“Los compañeros que hasta el 9 de diciembre eran kirchneristas y que ahora no lo son más han elegido un lugar cómodo. Los medios de comunicación los tratan mejor, los poderes los tratan mejor, generalmente no tienen denuncias en su contra”, comenta con picardía y algún aire de resignación Agustín Rossi. El ex ministro de Defensa y ex jefe del bloque del Frente para la Victoria en la Cámara de Diputados recibió hace pocos días un pedido de imputación por parte del fiscal federal Ramiro González por presuntos sobreprecios en la compra de alimentos para la campaña antártica. En diálogo con Zoom, Rossi rechaza las acusaciones y analiza el escenario político a nueve meses de la salida del kirchnerismo del poder: considera que el peronismo debería ir a internas para definir si quiere estar “más cerca de Cristina o de Macri”, critica a los “renovadores”, asegura que no ve allí una nueva camada dirigencial que pueda superar a Fernández de Kirchner y se anima a ensayar una autocrítica con respecto a la forma de hacer política que exhibió el kirchnerismo en sus últimos años. “Nosotros a los grises no les permitíamos ser blancos: los convertíamos en negros inmediatamente. Éramos como una iglesia”.
En las últimas semanas reapareció en el debate del peronismo la palabra “renovación”, en un intento por asimilar la situación actual con la que se vivió tras la derrota de 1983. ¿Qué opina de esta analogía?
Los momentos son tan distintos que intentar una misma respuesta es un error grave. El peronismo del ’83 es un peronismo vapuleado, es la primera derrota electoral. Es un peronismo acusado del Pacto Sindical Militar, que no reivindicaba la bandera de los derechos humanos y en el que los compañeros que habían sido detenidos y habían salido de la cárcel no tenían lugar ni espacio. Era un peronismo muy derechoso. Y enfrente teníamos a un dirigente político que había inaugurado una nueva época y que instalaba en la Argentina una nueva cultura política. La respuesta del peronismo renovador fue una respuesta al clima de época, que exigía otro peronismo y otras respuestas del peronismo. Otros dirigentes, otras formas. El 9 de diciembre pasado, nosotros nos vamos del gobierno con un acto magnífico que encabeza Cristina Fernández de Kirchner, con indicadores sociales, económicos, humanos, enormes, tras 12 años de gestión. La verdad, lo lógico, lo natural, lo razonable, como le gusta decir a (Miguel) Pichetto, es que en las democracias modernas los partidos políticos que tienen un gobierno que acaba de terminar, reivindican ese gobierno. No reivindican el gobierno del partido político opositor, reivindican el gobierno del cual fuiste parte. Por todo esto, una traslación automática de la renovación de Cafiero a la actualidad me parece que es claramente un error. Y ahora voy a decir algo, aunque con respeto. No veo en esa camada de dirigentes volumen dirigencial como para decir “bueno, vamos a construir otra historia”. Acá cualquiera tiene legitimidad para decir: “Yo creo que la etapa de Cristina está terminada”. Que lo digan, pero que después se pongan los pantalones largos. No busques ese discurso para serle funcional a Macri. Porque pareciese que muchos dirigentes plantean eso para poder ser funcional a Macri o a (María Eugenia) Vidal en la Provincia de Buenos Aires.
Hablemos de eso, de la acusación de ‘ser funcionales’. Desde el peronismo que se distanció del kirchnerismo, utilizan el mismo argumento pero al revés. Dicen que el kirchnerismo, al sostener fuerte la identidad de Cristina y seguir reconociéndola como conducción, divide al peronismo. Y que eso facilita la gobernabilidad del macrismo.
