“Moyano preso es un problema para todos”

Mariano Martin repasa el pasado y presente del hombre del camión, dice que la CGT "está rota" y analiza la batalla oficial contra el camionero. “El fin de Moyano es cronológico, no judicial”.
Foto: Georgina García | Zoom

En 2008 los periodistas Mariano Martin y Emilia Delfino publicaron El hombre del camión, una detallada biografía de Hugo Antonio Moyano, el dirigente sindical más importante de las últimas décadas y la sombra terrible que le marcó el pulso, con tiras y aflojes, a los distintos gobiernos que pasaron por Balcarce 50. Diez años después, en los que mediaron su ruptura con el kirchnerismo, su breve interregno como presidente del PJ bonaerense, una alianza con Mauricio Macri y un refugio en el sillón presidencial del Club Atlético Independiente, Moyano volvió a ocupar estas semanas el centro de la atención política tras su pelea con el gobierno, las causas judiciales que lo investigan y la convocatoria a una movilización para este miércoles 21 a la que gran parte de sus compañeros de la CGT decidió no sumarse, mientras el gobierno y ciertos medios de comunicación la consideran una marcha en defensa propia, y las dos CTA, diferentes gremios de la CGT, el kirchnerismo, la izquierda y los movimientos sociales ven como una oportunidad para ganar las calles, en una alianza impensada que aún resta saber si será apenas una unidad transitoria o el dibujo de una nueva oposición político-social al gobierno de Mauricio Macri. En diálogo con Zoom, Mariano Martin (periodista especializado en sindicalismo, redactor en Ámbito Financiero y conductor de Toma y Daca, los domingos por Radio El Mundo) analiza qué cambio de aquel dirigente de una década atrás y éste, y descree que sea otra cosa distinta al tiempo –y no la justicia o los deseos de una parte del oficialismo– lo que marque su fin. “Moyano está más viejo pero es un dirigente muy poderoso y con un poder de daño fáctico que es insoslayable”, asegura. Además, habla del futuro de la CGT a la que considera “rota y sin vuelta atrás”, imagina qué puede devenir tras el fin del triunvirato, habla de las posibilidades de una alianza entre Camioneros y otros sectores sindicales, y se pregunta por el futuro de un Moyano en plena tensión con el oficialismo.

 

En la introducción a El hombre del camión decían que la elección de Hugo Moyano como tema se debía a que era uno de los hombres más poderosos y el dirigente sindical más relevante del inicio del siglo XXI en la Argentina. Diez años después, ¿con qué Moyano se enfrenta hoy Macri? ¿Sigue siendo el sindicalista más importante, el hombre capaz de parar el país, o perdió algo de ese poder de antaño?

Respecto de aquel Moyano, la primera respuesta va a parecer estúpida. Yo lo veo 20 años mayor. Y lo aclaro porque es algo que está presente en su propio entorno. Se modificó el país, la realidad socioeconómica, se agudizaron las contradicciones en términos de la distribución del ingreso, empeoraron las variables económicas, y cuando vas y preguntás dentro de su propio entorno cómo encuentra Hugo esta coyuntura, te dicen: “más viejo”.

 

¿Más cansado?

Ellos reconocen que venían de un proceso donde el fenómeno más novedoso era que se estaba corriendo de varios lugares. Se estaba corriendo de la Federación, del sindicato, de la obra social, estaba básicamente con Independiente, que era como su nuevo elemento de interés, y se estaba corriendo de la CGT. No estaba dejando muy claro tampoco una sucesión porque Pablo Moyano nunca terminó de ser su reemplazo. Quizás ahora surja él de todo esto, pero fijate que a pesar de ser su hijo mayor y el que tiene el cargo en la CGT y en Camioneros, hoy el conflicto lo está llevando adelante Hugo Moyano en persona. Entonces, por un lado, está más veterano, más cansado, teniendo que volver al ruedo después de haber resuelto otro destino, y, por otro lado, está más asentado en su estructura fuerte de poder gremial, porque el poder político claramente lo dejó de tener cuando rompe con Cristina. Todo ese entramado de funcionarios que tenía se desvaneció y nunca llegó a recuperarlo, Macri no le dio ese espacio que él esperaba. Lo que sí tiene hoy Moyano es una estructura mayor, un conglomerado de empresas que orbitan alrededor del sindicato y de Independiente, y una cantidad de gremios que reportan que es más reducida pero que, sin embargo, están asociados a Moyano como factor de poder. Lo que está más solidificado es eso, digamos, el engranaje de negocios, si se quiere, entre empresas, el club y el gremio, que se fue aceitando con los años y hoy es una estructura muy sólida. Después, en otros planos, creo que no hay grandes diferencias. Políticamente Moyano tuvo incidencia en algún momento, pero en términos de política partidaria nunca terminó de hacer pie en el PJ ni con otras opciones que fue explorando.

