Las venas abiertas de la Unión Europea

Frente al conflicto internacional actual, observamos cómo funcionan las sanciones económicas, aquellas impuestas por las potencias a las naciones que incumplen las “buenas” prácticas internacionales.

En el hemisferio occidental, las sanciones impuestas por las potencias a naciones que incumplen las buenas prácticas internacionales son casi tan antiguas como el propio sistema internacional. A lo largo de la historia de las relaciones internacionales, las sanciones se han hecho presentes bajo diferentes formas y por distintos motivos,  pero siempre persiguiendo el mismo fin: doblegar a un estado para que cumpla, acepte o desista, ante una conducta o práctica. El actual sistema internacional, caracterizado por la multipolaridad, obliga a un replanteo de las tradicionales prácticas desplegadas por los líderes occidentales, sobre todo si tenemos en cuenta el grado de desarrollo de proceso globalizador, el cual aumenta la interconexión y la dependencia mutua de las economías a nivel global.

Resulta posible hablar de “sistema internacional” situándonos a partir del hecho histórico conocido como “La Paz de Westfalia”; evento que se refiere a los dos tratados de paz, los de Osnabrück y Münster, firmados el 24 de octubre de 1648, en la región de Westfalia (Alemania), con los cuales se finalizó la guerra de los Treinta Años en Alemania (1618 – 1648) y la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos (1568 – 1648). La Paz de Westfalia dio lugar al primer congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional, estableciéndose el principio de que la integridad territorial es el fundamento de la existencia de los estados, frente a la concepción feudal, de que territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario, marcando el nacimiento del Estado nación bajo su concepción moderna.

Desde ese punto de partida histórico, es posible mencionar, en un breve repaso, las sanciones más destacadas o significativas a nivel internacional. Pero debe quedar claro que no son los únicos casos, y que solo se las menciona a modo de ejemplo

  • El Bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, o guerra del Paraná, el cual tuvo lugar entre el 2 de agosto de 1845 y el 31 de agosto de 1850, en el cual las potencias agresoras (Francia e Inglaterra) buscaron obligar a la Argentina y al Uruguay a reconocer a sus ríos interiores, no como aguas territoriales soberanas, sino como cauces de libre circulación internacional.
  • En 1806, Napoleón, en su enfrentamiento con Reino Unido, prohibió a los países europeos comerciar con Londres, buscando paralizarlo económicamente. El problema es que no pudo hacer cumplir ese embargo, que además era casi más dañino para las naciones europeas que para los propios británicos. En la misma época, y con relación también con la guerra entre ingleses y franceses, Estados Unidos aprueba en 1807 el Embargo Act, una ley con la que buscaba mostrar fortaleza con las dos potencias europeas con una guerra comercial, pero que, en aquel momento, solo sirvió para demostrar la debilidad estadounidense, su falta de influencia y su poco peso diplomático.

La consolidación y desarrollo de las sanciones económicas como armas se produce sobre todo tras la primera Guerra Mundial. Durante el conflicto las sanciones fueron constantes, siendo seguramente la más importante el bloqueo comercial que Reino Unido le impone a Alemania, aprovechando su superioridad marítima. Así logra impedir que los países neutrales le envíen suministros. Pero el gran salto para esta herramienta coercitiva llega tras la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). Los gobiernos comprueban que el continente ha quedado destrozado, y buscando la fórmula para resolver conflictos sin recurrir a la fuerza, llegan a la conclusión de que ese instrumento pueden ser las sanciones económicas. Pero con una novedad decisiva, no las decidirán los países de forma unilateral, como pasaba hasta ese momento, sino que será fruto de acuerdos entre varios, a través de organismos supranacionales, como la Liga de Naciones, predecesora de las Naciones Unidas.

Tras el fin de la Guerra Fría la imposición de sanciones económicas se dispara, sobre todo por parte de Estados Unidos, que impone casi dos tercios de las que se emiten. Y en muchos casos de forma unilateral, lo que le ha valido numerosas críticas internacionales. Solo entre 1993 y 1996 impone sesenta y tres sanciones a treinta y cinco países. En aquella época, casi el 40% de la población mundial estaba sujeta a alguna sanción económica estadounidense.

