“Cuando Perón no esté, ¿qué significará ser peronista? Cada uno dará su respuesta propia, y esas respuestas no nos unirán sino que nos separarán”
John William Cooke
Desde su origen el peronismo fue un espacio político plural y frentista y reflejó en buena medida las contradicciones de la sociedad argentina. Dicha complejidad se estructuró en torno de un vértice representado por Juan Perón, quién trabajó por conformar un Movimiento político más que un partido electoral. El movimiento funcionó como una federación de organizaciones libres del pueblo (OLP), que construían un programa de recuperación nacional y de emancipación social compartido. Las OLP funcionaban de manera autónoma y cada una de ellas tenía funciones y dinámicas propias.
Con la finalidad de traducir fuerza social en representación institucional, se creó una herramienta electoral de base sindical: el Partido Laborista. A dicha organización se sumaron fuerzas partidarias aliadas y dirigentes de diversas extracciones ideológicas. Con éstos últimos, en el año 1947, Perón fundó el Partido Unido de la Revolución Nacional, herramienta electoral que siempre mantuvo la centralidad de los trabajadores propia del laborismo.
El mandatario distribuyó los roles y los espacios de poder dentro del Movimiento a partir de diferenciaciones de clase, de género, etarias y funcionales.
Peronismo y clases sociales
El peronismo fue un movimiento pluriclasista y le otorgó lugares de representación institucional y política al empresariado nacional y a los sindicatos de trabajadores. Estos últimos eran considerados la “columna vertebral” siendo el objeto y el sujeto de las políticas de la revolución. Perón les asignó a los representantes del sindicalismo la Cancillería (Atilio Bramuglia), el Ministerio de Interior (Ángel Borlenghi), el Ministerio de Trabajo y Previsión (José Freire), lugares en todas las embajadas y un tercio de los cargos legislativos, entre otros ámbitos. El empresariado nacional manejó la cartera de Hacienda (Miguel Miranda) y obtuvo importantes beneficios financieros (Banco Industrial), comerciales (IAPI) y de impulso de la actividad productiva.
Perón al momento de distribuir el poder interno del Movimiento, consideró que el centro de las decisiones tenían que estar en manos de la clase obrera. El mandatario tuvo como un interlocutor permanente a la CGT y abogó por la participación directa del obrero en la actividad política. Con la finalidad de garantizar su pleno poder, impulsó activamente la unidad del sindicalismo y si bien tuvo internas coyunturales con algún dirigente (Luis Gay o Augusto Vandor) se cuidó de no debilitar la central gremial y en sus tres gobiernos la CGT estuvo unificada.
«Actualmente el peronismo enfrenta una crisis de conducción política, originada en buena medida en una dificultad para definir cuál es el sujeto social que lo compone. Si éste último aspecto fuera aclarado, posiblemente sería más simple determinar cuáles son los objetivos del Movimiento para los próximos años»
Durante los años ochenta y noventa, el sindicalismo perdió poder de decisión dentro del peronismo y su influencia en la política de la Argentina resultó erosionada. La desindustrialización del país mermó el número de afiliados sindicales y debilitó su capacidad de negociación. Por otro lado, el espacio político de la Renovación Peronista cuestionó y eliminó la asignación del “tercio” sindical en el reparto de cargos de listas internas. En este contexto, la rama política del Movimiento adquirió mayor protagonismo en relación a la rama sindical. En la provincia de Buenos Aires el gremialismo fue desplazado por una nueva red de trabajo social barrial dependiente de intendentes o del gobernador: las “manzaneras”. Los cambios económicos del país y aquellos derivados del propio peronismo, le modificaron el perfil social y organizativo a un espacio político de origen industrial y sindical.
El menemismo cambió radicalmente la composición social del peronismo, al transferirle las decisiones fundamentales del país al capital extranjero y a la oligarquía interna. Durante su mandato existió un sindicalismo oficialista que justificó las privatizaciones de empresas, a cambio de acciones y participación en las nuevas administraciones. Además, un sector importante de los trabajadores resistió al neoliberalismo en expresiones de la economía formal (CGT-MTA o CTA) y de la informal (organizaciones sociales).
