No es ninguna novedad que la Iglesia Católica mantuvo un duro enfrentamiento con Néstor Kirchner durante casi todo su gobierno. Con Cristina Fernández, aunque hubo un acercamiento apenas asumió, la crisis del campo ha impedido saber a fondo qué piensan los hombres del Papa al respecto. Durante los más de 4 meses, los sacerdotes han buscado jugar un papel distante en el conflicto del agro, con el objetivo de no tomar partido ni por los productores rurales, ni por el Gobierno, aunque todos le otorgan a la Casa Rosada una mayor responsabilidad en el caso. Sin embargo, “nadie gana cuando la crisis es prolongada y perjudica mayoritariamente a los pobres. Tal vez alguno pudo sacarle algún rédito para su quintita, pero en estos cuatro meses perdimos todos, incluida la Iglesia», dijo un arzobispo metropolitano. Para los sacerdotes, la Iglesia también fracasó en su intento de «prestar un servicio» para que haya más diálogo entre el Gobierno y los productores rurales. Mientras tanto el cardenal Bergoglio opera con la histórica y discreta capacidad ancestral de la Iglesia.
Aunque la prensa se ha hecho un festín al respecto, los distanciamientos entre la Casa Rosada y la Iglesia datan de 2005, cuando Néstor Kirchner y el Cardenal Jorge Bergoglio, marcaron claras diferencias políticas e ideológicas. Para los especialistas, son “dos visiones distintas sobre el laicismo: para Kirchner, que se dice católico, la laicidad implica que el poder político es legítimo por devenir de la soberanía popular; para Bergoglio la legitimidad descansa en la inscripción del Estado dentro de las leyes del derecho canónico. Es una vieja disputa, que se remonta a la época de formación de los estados nacionales en Europa (siglo XVI en adelante)”, explica el sociólogo Julio Godio.
Como perros y gatos
Este debate sobre la laicidad ha desembocado en la dura resistencia de la Iglesia frente a algunas políticas públicas y resoluciones legislativas, como las de «salud reproductiva» y de educación sexual. Así fue que el ex Ministro de Salud, Ginés González García, se convirtió en un «enemigo público» para la alta jerarquía de la Iglesia, e incluso algunos pidieron que se le atara una piedra al cuello para tirarlo al río por “pecador”. Para los sectores más ortodoxos de la institución, las iniciativas del gobierno «propagan la muerte», aunque los hombres K sostienen desde entonces que solamente se trata de políticas públicas, y que como el Estado es laico, no funciona según la doctrina de un credo. Pero ¿por qué la alta jerarquía eclesiástica confronta tanto con el gobierno K?
Godio aporta una mirada esclarecedora. “Es cierto que el kirchnerismo encuentra simpatías dentro de las corrientes modernistas y liberadoras de la Iglesia —sostiene— pero son apoyos de minorías. La mayoría de los obispos se ha encolumnado para presionar y hacer retroceder a Kirchner en sus políticas opuestas a la Iglesia Católica en materia doctrinaria, y al mismo tiempo trató de impedir la hegemonía política del kirchnerismo en el cuadro electoral 2007. La Iglesia busca apoyos en el heterogéneo arco de la oposición política, para lo cual acude a apoyar listas opositoras (especialmente en el llamado ‘centro progresista’ no-kirchnerista). En 2006 apoyó a la coalición antireeleccionista triunfante en las elecciones en la Provincia de Misiones. Ha estado activa a principios de 2007 en la Provincia de Santa Cruz apoyando movimientos sindicales del sector público enfrentados con el gobierno provincial. El 24 de junio del año pasado apoyó en la Capital Federal a la fórmula triunfante de la ‘nueva derecha’ del PRO de Mauricio Macri, en contra de la fuerza oficialista del Frente Para la Victoria que encabezaba el ex Ministro de Educación Daniel Filmus”, recuenta Godio.
Los intelectuales coinciden que en Argentina la Iglesia Católica se mueve dentro de los parámetros del centro conservador moderado. No se trata de una estrategia novedosa. “Encuentra sus raíces en una línea establecida en este país en los años ’30 del siglo pasado, cuando la Iglesia lanzó su gran campaña para desalojar del poder material y espiritual al liberalismo político y al socialismo y construir una Nación Católica, objetivo que ha logrado, aunque en tensión con la secularización y el laicismo”, explica Godio, quien concluye recordando que si bien “la Iglesia Católica apoyó al peronismo en sus comienzos, luego fue la viga maestra para derrumbarlo en 1955.”