Algunas de las más importantes en esa época son las que se aplican contra Irak, al que se le impone un estricto embargo que hunde su economía; las de Libia, acusada de apoyar a terroristas, a la que se le impuso un embargo militar y aéreo, acompañado de fuertes sanciones económicas y financieras; o las de Sudán, ya que Bill Clinton prohibió a todas las personas o empresas estadounidenses mantener vínculos comerciales con el país. Con la excepción de la goma arábiga, de la que Sudán es el principal productor mundial, y que era básica en Estados Unidos. También cabe mencionar el caso de Cuba y su bloqueo marítimo, condenado en reiteradas ocasiones por al Asamblea de las Naciones Unidas o el caso de Corea del Norte, entre muchos otros

Además de ser aplicados contra estados, las sanciones económicas también se lanzan contra organismos no estatales, como Al Qaeda, los talibanes o más recientemente contra ISIS.

Globalización e interdependencia

En la teoría de las Relaciones Internacionales existe un concepto llamado “Interdependencia Compleja”. Formulada por Robert Keohane y Joseph Nye, sostiene que las diversas y complejas conexiones transnacionales e interdependencias entre estados y las sociedades fueron en aumento, mientras que la fuerza militar y el equilibrio de poder decreciendo, pero manteniéndose en un nivel importante. Este modelo posee tres características principales:

  1. La existencia de múltiples canales conectando las sociedades. Estos canales serían las relaciones interestatales, trans gubernamentales y transnacionales.
  2. La agenda de las relaciones interestatales consiste en múltiples problemas que no están ordenados en una jerarquía clara y consistente. Esta ausencia de jerarquía entre los problemas significa, entre otras cosas, que la seguridad militar no domina consistentemente la agenda. Muchos problemas surgen de lo que normalmente se considera política interior y la distinción entre problemas internos y externos se diluye.
  3. La fuerza militar no es utilizada por los gobiernos, respecto de otros gobiernos dentro de la región o respecto de los problemas, cuando prevalece la interdependencia compleja. Puede, sin embargo, ser importante en las relaciones de estos gobiernos con otros externos a la región o respecto de otros problemas.

Nye y Keohane argumentan también el declinamiento del uso de la fuerza militar como una herramienta política para incrementar otras formas de interdependencia, lo que aumenta la probabilidad de cooperación entre estados. Estas características de la interdependencia compleja dan lugar a procesos políticos distintos, los cuales transforman al poder en la capacidad de controlar los resultados.

Esta teoría, además, sirve para explicar el fenómeno de la globalización y la gran interconexión del mundo actual, dejando claro que el mundo no es unidireccional, sino que las finanzas, la encomia, el comercio, y las sanciones, tienen un ida y vuelta

Europa y las Sanciones Occidentales

Es evidente que las sanciones aplicadas sobre la economía y el sistema financiero de la Federación Rusa buscan generar presión sobre la administración de Vladimir Putin. La idea principal de las mismas era provocar el colapso financiero de Rusia y así obligarlo a retirarse del conflicto en Ucrania.

En un primer momento, los aliados occidentales, creyeron que presionando económicamente en poco tiempo la economía Rusa caería; pero el Kremlin encontró, no solo los mecanismos para burlar el accionar occidental, sino la forma para fortalecerse frente a las mismas. La masiva compra de oro y la exigencia de los pagos a la exportación de sus materias primas en rublos, son la respuesta directa a las sanciones occidentales

Estados Unidos y la Unión Europea parecen no haber considerado que vivimos en un mundo globalizado, donde la interconexión de las economías regionales y globales hacen que los desajustes en las cadenas de suministros comerciales, repercutan a nivel internacional. Más aun si tenemos en consideración las características, y el peso político, económico y diplomático que tiene la Federación Rusa.

Existe una visión generalizada, algo simplista, y muy euro-céntrica, de caracterizar a Rusia como una “gran gasolinera”, como si la exportación de hidrocarburos fuera casi la exclusividad de lo que Rusia produce; cosa que es una verdad a medias tintas, pero que necesita una explicación un tanto más profunda.

