Hacer Patria con la Fuerza de todos y de todas

Pensar los peligros de la patria desde su cuna, entre pasados revisitados y esperanzas que los “nadies” cosen con rabia de dientes apretados. Por Yeyé Soria

Guillermina, una niña de Marcos Juárez, ciudad cabecera del departamento homónimo, en el sudeste de la provincia de Córdoba, quería conocer a Manuel Belgrano. Su deseo, tan potente como cristalino, era tan fuerte, que puso en marcha una cadena de solidaridades para que ese, su sueño patrio, pudiera ser realidad.[1]

¿Podrá aferrarse, nuestra patria en peligro, a esta ilusión, para que creamos que todavía es posible rescatarla de las garras que le vienen desgarrando el vientre con saña destructiva?

Esta pregunta, pronunciada desde la Cuna de la Independencia, se formula con poco aire apretado en los pulmones, arrinconada la esperanza por un contexto nacional e internacional que enciende alertas, quiere hacerse grito, pero se contiene, para buscar en la reflexión común, los caminos posibles, el tejido indispensable con el que restablecer lo que fuimos, para soñar lo que aún podemos ser.

¿O acaso se nos puede acusar de exagerados si nos asalta el temor de una nueva forma de colonialismo? Cuando España avanzaba sobre los territorios que se proponían forjar el sueño patrio, aquellas revolucionarias y aquellos revolucionarios echaban mano a su deseo emancipatorio, al fuego sagrado de la libertad con mayúsculas, y las provincias unidas eran la semilla que en 1816 ofrecería los primeros brotes de la nación recién nacida.

El concepto de emancipación —al igual que el de independencia— señala la capacidad —y el derecho— de una nación de tomar decisiones soberanas, jurídicas y económicas, sociales y culturales: abre el camino para que una nación se consolide como sujeto político. Una gesta emancipatoria que se forja con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte, porque entrelaza, en su propósito virtuoso, las dimensiones temporales que nos señalan sin equívocos una identidad común.

Pocas cosas más contagiosas que un pueblo que comienza a ser dueño de su destino: y allí está el padre de la patria, Don José de San Martín, apurando la organización de su ejército, para lanzarse a la independencia de América.

Aquel fuego encendió otros fuegos para enseñarnos que se trata de una gesta inagotable.

Olivos y la fiesta de los pocos

Ariel Winograd, director, guionista y productor de cine argentino, enciende la polémica con seis episodios de una serie con la que revive al presidente que estuvo a la cabeza de la larga década de los años noventa, la de la primera oleada neoliberal, intento sistemático de destruir los sueños de la independencia. Con ritmo de la noche y estética de videoclip, la serie de Winograd enhebra todos los síntomas de la época, el simulacro de un dispositivo que se pretendía sin pasado, justamente porque no tenía futuro. El daño con todos los afeites de una estética que sembraba dolor y avisaba la sangre que sería derramada apenas velada por las luces del entretenimiento.

Una fiesta que todavía estamos pagando. Y un aire de denuncia que sabe a poco.

En aquellos años afiebrados, leíamos con fruición el libro de Guy Debord[2] que nos mostraba que, en la Argentina, asistíamos a la espectacularización de la política, una época donde la farándula y el poder se fundían sin escrúpulos en las tapas de los diarios y se mezclaban dentro de las revistas de moda. Para estar en el prime time los políticos iban a la cama con Moria, manejaban Ferrari y jugaban al golf, frente a un pueblo devastado.

Nunca está de más un refresco para la memoria. Los/as trabajadores/as de las empresas del Estado privatizadas (Nucleoeléctrica, Yacimientos Carboníferos Río Turbio, Intercargo, AySA, Trenes Argentinos, Belgrano Cargas y Corredores Viales) que ya comenzaron el proceso gracias a las facultades obtenidas por Javier Milei con la Ley Bases, saben bien de qué estamos hablando.

La angustia de Macri

Como tucumanos/as nunca olvidaremos el 9 de julio de 2016, cuando el entonces presidente Mauricio Macri en su discurso en la Casa Histórica, refiriéndose a los patriotas que firmaron el acta dijo: “deberían tener angustia de tomar la decisión, querido rey, de separarse de España” frente al rey Juan Carlos de Borbón, extrañamente invitado al acto. La contracara de su preocupación por las angustias que le hacía suponer el cipayismo que le corre por las venas, es su legado de privatizaciones y una deuda que nos hace depender de otro poder, ya no el de los españoles, sino de la voracidad destructiva del poder económico mundial y el FMI.

Luis Caputo es el denominador común de un endeudamiento sin precedentes. Fue quien tomó el préstamo más alto de la historia de ese organismo otorgado a un país —rompiendo las reglas del FMI y las de nuestra Constitución— y ahora sumó otros 35.000 millones de dólares. Dejamos la dependencia de la monarquía para depender de Estados Unidos y Trump, los dueños del poder económico, político y bélico mundial.

¿Qué podría salir mal?

La Patria en peligro

Fuerza Patria es la nueva fuerza política que, con su lanzamiento nacional, marcó una línea de unidad dentro del espacio peronista. La mesa compuesta por Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner dio el puntapié inicial para el despliegue nacional, propone aglutinar a una fuerza con marcados signos de dispersión para construir una oposición sólida, consolidarse en el Congreso de la Nación y apretar el freno de mano ante el avance destructor del gobierno de Javier Milei.

En Tucumán, la presentación de Fuerza Patria ocurrió en un contexto difícil, puesto que la unidad aún no es una realidad. En la provincia hay dos líneas peronistas, una de ellas representada por Fuerza Patria. La otra, responde al actual gobernador, Osvaldo Jaldo. El mismo que hasta hace unos días era el más ferviente “dialoguista”, hoy se encuentra en medio de una polémica con la Casa Rosada por sus cuestionamientos sobre la distribución de la recaudación.

“Queremos que los tucumanos tengan una opción claramente anti-mileísta a la que votar en octubre”, afirmó el diputado nacional Pablo Yedlin durante la conferencia de prensa de lanzamiento del espacio, y agregó: “Este espacio no negocia Malvinas, no negocia la Memoria, la Verdad y la Justicia, no negocia ni la educación ni la salud pública. Este espacio cree que se puede lograr una mejor argentina con todas esas banderas enarboladas”.

La mesa de Fuerza Patria tiene como referentes principales al diputado nacional Pablo Yedlin, a la senadora nacional Sandra Mendoza, a los legisladores provinciales Christian Rodríguez y Gabriel Yedlin, y a quien proponen como candidato a diputado nacional, el legislador Javier Noguera.

En cualquier caso, además de los nombres, hace falta un pueblo. El empeño diario de los muchos “nadies” para que la fuerza común vuelva a parir la patria que nos merecemos.


[1] Si todavía no la viste, podés hacerlo acá: https://www.youtube.com/watch?v=842LZhC8YTk

[2] Debord, La sociedad del espectáculo. Pretextos.

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