“Soy un convencido de que hay una olla de oro al final del arcoíris argentino”

¿Cómo estabilizará Milei el país? Leandro Mora Alfonsín analiza las posibilidades del futuro próximo, y repasa las distintas estabilizaciones que se aplicaron hasta ahora en las múltiples crisis argentinas de los últimos veinte años. Por María Pilar Fregona.

Falta una semana para que Javier Milei, el primer presidente electo de ideología anarco-libertaria de la historia argentina, asuma la presidencia de la República Argentina. Parado sobre una minoría legislativa y un dispositivo político-electoral, nuevo y precario, intentará llevar adelante un agresivo plan de estabilización. En un contexto de múltiples interrogantes conversamos con el especialista Leandro Mora Alfonsín sobre las perspectivas económicas y políticas que se abren, y sobre algunos grandes temas de nuestra economía política.

Leandro Mora Alfonsín es economista graduado de la Universidad de Buenos Aires y docente en la misma casa de estudios, y conduce “Modelo Para Armar”, un podcast sobre temas de desarrollo e industria nacional. Fue director nacional de Desarrollo Regional y Sectorial en la Secretaría de Industria entre 2019 y 2022.

–¿Cómo caracterizarías la crisis económica que vive actualmente la Argentina?

Desde 1975 en adelante, al país le ha costado muchísimo tener períodos sin crisis. La que estamos viviendo hoy tiene características particulares. Cuando hablamos de crisis, siempre vamos a pensar en el año 2001, que es la crisis que tenemos fresca: un trauma en términos sociales que a la vez inauguró un nuevo período político. La crisis de 2001 fue una crisis eminentemente de actividad en el sentido de que había un 27% de desocupación. Aunque también fue una crisis cambiaria y bancaria que tuvo un impacto fuertísimo en la economía dado que estábamos en recesión desde 1998. La economía real explotó en el 2001. La gente no tenía laburo ni ingresos para poder llevar el pan a la mesa. El que tenía laburo, con la estabilidad de precios de la convertibilidad estaba bien. El problema es que la desocupación siempre fue subiendo y tocó el 15,8% en 1995 y casi el 27% en 2002. La crisis actual, a diferencia de la del 2001, es una crisis más bien de ingresos. Hoy lo que tenés es una desocupación que está en el 6,3%, uno de los niveles más bajos de la historia, lo que significa que todo el mundo labura de algo. Pero no hay que enamorarse de ese número porque adentro suyo hay una informalidad altísima, cercana al 50%. Es una crisis en la que la inflación se va comiendo los ingresos. De acuerdo a los datos del INDEC, de hace más o menos dos semanas, un hogar de padre, madre y dos niños necesita $345.000 para cubrir su canasta básica. Entonces, para llegar algunas personas necesitan dos, tres laburos, lo que lleva a que haya una superposición de laburos. Hay mucho pluriempleo y la plata no alcanza, y ese «que la guita no alcance», ha configurado esta crisis en la parte de la economía real. Después lo que tenemos es una crisis macroeconómica que sí se parece más a otras crisis de la Argentina. Tenemos problemas de reserva, un alto déficit fiscal, y demás. En términos de cuenta corriente no hay un déficit muy pesado o directamente no hay déficit porque no tenemos hoy cargas de deuda muy pesadas y al mismo tiempo tenemos superávit comercial. En síntesis, en la calle hay actividad, pero los ingresos no alcanzan. Entonces, si tenemos que resumir cuál es el principal problema de hoy: es la inflación que impide que la guita alcance.

-En tus análisis solés hacer una economía política de la crisis. Por ejemplo, durante el gobierno de Cambiemos ya advertías sobre los problemas de la “grieta” en tanto modelo de acumulación política para resolver los problemas de la economía –justamente hablabas de una década de estancamiento fruto de esto—. ¿Cuáles considerás que fueron los problemas políticos más importantes de la actual gestión que condujeron este cuadro crítico de la economía?

