La literatura como forma de intervenir en el presente

Un recorrido por libros que se permiten hablar de la economía cotidiana en tiempos de crisis y escasez. La respiración que posibilita la ficción. Por Emilia Racciatti.

Un día a día agobiante nos enfrenta a la fragilidad de un país atravesado por una crisis económica que no da respiro. Desde el miedo a perder el trabajo, pasando por los malabares tras haberlo perdido, hasta la pregunta por cómo pagar las cuentas hacen que llegar a fin de mes se presente como una odisea cada vez mayor. Ese llegar a la orilla es cada vez más agobiante. ¿Cómo nos encontramos con un libro en ese remo que nos toma el cuerpo y la cabeza? A veces en cuotas, de a ratos, en el medio de un viaje en transporte público más caro y lento que antes, hay libros que nos esperan. Y si pensamos que la literatura no es un escape del presente sino que nos hace estar anclados de otra manera, hay algunos libros que nos pueden ayudar a encontrar esa respiración que necesitamos para proyectar la imaginación de un nuevo estar en el mundo, reconociendo los embates de esta crisis que parece romper el entramado de sentidos que nos constituye.

«Me pregunto si transcurre un solo día sin gastos», anotó la cantante, poeta y actriz Rosario Bléfari (1965-2020) el 25 de marzo de 2015 en el cuaderno de notas que llevó durante años y se convirtió en el libro Diario del dinero (Mansalva) unas semanas después de su muerte en julio del 2020. Se trata de un proyecto en el que venía trabajando, pero no llegó a ver en su versión final. No es una lista de precios ni un sistema de control gastos, no es eso lo que se propone quien lleva ese registro de compras de comida para una semana, pagos de trabajos puntuales, alquiler de casas y salas de ensayo o el café que se toma mientras espera a su hija. En esas anotaciones, que son entradas de un diario fechadas con día, mes y año, Bléfari, impulsora y creadora de la banda Suárez y actriz de películas emblemáticas como “Silvia Prieto”, registra y ordena su hacer. Pesos, australes, proyecciones para lograr grabar un disco, pagar la consulta al dentista de su hija Nina o la felicidad por haber quedado en un trabajo se combinan con la certeza de que hay lugar para seguir escribiendo, componiendo o rodando películas.  

“Ayer recibí un mail que decía que no van a renovarnos el contrato de alquiler en el Calmer. Justo el mismo día que Macri anunció que va a pedirle plata al FMI. Además, en otro mail me recordaron que este mes se paga con aumento: ‘Este mes corresponde subir el alquiler. El precio del alquiler de este mes será de $9.300 y el índice del IPC es 6.65%. El próximo ajuste será en Julio 2018’”, se puede leer en una de las entradas del diario. Fechadas entre mediados de 1980 y el 2019 pero sin orden cronológico, las entradas de este diario pueden ser leídas también como una forma de vida en la que hay una “economía del hacer”, no como astucia de gasto sino como potencia del acto de registrar para seguir haciendo.

Vivir en la Argentina de este 2024 es “hacer a corto plazo”, con una inestabilidad y un estado de zozobra permanentes y leer a Bléfari y su Diario del dinero puede ser una forma de encontrarse con una voz que supo hacer más allá de la incertidumbre, porque en su confianza, en esa pasión por escribir, actuar o componer estaba el motor para seguir. Algo que comparte con las protagonistas de ficciones de autoras como Nina Ferrari y Carmen C. Cáceres. 

Por ejemplo, para las protagonistas –en su mayoría son mujeres— de Alarido (Sudestada), el más reciente libro de cuentos de la docente, escritora y directora de teatro Nina Ferrari, la vida también está complicada y ese mapa de conflictos implica asumir los costos de un presente con múltiples trabajos, el cuidado de hijos, en algunos casos también de madres, y la dificultad para hacerse un espacio para encontrarse con pares como amigas, parejas o intentos de parejas.

