Movimiento y unidad del peronismo

“‘La unidad por sobre todas las cosas’ parece ser la consigna de muchos peronistas. Sin embargo habría que preguntarse qué unidad, con quiénes y para qué”

En artículos anteriores intentamos hablar sobre la idea de movimiento nacional y popular y el papel del partido desde la visión planteada por Perón. Su pensamiento, como es natural, evolucionó a lo largo de su vida. Sin embargo, algunas ideas se mantuvieron constantes. Es más, los años las fue profundizando y perfeccionando.

 

El último Perón, tan nombrado en estos días, planteaba la necesidad de una actualización política y doctrinaria, la preeminencia de dos ideas centrales –la “comunidad organizada” y la “tercera posición”–, el concepto claro de amigo-enemigo y la certeza de pensar al peronismo como un movimiento de liberación nacional y social, y, dentro del mismo, la búsqueda de la unidad del campo popular.

 

En estos días pre y post eleccionarios se discute, al calor de la lucha, la famosa «unidad del peronismo». La misma CFK, consultada por la prensa, dijo que la sociedad va a “pedir la unidad” y que los dirigentes tienen que dar esta respuesta. Dirigentes del massismo, del randazzismo y otros grupos que sueñan con un peronismo deskirchnerizado, con una Cristina fuera del juego político, también hablan de lo mismo. También lo hacen muchos dirigentes que jubilaron antes de tiempo a CFK y jugaron a un post kirchnerismo, hoy derrotados por la realidad de la representatividad y liderazgo de la ex presidenta, plantean una vuelta al redil, pidiendo una renovación del peronismo y su unidad.

 

¿Qué unidad? ¿Con quiénes? Y sobre todo, ¿para qué?

“La unidad por sobre todas las cosas” parece ser la consigna de muchos compañeros. Varios, de buena fe, creen que la “unidad” es la solución a todos los problemas políticos que afrontamos. Sin embargo habría que hacernos las preguntas que figuran en el subtítulo y empezar por ahí el debate dentro del campo nacional.

 

En el peronismo predominan dos supuestos: el de que “somos todos peronistas” y el de que “unidos somos un fuerza invencible”. Esta última idea está lejos de poder ser demostrada históricamente mientras que la primera fue sembrada por Perón para amalgamar dentro de su férreo liderazgo a todos los sectores políticos, pero también tenía una carga de ironía hacia los propios, los que se decían peronistas pero después lo traicionaban. Recordemos esa famosa cita sobre su perro: “Yo tenía un perro que se llamaba León, y yo lo llamaba… León, León. Y León venia. Pero yo sabía que no era un león, era un perro. Lo mismo pasa con algunos que se llaman peronistas. Yo los llamo y vienen, pero yo sé que no son peronistas”.

 

El triunfo de Cambiemos y estos 18 meses de gobierno neoliberal han agrandado la famosa “grieta”. Con un manejo mediático total, nunca visto en la historia argentina –ni siquiera en los gobiernos militares–, con una Justicia que actúa como brazo disciplinador del Poder Ejecutivo, y con fuerzas de choque como la Gendarmería, convertida hoy en guardia pretoriana del régimen, presta a defender y reprimir cualquier manifestación contraria, el gobierno ha ensanchado las divisiones, pero además las ha profundizado, quebrando la sociedad en bandos irreconciliables y sembrando el odio, el revanchismo y el miedo, como no se veía en la sociedad argentina desde los tristes años de la “revolución fusiladora”.

 

Por supuesto la lógica de construcción política de esta derecha, modernizada en sus técnicas por el duranbarbismo, es amedrentar, socavar el prestigio, difamar y, en el fondo, destruir a cualquier dirigente popular que se anime a enfrentarlos. El ejemplo más dramático de esta lógica es la prisión injusta de Milagro Sala, presa política de la dictadura de Morales-Blaquier en Jujuy, o las campañas de difamación constante hacia la figura de CFK, utilizando los brazos de una justicia corrupta y cooptada por el poder.

 

Estas políticas no sólo han fragmentado a la sociedad, sino también han incidido hacia dentro del peronismo. No podemos ser necios y olvidar que el macrismo ha podido avanzar en muchas de sus reformas y en leyes contrarias al interés popular y nacional gracias al acompañamiento de muchos legisladores y dirigentes políticos y gremiales.