Primero, y efectivamente, desde el 2011 que la economía no crece. Tenemos una economía que tiende a ser cada vez más chica y con problemas distributivos. Ahí hay una falsa dicotomía que ha planteado la política entre el crecimiento y la distribución: desde el que “hay que distribuir todo” hasta el otro extremo de Gabriela Michetti vicepresidenta diciendo “llegó la hora de crecer y no de distribuir”. Y no hay una dicotomía entre ambos elementos; hay que crecer y distribuir. No se puede distribuir si la torta es cada vez más chica y al mismo tiempo no podés crecer sin una política en donde se armoniza la distribución de los ingresos en la sociedad. Eso no significa que sea fácil. Para eso lo que se requiere es conducción política. Y reafirmo lo que vos decís en la pregunta: creo que la década de la grieta ha sido una pérdida en materia económica porque nos hemos puesto a discutir cuestiones como más polares o accesorias y no un modelo de fondo, estratégico, estructural. Argentina tiene temas estructurales. Cómo bajar la inflación no es ni de izquierda ni derecha: hay que bajarla. O pensar qué hacemos con la matriz productiva requiere de una mirada de largo plazo. La grieta ha pospuesto todos esos debates. Siempre se han debatido cuestiones subsidiarias o han sido más ricos en tiempo televisivo, radial, de diarios y de opinión pública temas subsidiarios y no temas troncales. Ahora bien, si vamos a esta cuestión de la política al servicio de la economía, creo que –y esto lo explican mucho mejor analistas políticos como Pablo Touzon y Martín Rodríguez en su libro La grieta desnuda— esa lógica de la política como más algorítmica, de decirle a la gente lo que quiere escuchar, la política en esa micro-segmentación, se ha puesto en un lugar muy reactivo y de no querer dar malas noticias. A veces hacer lo que hay que hacer implica ciertas decisiones que son antipáticas. El mejor ejemplo para graficarlo es el de las tarifas, un problema microeconómico que se transformó en un problema macroeconómico por lo que pesa en el presupuesto nacional. Y ya no es una cuestión de la tarifa en sí misma, sino es en lo que te sale y lo que requiere de emisión monetaria o de otras cuestiones para cubrir ese pedacito de déficit que hace a tarifas. En el 2003 subsidiar las tarifas era una necesidad porque salíamos de una de las peores crisis de nuestra historia. Mantener 20 años después el subsidio de las tarifas es, en primera medida, un fracaso de la política porque justamente esas políticas de emergencia se toman para que algún día mueran. En segunda medida, se ha vuelto tan grande este problema que se perdió el foco de para qué lo querés. Vos no querés el subsidio de tarifas para que todos paguen menos; vos lo querés para que el que lo necesite siga teniendo energía. Todo esto ha generado un agujero fiscal grande y desincentivos a las inversiones, porque las empresas que tienen que invertir tienen tarifas que están por abajo de lo que deberían cobrar, entre otros motivos. Y el tercer punto es un problema de diseño. No hay razón para que quienes somos el decil más alto de ingresos paguemos tan poco de tarifa de luz, y que pagues en luz el equivalente a lo que pagás por un almuerzo. Subsidiar de manera directa es mucho más eficiente: gastarías mucha menos plata y en simultáneo no estarías subsidiando la calefacción de las piletas en un country, como pasaba hasta hace unos años. Y ahí voy a la conducción política: nadie ha tomado la decisión de ponerse ante un micrófono y decir que suspende el tema de las tarifas y que se va hacia otro esquema. Porque es inflacionario en el corto plazo y por la ira que genera tener que cambiar consumo por consumo. El no querer tomar esas decisiones implica después que se agrave el problema. Lo mismo con la lógica inflacionaria y el hecho de recurrir a recetas remanidas y recurrentemente no exitosas –por no decir fracasadas— como “Precios Justos”, “Precios Cuidados”, etc., como si la inflación se controlara desde la Secretaría de Comercio. Como fenómeno macroeconómico, la inflación requiere de una política macroeconómica, una estabilización de la economía que implica corregir los macroprecios (dólar, tarifas, tasas de interés, salarios). Estabilizar es que vayan en el mismo sentido: que converjan. Y eso requiere ajustes: tenés que devaluar (porque el tipo de cambio está atrasado), corregir tarifas, subir los sueldos para que acompañen la inflación, etc. Y ese shock es inflacionario al principio. Después congelás y esperás a que baje. Hacer un plan de esas características requiere mucha conducción política de contención (requiere incrementar la política social, acompañar los salarios) y nadie se ha animado a hacerlo de manera completa. No lo hizo el segundo gobierno de Cristina, no lo hizo el gobierno de Macri, y tampoco lo hizo este gobierno. Cuando lo quiso hacer Guzmán se lo comió la interna. Esa interna fue parte del problema político de la no conducción. Vos seguías insistiendo en pisar ciertos precios o en salir a controlar precios pensando que de esa manera tenés algún tipo de éxito cuando nunca funcionó y, por ende, no hay motivo para que fuese a funcionar ahora.