 

Pero hoy Pablo es miembro de la nueva conducción del PJ bonaerense.

Sí, es cierto. Lo que pasa es que eso, en todo caso, es la nueva etapa. Es cierto que Moyano, a través de la CGT, a través de Camioneros y a través de esta renovada confrontación con el gobierno, lo que ve es la oportunidad de convertirse en un faro de atracción para la oposición, si es PJ es PJ, pero si son organizaciones sociales serán las organizaciones sociales y si es el CTA será el CTA. No hay demasiado derecho de admisión en el mundo de Hugo Moyano respecto de sus alianzas circunstanciales. Del mismo modo que fue políticamente así siempre. Él en su momento estuvo con Rodríguez Saá, después con Aldo Rico, en el medio estuvo con Octavio Bordón, después con Macri, no es un dirigente que tenga una línea muy definida.

 

Más allá del moyanismo.
Foto: Georgina García | Zoom

Más allá de lo que es él mismo. Su vector siempre es él y es un problema eso también porque no ha sabido construir ni alianzas políticas ni alianzas sindicales. Es más, yo me animaría a decir eso como conclusión: el tipo no ha sabido establecer una alianza sindical que logre trascenderlo. Dentro de la CGT no es alguien querido, es alguien temido y reconocido, pero en ningún caso querido, son muy pocos los dirigentes sindicales que vayan a jugarse la vida por Moyano. Ha sido, como mínimo, negligente o torpe para construir políticamente alrededor suyo, más allá de la estructura del sindicato. Eso, la obra social, la federación, la mutual, Independiente, todo sobre lo que él tiene alcance inmediato está sólido. Lo otro ya se le escapa.

 

¿Pero, más allá de ese avance cronológico inevitable, no es que el gobierno está enfrentándose a un animal herido fácil de vencer?

No.

 

¿O acaso es un partido un poco más fácil de disputar que antes?

Lo que pasa es que para saber qué tan fácil o difícil es enfrentarse a Moyano, yo lo que trato de ver es al oponente. Y la verdad hoy sí podemos decir que el gobierno tiene una situación de relativa hegemonía sobre algunas variables que le permite tirar un poco de la cuerda, pero si vos hablás con el gabinete político de Macri no es que están deseando el momento de ver a Moyano preso. De hecho, eso es algo en lo que coinciden el gobierno y hasta los peores detractores de Moyano dentro del sindicalismo: es un problema para todos Moyano preso. Si lo que entendemos por derrotar a Moyano es verlo preso, yo creo que el gobierno se enfrenta a un problema y a contradicciones internas donde hay un ala que no le importa y suelta a determinados jueces que le son afines para que avancen en ese sentido, y otra que dice “no, acorralémoslo y hostiguémoslo, pero no le provoquemos una herida de muerte porque va a ser peor para todos nosotros”. Yo creo que hoy está repartido. Que sea más o menos difícil ahí ya se me escapa un poco porque no estoy ni en la historia clínica de Hugo Moyano para saber cómo están sus defensas ni su esquema ni su familia. Lo que uno ve desde afuera es un dirigente muy poderoso y que tiene un poder de daño fáctico que es insoslayable. Hay algo que no cambió en los 20 años que pasaron entre aquel Moyano y este y es que más del 90% del transporte en la Argentina se hace por camión. Entonces cualquier economía colapsa si los camiones se deciden a parar. Y ni hablar la complicación que implica la recolección de residuos, el transporte de mercadería alimenticia, combustible, etc. Ese es un eje donde siempre ha tenido un poderío absoluto y es incuestionable eso. Por eso se constituye en un peligro Moyano para cualquiera que quiera llevárselo puesto. Yo descreo un poco de esta idea de “bueno, listo, va a terminar preso o se va a terminar Moyano como tal”. Yo creo que el fin de Moyano es cronológico, no judicial.

 

No es un “Pata” Medina o un “Caballo” Suarez.