No es así. Las cosas hay que verlas por sus resultados. ¿Dónde está la oposición a Macri si le votan el acuerdo con los buitres? ¿Dónde está esa capacidad de oposición habiéndole facilitado el acuerdo legislativo a los directivos de la AFI? El acuerdo a los dos jueces de la Corte Suprema de Justicia, el voto a la reforma de la ley previsional… Si le votás todo al gobierno, ¿de qué oposición me hablás? ¿Desde qué lugar? Hubo un hecho trascendente de características opositoras, no convocado por el kirchnerismo, que fue la Marcha Federal. Amplio, que además tuvo un origen en las dos CTA y que después fue adquiriendo volumen, hasta el punto en que hubo gremios de la CGT que estuvieron. Hasta dirigentes como Pablo Moyano estuvieron ahí. Todo eso es un dato de la realidad. ¿Y dónde estaban los renovadores? ¿Emitieron un comunicado de adhesión a la Marcha Federal? ¿Emitieron un comunicado de apoyo? O lo que pasó con el tarifazo. La reacción ante el tarifazo fue una reacción de la sociedad civil. La política llegó tarde. El Senado emitió una declaración. ¡Una declaración! Le votaste la ley del acuerdo con los fondos buitre, ¿por qué no votaste una ley para que el presidente elimine el tarifazo? ¿Por qué no construiste esa ley? Me parece que más allá de los discursos cada uno tiene que hacerse cargo del lugar desde el que actúa. Esas actuaciones son las que generan los posicionamientos. Independientemente de lo que pase en la superestructura dirigencial, yo quiero y voy a estar en un peronismo que esté en la Marcha Federal, que esté en las multisectoriales contra el tarifazo, que no vote el acuerdo con los fondos buitre, que no vote la reforma de la ley previsional. Un peronismo que reivindique más a Cristina que a Macri. Y en las primarias del año que viene va a estar bueno que todos los que nos consideremos peronistas, todos los que votamos y trabajamos con (Daniel) Scioli, todos los que estuvimos en el gobierno durante los últimos 12 años vayamos a una gran interna y le preguntemos a los peronistas: ¿qué quieren? ¿Un peronismo más cercano a Macri o un peronismo más cercano a Cristina? ¿Un peronismo que esté con la Marcha Federal o un peronismo que esté pagándole a los fondos buitre? Esto es lo que hay que debatir. Está claro que el gobierno tiene una estrategia que es tratar de focalizar al kirchnerismo como única oposición. Pero también es verdad que lo puede hacer porque los otros no son oposición.
«En las primarias del año que viene va a estar bueno que todos los que nos consideremos peronistas, todos los que votamos y trabajamos con (Daniel) Scioli, todos los que estuvimos en el gobierno durante los últimos 12 años vayamos a una gran interna y le preguntemos a los peronistas: ¿qué quieren? ¿Un peronismo más cercano a Macri o un peronismo más cercano a Cristina?»
¿Hay sectores del peronismo que están construyendo un escenario de transición hacia el nuevo liderazgo que se viene, que ellos imaginan será Massa?
A mí me da mucha tristeza ver cuando construyen de esa manera, porque me da la idea de que están con el tachito de venta arriba del techo. Porque Massa juega. ¿Y cuál es su objetivo? Que la ancha avenida del medio no se le convierta en el angosto cantero central. Entonces, un día con Pichetto, otro día con (Diego) Bossio, otro día con (Margarita) Stolbizer, otro día con Marquitos Peña. Y así va construyendo. Ahora, si vos sos funcional a eso, bancatela, porque estás siendo funcional a la estrategia de otro. Lo que yo impugno de ese sector es que no tiene estrategia propia. Su única estrategia parece ser decir “no a Cristina”. Pero hasta ahí. Porque después van y hacen encuestas en su territorio y resulta que Cristina mide 30% o 35%. Por eso tampoco pueden confrontarla abiertamente a Cristina con su gente. Es todo hasta ahí. Cuando vos preguntás, mirás y hablás con la gente, Macri tiene identidad con la sociedad, Cristina tiene identidad con la sociedad. Vos decís: “estoy con Cristina” y eso significa algo. Vos decís “estoy con Macri” y también dice algo. Pero vos decís “estoy con los renovadores”, ¿y qué dice eso? Para la gente, digo…
¿No representa nada?