Desde el año 2003 en adelante el importante proceso de crecimiento del PBI (se duplicó en una década), el fortalecimiento del mercado interno de consumo, la intervención económica estatal y el paulatino proceso de sustitución de importaciones, favorecieron la creación de nuevos empleos. Resultado del patrón de desarrollo, aumentó exponencialmente el número de trabajadores y de afiliados de varios sindicatos. Si bien el proyecto de país fue positivo para un sector importante de la clase obrera, el gobierno nacional no consideró al sindicalismo como un interlocutor directo o privilegiado y menos aún como parte central del reparto de espacios de poder. En particular durante los últimos años, Cristina Fernández apostó a conformar una herramienta política sustentada en la dimensión etaria (juventud) y no necesariamente de clase.
Las organizaciones sociales (trabajo informal) fueron un actor central de la resistencia al neoliberalismo de los años noventa. Buena parte de ellas acompañaron la convocatoria del Frente para la Victoria en el año 2003 y Néstor Kirchner fue el articulador de la diversidad de actores y de dirigentes sociales. Una parte importante de estas organizaciones consiguieron mejorar sus condiciones de ingreso con medidas como la Asignación Universal por Hijo o las cooperativas. En este caso, como con la CGT, los dirigentes sociales no se conformaron como un articulador político central del gobierno, que siguió apoyado en la rama política o en la rama juvenil del Movimiento.
La relación entre la conducción política nacional, la CGT y las organizaciones sociales no estuvo exenta de dificultades durante el último mandato presidencial. En general, Cristina Fernández no reconoce como interlocutores a las construcciones políticas existentes y no se apoya en las OLP para la construcción de poder, sino que apuesta a consolidar lo que considera es una “fuerza propia”. Dicha cuestión hoy está reflejada en que el sector mayoritario de la CGT y de las organizaciones sociales como la CTEP, no están encuadradas bajo la conducción de la ex Presidenta.
Peronismo y género
Durante la Revolución Justicialista las mujeres alcanzaron representatividad institucional con la ley de voto femenino del año 1947. Además, la mujer ocupó lugares de protagonismo político al punto de que Eva Duarte ofició como la representante del gobierno frente a la CGT. Fue tal su importancia que la central sindical la impulsó como vicepresidenta de los argentinos. Dicho protagonismo político concreto de la mujer en la Revolución, allanó el camino para las asunciones presidenciales posteriores de Isabel Martínez y de Cristina Kirchner. Ambas fueron las primeras mandatarias de la historia argentina y no es casualidad que las dos salieran del peronismo.
La Revolución Justicialista impulsó que un tercio de los cargos legislativos del Movimiento fueran para la mujer, adelantándose a la legislación actual que impulsa pisos mínimos de participación femenina y que avanza hacia la igualdad de representación.
Durante la última década, el peronismo kirchnerista avanzó en el reconocimiento de derechos de una minoría sexual con la sanción de la ley de igualdad de género y con el matrimonio igualitario. Como parte de la mutación cultural del peronismo, actualmente hay sectores kirchneristas que se identifican más con las políticas de género o de derechos humanos, que con los históricos aspectos de reforma social y de participación sindical de los trabajadores.
Peronismo y juventud
En los años cincuenta la Revolución impulsó la organización masiva de la juventud. Con esta finalidad, creó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la Confederación General Universitaria (CGU), antecedentes de otras decenas de agrupaciones que proliferarían en los sesenta y setenta como la JUP, ANDE o las juventudes sindicales. Si bien en los años cincuenta la UES y la CGU aplicaban programas sociales del Estado y participaban de la política nacional, será en el tercer gobierno justicialista cuando ingresan orgánicamente al Movimiento. Su nueva participación dentro del peronismo incluyó la asignación de cargos públicos y desde el año 1973, al clásico reparto de lugares en el Estado entre clases sociales (rama sindical), genero (rama femenina) y por función (rama partidaria), se le agregaría la rama juvenil.
Con activa participación en la resistencia peronista desde fines de los años setenta, la juventud ocupó un lugar importante en el debate público. Sectores de su conducción se propusieron disputar espacios de poder con el conjunto del justicialismo, incluyendo debates con los sindicatos, con Perón y con su vicepresidenta. Las tensiones entre los sectores internos del Movimiento, derivaron en rupturas como la producida en el acto del 1 de mayo del año 1974 o con el pase a la clandestinidad de un sector de la juventud durante el mandato presidencial de Isabel Martínez.
