Jean-Claude Michéa y el capitalismo absoluto

"La hegemonía cultural del neoliberalismo obliga a una urgente definición de un lenguaje común de los problemas que afligen a los ciudadanos" afirma el autor. La trampa retórica que lleva a derechas e izquierdas a un lugar común: la exaltación del reformismo.

En su libro “Les Mystères de la gauche” (Los misterios de la izquierda), el filósofo Jean-Claude Michéa (Montpellier 1950) analiza el fenómeno de la izquierda europea asimilada al credo neoliberal y corresponsable del desastre económico y moral que aflige la Europa.

 

Para abrir el libro Michéa incluye una frase de Confucio: …si las denominaciones no son correctas, el discurso no es conforme a la realidad, y si los discursos no son conformes a la realidad, las acciones que se emprenden no alcanzarán sus objetivos.

 

La tesis del libro parte de una discusión amistosa de Michéa con Florian Gulli, profesor de filosofía en la Universidad de Besançon. Gulli no comprendía la negativa de Michéa respecto a considerar que la indignación creciente de la “gente común” pudiera organizarse en torno a “la izquierda”.

 

Para explicarse Michéa se remonta a la segunda mitad del 1800 francés cuando la ideología anticapitalista se congregaba en el pensamiento socialista y anarquista, y la “izquierda” era otra cosa. Marx y Engels se hubieran sentido sorprendidos si alguien los hubiera calificado como “dirigentes de la izquierda” ya que la izquierda representaba a la burguesía liberal.

 

La hegemonía cultural del neoliberalismo obliga a una urgente definición de un lenguaje común de los problemas que afligen a los ciudadanos, Cornelius Castoriadis anunciaba treinta y dos años atrás (Le Monde, 12.07.1986) que la separación derecha/izquierda no correspondía más a los grandes debates de nuestro tiempo ni a opciones políticas radicalmente opuestas una de la otra. Por lo tanto ¿qué significa ahora en Occidente la palabra “izquierda”?

 

En Europa las distinciones cuando el ciudadano acude a las urnas son prácticamente inexistentes: los casos del pasaje Zapatero-Rajoy (de izquierda a derecha) en España, o de Sarkozy-Hollande (de derecha a izquierda) en Francia lo demuestran. En Alemania se ha llegado al nivel más alto de connivencia con el gobierno de Gran Coalición. En Italia el viejo Partido Comunista fue vaciado como un huevo, la nueva dirigencia coadministró con la derecha el país desde 1993 apresurándose a subrayar su disposición a estar al paso de los tiempos contribuyendo a la definitiva “modernización” del país y desarrollar una “economía competitiva en el ámbito global”, esta disponibilidad acrítica les ha pasado una factura salada en las últimas elecciones generales del 4.03.18.

 

Jean Claude Michéa regresa entonces a la Francia de fines del 1800 y revisita la alianza entre el movimiento obrero (predominantemente anticapitalista) y la izquierda, que era la burguesía triunfante que todavía no había conseguido terminar totalmente con los resabios del Ancien Regime. Estos grupos subsistentes era lo que comunmente se llamaba la Reacción, o sea las fuerzas sociales precapitalistas, radicadas alrededor del poder de tutela de la Iglesia Católica y el mundo rural.

 

Los problemas en tal alianza comienzan cuando se trata de salir del capitalismo y su condicionamiento estructural, por lo que JCM nos recuerda que las dos represiones de clase más feroces ejecutadas en el siglo XIX contra el movimiento obrero francés fueron decididas y ejecutadas por gobiernos liberal-republicanos. La primera fue ordenada por Louis-Eugéne Cavaignac en las jornadas de junio de 1848. JCM señala que Cavaignac fue el principal candidato de la izquierda en las presidenciales de diciembre lo que ocasionó el voto reactivo de muchos obreros parisinos a favor de Louis Napoleon Bonaparte. El segundo episodio de represión todavía más violento tuvo como paladín a Adolphe Thiers contra la Comuna de Paris en 1871. El ataque se realizó con la autorización de Prusia, la represión comenzó el 21 de mayo; después de la rendición de las fuerzas populares fueron fusiladas 30.000 personas.

 

Esto explica la imposibilidad de los políticos socialistas o anarquistas de pedir a la clase obrera su participación en un “frente progresista de izquierda” junto a los verdugos del día anterior.

 

Veinte años después el caso Dreyfus se desarrolla como un cancer en la sociedad francesa, una “guerra civil burguesa” la califica Jaurés; los temores de un golpe de la derecha monárquica y clerical amansan a los socialistas presentes en el parlamento que aceptarán negociar con la izquierda un pacto contra la reacción, un compromiso de “defensa republicana”. Este pacto, originariamente provisorio se transforma en permanente y JCM lo califica de verdadera acta de nacimiento de la izquierda moderna. Con este pacto comienza la larga disolución de las fuerzas socialistas, anárquicas o simplemente anticapitalistas dentro de lo que viene llamado “El Campo del Progreso”.