 

No es intención de este artículo hacer hincapié en los nombres y las personas. Tratamos de entender y debatir el proceso histórico y sus razones más profundas. La historia juzgará y será impiadosa con los hombres y los hechos que encarnaron y fueron parte de este tiempo infame.

 

Pero resulta bochornoso ver a muchos dirigentes que, autotitulándose peronistas, rápidamente se travistieron y pactaron con el régimen, así como ver a muchos que crecieron y comieron de la mano de Néstor y Cristina y hoy niegan su kirchnerismo, de la misma forma que Pedro negó a Jesús, para aliarse al gobierno, acompañando leyes y medidas perjudiciales para el país, como el endeudamiento externo, el acuerdo con los buitres o, sino, callando complacientes los avances del gobierno sobre las libertades y los derechos de los argentinos.

 

Apuntes para el debate

El futuro del movimiento nacional y de cómo el campo popular pueda ir construyendo una estrategia, en principio de resistencia, pero después de ofensiva y derrota de la avanzada oligárquica, depende en gran medida de esas respuestas.

 

Como decíamos en otros artículos anteriores, pero sin miedo a repetirnos, el peronismo tiene hoy dos estrategias dentro de sí, a nuestro entender, ambas equivocadas. Una es el peronismo como sostén de la gobernabilidad: la idea de un peronismo moderno, que acompañe este proceso de “cambio” que implica el macrismo y luego, cuando este estalle y sea desechado por los mismos grupos empresarios que hoy lo apoyan y lo usan, sea ese peronismo domesticado el recambio y nuevo sostén del régimen neoliberal. Ese peronismo será un poco más popular, pondrá paños fríos en algunas situaciones, pero no discontinuará las políticas neoliberales. Hay muchos dirigentes, hijos del menemismo, que añoran ese rol para nuestro partido.

 

Nicolás Casullo decía que cuando se habla por todos lados de la “unidad del peronismo”, cuando se insiste con aquello de que “finalmente somos todos compañeros” y todos caben en la viña del Señor, lo que prevalece es, otra vez, la derecha peronista y el giro hacia la alianza con los grupos económicos y mediáticos concentrados.

 

Existen otros que plantean la unidad pero bajo la forma de un partido de centroizquierda, un partido “progre”, que cuestione el poder pero, al ser una estrategia testimonial, puramente electoralista, le da escasa probabilidades de construcción de mayorías populares que enfrenten y venzan al régimen. Ese centroizquierdismo, que hoy no pasa de ser un “frepasismo tardío”, es impotente ante la potencia del bloque hegemónico que enfrentamos.

 

Creemos firmemente que el peronismo no nació para ser un partido más. “El peronismo es revolucionario o no será”, decía Evita, por una sencilla razón: el peronismo nació como un movimiento de liberación nacional y social. Si no somos eso, no tenemos razón histórica de existir.

 

Por eso es necesario recrear el movimiento nacional, sumar a todos los sectores políticos, económicos, empresarios, gremiales y comunitarios en un proyecto común de liberación y reconstrucción de la Patria. En este marco hay que debatir la unidad del campo popular y no sólo del peronismo.

 

Como enseñaba Perón en Conducción Política, hay que construir la idea de unidad a partir de la “unidad de concepción para la unidad en la acción”. Construir entre todos un proyecto político que nos sume, que nos contenga, que enamore a las mayorías populares, y definir entre todos estrategias de construcción de poder popular que permitan no sólo cuestionar el poder sino tomarlo para encarar una profunda reforma política, social y económica.

 

Las grandes gestas populares se han hecho con oro y barro, con miserias y grandezas. Como toda construcción política hay que encararla metiendo los pies en el barro de la historia.

 

Está claro que en la construcción del movimiento se debe ser amplio y convocante. No se puede pensar en purismos, ni sectarismos.

 

Pero debe quedar claro también que, primero, la unidad es con la gente, detrás de un proyecto común, trabajando codo a codo con los compañeros en la fábrica, en el sindicato, en la universidad, en el club de barrio o en la sociedad de fomento, sin dirigentes providenciales ni vanguardias iluminadas.

 

En ese marco de movimiento de liberación nacional y popular son bienvenidos los viejos compañeros que se extraviaron en el camino y son bienvenidos también los nuevos compañeros que se suman hoy a la lucha. Juntos vayamos a sumar al resto de los sectores populares a esta gesta de liberación de la Patria.

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