Kirchnerismo, peronismo y populismo

Algunas reflexiones sobre el rol de las estructuras políticas y sociales durante los años kirchneristas. Del diálogo directo a la demanda de organización popular.
Foto: Flickr
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I

En una reciente entrevista Héctor Amichetti, el secretario general del gremio de los trabajadores gráficos, encuadrado dentro de la Corriente Sindical Federal, terminó la charla con una frase que retoma el espíritu autocrítico de muchos dirigentes defensores de los 12 años de gobierno del Frente para la Victoria. “No creer tanto que la cosa se resuelve solamente generando políticas a favor del pueblo desde arriba. Eso tiene que ir acompañado de una construcción de organización popular. Y en esa organización popular, el movimiento obrero es clave y siempre va a ser clave. Porque es el sector mayoritario. Me parece que desde el gobierno se subestimó la necesidad de construir esa organización popular, que tal vez hubiera modificado también la relación de fuerzas. Y hasta en el tema electoral hubiera generado otro tipo de compromiso”.

 

Esta definición, quizá sobresaliente por su claridad, viene a articularse con otras que describen el mismo espíritu, como la que dijera el año pasado Víctor Santa María, secretario general del SUTERH y titular del peronismo porteño: “El kirchnerismo te llevaba al cielo a patadas en el culo”. Denominador común: un gobierno que defendía los intereses populares, pero que no trabajaba con las organizaciones populares.

“Nunca la realidad puede ser espejo de una teoría. Pero, cual vidrio esmerilado, es posible ver en la última etapa kirchnerista la borrosa imagen de la teoría laclauiana”

En conversaciones con distintos dirigentes políticos, sociales o gremiales que tuvieran representación propia, suele aparecer la idea de que luego de la muerte de Néstor Kirchner se agotó el diálogo directo con la presidenta. Otros señalan el 54% como un cambio de rumbo en la estrategia de construcción. A su vez, todos recordamos las cadenas nacionales prácticamente diarias en los últimos años de gobierno. La comunicación, quedaba claro, era directa. Líder y masas. Lo que se decía entonces era que lo que se intentaba hacer era saltear la tergiversación de los medios concentrados. Cierto. Pero, quizá no menos cierto, es que había una decisión de saltearse las estructuras políticas y sociales.

 

II

Ernesto Laclau fue un teórico argentino que vivía en Londres, pero que desde la asunción de Néstor KIrchner, solía venir a nuestro país y pasarse una vuelta por la Casa Rosada. Parado desde el posestructuralismo, proponía revisar el concepto de hegemonía de Antonio Gramsci atravesado por la teoría psicoanalítica de Lacan. Esta particular actualización gramsciana propone borrar el componente estructural para establecer que la hegemonía se da en la política, a partir de la articulación de cadenas de significantes y estableciendo un “antagonismo social”. En criollo, el armado de un discurso que articule demandas y defina un oponente.

 

Nunca la realidad puede ser espejo de una teoría. Pero, cual vidrio esmerilado, es posible ver en la última etapa kirchnerista la borrosa imagen de la teoría laclauiana. Una fuerte narrativa -el relato-, la construcción de un antagonista, Mauricio Macri, y la articulación de una serie de significantes: derechos sociales, derechos humanos, diversidad sexual, género, latinoamericanismo, Malvinas, etc.

 

En una entrevista realizada hace unos meses en la revista Crisis, Fernando “Chino” Navarro, dirigente del Movimiento Evita, lo planteó en términos similares. “El ideólogo del kirchnerismo era Laclau, no era Perón”. Una frase que podría dar para diversas interpretaciones. Una de ellas es que desde la cadena nacional se condujo a la fuerza propia, se marcó “la línea” debatida en una mesa muy chica, sin reuniones con las “fuerzas vivas del movimiento”. En el caso de Perón, se sabe, se la pasaba dialogando con dirigentes, armando reuniones, cruzando cartas. No renegaba de los discursos, de la conducción radial, pero tampoco de la organización popular, de la articulación del movimiento, de sus ramas.

“Dejando de lado las críticas a lo que fue el modelo económico del kirchnerismo que encontró sus límites, hoy resulta necesario revisar el modelo político, pensar cómo rearmar el movimiento nacional”

¿Cómo leer, si no es en esta clave, la idea del Frente Ciudadano? ¿Qué sujeto es el ciudadano, qué representa? A todos y a nadie. ¿Qué otro significado puede atribuírsele a la noción de Frente Ciudadano que un frente que saltee las estructuras políticas y sociales? Máxime, si desde entonces el “kirchnerismo duro” decidió no participar de la nueva conducción del PJ, abuchean a la CGT en actos y critican a los movimientos sociales que muestran autonomía.

 

¿Cómo leer, sino, que la construcción de la fuerza propia es sólo con organizaciones pequeñas y dirigentes dispersos? Y, además, ¿no tiene algo que ver con esto la diáspora pos electoral? Otro dirigente sindical defensor de la etapa kirchnerista, en un diálogo informal, también asocia la fragmentación al no fortalecimiento de las organizaciones ancladas en sectores sociales.

 

III

Ante un nuevo escenario electoral, las reflexiones de estos dirigentes cobran sentido. Dejando de lado las críticas a lo que fue el modelo económico del kirchnerismo que encontró sus límites, hoy resulta necesario revisar el modelo político, pensar cómo rearmar el movimiento nacional.

 

Se observa la posibilidad de un frente común electoral. Las PASO pueden ser la herramienta para dirimir las internas. Sin embargo, ese es sólo el comienzo. No alcanza. Hay que articular un frente que contenga a las distintas expresiones. Una idea política que antagonice con el gobierno macrista, pero que también integre a todas las fuerzas del campo popular. Una expresión política, popular, que se encargue de fortalecer las distintas formas de representación, territorial, gremial, y no que su fortaleza esté en el debilitamiento de las demás estructuras representativas.

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