Lluvia ácida: cierre de empresas e industricidio en la era macrista.

En una nueva entrega de Economía para Armar, Diego Rubinzal detalla y analiza la epidemia de concursos, procedimientos de crisis y caídas de empresas que se multiplicaron en los últimos años como producto de las políticas aplicadas por Cambiemos.

En esta nueva entrega de Economía para armar abordamos cómo viene creciendo una lamentable tendencia en el ámbito productivo: el cierre de empresas.

La “lluvia de inversiones», está claro, es otra de las promesas incumplidas por el gobierno, a la que le podríamos sumar pobreza cero, inflación de un dígito, unir a los argentinos, disminución del desempleo, creación de empleo de calidad, recuperación de las economías regionales y un largo etcétera.

 

¿Cuál era el diagnóstico oficial? Que un gobierno promercado generaría la confianza suficiente para que llovieran las inversiones del exterior, iban a “sobrar los dólares” (Macri dixit). Repasemos un poco de la historia reciente argentina en relación a ese tema.

 

Vayamos a enero de 2016. Mauricio Macri asiste al Foro de Davos rodeado de un clima de euforia. La prensa oficialista destacaba que la Argentina “retornaba al mundo” luego de 14 años. El último mandatario que había asistido a esas jornadas fue Eduardo Duhalde.

 

“Es un lugar que te permite en 48 horas ver a varios presidentes y relacionarte con importantes responsables del mundo de la inversión”, explicaba Macri. Meses después, el equipo económico destacaba que las inversiones comprometidas para la Argentina ya ascendían a 59.000 millones de dólares. Nada de eso ocurrió. Tratando de encontrar una explicación a eso, a mediados de 2017, la diputada oficialista Elisa Carrió afirmó que “si ganamos la próxima elección (refiriéndose a las legislativas de ese año), las inversiones en 2018 serán enormes”.

 

El oficialismo se impuso en las elecciones pero las inversiones continuaron sin venir. Según los datos de la consultora de Orlando Ferreres & Asociados, la inversión se derrumbó un 5,6 por ciento en 2018.

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Una aclaración: las inversiones pueden ser tanto nacionales como extranjeras. El macrismo apostó todas sus fichas a la Inversión Extranjera Directa (IDE). El aporte de las IED al desarrollo nacional es debatible. Las inversiones extranjeras directas pueden tener aspectos positivos o negativos. El saldo final (positivo o negativo) depende del proyecto económico-político de la nación receptora. O sea, la cuestión central es promover el arribo del capital extranjero que contribuya al desarrollo nacional.

 

Dejando de lado esa discusión conceptual, los datos duros demuestran que la recepción de inversiones extranjeras durante el macrismo fue similar a los registrados durante los gobiernos kirchneristas.

 

Volviendo al principio, el macrismo sostuvo que las inversiones serían el motor de su modelo económico, en reemplazo del consumo “irresponsable” alentado por el gobierno anterior.

 

Sin embargo, el recalculo realizado por el Indec-Todesca desmiente ese planteo. En la etapa 2004-2015, el crecimiento de la inversión (83,42 por ciento) fue superior al aumento del consumo privado (66,79 por ciento) y público (79,25 por ciento). Esos datos duros del Indec “macrista” confirman lo que enseña la buena teoría económica: la inversión guarda una estrecha relación con la demanda efectiva. Para decirlo en palabras simples: cuando la gente consume, el empresario invierte. Las políticas de ajuste, a contramano del discurso macrista, desalientan las inversiones. Es decir, la mejora en los ingresos populares genera: mayor demanda, aumento de la producción, disminución de la capacidad ociosa. A su vez, ese escenario expansivo estimula nuevas inversiones. En otras palabras, las trayectorias de consumo e inversión no están disociadas, van de la mano.