No representa. Un intendente, el intendente de Lomas por ejemplo, representa como intendente de Lomas. Pero en la construcción política de una estructura renovadora, ¿qué es lo que termina representando? Las elecciones del año que viene van a ser elecciones, como siempre sucede en las intermedias, a favor o en contra de quien gobierna. Entonces, si vos sos opositor, ¿con qué discurso vas a pararte ante la gente y decir “sí, yo voté a los fondos buitre, yo hice tal cosa”? Porque alguien te lo va a preguntar. Todas estas movidas son apenas movimientos superestructurales, con poco anclaje en el conjunto de la sociedad. A mí me parece que el kirchnerismo es una fuerza política viva. El liderazgo de Cristina es un liderazgo presente. Y tiene más que futuro en la vida política argentina. Claro, también hay que decir otra cosa. El lugar más incómodo hoy de la política argentina es ser kirchnerista. Los compañeros que hasta el 9 de diciembre eran kirchneristas y ahora no lo son más han elegido un lugar cómodo. Los medios de comunicación los tratan mejor, los poderes los tratan mejor, generalmente no tienen denuncias en su contra. Cristina, que de esto sabe y mucho, el 9 de diciembre dijo: “Dejo un país cómodo para la gente e incómodo para los dirigentes”. Muchos de los nuestros, con tal de construir un país cómodo para ellos, han convalidado un país incómodo para la gente.
En el homenaje que se le hizo a Hugo Chávez en el Instituto Patria, usted dijo que cuando la militancia del FpV corea el cantito “vamos a volver” debe entender que nunca se vuelve al pasado, que siempre se vuelve con algo distinto. ¿Cuáles deberían ser las innovaciones?
Bueno, primero habría que ver con qué país nos encontramos al ganar (ríe).
Ahí ya está dando por sentado que se ganaron las elecciones presidenciales y hay que gobernar. Pero quizá haya que cambiar cosas antes, para volver a construir mayorías.
Tenemos una cantidad de cosas que nos quedaron dando vueltas. La reforma de la Justicia, o incentivar mucho más fuertemente un proceso de industrialización. Tener una ley que segmente retenciones y que el productor rural más grande pague más que el productor más chico. O leyes específicas para determinadas cosas, por ejemplo la lechería. Una ley de arrendamientos. Probablemente necesitemos una nueva vuelta de tuerca sobre lo que nosotros mismos ya propusimos con el sistema de inteligencia y la AFI. Son cosas que seguramente tendrían que venir en el próximo paquete. De todas formas, lo que yo sí creo es que nadie vuelve al pasado. No me acuerdo si lo dije ese día en el Patria. En el ’83 había un afiche, en el marco de la campaña paupérrima del peronismo, que había hecho Pepe Albistur, de Equipos de Difusión. Decía: “los días más felices de los trabajadores fueron, son y serán peronistas”. En ese momento yo tenía 24 años y militaba en la JP. Y fue el afiche que más me emocionó. Me parecía el más significativo. Pero hablaba del pasado. Y, como corresponde, ganó el candidato que tenía una propuesta para el futuro, que fue Raúl Alfonsín. En suma, el “vamos a volver” tiene que ser una mirada hacia el futuro. Tenemos que profundizar lo que hicimos bien, modificar las cosas en la que nos equivocamos y hacer las cosas que todavía nos faltan hacer.
Lo que menciona hasta ahora tiene que ver con lo que se podría hacer desde el Estado en el caso de que el kirchnerismo, o esta corriente del peronismo, gane nuevamente una elección presidencial. El kirchnerismo sigue siendo competitivo electoralmente, sobre todo la figura de Cristina. Pero quizá deba modificar su campo de alianzas, o tal vez modificar cosas de su cultura política, de sus prácticas. ¿No habría cosas nuevas por explorar?