Dime qué has hecho y te diré cuán gorila eres
Desde aquel entonces hasta el presente, las pujas entre la iglesia y el peronismo han tenido final incierto. Ahora el campo es un nuevo capítulo.
«Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda», dice la «Oración por la Patria» que los obispos católicos convocaron a rezar en incontables oportunidades durante el conflicto del campo y que se transformó en una síntesis del pensamiento eclesiástico tras la votación en el Senado que rechazó el proyecto oficial por las retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias. El miedo eclesiástico radica en la profundización de una polarización que conlleve a la fractura, aunque en estos 4 meses, los obispos no han hecho otra cosa que jugar un papel distante en el conflicto del agro, con el objetivo de no aparecer tomando partido ni por los productores rurales, ni por el Gobierno. Aunque no han parado de comparar a la Argentina con un país ideal que no existe y de formular severas críticas estéticas y morales a la marcha del gobierno, los obispos tampoco alentaron que los chacareros retomaran la protesta porque consideran que «no es en las calles ni en las rutas donde se solucionan los problemas».
Sin embargo, la mayor preocupación no son los ganadores de la guerra de intereses sino los «reales» perdedores: los pobres, a quienes «se les sigue prometiendo una justa distribución de la riqueza, que nunca llega». En la Iglesia sostienen que no es un prejuicio, sino en «estadísticas ciertas y no condicionadas, como las que se ofrecen mensualmente desde organismos oficiales, como el INDEC». Al respecto le dan más credibilidad a un informe reciente de la conservadora Universidad Católica Argentina (UCA), que revela que las expectativas económicas de los argentinos están en el nivel más bajo de los últimos 45 meses. El paper sostiene que nueve de cada diez entrevistados consideraron que el conflicto entre el Gobierno y el campo provocó consecuencias «muy graves» o «bastante graves» a la economía del país. Pero a pesar de las quejas, la mayoría estima que la decisión oficial de retrotraer las retenciones al 11 de marzo puede ser el punto de partida para alcanzar una solución definitiva, que conduzca a una política agropecuaria sustentable y contribuya al desarrollo económico con inclusión social.
Ni fu ni K, pero opositor
Hasta ahora, no hubo pronunciamientos sobre el nuevo escenario político que dejó el voto por la negativa del vicepresidente Julio Cobos, pero distintos obispos admitieron que recién lo harán cuando «decanten los acontecimientos», es decir, hasta que se perciba una «disposición presidencial a convocar un diálogo superador, sin vencedores ni vencidos».
Pero más allá de las poses, lo cierto es que la Iglesia sostiene tres modalidades principales frente al kirchnerismo: la resistencia a la secularización de la sociedad, su papel de «mediadora» en los conflictos sociales y laborales, y su rol de organizadora de los movimientos políticos opositores para limitar el impulso político de la Casa Rosada. El sociólogo Godio confirma una tendencia que se ha incrementado en los últimos años y que podría haberse disparado, si los prelados no se hubieran mantenido en silencio durante la crisis del campo. “La Iglesia ocupa el lugar que ha dejado la dispersión de la oposición política al kirchnerismo. Y se convierte en líder de la resistencia democrática en representación de la defensa de los valores republicanos. Esa fue también su gran bandera durante la segunda presidencia de Perón, cuando fue derrocado en 1955 por la llamada Revolución Libertadora”.
Casi como un partido político más, la institución encabezada por el Cardenal Jorge Bergoglio aun no se ha pronunciado sobre los últimos meses de la dinámica política, pero es muy posible que su discurso dote de una sensible crítica social a la derecha más oportunista. Lo peor de todo, es que los principales perjudicados podrían ser los pobres que dice defender. La crisis confirma que no basta con homilías y caridades, sino con una concepción menos conservadora y retrógrada del estado y su sociedad, algo que la iglesia todavía no ofrece a pesar de la voracidad de la crisis. Se dice que Dios es argentino y que atiende en Buenos Aires, pero si lo hace, parece que su enviado ya optó por Macri.