 

Florian Gulli sostiene que se debe volver a la izquierda para encauzar la indignación popular y Michéa se pregunta si semejante regreso es posible. Todo depende de como se considere la adhesión de las izquierdas oficiales occidentales a los principios del culto del mercado. Probablemente Gulli la considera un parentesis, pero JCM se pregunta si esta adhesión no es acaso la conclusión lógica de aquél compromiso táctico firmado por el movimiento obrero francés durante el caso Dreyfus.

 

¿Pero cuáles son las ideas que sostienen esta adhesión? Antes que nada son ideas fuertemente ancladas en el pasado y velozmente puestas al día con la “globalización”, término equívoco que JCM define “Hecho Social Omnicomprensivo, una totalidad dialéctica en la que todos los momentos son inseparables”. Con una enumeración veloz tenemos que mencionar el Iluminismo, el “Sentido de la Historia” de la burguesía desde el siglo XVIII en adelante. La revisión que operó la II Internacional sobre el pensamiento marxista. La idea que el “método de producción capitalista” fuese una “etapa históricamente necesaria” entre el método de producción feudal y la sociedad comunista futura (a caballo de la idea del determinismo científico del marxismo). La idea que la Gran Empresa era un aporte progresista del capitalismo (lo que el futuro nos dejaba entrever era una gran sociedad humana y una sociedad de la abundancia en la que no había espacio para la pequeña empresa, para los artesanos, para la agricultura campesina…habría solo lugar para la economía comunista). Si el socialismo originario había efectuado una crítica radical de la modernidad industrial, este conjunto de ideas introducen en cambio la creencia del progreso material ilimitado en el “Campo del Progreso” ya conducido por la izquierda burguesa y republicana, con el desplazamiento definitivo de los sectores revolucionarios.

 

Las consecuencias según JCM son el abandono de los sectores medios de producción a raíz de la fascinación que ejerce la gran empresa, fascinación puesta a día con el mito de Internet, la Red y las nuevas tecnologías (a comienzos de 2016 la Fiat en Italia anunció que comenzaba oficialmente el desarrollo y construcción de 100 automóviles sin conductor, mientras semejante maravilla llega nos conformamos con los restaurantes sin comensales en el tiempo de la crisis). En cambio los populistas rusos y el Peoples’s Party americano, operativos en la segunda mitad del 1800 no habían perdido el contacto con estos vastos sectores sociales que Orwell llama la “gente común”. El culto por la industrialización y la Mega Máquina terminó alejando de la izquierda aquellos sectores de status modesto, que se apoyaban en el amor por la tierra y el sentido del oficio, imprescindibles para construir una alianza anticapitalista. Considerados ‘arcaicos’ o ‘premodernos’, vilipendiados y abandonados, aquellos sectores se agruparon bajo el ala protectora de la derecha conservadora.

 

La izquierda mundialista se presenta como el partido del crecimiento ilimitado, como el “partido del mañana”, sostiene que cada paso adelante es siempre por definición un paso en la dirección justa. En Europa hace treinta años que escuchamos el discurso del crecimiento y la modernidad y siempre estamos peor.

 

El soporte ideológico no solamente parte de los países centrales, también en Argentina encontramos las cajas de resonancia del modelo, que no sólo difunde la prensa del stablishment sino también algún intelectual que escribe “desde la perspectiva de un marxista proscripto, de un militante sin partido, de un socialista solitario”. El marxista proscripto nos explica que “el reconocimiento de la necesidad de la modernización no nos impide anhelar que ésta se realice en la forma más democrática posible…esta alternativa que supere al proyecto liberal conservador no ha sido pensada hasta ahora en términos creíbles y viables por ninguna tendencia política y ni siquiera imaginada por una izquierda que se mantiene aferrada a la idea anacrónica del estado nacional como agente de cambio…no había otra salida que revertir la doctrina (peronista) del estado protector…había que revertir el mercadointernismo, el desdén por el comercio exterior ante la irresistible mundialización de la economía…la desaparición de los bloques hacía inevitable la integración en el mundo, el abandono de la tercera posición, de la no alineación que nos dejaba flotando en el vacío, ajenos al curso de la historia.” (Juan J. Sebreli. Los Deseos Imaginarios del Peronismo, Editorial Sudamericana 1992).

 

No casualmente el equipo económico (cambiante en las caras, monolítico en la esencia) del actual gobierno argentino ha enfatizado desde el comienzo que la Argentina ha regresado a la comunidad internacional, se ha reintegrado en el mundo y al curso de la historia. Con las consecuencias que conocemos.