– Milei dijo en estos días que en su primera etapa de gobierno habrá estanflación. ¿Qué pensás al respecto?

Conducir políticamente una estabilización es poder compensar los efectos que al principio tiene sobre los precios, más teniendo en cuenta la situación actual. Si pensás en otros procesos de estabilización, tenés el de Perón en 1952 cuando la inflación bajó del 50% al 8%, pero en un momento en que había un muy bajo nivel de pobreza, venías de un proceso expansivo muy fuerte y con la gente muy conforme, sobre todo las clases populares. Cuando pensás en la convertibilidad, la estabilización tardó en llegar. Cuando vino rompió la hiperinflación y automáticamente tuvo un primer proceso expansivo. Después se confundieron herramientas con objetivos y fue un fracaso porque vos estabas atando el valor de tu moneda (y por la misma razón que la convertibilidad fracasó, fracasaría la idea de dolarización). Lo que requieren esos procesos es una gobernanza muy fuerte de la conducción. Hoy en Argentina eso se daría en una sociedad con un 40% de pobres, y la crisis de ingresos que ya mencioné al principio, por lo cual hay que ser muy cuidadosos ¿En qué momento de la historia tuvimos una sociedad con este nivel de desintegración social, y tan latinoamericanizada en términos de informalidad? Respecto a Milei, primero había tenido la idea de la dolarización que, al menos al día de hoy, parecería no ser la idea principal. Hoy, lo que parece proponer es la idea de una estabilización con un sesgo fiscal, un corte fiscal fuerte. Primero, al corregir precios (devaluación, precios de tarifas, etc.) y jugar con la parte fiscal, esos precios se tienen que corregir. Entonces, vas a tener un aumento de la inflación fuerte. Pero al mismo tiempo, acá hay un recorte de cosas que normalmente son las que te contienen muchas veces la situación de estabilización, como la obra pública. Si suspendés la construcción, que en sus picos máximos emplea a alrededor de 600.000 personas y en una situación media emplea entre 470.000 y 520.000 (casi 10% de los trabajadores privados de la Argentina), estás suspendiendo a gran parte de los trabajadores. En este sentido, ya se están observando algunos primeros despidos. Al mismo tiempo, empresas de consumo masivo que venden directo al público saben que esa devaluación del inicio de la estabilización les va a incrementar los costos, y que el recorte del gasto público va a implicar un descenso de demanda, con lo cual ya están cambiando sus planes de negocio. Algunas empresas saben que a los empleados que tienen en período de prueba no les van a renovar. Con esto quiero decir que un aumento de la inflación propio del inicio de un proceso de estabilización, acompañado de un aumento de la desocupación en un contexto de un 40% de pobreza, nos pone en una situación en la que va a ser muy duro ese tipo de estabilización. Porque la estabilización tiene que conducir políticamente la compensación de esas correcciones de precios. Lo que yo no veo es que eso esté planteado arriba de la mesa. La declaración del presidente electo diciendo que la ministra de Capital Humano tendrá la billetera un poco más libre para contener los efectos de esta devaluación con los planes sociales es una lectura incompleta del fenómeno de la política social en Argentina. Ya que dentro de ese universo de alrededor de 6,2 millones de informales (entre los que podemos considerar tanto a quienes cobran el Potenciar Trabajo como a los “informales con empleo” como el plomero que no te pasa factura) hay unas dos millones de personas que no sabemos qué hacen ni a qué se dedican, y que son parte de la gente que podría pasarla mal en ese contexto.
Yendo un paso más allá y saliendo de la parte más extrema, están quienes integran el decil más alto de ingresos que, sin perspectiva de la casa propia o del auto y sin capacidad de ahorro, consumen los pesos que le sobran. Cuando empiecen a sentir la recesión en su bolsillo, van a empezar a ajustar algunas cosas (dejar de tomar un Uber para ir al trabajo, por ejemplo). Entonces, ¿qué pasa con ese trabajador que capaz que sacaba unos 350, 400 mil pesos por mes o tal vez más manejando su auto a través de una plataforma? Los que están en el decil más alto de ingresos ajustarán algunos consumos, pero esos consumos tienen atrás personas que viven de ofrecer esos servicios o de producir esos bienes y que sentirán la recesión en su bolsillo. Entonces, ¿qué es lo que espero yo para el año que viene con los indicios que tenemos? El aumento de inflación propio de una estabilización sumado a un efecto en la economía real que va a llevar a una situación dura. Por ende, probablemente Milei sea exitoso en el plan de estabilización, en bajar la inflación. O ponele que llegues a mediados del 2025 con la inflación, por decir, del 30% anual. La pregunta es a qué costo, qué economía te va a quedar en el medio. Porque ganadores, en un modelo de devaluación y reforma impositiva, vas a tener: los exportadores de commodities, por ejemplo. El tema es: ¿hay efecto de derrame de eso en el empleo y en la actividad? No necesariamente. La estabilización –sea quien sea que la haga— tiene que contener los efectos de la corrección de precios, esa es la vía sostenible y viable. Hasta en un trade-off, está bueno que dure más tiempo la estabilización pero que puedas contener un poquito más. Si pensamos en la producción nacional, el trabajo argentino y lo que le pase a la gente, a mí me preocupa muchísimo cómo llegue el humor social a mitad de año respecto de los efectos que uno puede esperar de lo que hasta ahora se anunció.

