Más allá de la resistencia: el laberinto opositor en la era Milei

Radiografía de una oposición que no termina de nacer. ¿Dónde están las piezas en el tablero?, ¿qué se disputan exactamente? Por Antonio Muñiz

¿Existe una alternativa real para la sociedad que es opositora a Milei? Esta es la pregunta que, lamentablemente, la dirigencia opositora no puede responderse o, al menos, parece carecer de voluntad para hacerlo.

En estos días vemos que mientras el oficialismo logra avanzar en sus objetivos, a pesar de su debilidad parlamentaria y su fragilidad de gestión, la oposición se encuentra dividida, sin liderazgo claro ni una estrategia definida.

Más allá de la representación parlamentaria minoritaria, el Gobierno cuenta con el apoyo del poder real, económico y mediático. Este poder real está jugando fuerte en la cooptación y el disciplinamiento de dirigentes “independientes” y en la consolidación del discurso libertario.

El colapso de la avenida del medio

La idea de una tercera vía entre el kirchnerismo y el macrismo colapsó junto con la candidatura de Sergio Massa y el tercer lugar de la candidata del PRO, Patricia Bullrich. El intento de representar una opción moderada fracasó, no solo por la crisis económica que golpeó su campaña, sino porque la polarización extrema terminó imponiendo un cisne negro, un outsider de la política.

Sin embargo, la figura de Javier Milei, con su estilo disruptivo, por momentos muy agresivo hacia los sectores que no comparten sus ideas, un programa de gobierno muy duro, en algunos casos muy extremo, enfrascado en una lógica refundacional del país, ha ido construyendo una nueva antinomia. Según varios encuestadores la grieta que se está construyendo se podría definir como: Milei sí o Milei no.

En este nuevo escenario, la política argentina se reconfigura en torno a la figura disruptiva del presidente, dejando a la oposición dura y a la oposición dialoguista sin una narrativa fuerte ni una identidad clara.

La debilidad opositora no es solo discursiva, sino estructural. La construcción de una alternativa al libertarismo requiere más que críticas al ajuste: necesita un proyecto integral capaz de disputar sentido común en una sociedad donde el descontento y el rechazo a la «casta política» son moneda corriente. Sin liderazgo claro, el peronismo y otras fuerzas opositoras se debaten entre la resistencia testimonial y la adaptación oportunista.

El poder real: una maquinaria que opera en las sombras

Uno de los factores clave en la consolidación del mileísmo es el respaldo de los grandes grupos económicos y mediáticos. La fragilidad institucional y política de La Libertad Avanza contrasta con el apoyo de actores de peso que, desde las sombras, sostienen el experimento libertario. El establishment financiero, sectores concentrados de la agroindustria y conglomerados mediáticos han encontrado en Milei un instrumento útil para desarticular regulaciones estatales, flexibilizar el mercado laboral y consolidar una estructura económica favorable a sus intereses.

El papel de los medios de comunicación ha sido determinante en la construcción de Milei como líder. Desde la instalación de su figura en los sets televisivos hasta la naturalización de sus discursos extremos, el poder mediático ha moldeado la percepción pública del presidente. Paralelamente, el aparato judicial, totalmente copado por los grupos económicos y operados por los servicios de inteligencia, no solo locales, cumple también la tarea disciplinadora contra cualquier dirigente que asuma un rol realmente opositor. 

Este esquema de poder ha promovido activamente  no solo la demonización del kirchnerismo, sino sobre todo la fragmentación de la oposición, debilitando cualquier intento de construcción de un polo alternativo con volumen político.

Este respaldo también ha permitido la cooptación de parte de la dirigencia política que, sin un liderazgo fuerte, ha optado por la connivencia o el silencio estratégico. Gobernadores que necesitan recursos, legisladores que buscan evitar el escarnio mediático, dirigentes que temen ser etiquetados como «casta» o citados a los despachos de Comodoro Py: todos son elementos de un engranaje que Milei y sus aliados han sabido explotar con precisión quirúrgica.

La trampa del individualismo y la ausencia de un proyecto colectivo

Como decíamos, si Milei ha logrado imponerse en el debate público no es solo por sus méritos propios, sino por las fallas estructurales de una oposición desarticulada. La falta de un liderazgo aglutinador ha convertido al peronismo y a otros sectores en un espacio fragmentado donde priman los intereses individuales sobre la construcción de un proyecto común.

El individualismo y la especulación política han hecho que muchos opositores prefieran un perfil bajo antes que confrontar abiertamente al gobierno. La ausencia de una narrativa propia, sumada al miedo a ser tachados como parte de la «casta», ha paralizado a gran parte de la dirigencia. La consecuencia es un escenario donde Milei avanza con reformas impopulares sin encontrar una resistencia efectiva.

El peronismo, en particular, enfrenta un dilema existencial. La representatividad de Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo central dentro del espacio, pero su nivel de rechazo en amplios sectores de la sociedad la convierte en un límite para la construcción de una alternativa electoral viable. Mientras tanto, los intentos de algunos sectores peronistas no K   de diferenciarse del kirchnerismo sin perder identidad han sido hasta ahora infructuosos.

Cualquier construcción de una fuerza opositora amplia requiere una voluntad de unidad que amplié los limites del espacio opositor, pero esto no es solo para ganar una elección sino sobre todo para gobernar en el día después. Está claro que un proyecto político viable hoy debe contar con Cristina Fernández adentro.

Construir una alternativa: entre la urgencia y la supervivencia

El mayor error de la oposición sería subestimar la capacidad del mileísmo de consolidarse como una fuerza política de largo plazo. Más allá de los escándalos y las tensiones internas, Milei ha demostrado una notable habilidad para capitalizar el descontento y fijar la agenda pública. Si bien sus políticas pueden generar costos sociales altos, su capacidad de imponer su relato sigue intacta.

Frente a este panorama, la oposición tiene dos caminos: seguir en la fragmentación y la especulación personal o avanzar hacia la construcción de un proyecto alternativo que pueda disputarle el poder al libertarismo. Esto requiere, en primer lugar, de un liderazgo claro y de una estrategia unificada que trascienda el rechazo a Milei y proponga una visión de país creíble y convocante.

La clave está en comprender que no se trata solo de una disputa electoral, sino de una batalla cultural y política en sentido amplio.

Mientras Milei apela a un discurso que combina individualismo extremo con un rechazo visceral al Estado, la oposición debe reconstruirse sobre valores como la solidaridad, el desarrollo productivo y la defensa de los derechos sociales. Sin un proyecto colectivo que interpele a la sociedad, la oposición corre el riesgo de convertirse en un espectador pasivo de su propia desaparición.

El proyecto libertario tiene como objetivo claro la construcción de un país para un tercio de su población, desmantelar estructuras fundamentales del Estado y transformar la cultura política argentina, destruyendo a la oposición en el camino, tanto a lo queda de Cambiemos y sobre todo al peronismo – kirchnerismo.  

Ante este escenario es claro que es esencial la construcción de un proyecto de país, que ponga limites al modelo perverso que encarna el mileismo. La tarea no es fácil, pero es una obligación moral intentarlo antes que sea demasiado tarde.

Por último, siempre es bueno recordar las enseñanzas de Juan D.Perón: «No basta con resistir o denunciar la injusticia; el movimiento popular debe organizarse y prepararse para recuperar el gobierno, pero la conquista del poder no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para aplicar un programa de transformación nacional».

Imagen de portada: La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault (1819)

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