La guerra de las sociedades impensadas

Del ejército libanés a Hizbulah y de Rusia a Estados Unidos, el mapa de la guerra en Medio Oriente traza algunos contornos, acuerdos y estrategias inesperadas.

No parecía feliz el joven príncipe heredero saudita Mohamed bin Salmán (31 años) en la foto que el domingo pasado lo mostró con Muqtada al Sadr, jefe político de los chiítas iraquíes. Después de once años el iraquí fue a negociar con el próximo rey la posguerra del Medio Oriente en nombre de la coalición chiíta que, con el apoyo de Rusia, ha vencido en Siria. El momento era doblemente oportuno: después de haber expulsado a los terroristas de la frontera sirio-libanesa y antes del referendo por la independencia del Kurdistán iraquí.

 

Unos 70 autobuses salieron el lunes 31 de Wadi Jmayed, en las alturas de Arsal (en la frontera nororiental de Líbano con Siria), con 9.000 milicianos del antiguo Frente Al Nusra y sus familias en dirección a Siria. Se van a reubicar en la provincia de Idleb (noroeste), controlada por los yihadistas. Esta retirada fue posible gracias a una tregua acordada entre los islamistas y el movimiento de resistencia libanés Hizbulá el jueves 27, después de seis días de intensa ofensiva de la milicia chiíta. Además serán evacuados combatientes del grupo Saraya Ajl al Sham, que pidieron ser trasladados a la zona de Al Qalamun sirio (en la central provincia de Homs).

 

El acuerdo fue firmado con la mediación del jefe de la Seguridad General del Líbano, el general Abas Ibrahim. Las tropas libanesas evitaron enfrentar directamente a los islamistas, aunque tendieron por el oeste de la montañosa y árida región un cinturón de hierro, para que los yihadistas no huyeran hacia el interior de Líbano, mientras Hizbulá los atacaba desde Siria.

 

La región de Arsal era hasta hace poco la zona con mayores tensiones en la frontera sirio-libanesa. Con la liberación de la misma y de la vecina región siria de Flita la zona limítrofe ha quedado casi libre de terroristas. Actualmente, el Ejército Libanés, armado por EE.UU. y Arabia Saudita, lleva a cabo negociaciones indirectas con el Estado Islámico (EI) en el vecino valle de la Bekaa, para que se retire hacia Siria. No obstante, la aviación libanesa bombardeó el lunes 31 a milicianos del EI que se desplazaban por la región.

 

El arreglo entre Hizbulá y el Ejército Libanés para liberar la frontera es producto de los acuerdos que Vladimir Putin y Donald Trump lograron durante sus reuniones en Hamburgo, a principios de junio pasado. Hasta ahora, Estados Unidos y sus aliados habían tratado de dividir los Estados de la región en republiquetas impotentes y rivales, pero ahora aceptan aliarse con la coalición liderada por Rusia contra los yihadistas. En la retórica Irán, Siria y Hizbulá siguen siendo enemigos de Arabia Saudita y sus socios, pero en la práctica se han convertido en socios, aunque no aliados.

 

En Medio Oriente Donald Trump ha logrado con ayuda de su consejero de seguridad nacional, el general H.R. McMaster, y de su director de la CIA, Mike Pompeo, poner fin a los programas secretos de ayuda a los yihadistas.

 

La ofensiva que el Ejército Árabe Sirio emprendió en Arsal junto con Hizbulá y en coordinación con el Ejército Libanés es el primer resultado visible del acuerdo ruso-norteamericano. Por su parte, aunque el primer ministro libanés Saad Hariri critica la participación de Hizbulá en esa ofensiva, a pedido de Arabia Saudita autorizó al Ejército Libanés a participar por primera vez en la operación junto con los chiítas.

 

La progresiva expulsión de los yihadistas de la mayor parte del territorio sirio, empero, prepara el terreno para una nueva confrontación: apoyados por EE.UU. e Israel, en el norte de Siria e Irak los kurdos han aprovechado la guerra contra el islamismo para armarse y expandir su área de influencia. Turquía cuestiona el apoyo que Washington da a los milicianos kurdos en el norte de Siria, porque los identifica con los guerrilleros del Partido de los Trabajadores que desde hace 30 años combaten en Turquía por la independencia de Kurdistán. En Irak después de la liberación de Mosul el presidente de la región autónoma kurda, Mazud Barzani, ha convocado para el 25 de setiembre próximo a un referendo independentista que Bagdad, Damasco, Teherán y Ankara rechazan. Aprovechando las múltiples crisis (con Catar y en Yemen) en que se ha metido el heredero del trono saudita, Muqtada Sadr ha viajado, entonces, a Riad para ofrecerle buena vecindad a cambio de su oposición al referendo kurdo. A Mohamed bin Salmán no le queda otra, aun al precio de dejar solo a su aliado Benjamin Netanjahu.

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