No es solo gas y petróleo

Rusia  es el principal exportador de fertilizantes hacia la Unión Europea, es también el mayor exportador de trigo del mundo,  el segundo exportador de cobalto, uno de los elementos clave para la fabricación de baterías recargables. Además, es el segundo proveedor mundial de vanadio, que se utiliza en el almacenamiento de energía a gran escala y en la fabricación de acero,  es el sexto exportador de oro, con el 4,4% de la oferta mundial, y el décimo proveedor de plomo. Por otra parte, representa el 10% del suministro mundial de níquel, que se utiliza para fabricar acero inoxidable y baterías de vehículos. Así mismo, sostiene el 12,3% del suministro mundial de Platino, y el cuarto exportador mundial de tungsteno. Y cubre alrededor del 3,5% de la demanda mundial de cobre.

Sanciones de doble filo

Como ya es de público conocimiento, el conflicto en el Este Europeo desencadenó una serie de medidas económicas destinadas a jaquear a la economía rusa. La más resonante de todas ellas es, sin dudas, la amenaza del bloque europeo de suspender la compra de hidrocarburos rusos; principalmente el gas natural.

Actualmente Europa como bloque, le compra en torno al 40% del gas que consume a Rusia, pero dentro de de ese número hay realidades muy disimiles, por ejemplo, para Francia e Italia el gas Ruso representa el 37 y 38% de lo que consumen respectivamente; para Alemania significa el 60%; para Polonia y Hungría es el 65%; para Austria el 70%; para Bulgaria es el 100%; para Grecia es el 95%. Todos estos datos son ofrecidos por la empresa estatal rusa Gazprom. Cómo se puede observar la dependencia para con el gas Ruso no es homogénea en todo el bloque, pero definitivamente no puede ser obviada. Más aun si tenemos en cuenta que el gas natural no solo se utiliza para la calefacción, cosa que predomina en el imaginario colectivo, sino que, procesos químicos mediantes, tiene una importante aplicación industrial.

Aunque parezca que el doméstico es el primero de los usos del gas natural, en realidad está a la cola tras el uso industrial y la producción de electricidad, siendo el segundo el mayor consumidor de gas natural con amplia diferencia. El gas natural se utiliza como fuente de energía para hornos industriales que sirven para el tratamiento de metales, producción de cerámicas, ladrillos y para la fusión de las materias primas que componen el vidrio. Es la principal materia prima para la producción de plásticos y productos químicos; se utiliza para la obtención de productos químicos tales como hidrógeno, etileno y metanol. El hidrógeno resultante se utiliza principalmente para producir amoníaco para fertilizantes, uno de los productos industriales más importantes derivados del gas. Uno de los usos más novedosos del gas natural es el de deshumidificación, pudiendo regular la humedad relativa de un lugar. Esto es muy importante en la industria del plástico y en la farmacéutica, ya que la humedad puede dañar el producto.

Como se evidencia, Europa no puede dejar de depender del gas ruso, al menos no de la noche a la mañana, tal y como lo plantea la Presidenta de la Cominson Europea Ursula von der Leyen.

En este punto es importante remarcar que Rusia cuanta con toda una infraestructura diseñada para abastecer a Europa. Por ende, encontrar un proveedor con las características para satisfacer las demandas del Bloque Europeo no es tarea sencilla.

Así mismo las sanciones occidentales solo consiguieron empujar a Rusia a consolidar su alianza estratégica con la Republica Popular China. Más aun si tenemos en cuenta que en la India y China se concentra cerca del 30% de la población mundial, por lo tanto Rusia puede “darse el lujo” de no vender su gas a Europa, cosa para lo que esta no está preparada, o al menos no en lo inmediato.

La transición en el Sistema Internacional está en marcha, y todas las acciones que estamos presenciando son, o deben ser considerados, como hitos de la historia contemporánea. Resta conocer cuál será el detonante, acción o acto definitivo que culmine con la ruptura definitiva del actual sistema.

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