La Calle y las urnas

Tras las PASO marcharon otra vez los sindicatos. La última movilización había sido vista como efecto del malestar con el gobierno. ¿Leemos bien las marchas? ¿O ya no nos dicen nada?
Foto: Adrián Escandar | Infobae

Escena 1. 9 de diciembre de 2015. Cristina Fernández de Kirchner vive sus últimas horas como presidenta. A las 12 se convierte en calabaza, bromea hacia los cientos de miles que la fueron a despedir. La Plaza de Mayo está colmada como pocas veces en la última década. Hay gente desde la plaza hasta la 9 de julio.

 

Escena 2. 10 de diciembre de 2015. Asume la presidencia Mauricio Macri frente a algunos centenares que se acercaron.. Acaba de ser electo hace dos semanas en balotaje con la mayor cantidad de votos recibida por un presidente en la historia. Menos gente todavía acompaña, ese mismo día, a María Eugenia Vidal en La Plata a la hora de tomar el poder de la provincia más poblada del suelo argentino, un mes y medio después de haber derrotado al peronismo.

 

La política, en ninguna de sus dimensiones, dirigencia, militancia, periodismo, parece haber aprendido a leer esta sucesión de hechos que se dieron a fines de 2015. Y no es para menos. La Calle era hasta hace poco un termómetro legítimo, que hablaba por sí mismo. Hoy salir a la calle es una forma de expresión que no se traduce en legitimidad para los gobiernos ni es índice de confianza en gestiones. Si seguimos pensando en las movilizaciones como indicador electoral, cada elección va a seguir siendo una sorpresa.

 

Durante estos casi dos años de gobierno de Cambiemos, la oposición mostró la movilización social como un indicador de descontento con el gobierno de Macri y los medios y analistas venían comprando esa lectura hasta hace no mucho. Esa percepción llegó a la Casa Rosada durante muchos momentos en donde La Calle se mostraba adversa. Pero sin jugar esa batalla, el gobierno sumó terreno tanto en Provincia de Buenos Aires como en Nación.

“Si seguimos pensando en las movilizaciones como indicador electoral, cada elección va a seguir siendo una sorpresa”

Así y todo, “Ganar la Calle” fue durante lo que va de la presidencia de Macri, uno de los dilemas de la estrategia PRO ante una oposición movilizada ¿Era necesaria esa batalla, esa disputa para un espacio que llegó al poder sin siquiera jugar ese partido?

 

¿Cómo afecta este panorama donde se resignifica el capital simbólico de tener La Calla para un gobierno como el de Cambiemos? Es una situación de tensión constante.

 

Por más que le venga dando resultado desde su génesis, es demasiado audaz obviar los métodos de demostración de poder clásicos de la política. El hecho de que el partido carezca de poder movilizador sistémico hace que le cueste más la decisión de obviarlos ya que esto es visto por muchos como debilidad y no como característica. No es entendido como una elección política.

 

Resulta necio no dar crédito a que, sin importarle nunca este aspecto, le propinó una derrota histórica al peronismo hace menos de dos años. Y aquí es donde se lee mal o no se lee la mitad de la cuestión y por eso las últimas dos elecciones nacionales parecen sorprender y no pueden ser anticipadas.

 

No es simplemente que Macri avanza electoralmente año tras año “a pesar de” no movilizar. Quizás, o también, o por sobre todas las cosas, hay que pensar que lo hace gracias a no movilizar, como un capital simbólico que invierte el valor tradicional peronista.

 

Escena 3. 7 de Marzo de 2017. La CGT se movilizó con consignas endebles, sin fijar fecha de paro y los dirigentes tuvieron que escaparse del palco. Lo que más leímos y escuchamos ese día fue que ¨las bases habían hablado¨, que el descontento se reflejaba en ese repudio a la burocracia sindical, que los trabajadores estaban marcando la cancha. No sindicalistas, no políticos, no referentes: Las bases. Pero en las últimas PASO, cinco meses después, ni la izquierda ni el kirchnerismo, quienes sin duda capitalizaron esa jornada en su momento y vienen demostrando fuerza en esos términos desde que Macri empezó a gobernar, mejoraron su performance de 2015.

 

El martes pasado, con 250.000 personas llegando a la Plaza de Mayo, en los programas de TV de la noche sucedió lo mismo: referentes sociales y sindicalistas llenaron los programas de política hablando del descontento social, contando que se vio ¨muchas bases¨ en la plaza, Julio Piumato en Intratables llevó imágenes que mostraban lo largo de las columnas de trabajadores como indicador de algo que ya no parece indicarnos nada.

 

Si después de dos años de ganar la calle cada vez que se lo propusieron, esos grupos no hicieron una elección en la Provincia de Buenos Aires mejor que la de octubre de 2015, quizás sea el momento de dejar de analizar marchas por un tiempo. Quizás analizar marchas no sea un análisis político muy relevante, ni en cuanto a predicción ni en cuanto a representación. Esta movilización tan cerca de unas PASO en las que el resultado en la Provincia de Buenos Aires fue tan cerrado y en el país tan contundente, tiene que decirle algo a los viejos políticos y a los que analizan la política.

“Quizás analizar marchas no sea un análisis político muy relevante, ni en cuanto a predicción ni en cuanto a representación”

En el mundo se dan fenómenos similares. Lejos de pretender que son paralelos a la situación local, son interesantes para pensar estas cuestiones.

 

Francia, 23 de abril de 2017. Miles participaron en movilizaciones contra los resultados de la elección presidencial el mismo día de los sufragios mientras se conocían los resultados. Los que fueron a las protestas no estaban contentos por lo que se empezaba a develar del sufragio. Si bien las consignas eran de izquierda o antisistema, podríamos bautizarla como una marcha de la impotencia. Se quejaban de que la sociedad no compartía sus ideas. Se quejaban de su propio nivel de representatividad, que a diferencia de su convocatoria, no resultó suficientemente masivo. Le pedían al Estado o al aire que el pueblo vote algo que no estaba votando. O algo así.

 

Estados Unidos, 2016 – 2017. El país del norte también se movilizó por derrotas que no pudo evitar. El día en el que los demócratas elegían a Hillary Clinton muy claramente por sobre Bernie Sanders, hubo protestas masivas afuera de la convención. La noche misma de las elecciones que le dieron la presidencia a Donald Trump, en las principales ciudades del país las avenidas se llenaron de gente descontenta. Miles en Nueva York y en California con imágenes que recorrieron el mundo más que las del mismo presidente electo ese día. No solo eso, a la asunción del presidente siguió la histórica marcha encabezada por mujeres, la más masiva de la historia de ese país en un solo día.

 

Volviendo al panorama estrictamente local, hoy parece complicadísimo conocer la opinión pública. Ni La Calle ni los especialistas en el tema, pueden ofrecernos panoramas confiables. Internet tampoco. Las preguntas que nos quedan son: ¿La Calle dejó de ser un termómetro político? ¿O es que hace un tiempo La Calle y las urnas son dos cuestiones separadas que en la gestión anterior coincidieron?

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