Pero creo que más por debilidades del entorno que por los propios flancos débiles que pueda dejar Moyano. Es muy difícil para un país con la estructura arcaica que tenemos ponerse enfrente al tipo que maneja los camiones. Por eso, si tenemos que medir las posibilidades de ganar o perder o hasta dónde lo van a llevar, lo que me fijo es es hasta dónde realmente lo van a querer llevar y cuánto le sirve a un gobierno llevar a Moyano hasta un punto sin retorno. Pero, bueno, cada día que pasa pareciera que los dos tiran un poco más la cuerda.

«Cuando vas y preguntás dentro de su propio entorno cómo encuentra Hugo esta coyuntura, te dicen: ‘más viejo’”

¿En qué momento se empezó a romper esa alianza entre Macri y Moyano?

Hay dos momentos que son determinantes. Uno es a mitad del año pasado cuando se produce una serie de allanamientos que hacen casi en simultáneo dos jueces federales, Sandra Arroyo Salgado de San Isidro y Luis Armella de Quilmes. Jueces que, al menos en Comodoro Py, se los referencia como subsidiarios de la línea Stiuso, por decirlo de alguna manera grosera. Esa serie de allanamientos, que eran por una causa por facturaciones truchas, empieza a encender la luz de alarma para Moyano. Y casi en simultáneo con eso se produce una debacle muy fuerte en OCA, que es el mayor empleador individual del gremio de Camioneros. Moyano empieza a ver que había jueces permeables a los deseos del poder que avanzaban sobre él cuando hasta ese momento parecía un tótem. ¿Quién se iba a meter adentro de la obra social de Camioneros a buscar papeles? Y la combinación entre eso y OCA termina coincidiendo con el avance del gobierno en el planteo de una reforma laboral que hace eclosión. Había una negociación en marcha en la cual uno de los hijos de Moyano, el abogado Hugo Antonio, participó activamente en todas las reuniones con los grupos técnicos, dio su aval sobre alguno de los puntos y marcó algunas diferencias. Pero si tenemos que pensar y separar concretamente cuáles son los elementos que fuerzan a romper con el gobierno, uno es un ítem que habilitaba la tercerización en el caso del transporte y que fue, según el último borrador, modificado para no afectar a Camioneros, es decir, ese punto estaba virtualmente zanjado. Y después Moyano alega ir a una marcha y promover una protesta porque estaba trabada una negociación con los empresarios respecto de dos puntos: un bono que iba a entregarse a fin de año, y cuya negociación se dilató porque obviamente la cámara empresaria respondía al gobierno no otorgándolo, y después porque teóricamente las empresas querían plantear una baja en un ítem de antigüedad. Si desmadejás un poco y analizás que esos dos son los puntos decís “mirá hasta donde llegaron estos dos puntos para convertirse en esta ruptura”. Después las banderas empezaron a sumarse: no a la flexibilización laboral, no a la reforma previsional, no al tope en paritarias, pero Camioneros, como tracción de una medida de fuerza, tenía esos dos elementos para mostrar como argumentos centrales para ir a una marcha en contra del gobierno. Todos los demás argumentos y banderas con los que se llenó la convocatoria son, por supuesto, atendibles. Pero eso no había sido un motivo hasta ahora para que Moyano llegara a esta instancia con el gobierno.

 

Siguiendo esa línea la marcha del 21 sería efectivamente una «marcha de Moyano», más allá de la posición o la estrategia del resto de los adherentes,
Foto: Georgina García | Zoom

Sí, es la marcha de Moyano a la cual se suman sectores que no tienen otra vidriera o cuya vidriera central es entrar a instancias del gremio con mayor capacidad de movilización, que es Camioneros. Las CTA, ambas, en mayor o menor medida hoy son prácticamente centrales sindicales testimoniales que no tienen un peso propio, no tienen ninguna participación en las mesas a donde se convoca al sindicalismo tradicional, y tienen un poder de movilización más o menos limitado y acotado a los dos o tres gremios de referencia de cada una de ellas que son los estatales de ATE, los docentes de CTERA y no mucho más. Después están las organizaciones sociales, que en su constante tira y afloje con el gobierno les sirve subirse a esta manifestación.

 

Y que ya venían acercándose a la CGT.

Sí, participaron activamente en todos los casos. Y después está la izquierda que con sus columnas diferenciadas hace su negocio, aportando volumen por un lado, pero por otro cuestionando a la burocracia sindical. Claramente es una marcha de Moyano,

 

Decías que Moyano, dentro del sindicalismo, es alguien temido pero no querido. De hecho, en su momento de mayor poder supo quitarle afiliados a muchos sindicatos, y ganarse varios enemigos. Ahora en estas últimas semanas distintos dirigentes decidieron no participar de la movilización del 21, por ejemplo, el sector de Luis Barrionuevo o Víctor Santa María. ¿Puede leerse como un pase de factura?