-Te pregunto por el aspecto más político de la gobernabilidad vinculado, por ejemplo, a lograr mayorías en el Congreso. ¿En dónde pensás que Milei podrá encontrar apoyos y dónde encontrará resistencias?

-Si lo pensás netamente a nivel político dirigencial, Milei tiene una minoría muy marcada en el Congreso: sólo 7 senadores y 37 diputados. Aunque le sumáramos los “halcones” de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados, quedaría en una posición lejos de lo que es la mitad. Hay muchas preguntas respecto de cómo jugará la UCR, los más moderados y demás. Faltan un montón de capítulos. Respecto de los gobernadores, si Milei cumple con esto de que todas las transferencias discrecionales a provincias se recortan, los gobernadores tienen dos maneras de actuar: o se paran de manos o empiezan a negociar y son más benevolentes con algún tipo de reforma.

-En eso de negociar para apoyar algún tipo de reforma, ¿pensás que se dará una dinámica de negociaciones entre Ejecutivo nacional y gobernadores similar a la que se dio con el proceso de implementación de reformas de mercado durante el menemismo?

Si y no. Porque Menem lo que hizo en la convertibilidad fue sobre todo generar coaliciones políticas en donde todos los damnificados estaban reparados de alguna manera. Etchemendy en un paper habla de cómo Menem fue pagando a distintos sectores los costos de iniciar la convertibilidad. Primero con el sindicato petrolero, luego con el sector automotriz. También con el propio Techint, etc. El Turco (Menem) tenía pensada una estructura de ganadores y perdedores y de cómo pagarles. Menem venía de ser gobernador y, aunque podía ser una figura novedosa en ese momento, no dejaba de ser parte del sistema. Esto me parece mucho más veloz e improvisado, y además tenés una propuesta bastante distinta, con minoría en el Congreso y en un contexto en el que el presidente electo viene amenazando hace nueve meses con que le va a cortar el brazo a alguien y va a meter un montón de paquetes de reformas en el Congreso: laboral, previsional, etc., ¿qué va a hacer el gobierno en un contexto en el que el principal gasto que tiene el Estado es en jubilaciones y hay mucha gente cobrando la mínima? ¿las va a congelar o qué? Entonces, en el Congreso tienen esa minoría. Parecieran mostrar, al menos en esta transición, cierto nivel de pragmatismo que les permite algunos grados de negociación. El rol que le están dando a Schiaretti o funcionarios de Schiaretti no es menor. Por otro lado, los gobernadores de algunas provincias, como Tucumán, hicieron una reforma de toda la burocracia, planteando un presupuesto donde recortan el gasto y reordenan partidas. Entonces, tenés por un lado esa reacción en una provincia muy importante del NOA, pero con un peso relativo más chico respecto de Santa Fe, Córdoba o Buenos Aires. Pero qué sucede si yo le suspendo las transferencias a la provincia de Buenos Aires que genera mucho valor agregado y a la que la coparticipación que le llega en comparación es muy menor, con 12 millones de personas viviendo allí (además de que obviamente no tiene gobernadores propios en otro lado). Después tenés sectores que van a ser ganadores del modelo, sectores exportadores de commodities y sectores de capital intensivo integrados. Techint de hecho ya hizo su propia «paritaria», con alguien de Tecpetrol manejando YPF. Eso te garantiza que, hagas lo que hagas con la obra pública y con las reformas, el caño que va a la reversión del Norte se va a hacer porque claramente va a ser una prioridad de una conducción de YPF. Ahora, pensando en el entramado pyme, ¿cuál es la coalición en la que se para Milei en la parte productiva? Porque las pymes claramente van a ser perjudicadas así como los sindicatos se van a ver seriamente amenazados, y también están los movimientos sociales y la UTEP por otro lado. ¿Cuáles son las coaliciones que Milei puede armar? Si no se pone en modo pragmático –aunque pareciera que en algunas cosas está mostrando pragmatismo, al menos en esta transición— hay una pregunta importante acerca de las coaliciones en las que se puede parar. A priori, yo lo divido en tres: Congreso, gobiernos subnacionales y sectores económicos, sociales y productivos en términos de ganadores y perdedores.