 

JCM analiza el sentido de la historia vendido como “emancipatorio”… “la civilización moderna se actúa y se mide según la abundancia de sus productos, la potencia aparentemente ilimitada de su tecnología y el incremento sin precedentes de sus ‘fuerzas productivas’ dándole definitivamente la espalda al triste pasado de la humanidad precedente”. En efecto, desde la restauración provisoria de la monarquía en Francia en 1815 la izquierda no ha cesado de “legitimar, en la sustancia, el simple rechazo filosófico y sicológico de cada tentación ‘conservadora’ o ‘reaccionaria’, como así también la exhortación continua a remover en cada individuo el embarazoso pasado (o sino recordarlo pero solo bajo la modalidad religiosa del arrepentimiento)”.

 

Este párrafo de JCM nos hace pensar en ejemplos posibles y perfectamente reconocibles: ¿acaso los sindicatos no son continuamente acusados de «conservadorismo» cuando intentan ejercitar sus funciones en la sociedad neoliberal?

 

¿Acaso no hemos visto en Italia (y sintiendo verguenza ajena) el arrepentimiento público de los ex comunistas pasados a la economía de mercado? Si en los procesos estalinistas el arrepentimiento público se ejercitaba bajo coacción absoluta y con el probable final frente a un pelotón de ejecuciones aquellas personas murieron sintiéndose comunistas ¿Quién ha obligado a estos cuadros políticos crecidos bajo el magisterio moral de personas como Enrico Berlinguer a una abjura tan devastante?

 

Esta idea de modernidad ha destruído progresivamente la idea de comunidad, y hasta el de sociedad (Thatcher: la sociedad no existe, existe el individuo). La indiferencia por las comunidades, por las relaciones humanas y las tradiciones “fueron denunciadas por el movimiento comunista hasta no hace mucho tiempo con la acertada expresión de «cosmopolitismo burgués» para distinguirlo del verdadero «internacionalismo proletario» y de sus presupuestos patrióticos y comunitarios”.

 

JCM recuerda que los mismos fundadores del movimiento socialista no cesaban de denunciar que el nuevo orden capitalista traería consigo la creación de un hombre abstracto sin ligaduras con el pasado y la sociedad, lo advertía Engels en 1845 “cuando en cambio el mundo entero se apoya en el pasado y también sobre el individuo”. Tanto Marx como Engels se basaban en modo explícito en la teoría aristotélica del hombre como animal político, siguiendo el hilo lógico JCM retoma al joven Engels y su fórmula de “atomización del mundo…guerra de todos contra todos”, el horizonte final del dinamismo revolucionario del capitalismo, sin límites morales o geográficos.

 

Las reformas y sus hacedores

La izquierda neoliberal repite todos los días y en cada ocasión que “hay que realizar las reformas” que nos proyectarán en la economía global con la necesaria capacidad competitiva (aprovecho para recordar que según estos tipos la economía global es un mundo de Jauja donde todos exportan y nadie importa, como si el modelo de la industria automotriz alemana fuera transferible y repetible independientemente del proceso histórico que lo ha convertido en lo que es). Y dejemos claro que “las reformas” es el maquillaje con el que la izquierda europea esconde el ataque al estado social.

 

JCM realiza una reflexión interesante a partir de una declaración de Pascal Lamy realizada al economista estadounidense Rawi Abdelal: “cuando se trata de liberalizar en Francia no existe más una derecha; tenía que hacerlo la izquierda porque la derecha no lo habría hecho nunca”.

 

¿Porqué encontraría dificultades un partido o bloque de derechas en realizar “las reformas” que exige la teoría neoliberal? Se pregunta JCM si “¿eso dependería del electorado de derechas que se muestra todavía fiel a la herencia de la derecha monárquica y clerical del siglo XIX?…Como se puede intuir las cosas son un poco más complicadas”. Todo empuja a pensar que aquél electorado ha integrado perfectamente, en su totalidad, la iconografía igualitaria de 1789.

 

No basta ser de derechas para ser considerado por el capitalismo internacional, también hay que ofrecer la total disposición a “realizar las reformas” y sobre todo cumplir con los compromisos del estado en materia de pagos de intereses y servicio de la deuda externa. Para quién no lo tenga claro la caída del gobierno Berlusconi puede servir como ejemplo. En agosto de 2011 la Banca Central Europea (BCE) envió una carta confidencial al gobierno italiano emplazándolo sobre aspectos de la política económica que deberían llevarse a cabo en un plazo perentorio. Para quién tenga una idea de Berlusconi como un viejo putañero que contaba chistes malos le digo desde ya que es una idea incompleta o peor aún, equivocada. Berlusconi fue y es aún un peligrosísimo enemigo del sistema democrático, titular de un imperio mediático que condiciona parte de la opinión pública, corruptor reconocido, conectado a elementos mafiosos y asociado a fascistas reciclados.