Yo lo veo multicausal. Hay gremios que nunca estuvieron en la movilización y que disfrutan esta situación. Los gordos de los gremios de servicios, en algún sentido los independientes, nunca estuvieron involucrados porque su negocio es otro, es la cogestión permanente con el Poder Ejecutivo y no la confrontación. Lo que todos coinciden es que el 22 no va a haber ningún cambio, nadie espera una convocatoria del gobierno a repensar las cosas. Desde ese punto de vista los gordos y los independientes eran casi una fija que no iban a participar. Quizás los odios más enconados contra Hugo Moyano estén en el sector de los gordos, Carlos West Ocampo de Sanidad es claramente el rival eterno de Moyano, en algún sentido Armando Cavalieri, aunque habían aflojado un poco. Pero en el caso de Barrionuevo yo no lo interpreto tanto como un pase de factura, sino más bien como una combinación entre un accionar decidido del gobierno y el ADN traidor propio que tiene y que ha puesto en evidencia en cada una de sus incursiones más visibles. Siempre que hubo una manifestación o alguna acción que tenía un grado de consenso interno, se bajaba a último momento porque su negocio era mostrar que él era un distinto y que al gobierno le convenía sentarse a hablar con él. Barrionuevo no es Barrionuevo si no está vendiéndose todo el tiempo por encima de lo que realmente puede ofrecer en términos políticos. Es alguien demasiado astuto y demasiado pícaro como para guiarse por un sentimiento tan pedestre como podría ser “le voy a cobrar esto al Negro que me traicionó”. De hecho a Barrionuevo nunca lo traicionó Moyano, que yo sepa nunca tuvieron una confrontación directa por afiliados ni mucho menos.

«Puede ser que Moyano termine constituyéndose él, como dirigente sindical y como gremio, en un polo de expresión circunstancial para estas expresiones que seguirán intentando algún grado de confrontación con el gobierno»

Escribiste en Ámbito Financiero que el gobierno, a su vez, negocia con los $5 mil millones de las obras sociales. ¿Ese también es un factor?

Sí, son movimientos que no necesitan demasiada enunciación, son sobreentendidos. Pero sí, lo que hizo el gobierno en este aspecto fue kirchnerismo puro, no hizo más que lo que hizo Cristina Fernández de Kirchner en su segundo mandato. Se sentó sobre una cantidad muy importante de recursos que tenían que repartirse a las obras sociales sindicales y que estaban comprometidas en un acuerdo firmado en la casa de gobierno y que había formado parte de la campaña y de las promesas hechas por Mauricio Macri a los dirigentes de la CGT. Lo que hizo fue tomar esos $5 mil millones, que dijo que iba a repartir de una manera más o menos inmediata, y se paró sobre eso y no repartió absolutamente nada y lo sometió a esta nueva instancia de negociación. Yo lo defino como kirchnerismo puro porque es lo que hacía Cristina. En su caso era mucho menos guarango, si querés, ni siquiera se hablaba de los recursos, era como tema tabú. Nadie sabía muy bien cuánto era, nadie lo confirmaba abiertamente. Acá no, acá se reconoció cuánta plata era y los funcionarios te dicen que la plata está y esta parada esperando una decisión política. Y la decisión política es esta, es lo que está pasando ahora, la negociación que hay en marcha con los dirigentes más dialoguistas, por decirlo de alguna manera.

 

Cuando se firmó ese acuerdo en Casa Rosada parecía que el gobierno iba a tener otra relación con el sindicalismo, distinta a la de los gobiernos anteriores. ¿Hay efectivamente alguna diferencia?
Foto: Georgina García | Zoom