 

Teniendo en claro esas nociones económicas básicas no puede sorprender a nadie el pésimo resultado del programa económico macrista. ¿Quién va a invertir (salvo en algún sector muy puntual) ante un mercado interno derrumbado? ¿Quién va a invertir cuando las tasas de interés están en niveles estratosféricos? ¿Quién va a invertir cuando la industria tiene paradas 4 de cada 10 máquinas?

 

Veamos algunos números que fueron difundidos en un reciente trabajo de CEPA que muestra con claridad esto que estamos diciendo:

Los procesos preventivos de crisis, concursos y quiebras vienen aumentando signoficativamente. Para buscar un antecedente de esta tendencia negativa nos tenemos que retrotraer a 2001/2002. Con todo lo que eso significa para la memoria de los argentinos.

 

Expliquemos brevemente que son los PPC, los concursos y las quiebras:

 

  • PPC: se inicia con una solicitud que presentan las empresas ante la Secretaría de Trabajo. ¿Cuándo pueden solicitar esta herramienta?. Cuando consideran necesario recurrir a suspensiones o despidos de un determinado porcentaje del plantel laboral (más del 15% de los trabajadores en empresas de menos de 400 trabajadores; más del 10% en empresas de entre 400 y 1.000 trabajadores; y más del 5% en empresas de más de 1.000 trabajadores). ¿Cuál es el objetivo del PPC? Tratar de encontrar una solución para evitar (o en todo caso minimizar) las pérdidas de puestos de trabajo. Esa finalidad se ha visto desvirtuada con el macrismo ¿Por qué? Porque lejos de propiciar el sostenimiento del empleo, los PPC están oficiando como un mero trámite para autorizar los despidos o para avanzar en una flexibilización laboral de facto. Un ejemplo fue el PPC de Carrefour. En ese acuerdo, el hipermercado francés consiguió reducir costos salariales, abrir retiros voluntarios y flexibilizar ítems del convenio colectivo de trabajo.

 

  • El proceso de concurso preventivo lo inicia una empresa ante un juzgado con el objetivo de reestructurar sus deudas. La idea básica es con sus acreedores un plan de pagos (con quita o sin ella) que le permita continuar con la actividad.

 

  • La quiebra es el proceso judicial posterior al que se llega si no existe acuerdo con los acreedores o no se cumple con el mismo. La quiebra significa la liquidación de bienes mediante remate judicial hasta la cancelación del total de compromisos reconocidos por el síndico.

 

Ahora veamos los números recientes de estos tres ítems relevados por los investigadores del CEPA:

 

  • PPC: 36 (2015), 55 (2016), 83 (2017), 108 (2018). O sea el aumento fue del 200 por ciento desde 2015.

 

  • Evolución Concursos (CABA, Córdoba y Provincia de Buenos Aires): 166 (primer trimestre de 2016), 193 (primer trimestre 2017), 251 (primer trimestre de 2018), 292 (primer trimestre 2019). Aumento 76 % 2019 vs. 2016

 

  • Evolución Quiebras (CABA, Córdoba y Provincia de Buenos Aires): 117 (primer trimestre de 2016), 135 (primer trimestre 2017), 178 (primer trimestre de 2018), 167 (primer trimestre 2019). Aumento 42 % 2019 vs. 2016

 

Vamos a dar dos datos más para ilustrar el preocupante panorama actual. Uno de los sectores más perjudicados en este proceso de cierre de empresas fueron las pymes. En diciembre de 2015 había 559.318 empresas de menos de 10 empleados incriptas en la AFIP. La última información disponible (abril/2019) indica que se redujeron a 540.465. O sea que en términos netos cerraron alrededor de 19.000 pymes en el gobierno de Macri. Algo así de 470 empresas por mes o 15 pymes por día.

 

Según la UIA, cerraron 500 fábricas en los primeros cuatro meses de 2019. Los economistas de la central fabril contabilizan 3.412 cierres de industrias desde diciembre de 2015 (las plantas pasaron de 55.619 a 52.207). La pérdida de puestos de trabajos industriales es cercana a 135.000 desde comienzos de la gestión de Macri. Un verdadero industricidio.

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