“Tres laburos. Depiladora por la mañana, mesera por las noches, revendedora de cosméticos el resto de la semana. Porque no hay plata que alcance, repite como un jingle. Cada vez que logra juntar unos pesos para darse gustito, pasa algo. Que el lavarropas no anda, que el inodoro no carga, que la membrana filtra agua”, así empieza el cuento “Propina” en el que hay una mujer que intenta respirar en el medio de responsabilidades agobiantes. Algo similar le sucede a la protagonista de “Yendo”, quien termina de dar clases y se dispone a ir al encuentro de sus amigas un viernes a la noche mientras su madre le recuerda que le falta medicación, el padre de su hija no llega a buscarla y el remis en el que se traslada se vuelve carísimo. Así y todo, ella agarra la bicicleta y sigue camino a ese encuentro.

En los cuentos de Ferrari, también autora de libros de poemas como Sustancia o Suave vorágine, de relatos como “Mariposas negras” o de la novela Los días se volvieron ceniza, quienes reman contracorriente no dejan de advertir que hay otros cerca, al lado, que la están pasando peor, como la protagonista de “Yendo” que en ese itinerario de viernes a la noche advierte que la hermanita de una compañera de su hija está revisando la basura y siente la situación como “trompada en los ojos”.

Si se trata de libros flamantes que parezcan interpelar a este presente, atravesado de cuentas y diálogos sobre promociones y descuentos para acceder a la compra de alimentos y productos de limpieza, tenemos La ficción del ahorro (Fiordo), la segunda novela de la escritora, traductora e ilustradora Carmen M. Cáceres.  

Con una historia que pone el foco en las cuentas familiares, pero sobre todo en la forma de hacer las cuentas, ahorrar y nombrar a esos ahorros, la novela se sitúa en Misiones, el lugar donde nació y creció la narradora y al que vuelve siendo una estudiante universitaria instalada en Buenos Aires para retirar los dólares de la familia de un banco. Esas horas de tensión en las que la joven va a ser la responsable de trasladarse con los ahorros encima transcurren en diciembre de 2001 y la crisis se respira en cada conversación, paseo o vivencia que recupera la novela.

“Si ahorrar es vivir en otro tiempo, desahorrar es alojarse en un presente radical. Esa ha sido siempre la verdadera alquimia de la clase media argentina: su voluptuosa capacidad para trasmutar la energía no en prosperidad, sino en permanencia. Mantenerse es un modo de avanzar”, reflexiona la narradora mientras intenta entender los motivos por los cuales su madre y su marido, al que llama “mi segundo padre” decidieron que fuera ella la encargada de sacar esos dólares del banco previo a lo que se conoció como corralito y determinó límites a la extracción de dólares de los bancos.

En los tres casos hay mujeres que siguen haciendo a pesar de la dificultad, de los embates de un modelo económico que agobia y restringe las posibilidades de desarrollo de los proyectos de vida. La desregulación como política económica generó en los primeros meses del gobierno de Javier Milei que los trabajadores hayamos perdido en promedio un 20 por ciento de nuestro poder adquisitivo real entre el primer trimestre de 2023 y el primer trimestre de 2024, según un informe de la Universidad Católica Argentina (UCA).

Además, según el informe de Evolución de la distribución del Ingreso que emite el INDEC trimestralmente, la desigualdad de ingresos creció a su valor más alto desde el segundo trimestre de 2016. En ese mismo informe se puede ver cómo la brecha de género insiste y se profundiza, ya que para los varones el ingreso promedio es de $429.741 vs $310.064 de las mujeres. Es una diferencia del 38,6%.

Los datos saltan los números fríos de las planillas porque transforman, trastocan y truncan las vidas de millones de personas. En un país en el que, según datos de una encuesta realizada por UNICEF, más de siete millones de chicos y chicas viven en la pobreza monetaria y un millón se va a dormir sin cenar por falta de dinero, recurrir a la imaginación política para seguir haciendo y proyectar otro presente se impone y recurrir a la ficción y a la literatura puede ser una forma de darle causa a ese hacer.

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