Nosotros fuimos un espacio político que tuvo dos componentes muy fuertes: diversidad e intensidad ideológica. Fuimos muy diversos entre 2003 y 2007. Por las circunstancias propias del debate (por las retenciones móviles), en el 2008 nos refugiamos en una cosa muy intensa ideológicamente, porque enfrentábamos un grado de adversidad importante. Después volvimos otra vez a ser diversos. Hay que recordar que en ese período se lograron altos niveles de consenso: ley de Medios, estatización de Aerolíneas, reforma del sistema previsional, eliminación de las AFJP. La implementación de la Asignación Universal por Hijo fue una decisión que tomó la presidenta apoyada por casi el 100% de la sociedad argentina. Quizá el último momento más alto de diversidad ideológica que tuvimos se logró con la aprobación de la ley de recuperación de YPF. En los últimos tiempos, por el contrario, estuvimos un poco faltos de diversidad y de amplitud. En la actualidad, con el escenario en el que estamos, yo creo que la posibilidad concreta de volver a construir una opción de poder tiene que ver con volver a ser diversos. Tenemos que ser capaces de volver a construir espacios políticos para que aquellos que no piensen exactamente lo mismo que nosotros puedan ser compañeros de ruta y transitar juntos un proyecto diverso. Cuando uno es opositor tiene que pensar que no puede construir con la verdad absoluta. Tiene que pensar que su verdad es relativa: esa verdad tiene que metabolizarse con otras verdades.
¿Sólo cuando uno es opositor hay que abandonar la pretensión de construir con la verdad absoluta?
Lo que pasa es que cuando sos oficialismo tenés la obligación de construir hegemonías. Si no, no podés sostener tu gobierno y se te hace muy difícil. Pero también se puede construir la hegemonía con políticas que generen amplios niveles de consenso. Como fue, por ejemplo, la recuperación de YPF y la implementación de la AUH.
Medidas plebiscitarias.
No nos pasó lo mismo con las leyes de Reforma y Democratización de la Justicia. Fueron leyes que encontraron amplios niveles de resistencia. Insisto: en esta etapa nosotros tenemos que recuperar esa idea de diversidad. Ser un espacio político diverso. Porque en los últimos tiempos esa diversidad la perdimos. Era como que aquel que era gris estaba en falta. Nosotros a los grises no le permitíamos ser blancos: los convertíamos en negros inmediatamente. Aquel que no pensara exactamente igual que nosotros, era que no tenía convicción. No éramos un espacio político que podía admitir a ese otro que no pensaba igual, ese otro inmediatamente se sentía afuera. Éramos como una iglesia.
¿Una secta?
Secta no. Secta es otra cosa. Ahora tenemos que retomar otro camino. El de generar esa idea de diversidad, ser una fuerza política capaz de convocar a diversos, a otros, a distintos.
«No éramos un espacio político que podía admitir a ese otro que no pensaba igual, ese otro inmediatamente se sentía afuera. Éramos como una iglesia»
El gobierno de Néstor y sobre todo los dos mandatos de Cristina fueron administraciones muy hostigadas por los poderes fácticos. Eso generó ciertas prácticas políticas que buscaban generar anticuerpos. Pero al mismo tiempo en el gobierno kirchnerista se masificó hacia adentro una cultura política áspera y agresiva con los propios, que provenía -según el mito y los comentarios de pasillo- de lo que entonces se llamaba ‘la pingüinera’. Perón hablaba de conducir y decía que no era lo mismo mandar que persuadir. En las organizaciones kirchneristas, sobre todo en determinados momentos de mucha confrontación, circulaba el latiguillo “es así porque lo dice tal”. ¿Esa lógica es imprescindible en gobiernos que están muy a la defensiva? ¿O quizá fue algo heredado pero que en el futuro se podría cambiar? Sin pensar, aclaro, que la acción de administrar un Estado y defender sus políticas en un país como la Argentina sean cuestiones sencillas y sin costos…
Es difícil, ¿no? Es difícil, sobre todo cuando te toca conducir el Estado en una etapa de muchísima agresión. Y en un contexto en el que no tenés que dejar dudas en cuanto a la comunicación. El estilo de comunicación (del kirchnerismo) era un estilo de comunicación terminante. Para evitar dudas. Vos das los argumentos y, si no te gustaban, alguien lo había decidido. Y quien lo había decidido era Néstor o Cristina. Eso te permitía tener una fuerza política con capacidad, que iba para adelante. Y una fuerza política que nunca tuvo escándalos en el gabinete como los que tiene ahora el gobierno de Macri. Doce años gobernamos.