-En el último artículo que escribiste para Revista Panamá, hablás de “una Argentina que no termina de nacer”. ¿Cuáles son las características de esa Argentina?

La estabilización es hoy una condición necesaria e impostergable para el desarrollo argentino (y como mencioné, una estabilización que contenga sus efectos), pero no es la condición suficiente. A una estabilización le tienen que ir en paridad y en consecuencia, digamos, en confluencia, una política industrial, una política productiva y una política de exportaciones. O sea, una política que piense en el desarrollo estratégico nacional. Básicamente porque tenemos con qué. Soy un convencido de que hay una olla de oro al final del arcoíris argentino. Pero ¿qué hacemos con eso? Una estabilización como la que plantea Milei sería desaprovechar eso a mi criterio. Yo no quiero un país en el que crezcan tres sectores y el resto quede desequilibrado. Yo quiero un país con un crecimiento homogéneo de su potencial y su capacidad y ahí, en ese sentido, Argentina tiene todo. Tiene en el campo una riqueza impresionante, no solamente por las cosechas sino también por su capacidad de desarrollo e innovación biotecnológica. El trigo HB4 es el mejor ejemplo. Tenemos también nuestros recursos naturales, explotados de manera sostenible y con agregación de valor. En este sentido, el litio es una ventana de oportunidad. Podríamos ser una especie de Arabia Saudita del hidrógeno porque tenemos los mejores vientos del mundo para hacer hidrógeno verde y tenemos Vaca Muerta para hacer hidrógeno azul que es el que se hace a partir del gas, teniendo en cuenta que el hidrógeno será el combustible que reemplace la nafta de los aviones, barcos y demás en el 2050. Con Vaca Muerta nosotros además de los tubos y los gasoductos –que son los que te garantizan la autosostenibilidad en materia de gas y un poco de exportación a Chile, Brasil y Bolivia—, sacando un cañito de Vaca Muerta y poniendo una planta de GNL de licuefacción de gas podemos exportar GNL a todo el mundo, lo que superaría a la soja como principal producto de exportación. También a partir de la lógica del litio y demás podemos tener la nueva industria automotriz. Además, Argentina es un país que fabrica satélites, acero, aluminio y plástico de todo tipo, y tiene la industria foresto-industrial que está sub-explotada después del tema Botnia pero que se podría explotar. Hay una variedad productiva de la Argentina que no la podemos terminar de explotar, que no puede terminar de reverdecer por el desorden macroeconómico. Por eso: condición necesaria la macroeconomía y condición suficiente, una política industrial que nos permita dar un salto exportador y un salto productivo que impacte en las regiones. El federalismo no es una discusión de impuestos; es llevar los recursos para el desarrollo endógeno de las regiones que quedan alejadas del circuito económico nacional.

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