciones de Cobos que se jactó de haber sacado tantos votos como CFK, escribió que si era verdad que Cobos había votado «de acuerdo con su convicción» y era «una persona honorable», era «esperable que renunciara» de inmediato, tal como haría cualquier «persona honorable» en su lugar. Y es que, destacó, «su argumento de que tuvo los mismos votos que Cristina es un sofisma».
«La ciudadanía votó por ella, no por él», sintetizó Giardinelli. Que no juzgó necesario recordar que los partidarios de Cobos habían perdido las elecciones en su feudo mendocino frente al peronismo «ortodoxo» de Celso Jaque. Un completo fracaso.
El escritor manifestó su convicción («estaba seguro») de que Cobos iba a renunciar «tan pronto se aquietaran las aguas» ya que para él resultaba evidente que «la dignidad de su voto en la madrugada debiera ratificarse» con aquella renuncia.
Como es sabido, lejos de renunciar, Cobos se lanzó a una gira proselitista que tenía pensado coronar recibiendo una ovación en La Rural, a la que pensaba acudir como presidente en ejercicio, aprovechando que CFK debía estar en Bolivia. Fueron, paradójicamente, los intemperantes secesionistas del oriente boliviano aliados a nuestras oligarquías sojera y ganadera quienes frustraron su plan, al ocupar el aeropuerto de Tarija, en el que Lula y CFK tenían planeado aterrizar para asistir al referendum revocatorio que revalidó y acrecentó los títulos del presidente Evo Morales, quién les pidió que desistieran.
Giardinelli se conduele de que Cobos «pudo ser un prócer y un ejemplo para las nuevas generaciones» y en cambio escogió ser «un dirigente patético más» que recita cual letanía que “no se siente fuera del proyecto político del gobierno de CFK”, una mentira evidente… aunque no mayor que la pretensión de inocencia de niña impúber del escritor chaqueño, que termina su columna así: «…su voto, al menos a mí, y más allá de mi deseo, me llenó de una esperanza ética. Nuevamente frustrada».
Antes, tras un último circunloquio y dejando por un instante de lado los remilgos, el autor de La revolución en bicicleta, Luna caliente y El Santo Oficio de la memoria había descerrajado un mazazo en la testuz del supuesto toro:
«Mejor ni pensar que acaso su única, íntima esperanza sería llegar a la primera magistratura de la Nación por un golpe de azar, o de violencia, o por un indeseable accidente. En tal caso, aquella convicción devendría inmoralidad. Y pobre nuestro país si eso sucediera, además, pero no por Cobos sino porque todo estallaría».
«Son cosas, me parece -continuó-, que debieran tener en cuenta algunos tontos que hoy lo aclaman como un futuro candidato a nada, cuando el verdadero destino de este hombre no parece otro que la soledad más absoluta. Autosacrificada su convicción, el señor Cobos es un muerto político, sólo que él todavía no lo sabe».
La verdad sobre los huevos de Cleto fue revelada por un profesor de la Universidad de Cuyo, concretamente su director de la maestría de Estudios Latinoamericanos, Roberto Follari, quien integró con Cobos en el año 2001 una Comisión Nacional para el Mejoramiento de las Universidades. Recordó Follari que luego de haber sido tratados groseramente por el gobierno de De la Rúa, ambos decidieron enunciar la situación en una conferencia de prensa de la que la renuncia a la comisión era el único corolario lógico. Pero, a pesar de haber participado en la rueda de prensa, Cobos, a la sazón decano de la regional de la UTN, evitó renunciar, legando tener «un lugar institucional que resguardar».
Pero la anécdota crucial que desmiente la supuesta condición de torazo en rodeo ajeno de Cobos fue un hecho ocurrido hace más de dos años, «muy sonado en Mendoza» e ilustrativo de su carácter de ternero mamón aun jugando de local. Ocurrió cuando Cleto era gobernador y muy criticado por el aumento del delito y la disminición de la seguridad pública. Por entonces, «sus vecinas, que hoy lo aplauden, fueron a su casa a insultarlo y repudiarlo», narró Follari. ¿Qué pasó entonces? Que «el gobernador quiso salir a dar explicaciones y se desmayó en la puerta de su casa». Como una damisela… o un Bussi al ser enjuiciado.
A pesar de haberle fallado su plan original, recordó Follari, Cobos recorrió el predio palermitano de La Rural (el mismo que era público y que la SRA se apropió en oscuras circunstancias) en compañía de Luciano Miguens y Hugo Biolcatti, gesto que completó al llamar por teléfono al estropeado senador Carlos Saúl Menem.
Cobos cuenta con el apoyo de Pando, la Sociedad Rural y Menem. Me recuerda a Quico… y a De la Rúa. Que pasará a la historia como el padre del novio y manager de Shakira.
Tanta alharaca alrededor de Cobos, junto al resultado del referendum boliviano, me trajeron un poco de optimismo. Si Menéndez, Bussi y la Pando son la imagen de la dictadura, y Menem y De la Rúa de la entrega de lo público a lo privado y de lo nacional a lo extranjero, Julio Cleto encastra a la perfección con ambas, de las que es continuación.
Como Menem, Cobos se jacta de no leer libros. Como De la Rúa, es un hipócrita repetidor de las consignas esquizofrénicas que lanzan los obispos, y a la vez un módico libertino que gusta de ir a ver a Midachi, para que las medianías lo aplaudan.
Aunque bien sé desde aquel aciago 1975 que hay entre nosotros, aunque soterrados, muchos partidarios de la dictadura, no creo ser ingenuo al decir que no creo que las mayorías consientan y, menos aún, avalen este bruto retroceso hacia el caínismo, el canibalismo, el neoliberalismo, la enajenación y el robo de niños.
No, al menos, mientras no enmudezcamos ni nos dejemos poner la soja al cuello.
Por lo pronto, y ante la virtual desaparición de la señora Carrió (¿por la pataleta que le provocó que no la dejaran trepar al podio de la gauchocracia triunfante?), sugiero que alentemos la erección de Cobos como challenger y desafiante de los Kirchner.
Porque es la evidencia más clara de que la oposición no sólo carece de otro programa más allá del enfriamiento de la economía, el congelamiento de cualquier pretensión distributivista y el regreso al idílico (para un 10 por ciento de la población) país agroexportador del preperonismo. También carece de moral y de palabra. Que llama «no positivo» a lo negativo y proclama campeón de la valentía a un traidorzuelo pusilánime.
Pa’ semejante candil, mejor vivir a oscuras.