¿Peleas entre ministros?
Puede haber habido diferencias pero nunca se trasladaron de la manera que se trasladan en este gobierno (NdR.: se refiere al cortocircuito público entre Federico Sturzenegger y Alfonso Prat Gay).
¿Por eso no había reuniones de gabinete? Para que no se pelearan. O para que no se filtrara lo que se había hablado…
Es un estilo de conducción, que tiene sus pros y sus contras. Siempre se va construyendo un estilo de conducción. Pero también es cierto que cuando se necesitaba que tres o cuatro ministros opinaran sobre un tema, tanto Néstor como Cristina convocaban a tres o cuatro ministros más el jefe de gabinete. Y opinaban esos tres o cuatro ministros. Ese estilo de comunicación tiene que ver con una certeza en cuanto a lo que comunicás, para evitar que en el medio haya alguna distorsión. Porque vos tenés que llegar desde la presidencia hasta la base y en el medio hay una cantidad de actores que van retransmitiendo y van tamizando, poniéndole su propia mirada, a lo que se pide. También es cierto que todo esto forma un estilo que no puede ser el mismo estilo de cuando estás en la oposición. Porque en la oposición no alcanza con decir: “Mirá, lo dijo tal”. En la oposición tenés que persuadir, tenés que construir consensos. Tenés que debatir, tener argumentos. Y ojo, también, y a fuerza de ser sinceros, que un dirigente nuestro diga “es así porque es así” me parece un poco más bien rústico. Porque si hay un espacio político que ha llenado de argumentos cada una de las decisiones políticas que ha tomado ha sido el nuestro. Cristina es una gran argumentadora de cada una de las decisiones políticas que hemos tomado: desde la política internacional hasta la local. Y muchos de nosotros también hemos sido argumentadores. Permanentemente. No hemos sido un espacio político que apele a las frases hechas, a los lugares comunes. Hemos tratado de construir y argumentar ideológicamente cada una de las decisiones.
Cristina viene planteando en el último tiempo que hay que investigar por qué los votantes pueden emitir su voto en contra de sus intereses materiales y económicos. En términos comunicacionales, en términos de estrategia de campaña, Cambiemos tuvo a Jaime Durán Barba mientras que el FpV tuvo la voluntad militante y los 12 años de gobierno. Con los principales medios de comunicación muy en contra. ¿Se podría intentar un uso más creativo, moderno y planificado del marketing político y las estrategias integrales para redes sociales?
Yo tengo un análisis lleno de paradojas de la campaña electoral de Scioli y del FpV. Digo que ganamos cuando perdimos y perdimos cuando ganamos. ¿Cómo? La elección la perdimos en la primera vuelta. Hubo una estrategia equivocada. Porque a un candidato naturalmente moderado, como Daniel, le exigían más moderación. ¿Quiénes? Los consultores políticos, los aliados de Scioli, los gobernadores, los que hoy están en las posiciones más lejanas a Cristina dentro del peronismo. Le exigían que se alejara de Cristina, que se deskirchnerizara. Que hiciera una propuesta más edulcorada y menos ideologizada. En ese tramo de la campaña, durante la primera vuelta, nos alejamos tanto, o nos edulcoramos tanto por decirlo de alguna manera, que terminamos parecidos a Macri y a Massa. Nunca, en la primera vuelta, incomodamos a Macri y Massa. Y ojo que Macri tenía en ese momento el principal escándalo de corrupción de toda la campaña, que lo llevó a que su primer candidato a diputado nacional, que era Fernando Niembro, renunciara y se bajara de la campaña. Pero Macri nunca fue incomodado por ese lado. Así fue que hicimos una elección paupérrima en esa primera vuelta. En la segunda vuelta, después de una semana de equivocaciones, en la que se cometió el mismo error de (Martín) Insaurralde en la elección parlamentaria de 2013, que fue tratar de copiarle la agenda a Massa, Scioli adopta otro camino. El camino que le indicaba la militancia. Él mismo logra metabolizar con temple el golpe de una mala primera vuelta y sale a plantear claramente la confrontación. Y confronta dos modelos. Entonces dice algo que yo había dicho en mi precampaña como candidato a presidente: que el problema no era naranja o amarillo, sino que había dos modelos de país y dos modelos de sociedad. Con esa estrategia casi gana. Ahí aparece la tercera paradoja, y es que en un país en el que los consultores políticos suelen decir que los candidatos no ganan por su propuesta o por su ideología sino por cómo se empilchan, por cuántos pibes levantan en brazos o por cómo sonríen, resulta que casi el 