Ese video, grabado en algún momento previo a las elecciones de 2023, es ahora un documento histórico. Allí se ve un primer plano de José Luis Espert, mirando fijo a la cámara al declamar: “Javier Milei, te conozco mucho. Si hay un político de la casta en Argentina, ese sos vos. ¡Sacate la careta ya!”.
Su semejanza física con Lex Luthor, el villano de ficción que siempre se pelea con Súperman, hizo que la escena pareciera irreal.
Pues bien, a dos años de semejante juicio de valor, ese mismo tipo ahora encabeza la nómina de candidatos a la Cámara Baja en la provincia de Buenos por La Libertad Avanza (LLA), el partido de Milei. Vueltas de la vida.
En rigor, no es la primera vez que se prueba en las urnas.
Es que, en 2019, había dado rienda suelta a una ilusión que palpitaba en su espíritu: llegar al Sillón de Rivadavia. Con tal meta entre las cejas, compitió en las elecciones de octubre.
Lo cierto es que esa fue una experiencia demasiado fuerte para él, puesto que no estaba habituado al barro de la política.
Ocurre que la ambición de ingresar a tal metier recién lo espoleó a los 58 años. Hasta ese momento fue productor agropecuario (en un campo heredado de sus padres) y economista (con una consultora a su nombre). De tanto en tanto, escribía notas de opinión en los diarios El Cronista y La Nación, Además, hacía bolos en el programa de TV Animales sueltos, conducido por Alejandro Fantino, un auténtico descubridor de talentos.
Espert también era autor de dos libros: La argentina devorada (2017) y La sociedad cómplice, que acababa de publicarse.
Cabe destacar que, en esta última obra, él se permite una premonición: el surgimiento de una camada de patriotas que pondrá las cosas en orden.
¿Acaso se autopercibía parte de aquella progenie?
En este punto, hay que recalar en la noche del 7 de abril de 2019, cuando presentó La sociedad cómplice en la ciudad rionegrina de Viedma, a donde llegó en un avión privado. Y al cerrar el evento, dijo:
–Gracias a “Fred” por el excelente vuelo que hemos tenido.
El pobre Espert no imaginó entonces hasta qué punto esa maldita frase lo marcaría en el futuro.
Un ser de luz
Sin embargo, en aquella época ninguna sombra cabalgaba aún sobre su destino. Porque, en medio de la ensoñación proselitista que lo envolvía, la vida era para él –y su compañero de fórmula, el periodista del Grupo América, Luis Rosales– un jubileo en continuado. El traje de candidato le sentaba de maravillas.
Por otra parte, nadie le preguntaba cómo es que recorría el vasto territorio nacional de punta a punta –siempre con Rosales y otros acompañantes– en un avión Beechcraft King Air con capacidad máxima para 13 pasajeros, además de cubrir los trayectos terrestres en camionetas blindados de alta gama, alojándose invariablemente en los mejores hoteles, entre otros gastos.
No parecía ser dinero arrojado a la basura.
Ya por entonces, Espert deslumbraba por su pragmatismo ante los graves inconvenientes que afectaban a la parte “sana” de la población.
Por ejemplo, solía a repetir ante todo micrófono que tuviera a tiro:
–Hay que llenar de balazos a los delincuentes y colgarlos en una plaza.
Los fusilamientos extrajudiciales eran su propuesta más recurrente.
Claro que, además, supo conciliar ese perfil de tipo “duro” con su costado sensible. Al fin y al cabo, en el fondo él era nada menos que un ser de luz.
Eso lo demostró con creces al unirse –sin interrumpir su campaña– en el Santo Sacramento del Matrimonio con María Mercedes González (a) “Mechi”, de 50 años, a quien, ante el altar, le prometió que sería la “primera dama”.
Aquello produjo una salva de aplausos entre los invitados.
Dicho sea de paso, esa boda, que tuvo por escenario una lujosa quinta en el barrio Solares del Talar de Pacheco, mereció una cobertura periodística algo desmedida, como si el novio fuese un consagrado personaje del jet set y no un ignoto aspirante a la primera magistratura. De manera que aquel acontecimiento quedó registrado en extensas notas, tanto gráficas como, televisivas, compradas por un misterioso benefactor que no se fijaba en gastos.
El velo de tal enigma se descorrería, de manera parcial, durante la noche del 6 de agosto, cuando el jeep Grand Cherokee que lo llevaba hacia los estudios de Crónica TV para una entrevista fue atacado a piedrazos por desconocidos.
La mansedumbre de Espert al respecto fue significativa.
–No fue un atentado político sino un acto de vandalismo aislado, algo que se hizo al voleo –farfulló, entonces, con un dejo evasivo.
Sus palabras no sonaban convincentes.
Luego trascendería que ese rodado estaba a nombre de Claudio Cicarelli, quien es primo hermano de Federico “Fred” Machado, un millonario oriundo de Río Negro que residía en Miami, abocado a negocios aeronáuticos y a fuertes inversiones en el rubro de la minería.
¿Qué diablos querría de Espert con su mecenazgo? O, formulada aquella pregunta al revés, ¿qué le habría prometido Espert a cambio?
Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
Ya se sabe que, con el sello “Frente Despertar”, la dupla Espert-Rosales obtuvo en las Primarias el pasaporte para las elecciones generales de ese año. Y que, en éstas, dicha fórmula apenas arañó el 1,47 por ciento de los votos, siendo la menos votada de las seis que compitieron.
El 10 de diciembre, Alberto Fernández se instaló en la Casa Rosada.
Y casi cuatro meses después, ya bajo la cuarentena por el Covid, le estalló a Espert aquel asunto en la cara.
Su trama merece un capítulo aparte.
Tiempo de revancha
Corría la tarde del 6 de abril de 2020 cuando agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detuvieron en el aeropuerto de Neuquén a un pasajero que estaba por embarcarse en un avión de línea.
Entre sorprendido y arrogante, solo dijo:
–Debe haber un error…
Pero uno de sus captores, replicó:
–Sobre usted hay un requerimiento de la Justicia norteamericana.
Y le puso los “ganchos” en las muñecas.
No era otro que Alfredo “Fred” Machado.
Al tipo lo pedía un tribunal de Texas por “conspiración” –junto con otras siete personas– para “poseer, fabricar y distribuir cocaína”, además de incurrir en el “blanqueo de capitales y fraudes económicos”. Tales delitos se extendían a Belice, Guatemala, Venezuela y México, donde su flotilla de aviones prestaba servicios al Cártel de Sinaloa para ingresar la droga al territorio de los Estados Unidos. También les lavó –siempre según la acusación– 55 millones de dólares, metiéndolos en campañas electorales de candidatos peruanos, guatemaltecos y argentinos. Una situación embarazosa para todos ellos.
Espert, al enterarse de eso por TV en su hogar, quedó de una sola pieza.
“Mechi” no daba crédito a sus ojos; jamás lo había visto a él así.
El primer descargo público de Espert ocurrió, unas semanas después, en el programa GPS, ante Rolando Graña. Allí lucía alicaído.
–Los hijos de puta que están detrás de esta operación me jodieron la vida.
El tipo soltaba las palabras con los dientes apretados.
Si bien, como defensa, tal frase no resultaba muy eficaz, fue el disparador del relato sobre el modo en que el arresto de su sponsor había repercutido en su propia existencia.
Entonces, contó que ya lo habían eyectado “como a un perro” de la UBA, donde daba clases desde 1999, y que su consultora entró en crisis por la pérdida de clientes. En síntesis, ese individuo ya se sentía un cadáver político.
Hasta fue denunciado por “asociación ilícita” y “encubrimiento”, además de tener que deshacerse en explicaciones acerca de los aportes de campaña que él no asentó en los registros correspondientes, tal como lo exige la ley.
Pero estas “vicisitudes” terminaron diluyéndose en el tiempo. Y al punto de obtener, el 21 de noviembre de 2021, una banca en la Cámara de Diputados gracias a casi 700 mil votantes conmovidos por su vía crucis.
A su vez, como si fuera una encomienda olvidada por sus destinatarios, Machado aún continúa bajo arresto domiciliario a la espera de su extradición.
Con el correr del tiempo, Espert se amigó con Milei al percibir que éste tenía un gran futuro por delante. Hasta le presentó a un conocido suyo: el doctor Diego Spagnuolo. Un gran olfato para las relaciones públicas. Porque ese sujeto terminaría siendo abogado y funcionario del futuro presidente.
La vida de Espert iba viento en popa. Pero no todos le deseaban el bien.
El 7 de febrero pasado, durante el maratónico debate en el Congreso que se prolongó hasta la madrugada, el diputado Rodolfo Tailhade (UxP) pidió la palabra por “una cuestión de privilegio” contra él. Entonces, durante casi diez minutos, exhumó su lazo con Fred en un recinto con asistencia completa.
El aludido, sin prestarle atención, jugueteaba en su banca con el celular.
Luego votó a favor de la llamada ley de “Ficha limpia”. Una paradoja transmitida en vivo a todo el país por televisión.
Su coqueteo con la cúpula libertaria ya era un secreto a voces. Pero había en sus filas quienes ponían en duda su buen nombre y honor. Entre estas, resalta una en especial, Lilia Lemoine, quien en sus redes sociales llegó a escribir: “Les vengo avisando que (Espert) es un valijero”.
Una plegaria no atendida. Porque, apenas unas horas después, se anunció con bombos y platillos su afiliación a LLA. Aquel acto cargado de simbolismo fue el preludio de su candidatura estelar en la provincia de Buenos Aires.
Espert sonreía de oreja a oreja. El destino le había dado una revancha. No obstante, la felicidad nunca es completa o, al menos, duradera.
En este punto debemos remitirnos al anochecer del 21 de agosto pasado, cuando trascendía la súbita caída en desgracia de Spagnuolo al difundirse sus audios sobre las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS).
Espert, al enterarse de eso por TV en su hogar, quedó de una sola pieza. Y tras un pesado silencio, simplemente murmuró:
–Estos hijos de puta me cagaron la campaña.