 

Nadie puede llorar la caída en desgracia de semejante personaje…el problema es que cayó porque no estaba interesado en “hacer las reformas” y el país corría el riesgo de una cesación de pagos con lo cual el riesgo se transfería mecánicamente sobre los acreedores internacionales de Italia y los tenedores de bonos del tesoro. Berlusconi fue destituído gracias a una operación de tenazas conducida en área europea por el señor Mario Draghi, director de la BCE y ex empleado de Goldman Sachs y en patria gracias a la disponibilidad del entonces presidente de la república el señor Giorgio Napolitano, que en cuanto a peligrosidad institucional tampoco se queda atrás.

 

Si Pascal Lamy se refería a la izquierda francesa como la única capaz de efectuar las reformas en ausencia de la derecha, el caso italiano no hace otra cosa que confirmar esta tendencia: después de la caída de Berlusconi se instaló en Palazzo Chiggi un gobierno presidido por el señor Mario Monti (también ex empleado de Goldman-Sachs) considerado un “técnico”, apoyado por un parlamento hegemonizado por la izquierda italiana (PD) junto a los sectores de derecha que habían abandonado a Berlusconi siguiendo la dirección del viento.

 

Condiciones para una batalla

JCM, como observador atento del mundo menciona a la América latina: “vale decir el continente donde hoy las respuestas contra el capitalismo son las más vivas y las más radicales, también porque no vacilan en apoyarse sobre las tradiciones populares indígenas (en línea con el pensamiento de aquél extraordinario marxista peruano que fue, al comienzo del siglo XX, José Mariategui)…se sabe que la lucha unitaria del pueblo se propaga desde hace tiempo bajo el signo privilegiado de las grandes figuras históricas ligadas a las diferentes culturas nacionales (‘Zapatistas’, ‘sandinistas’, ‘bolivarianos’ etc)”.

 

En los párrafos finales de su ensayo JCM regresa a la importancia de un lenguaje común, no solo en las palabras justas sino también en la capacidad de hablar a todos:…”ponerse de acuerdo de una vez por todas, sobre una crítica de la lógica capitalista, que resulte filosóficamente coherente…que por un lado pueda tener un sentido para todas las clases populares y también, eventualmente, para todos aquellos que provenientes de la burguesía o de la clase media-alta, sientan sinceramente la necesidad de unirse a la batalla”. Este último comentario podría sugerir que la propuesta de Cristina Kirchner en Argentina de crear un Frente Ciudadano se acuerda con sensibilidades internacionales preocupadas también por el momento histórico que vivimos.

 

Y agrega:…”se tratará en primer lugar de encontrar las palabras capaces de hablar al conjunto de la gente común, la cual, en la vida, tiene otros centros de interés y tantos y diferentes problemas, diversos y lejanos a la política en sentido estricto”.

 

Nota:

Una parte de la izquierda europea comienza a reaccionar frente al paisaje de posguerra que está dejando la política de la Troika, uno de los políticos más activo es Jean-Luc Melenchon de La France Insoumise que ha abandonado el grupo Izquierda Europea porque dentro de éste se encuentran “partidos que adhieren a la política de austeridad”, en clara referencia al gobierno de Alexis Tsipras (left.it 5.07.18).

 

Otra interesante novedad es la posición dentro de Die Linke de Oskar Lafontaine y su compañera Sahra Wagenknecht, han creado un movimiento llamado Aufstehen (alzarse), de concepción nacional y popular, dispuesto a promover políticas sociales dentro del contexto del Estado Nación, en la vereda opuesta y siempre dentro de Die Linke se encuentra Katja Kipping, alineada en el globalismo de izquierda en una línea de pensamiento cercana a Toni Negri & Michael Hardt, línea que considera anacronístico y superado el rol de los estados nacionales.

 

Comentarios sobre el intenso debate dentro de la izquierda alemana se encuentran en “Tra euroliberismo e anticapitalismo. Le anime divise della sinistra in lotta per soppravivere” de Carlo Formenti. (Micromega 1.07.18) y en “Immigration Divides Europe and the German Left” de Diana Johnstone (consortiumnews.com 19.06.18).

 

Libros de Jean-Claude Michéa
Les intelectuels, le peuple et le ballon rond. A propos d’un livre d’Eduardo Galeano. Climats 1998
Impasse Adam Smith. Brèves remarques sur l’impossibilitè de dépasser le capitalisme sur sa gauche. Climats 2002
L’enseignement de l’ignorance et ses conditions modernes. Climats 2006
La double pensée. Retour sur la question libérale. Flammarion Champs Essais 2008
L’empire du moindre mal. Essai sur la civilisation libérale Climats 2010
Le Complexe d’Orphée. La gauche, les gens ordinaires et la religion du progés. Climat 2011
Les Miystères de la gauche. Climats, Flammarion 2013

 

 

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