50% de los argentinos votó por la continuidad de un proyecto. Quizá ese 48,5% que votó a Scioli lo hubiera votado a Florencio (Randazzo), a Kicillof, a mí o a (Jorge) Taiana. Porque votó por la continuidad de un proyecto. Y digo, aunque es contrafáctico, que el Scioli de la segunda vuelta, que confrontó a Macri, que lo interpeló y le dijo “vas a devaluar, vas a quitar los subsidios, etcétera, etcétera”, si ese Scioli de la segunda vuelta hubiera sido el de la primera vuelta, ¿no llegábamos al 45%? En definitiva, esta cosa de copiarle al otro lo que hizo no va. No es así. Nosotros tenemos que convencernos de lo que somos. El colectivo social que construyó el kirchnerismo durante todos estos años es un sujeto social muy fuerte. Si tenemos posibilidades de volver, entre otras cosas, es porque ese sujeto social es tan fuerte que, a pesar de que nos han desgastado mucho en estos 9 meses, todavía sigue estando firme y adhiriendo a una propuesta política. Nos tenemos que convencer de eso. Y una última cosa: no puede ser que seamos un movimiento transformador en todo menos a la hora de seleccionar candidatos. Porque terminamos seleccionando al que más mide en las encuestas. Parece lógico, pero hete aquí un problema, y es un hecho no casual: ¿por qué en la Argentina todos los dirigentes que más miden en las encuestas, sean del espacio político que sean, son todos de centroderecha?
Y… porque los medios concentrados los ayudan a instalarse.
Sí, pero cuando vamos a la votación, la segunda vuelta entre Macri y Scioli, resulta que casi la mitad de los argentinos votó una propuesta de centroizquierda. No olvidemos eso, porque los dirigentes de centroizquierda partimos siempre de una base de 40% de imagen negativa. Lo que yo quiero transmitir es que en un mundo en donde se discuten sobre las personas, nosotros tenemos que discutir de ideología. El problema no es ni las redes sociales, ni el uso de las redes o los medios de comunicación. El problema es el escenario en el cual se produce la elección. Si es un escenario ausente de ideología, tenemos todas las posibilidades de perder. Si el escenario en el que se vota la ideología está presente, tenemos posibilidades de ganar.
«El “vamos a volver” tiene que ser una mirada hacia el futuro. Tenemos que profundizar lo que hicimos bien, modificar las cosas en la que nos equivocamos y hacer las cosas que todavía nos faltan hacer»
Su nombre fue asociado a la causa por sobreprecios en el marco de la campaña antártica. ¿Cómo evalúa el pedido de imputación que hizo el fiscal?
Lo primero que quiero decir es que todavía no conozco la denuncia. Nos hemos enterado, como suele suceder, por los medios de comunicación. Técnicamente todavía no estoy imputado porque esa tiene que ser una resolución del juez. Que no conozca la denuncia, sin embargo, no significa que no conozca el hecho. En el año 2010, el Ministerio de Defensa, en ese momento conducido por Nilda Garré, dejó de contratar a proveedores privados para la compra de alimentos con destino a la totalidad de las fuerzas armadas, incluida la campaña antártica. Se acordó entonces un convenio marco con el Mercado Central y la Secretaría de Comercio Interior, para que ambos organismos compraran todas las provisiones que necesitaban las FFAA a partir del Mercado Central. Desde entonces, todos los años, en el caso de la campaña antártica, se hacía un convenio específico citando aquel convenio marco. Estando ya en el cargo lo que yo hice fue pedirle al Mercado Central determinada cantidad de alimentos, de determinada calidad, para el abastecimiento de la campaña antártica. Y el Mercado Central hizo el resto de la gestión: seleccionar los proveedores, fijar el precio, depositar la mercadería. El presunto sobreprecio, entonces, aparece en la relación entre el Mercado Central y las empresas proveedoras. El Ministerio de Defensa no tiene nada que ver. No hemos tratado nunca con las empresas que aparecen como sospechadas de haber generado un sobreprecio. Ojo, independientemente de que yo no estoy dando por cierto que hubo un sobreprecio. Sin conocer la causa no. El actual apoderado (del Mercado Central) fue a apelar a Diarco, otra mayorista de alimentos, para comparar. Lo más transparente sería que se busque algún organismo independiente, porque Diarco puede haber sido competidora de las empresas que cotizaron. Incluso puede haber sido competidora del propio Mercado Central en algún momento, ya que fue proveedora directa del Ministerio de Defensa antes del año 2010. La verdad es que no tenemos absolutamente nada que ver.