Desde el año 2003 la juventud adquirió mayor protagonismo y dentro de los municipios o en los diversos espacios partidarios empezaron a crearse áreas para su inclusión formal. A partir del año 2011 Cristina Fernandez consideró que el peronismo tenía que organizarse, primordialmente, en torno de la cuestión etaria y la juventud ocupó lugares centrales del dispositivo político. La conducción inició una estrategia de construcción de poder centrada en la inclusión masiva de la juventud de clase media en el gobierno. La reciente inserción al peronismo de la militancia juvenil se realizó desde un encuadramiento mayoritariamente estatal, a diferencia de los años setenta cuando su participación era fundamentalmente social y de base.
El peronismo y su rama política
El peronismo consideró como interlocutores y otorgó representatividad institucional a diversos actores con poder social. Principalmente, les concedió responsabilidades y funciones políticas y de gestión a la iglesia y a los militares. Además y cuestión central, el justicialismo le otorgó un tercio de los lugares de gobierno a la rama política compuesta por dirigentes de procedencia en la UCR, conservadores, socialistas, comunistas o socialcristianos. Sin negar la diversidad social de orígenes, la herramienta electoral del peronismo nació, fundamentalmente, desde los sindicatos y no es casualidad por eso que en el año 1973 el líder del Movimiento les concedió varias vicegobernaciones a la CGT, además de lugares en las legislaturas y ministerios.
«La realización de actos políticos en las universidades es expresivo de la mutación social e ideológica del kirchnerismo, que elige como interlocutor privilegiado a la clase media»
Desde el origen del peronismo existieron tensiones entre la rama política y la sindical y muchas de ellas afloraron públicamente en los años setenta. John William Cooke lo teorizó con lucidez y postuló una crítica al accionar de la rama política luego del golpe del año 1955.
Como adelantamos, la rama política adquirió mayor preponderancia desde los años ochenta y noventa y actualmente reúne a un importante número de legisladores, intendentes y gobernadores.
¿Qué es el peronismo, a quién representa y quién lo conduce?
El peronismo clásico era un movimiento pluriclasista pero buena parte de sus decisiones estaban en manos de la rama sindical (CGT). En ese sentido, trabajó incansablemente por la unidad de los trabajadores y por la formación doctrinaria de sus cuadros. Durante los años ochenta y los noventa el peronismo se apoyó, fundamentalmente, en la rama política.
El kirchnerismo es un espacio originado, fundamentalmente, en la rama política del peronismo y evolucionó hacia la juventud. Al momento del último armado electoral, Cristina Fernandez subordinó a un segundo plano al sindicalismo y a la mayoría de la rama política del Movimiento. El balance electoral de la estrategia fue magro para el peronismo, que perdió intendencias, provincias y el gobierno nacional a manos de Cambiemos. La dinámica de construcción política actual de Cristina Fernández parece acentuar la tendencia de los últimos cuatros años y se apoya en la rama juvenil, en resabios de la experiencia de “Unidos y Organizados” y en sectores de gremios principalmente estatales (CTA). La realización de actos políticos en las universidades es expresivo de la mutación social e ideológica del kirchnerismo, que elige como interlocutor privilegiado a la clase media. En los años cincuenta el teatro de la política eran los sindicatos y las organizaciones libres del pueblo propias de la clase trabajadora y en menor medida, los actos de Perón o Eva eran efectuados en instituciones típicamente de clase media.
Actualmente el peronismo enfrenta una crisis de conducción política, originada en buena medida en una dificultad para definir cuál es el sujeto social que lo compone. Si éste último aspecto fuera aclarado, posiblemente sería más simple determinar cuáles son los objetivos del Movimiento para los próximos años. ¿El peronismo debería reconstruir su estrategia sindical o tiene que evolucionar en un partido socialdemócrata? ¿El justicialismo tiene que hacer eje en su composición de clase o debe privilegiar la condición etaria de sus miembros? ¿El Movimiento retomará el concepto de federación de organizaciones libres del pueblo (comunidad organizada) o derivará en un partido tradicional?
Juan Perón ofreció un modelo de Movimiento Nacional. Actualmente y dentro de la diversidad política de la región, la revolución boliviana que conduce Evo Morales impulsa una herramienta política similar al peronismo histórico. El MAS representa a las organizaciones libres del pueblo sobre las cuales recaen las principales decisiones políticas del país. Las OLP tienen autonomía funcional y le otorgan a la masa social soluciones diarias y al gobierno nacional le marcan una agenda política.