No hay grandes cambios. Lo que creo que hay es mucho menos cuidado por las formas, paradójicamente en un gobierno que nos prometía institucionalidad. Yo lo noto hasta en ejemplos torpes y vulgares. El gobierno, para una paritaria que hoy no tiene resuelta y que se le avecina compleja como es la de los bancarios, actuó acorralando a Sergio Palazzo en todos los frentes posibles. Uno de ellos fue quitarle validez a un ítem de su convenio colectivo de trabajo que es la cuota solidaria, que es una plata que aportan forzosamente los trabajadores no afiliados y que equivale al 1% del salario. Y ahora le dieron a entender que el próximo paso era sacarle un aporte que hacen los bancos a la obra social, que es algo que consiguió Palazzo en su negociación con Cristina Fernández de Kirchner y que había venido a salvaguardar la obra social bancaria después de muchos años de tener una situación muy crítica. En paralelo con eso, el gobierno no tiene ningún reparo en firmar con la Unión Ferroviaria, con un dirigente como Sergio Sasia, mucho más dialoguista, la renovación de un convenio colectivo de trabajo que valida una cuota solidaria que duplica la de Palazzo. Después de haberse llenado la boca diciendo “miren, qué barbaridad, cómo le sacan plata a los trabajadores bancarios a través de esta resolución”, ahora a los ferroviarios, que ganan menos plata, les sacan no el 1%, sino el 2% y las empresas también le hacen un aporte del 2%, no ya a la obra social, sino al sindicato. Tomo esto como un ejemplo del desparpajo y el poco afecto a las formas que tiene este gobierno. No es para horrorizarse, todos los gobiernos han estirado lo más posible la legalidad para mantener determinadas corporaciones disciplinadas o sometidas, y este gobierno no es la excepción. Pero en todo caso sí me sorprende el desparpajo para hacerlo.

 

Esta movilización parece confirmar una ruptura dentro de la CGT que se viene barajando desde hace meses. ¿Creés que efectivamente el triunvirato llegó a su fin? Y si es así, ¿qué paisaje avizorás para el sindicalismo?

La CGT ya está rota y no hay vuelta atrás. El triunvirato está desarticulado, no hay posibilidad alguna de sostenerlo, salvo que sucediera un imponderable, como la caída en prisión de un dirigente importantísimo que concitara que todos fueran detrás de eso. Si la lógica se da, como históricamente se ha dado en la Argentina con el movimiento obrero, ya no existe la CGT como tal. Hacia adelante todo indica que va a haber una nueva configuración con más de una central. El triunvirato nunca terminó de cohesionarse, tuvo algún funcionamiento cuando las papas no quemaban, pero obviamente cuando empezó a complicarse el panorama estalló y ahora lo que estamos viendo es la formalización de ese estallido. No veo una marcha atrás en eso y tampoco veo la posibilidad de un congreso de unidad donde confluyan todos estos sectores que hoy están desarticulados y que Pablo Moyano o Hugo directamente vuelva a sentarse y a decir “muchachos confiemos en este dirigente que nos representa a todos”. No hay ningún dirigente sindical en toda la Argentina, por lo menos hasta ahora, que tenga ni el perfil ni la capacidad para aunar a todos bajo una misma dirección. Y en ese contexto lo que está más que claro es que va a formarse una nueva CGT con una mayoría en los hechos, por lo menos como se distribuye el poder en los movimientos sindicales en Argentina, que es a través de los congresales, es decir, aquellos sindicatos que tienen más volumen de afiliados aportan más congresales, con lo cual nuevamente va a haber una CGT que la ley argentina reconocerá y que caerá en manos de los gordos, Cavalieri, West Ocampo, los independientes, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, etc., y una mayoría de dirigentes sindicales que irán detrás de ese esquema porque ahí es donde entienden que puede haber un grado de coparticipación con el poder. Y quedará Moyano, aunque yo no veo tampoco muy claro con qué va a quedar. Si va a quedar con una nueva configuración sindical… Yo descreo de esto de la unidad más allá de la unidad en acción, esto de formar un cuerpo distinto con las dos CTA. Por supuesto desde la CTA alientan esto, e imaginan juntar las dos CTA y tener a los Camioneros y tener además a las organizaciones sociales. Moyano es un peronista de derecha y creer que se pueda hacer algo así me parece por lo menos un poco idílico. Puede ser que Moyano termine constituyéndose él, como dirigente sindical y como gremio, en un polo de expresión circunstancial para estas expresiones que seguirán intentando algún grado de confrontación con el gobierno.

 

Más un polo en la acción que en los hechos.

En los hechos yo lo que veo es una CGT reconocida y quizás Moyano reteniendo Azopardo nuevamente a instancias de Pablo, pero sin la legalidad, reeditándose un poco esta idea de las tres CGT, y ahora más que nunca con Barrionuevo corriéndose. Todo parecería indicar que van a armarse las mismas tres CGT que antes, con algunos agregados o salidas en cada caso, pero todo parece ir en esa dirección.

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