Como ex ministro de Defensa, ¿qué balance hace de estos diez meses de la política de Macri hacia las FFAA?
El gobierno actual ha definido una política de Defensa que en términos técnicos es subsidiaria de su política exterior y que consiste en: más Estados Unidos y Europa y menos Unasur, Mercosur y BRICS. Aunque el presidente, en el último G20, se desvivía por reunirse con Xi Jinping y con Putin, que hace dos años estuvieron aquí en la Argentina, visitas que ellos en su momento subestimaron. El alineamiento de la política exterior en materia de política de Defensa significa seguir los lineamientos del Comando Sur para América del Sur, que viene sosteniendo, después de terminada la Doctrina de la Seguridad Nacional, las doctrinas de las nuevas amenazas, que son fundamentalmente el narcotráfico y el terrorismo internacional. La política del Comando Sur es involucrar a las FFAA en esos temas y eso encuentra a la Argentina con las limitaciones que le han puesto las leyes de Defensa y de Seguridad Interior. Para involucrar a las FFAA en ese sentido el gobierno de Macri tendrá que dar un debate en el Congreso, que seguramente será muy intenso, porque las leyes de Defensa y Seguridad Interior fueron leyes construidas con consensos amplios del conjunto de la sociedad y son de las mejores cosas que nos dejaron los primeros años de la democracia. Por otro lado, el CDS (Consejo de Defensa Sudamericano), que es la reunión de los ministros de Defensa de Sudamérica, aparece con menor relevancia. El gobierno tiene un ida y vuelta muy intenso con los funcionarios del área de Estados Unidos. Después está la preocupación sobre las bases militares extranjeras, aunque para eso también tendrían que pedir autorización al Congreso.
Con la distancia del tiempo, con la perspectiva de pensar todo aquello que pudo haber contribuido a un resultado electoral desfavorable, ¿qué balance hace de la decisión de haber sostenido a César Milani en la comandancia del Ejército?
Desde el punto de vista electoral fue inocuo. Porque, además, Milani dejó el Ejército antes del inicio de la campaña. Desde el punto de vista político, está claro que fue una situación en la que yo como ministro, cada vez que daba un reportaje, la última pregunta era por Milani. Desde el punto de vista de la gestión de Milani como jefe de Ejército, fue un buen jefe. Lo mismo tengo que decir de (Ricardo Luis) Cundom. Fueron dos buenos jefes del Ejército, con estilos distintos. Muy comprometidos con la institución. Con una cabeza más abierta, más amplia. El porqué de la decisión lo expliqué muchísimas veces. Era el número dos. Y si vos decís que vas a renovar la cúpula de las fuerzas y decidís sacar al jefe, al teniente general, cuál es la primera mirada que tenés: sobre el número 2. Lo mismo hicimos con la Armada. En el caso de la Fuerza Aérea, lo hicimos en general con el número 3, que fue el que terminó siendo el brigadier general. Milani era alguien que hasta el momento en que fue designado jefe del Ejército no tenía denuncias (por violaciones a los DDHH). Y que había pasado dos ascensos en los últimos 6 o 7 años de nuestra gestión sin que hubiese impugnación.